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Lamentamos informarles que debido a la escasez, nos hemos visto obligados a incrementar el precio del Barq para la nueva temporada. La escasez es debida a dificultades locales. Nosotros, por supuesto, damos preferencia a nuestros clientes habituales favoritos.

—Aviso de la Federación de Comercio a los mayoristas.

Darman había derribado a bastantes tinnies en Geonosis, y una cosa que había aprendido era que ellos estaban construidos para el combate convencional de infantería en un terreno bueno y plano.

No eran tan inteligentes en terrenos traicioneros o sin un oficial orgánico que gritara las ordenes.

Podía ver a un grupo de árboles a un centenar de metros de distancia alineados de tal manera que parecían no chocar contra algo, esperando que eso significara que del otro lado hubiera un acantilado. —Allá abajo—, gritándole a Etain y señalando. —Vamos y prepárate para saltar.

Casi había olvidado el dolor en su hombro. Apretó el rifle contra su pecho y corrió hacia la línea de árboles. Tardó diez segundos. Más adelante la pendiente del terreno se hacía más pronunciada, con arbustos espinosos y suelo fangoso hasta llegar al río, sólo interrumpida por una terraza natural que formaba un pequeño barranco. Cuando volvió a mirar, Etain estaba detrás de él y él no esperaba que estuviera allí.

—¡Sigue adelante! —Jadeó ella—. No veas hacia atrás.

El fuego de blasters de los droides de avanzada golpeaban demasiado cerca las ramas para estar cómodos. Cuando llegaron al borde simplemente la empujó. Ella trató de enderezarse por un segundo antes de caer y rodar por la pendiente. Él se lanzó y rodo detrás de ella.

Darman tenía la protección de la armadura Katarn, pero ella no. Cuando llegaron al fin al fondo de la barranca, Etain era menos que su capa la cual estaba hecha girones. Pero aún tenía dos secciones atadas del cañón E-Web en su mochila. Aferrándose a ellos con gran determinación.

—La próxima vez, déjame brincar a mí, ¿de acuerdo? —Dijo entre dientes—. No soy una completa inútil.

—Lo siento. —Verificando sus granadas—. Voy a quedarme corto de municiones muy pronto. Voy a tener que sacrificar algunos artefactos de demolición.

—Dime lo que estás planeando.

—Tumbar la pendiente, con ellos allí. —Sacó la línea de microminas y se apresuró a regresar algunos metros para colocar una hilera horizontal entre los árboles—. ¿Puedes sacar de la mochila algunos explosivos de calibre, por favor? Cuatro deberían hacerlo.

—¿Qué son?

—Las barras largas de color rojo. Municiones personalizadas.

La oyó jadear al subir la ladera detrás de él. Cuando volvió la cabeza estaba agarrando un arbusto con una mano, y sosteniendo los tubos explosivos con la otra. Sus dedos estaban cubiertos de sangre. Se sintió repentinamente culpable, pero tendría que preocuparse de eso más tarde.

—Gracias, Señora —dijo de forma automática. Balanceándose en un precario equilibrio, sintiendo la tensión en las pantorrillas e impulsándose de arbusto en arbusto. Colocó cada aparato explosivo de forma perpendicular a la pendiente retorciendo la tapa, los cilindros zumbaron y se enterraron profundamente en el suelo. Instalándolos a intervalos de cinco metros.

El tintinear producido por el movimiento de los droides se acercaba, llevado por el todavía aire húmedo.

—¡Corre! —Siseó Darman.

Ver el efecto de la adrenalina en acción era una cosa maravillosa. Etain agarró su mochila y salió corriendo a lo largo del barranco. Darman la siguió. Cincuenta metros… cien… doscientos. Hizo una pausa para mirar hacia atrás y vio una diminuta placa frontal de metal sobre el borde.

—¡Abajo! —Gritó, y apretó el detonador en su mano.

Un trozo de Qiilura de aproximadamente ocho mil metros estalló en un segundo. Darman lo escuchó y se arrepentía de no poder verlo, pero su cabeza estaba protegida por sus brazos cruzados además de que estaba boca abajo. Fue puro instinto. Él debería haberle dicho a Etain que se tapara los oídos, a pesar de que no le hubiera ayudado mucho. Pronto la haría correr demasiado. Debería de haber hecho un montón de cosas, como ignorar a Jinart, y en su lugar mantenerse en la misión.

No podía. Tenía que lidiar con ello.

