CAPÍTULO XIX
JOHNNY no se habría sentido tan abatido, de haber podido vigilar constantemente la extraña nube. En una ocasión y por espacio de pocos minutos, ocurrieron varias cosas.
La nube se mantuvo sobre el dirigible y al amparo de su espesura, tres formas se movieron rápidamente.
La primera era la figura alta y bronceada de Doc Savage. Luego vino la harapienta de Scotty Falcorn y finalmente y chillando de alegría, a pesar de las órdenes recibidas en contra, llegó Habeas Corpus.
Una trampa se abrió en la parte superior del dirigible. Únicamente Doc tenía conocimiento de aquella puerta y del acceso que daba al corazón mismo del gigantesco dirigible.
Tan pronto como las tres figuras desaparecieron, la nube desapareció hacia atrás. Seguía cubriendo al autogiro que Doc Savage usó para alcanzar el dirigible. Doc paró la hélice de delante y únicamente la gran hélice central sostenía el aparato.
El indio se había equivocado y Doc no había muerto. Mientras huía a toda velocidad delante de los gatos salvajes. Doc se untó con un líquido que sacó de su botiquín y que vertió sobre su cabeza, cara y cuerpo. Aquello hizo desaparecer el olor a sangre que despedía su persona. Luego se quitó la mayor parte de la ropa, cuidando de no guardar ninguna prenda que estuviese impregnada del falso olor.
Cuando Doc se vio cogido, dejó caer la ropa. Los gatos se tiraron encima y seguían luchando por ella al caer al agua.
En el instante en que los gatos saltaban, Doc se dejó caer, agarrando una enorme enredadera. La fuerza de su caída le llevó a lugar seguro, a un lado. Desde la copa de otro árbol, miró los gatos ir al encuentro de la muerte.
El hombre de bronce permaneció oculto mientras el indio investigó. Deseaba que Sleek Norton le creyera muerto.
Luego, se movió con rapidez. Halló el autogiro intacto en el campo en el cual aterrizó con Monk y Ham. Este cerró el contacto cuando cayó por la borda, pero la enorme hélice llevó el aparato a un aterrizaje seguro y fácil.
A continuación, Doc se dirigió rápidamente al escondrijo de Sleek Norton. Llegó demasiado tarde para evitar que el gángster despegara, pero se oían todavía tiros cuando el hombre de bronce hizo su aparición.
Habeas le acogió como a un amigo pendido hacía tiempo. Unos momentos después, Doc halló a Scotty Falcorn en su escondrijo y junto con él y con Habeas, regresó al autogiro. Le fué fácil crear la falsa nube, después de lo cual dio caza al dirigible.
Ahora Doc abrió la marcha hacia el corazón del gran dirigible. El pasadizo era apenas suficientemente ancho para su cuerpo. Los demás lo seguían sin dificultad.
Doc se paró en un cuartito. Este se hallaba en el centro de las bolsas de helio que sostenían el dirigible. Ni sus propios ayudantes conocían la existencia de aquel lugar secreto. El hombre de bronce tocó un conmutador en una pared y se oyó un chirrido prolongado. Scotty Falcorn lanzó una exclamación de sorpresa al iluminarse una de las paredes del cuarto. Se veían vagamente unos objetos, pero casi instantáneamente éstos se destacaron en relieve. La pared entera no era otra cosa que la pantalla de un aparato de