El ruido de la explosión sobrecargo su casco por unos momentos, hubo un silencio crepitante. Luego el sonido regresó de nuevo rápidamente y podía sentir los terrones de suelo cayendo sobre su espalda, como una fuerte lluvia. Cuando se puso de rodillas y se dio la vuelta, había un paisaje nuevo que ver. Los árboles sobresalían de un acantilado agudo de barro apisonado en ángulos extraños. Algunos tenían ramas intactas, y otros estaban quebrados y astillados. Una pierna metálica solo sobresalía de los escombros. La tierra se estaba desmoronando retirándose de la cara del acantilado como permacreto húmedo, y un árbol se deslizaba lentamente hacia abajo.

Darman buscó en los alrededores a Etain. Ella estaba a pocos metros adelante, de rodillas sobre los talones con su mano en un oído. Cuando él se acercó pudo ver un fino hilo de sangre que le corría por un lado de la cara.

—¿Estás bien?, —preguntó.

Etain miraba hacia su boca.

—No puedo escucharte —dijo. Cuidándose su oído izquierdo, con la cara contraída por el dolor.

—Te has volado el tímpano. Tómatelo con calma. —Estúpido. Ella no podía oír, y no podía ver sus labios con el casco puesto. Este reflejo lo tranquilizó. Estaba a punto de buscar su spray de bacta cuando ella miró por encima de él y señaló frenéticamente. Él se dio la vuelta. Un droide estaba mirando por encima del borde del cráter. Parecía no haberlos visto.

Darman no sabía cuántos pudiera haber. Se debatió ante la posibilidad de enviar un remoto, se preguntó qué haría si éste le mostraba un centenar de Tinnies llegando. No estaba seguro a que otro lugar correr. Estimaba que podría detenerlos alrededor de una hora, y entonces todo se habría acabado a excepción de su vibrocuchillo y el sable de luz de Etain.

Entonces oyó un grito.

—¡Droides, reporten!

Darman se pegó hacia la ladera junto a Etain. Podía oír las voces, incluso ella sin poder hacerlo. Levantó la vista hacia el acantilado y cerró los ojos. Por un momento Darman pensó que era por un terror normal, y él no la hubiera culpado. Había volado media ladera de una colina y todavía no había detenido a los droides. Estaba empezando a sentir también un vacío persistente en el estómago.

Se concentró en las voces, tratando de adivinar números. Dos personas, dos hombres.

—…han puesto trampas…

—…¿Puedes ver algo?

—…no hay nada más allá.

Darman contuvo el aliento.

—No, se han ido. Deben tener speeders.

—Droides, fórmense y regresen…

El rostro metálico se fue hacia atrás y el tintineo de la marcha se desvaneció en el aire, junto con el zumbido de un motor de un speeder. Luego hubo silencio, roto sólo por el crujido ocasional de un árbol astillado empujado lentamente cuesta abajo por la ladera.

Darman miró a Etain. Todavía tenía los ojos cerrados y estaba respirando con dificultad.

—Yo creo que no podría hacer eso —dijo.

—¿Hacer qué? —Ella lo miró. Él se quitó el casco para que ella pudiera ver su boca—. ¿Hacer qué? —dijo enfatizando Darman los movimientos de su boca, exagerando las sílabas. La mirada de ella se fijó en sus labios.

—Influir en ellos. En ambos.

—¿Eso fue una especie de truco mental Jedi?

Ella lo miró desconcertada. Era obvio que no estaba acostumbrada a leer los labios.

—Es una especie de truco mental Jedi —dijo.

Darman ahogó el impulso de reírse. No era nada gracioso.

Ella había logrado algo que encontró casi mágico. En este momento de crisis, era la mejor opción militar, mejor que dejar sueltos todos los artefactos explosivos a su disposición, y algo aún que Kal Skirata no podía hacer.

Estaban vivos. Podían seguir adelante.

—Buen trabajo Comandante —dijo él—. Muy bien hecho. —Se tocó la frente con el guante y sonrió—. Nos estamos redefiniendo, ¿eh?

Darman sacó su medpac y retiró dos agujas de analgésico y de spray bacta. Arregló primero su hombro, introduciendo duramente la aguja en la vena azul en el pliegue de su codo izquierdo para que la droga se dispersara rápidamente. Pero esto hizo que sus ojos se rasaran de lágrimas al inyectarse el líquido ardiente.

Etain observó con sombría resignación y tragó visiblemente.

—Vamos, Etain —dijo Darman—. No te muevas.

Colocó el spray como si fuera una pistola en la oreja izquierda de ella.

Darman no tenía idea de que los Jedi podían maldecir con fluidez en huttés, pero estaba aprendiendo más sobre ellos cada minuto. Mucho más.

* * *

El droide excavador bajaba por el camino sacudiéndose, arreglándoselas para encontrar todos los baches y ranuras entre Imbraani y la planta de selección. Niner también rebotaba cada vez. Enterrado en la pala bajo una capa de piedras sueltas, con suficientes explosivos como para volar todo en medio kilómetro a la redonda, estaba… ansioso.

Los detonadores estaban desarmados. Y seguía comprobando que así estuvieran.

Ahora que había caído la noche y que la lluvia se había detenido, se colocó en una posición donde podía ver hacia adelante. Con las luces azules de navegación del guardafangos delantero del droide y una torreta de luz ámbar de peligro en el toldo, iluminaba los árboles a ambos lados del camino. Era algo torpe de lo que no podía salir de alguna forma. Detrás de él, un convoy de droides idénticos lo seguían. Eran una procesión intimidante.

Incluso la columna de Tinnies que marchaba hacia Niner se hizo a un lado de la carretera.

Los captó con su visor de visión nocturna, aunque por el sonido los hubiera identificado. Clink-rasp-clink-rasp. Eran las articulaciones de las rodillas. Nada más que los droides de batalla marchaban con tal regularidad, ni siquiera los soldados clon. No había voces, ni siquiera el comando de vez en cuando para formar una sola fila, o cierren filas allá. Eran todos de un uso mecánico sombrío.

Niner cerró los dedos alrededor de su DC-17. Él realmente no quería enfrentarlos. Lo que iba a ser bastante difícil al dirigir la excavadora hacia el objetivo y alejarse en una sola pieza sin hacer una pausa para escaramuzas a lo largo de la ruta. Continua caminando, ¿puedes? Simplemente sigue caminando. No quería poner a prueba la garantía del fabricante de los rayos láser al disparar algunos. Él estaba por arriba de ellos. Pero la proximidad lo hizo escéptico.

Había cincuenta droides de batalla encabezando la columna hacia Imbraani. Si él quería destruir la estación de tierra, ese sería el primer mensaje que enviaría a través de su comunicador de largo alcance.

El chunk-chunk-chunk de los pies de los droides subió de nivel hasta llegar a él y se congeló.

Chunk-chunk-chunk-chunk-chunk.

El sonido se comenzó a desvanecer detrás de él. Respiró de nuevo. Una vez que el droide excavador pasó de su destino lógico que era la planta de selección, sería mucho más visible. Por lo menos los Tinnies lo verían de lleno. La peor parte era tener una idea bastante buena de cuales órdenes les serían dadas.

A tan sólo diez clics. Estaba a unos minutos de que el droide intentará entregar su carga. En ese momento, había que desviarse hacia Teklet, a través del centro de la ciudad y en el complejo de la estación terrestre. Por lo menos los reconocimientos aéreos parecían estar en lo correcto sobre esto. Teklet era una zona descontrolada de silos de almacenamiento y de instalaciones de embarques para enviar fuera lo que producía el planeta y que no era mucho.

Lo peor que la Federación de Comercio hubiera esperado era tratar con un grupo de campesinos enojados. Esto iba a hacer que su trabajo fuera mucho más fácil.

Un poco más adelante, la luz intermitente del droide rebotó en una señal que apuntaba a la izquierda: TODOS LOS CONTRATISTA DE TRÁFICO-NO ENTREN POR LA PUERTA PRINCIPAL. La excavadora sabía su camino y comenzó a frenar para dar vuelta. Niner tomó los improvisados controles de Atin y desenchufó una terminal. Sigue adelante. Sigue adelante. Sigue

El droide casi daba la vuelta. Encontrándose aproximadamente a 25 clics, amenazando con desviarse. Pero siguió adelante, pasando la señalización y la desviación, tomando hacia Teklet.

—Ese es mi muchacho —dijo Niner. El sudor le picaba entre los hombros, a pesar de los controles ambientales de su traje—. No puedes acelerar un poco, ¿verdad?

Tal vez esto olía a problemas. Cuando asomó la cabeza sobre la pala del droide, pudo ver una procesión de droides colgados detrás de él a lo largo de la curva del camino, cuidadosamente alineados a la parte posterior como cruceros de batalla, delineándose el perfil azulado de esta procesión con cada parpadeo de la luz ámbar de seguridad.

En realidad considerando todas las cosas, éstas iban bastante bien. A continuación, el droide más cercano desaceleró y se apartó del camino, el espectáculo de luz detrás de Niner agonizaba, para luego desaparecer por completo. Estaba por su cuenta. Se recostó debajo de las rocas con la cabeza inclinada para poder ver hacia adelante a través de una rendija entre los escombros.

Teklet tenía muy poco en cuanto a calles iluminadas, y había poca gente. Careciendo de arquitectura, no tenía el buen gusto de la elegante Tipoca. Era una bodega y se veía como tal. Un par de trandoshanos estaban sentados debajo de un toldo frente a una choza, con sus blasters en el regazo, se quedaron mirando al droide con vaga curiosidad, pero parecía que no se moverían. Niner casi estaba más allá de los listones formados por las cabañas cuando se le ocurrió que una explosión con un radio de quinientos metros sacaría un buen trozo de Teklet, junto con gente. Y no todos ellos eran separatistas.

Una vez que haces usos de la preocupación, siempre tendrán un arma para usarla en tu contra. Skirata decía que tenían que acostumbrarse a esto. El logro de sus objetivos a veces tenía un precio muy alto.

Un transportador con su carga sellada con correas rojas de seguridad cruzó frente a él. El droide estaba atrasado por dos segundos. Si el controlador quería recortar este tiempo, entonces no se había dado cuenta de la máquina. Hasta ahora, todo bien… y cada vez mejor. A medida que el droide siguió adelante, Niner revisaba su propia ruta de escape. Estaba a unos buenos doscientos metros corriendo de cualquier cubierta a cualquier lado del camino. Esto iba a estar muy apretado.

Tenía que conducir al droide para detenerlo justo a un lado de la estación terrestre. Si seguía su camino, la explosión se centraría en cualquier parte. Así que ahora podría colocar los detonadores, deslizándose fuera de la pala y correr, pero eso significaba tener que vigilar al droide hasta el último segundo, y eso significaba que probablemente estaría demasiado cerca cuando éste explotará.

Pero ahora estaba comprometido. La estación terrestre tenía que irse. Esto supondría una seria disminución en las defensas de los Separatistas durante unos días críticos, incluso semanas, y eso era una ventaja que necesitaban.

Haciendo a un lado algunos escombros con sus dedos, Niner podía ver las luces del complejo. Giró a visión nocturna, y la imagen verde le mostró una endeble malla metálica y un muro de retención a media altura. La excavadora podría pasar encima de ellos y seguir su camino hacia el edificio.

Muy bien, así ellos sabrían que él estaba allí.

Había dejado los detonadores hasta el final. Las cargas estaban conectadas entre sí por cables en serie, a la espera de la conexión final con los tres detonadores que —en teoría— Niner podría accionar de forma remota. Juntó los cables y los empujó dentro de la apertura de las cajas de los detonadores, ajustándolos para cerrarlos.

Los explosivos ahora estaban vivos. No estaba sentado sobre una bomba, estaba sentando dentro de una. Las cargas, dispersas entre los escombros llegaban hasta su cuello. Comenzó a dejar libres sus piernas, listo para saltar.

Si no se alejaba lo suficiente de esto, entonces ese sería el camino que tomaría. Por un momento Niner sintió un frío espasmo en el estómago, el cual reconoció de una docena de ejercicios demasiado reales. Donde probablemente iba a morir. Estaba, posiblemente, a punto de morir. Si alguien pensaba que un entrenamiento intensivo acababa con el miedo a morir, estaba equivocado. Estaba tan asustado como cuando una munición real voló delante de él por primera vez. La sensación nunca se fue. Solo acabo por aprender a vivir con ella, y trató de aprender lo suficiente para utilizarla a su favor, y que lo sacara rápido de problemas.

Niner toqueteo el cableado. Dirigió al droide en un arco suave hacia la valla. No era el mejor curso que había propuesto, pero con una zona de explosión de quinientos metros, iba a ser lo suficientemente bueno. Se agachó. La malla metálica se asomaba sobre su rostro en el borde de la pala, después la pala se enmalló y vibró, rompiendo los soportes abriéndose paso junto con el droide, el cual hizo caso omiso.

El droide estaba cerca del muro. El edificio era de cinco metros de altura, techo plano y sin ventanas. No parece que aquí les gusten las ventanas. Oyó un solo grito, algo así como chuba, y tuvo que estar de acuerdo. Esto iba a maldecir a alguien con un montón de informes.

Niner arrancó los cables y cortó la energía del droide. Su impulso lo llevó a unos cuantos metros, y la carcasa vibró y chilló con la valla de alambre estirándose hasta el límite. Los cables, finalmente se rompieron bajo las ruedas de la excavadora.

Uno, dos, tres

El droide estaba totalmente detenido contra la pared. Los tabiques estaban empezando a romperse, y se abrieron entre ellos cuarteaduras. Tuvo una repentina visión de encontrarse enterrado durante el colapso de la mampostería e incapaz de moverse, y en una combinación de pánico animal y una vida de entrenamiento lo lanzaron fuera de los escombros y sobre el borde de la pala. Cayó cual largo era más allá de dos metros y se esforzó por incorporarse. Luego hubo gritos y, con mochila de cincuenta kilos o sin ella, ejecutó la salida más rápida de su carrera, con el Deece en una mano y el mando remoto de los detonadores en la otra.

No había una salida y se dirigió hacia la brecha que había abierto en la valla.

No contaba con cobertura. Un humano en overol estaba en su camino con la boca abierta, y Niner lo tiró de espaldas mientras corría a toda velocidad por el agujero en la malla.

Había alrededor de un minuto para poner distancia entre él y la estación de tierra antes de que vuele las cargas. A veinte clics por hora, eso significaba que sería cerca de… Fierfek[15], simplemente hazlo.

Niner estaba más allá de la primera línea de árboles dentro de hierba alta cuando cayó y presionó el control remoto de los detonadores con ambas manos.

Teklet repentinamente era una bola de luz. A continuación, el rugido del aire y la onda de choque lo sacudieron. Agachándose cuando los escombros llovieron sobre él, esperando —realmente esperando— que su armadura Katarn fuera todo lo que decían que era.

* * *

Ghez Hokan fue el primero en admitir que estaba tomando mucho menos el irritarlo recientemente. Había esperado el tiempo suficiente. Dio unos golpecitos impacientes en la consola de comunicaciones.

—Les pedí que se fueran del Centro de comunicaciones hace diez minutos, di’kut.

—Me doy cuenta de ello, Mayor. Él estará con usted tan pronto este libre.

—Las fuerzas enemigas se han infiltrado y tengo que hablar con su oficial al mando. ¿Entiendes lo que tenemos en Qiilura? ¿Podrías mover tu di’kutla shebs[16] el tiempo suficiente para averiguar por qué esto es tan vital para la guerra?

—Señor, tenemos tropas de la República infiltrándose en más lugares de los que puedo mencionar en este momento, por lo que…

La pantalla parpadeó y rompió en ruido. Hokan cambió a otro canal teniéndose la misma pantalla crepitante y brillante. Lo mismo sucedía con todos los canales que intentó captar. Su primer pensamiento fue que alguien había deshabilitado su receptor. Estaban más cerca de lo que había pensado, y mucho más atrevidos. Se puso el casco y pasó cautelosamente el pasillo hasta la puerta exterior, con su destructora verpine en una mano y una vibrocuchilla cazadora en la otra.

El centinela droide se hizo a un lado para dejarlo pasar. En el techo, la antena de comunicaciones estaba intacta. Hokan sacó su comunicador personal y llamó a Hurati.

Todo lo que Hokan podía escuchar era estática. Se le ocurrió que las tropas de la República habían hecho bien lo que hubieran hecho, para hacer frente a su objetivo.

—¿Droide, puedes ponerte en contacto con tus compañeros?

—Afirmativo Señor.

Los droides tenían su propio sistema de comunicación. Podían comunicarse al instante en cualquier campo de batalla. Lo que no era necesario para hacer los relevos en Teklet.

—¿Puedes contactar al Teniente Hurati?

El droide se detuvo por unos momentos.

—Lo tengo, Señor.

—Pregúntale si tiene alguna noticia de Teklet.

Pausa. Una pausa mucho más larga.

—Una gran explosión fue vista en dirección a Teklet, Señor.

Es lo que yo haría si me estuviera preparando para un asalto, pensó Hokan. Haría a mis enemigos ciegos y sordos.

No había nada que pudiera hacer sobre el terreno para hacer frente a una invasión, si uno se acercaba. Había una nave de asalto de la República en el espacio de Qiilura, y esto no presagiaba nada bueno.

Tenía dos opciones para su tarea inmediata. Podría defender el proyecto de Uthan —el conocimiento técnico invertido en ella y su personal, así como el nanovirus en sí mismo— o, si era sobrepasado, podría evitar que cayera en manos enemigas para ser estudiado y neutralizado.

Era un planeta grande. Si tenía que correr, tendrían que encontrarlo. Mientras tanto, se sentaría firme y esperaría a que llegaran.

—Dile a Hurati que quiero que cada droide que funcione este de nuevo de regreso aquí —dijo Hokan—. Estamos atrincherándonos.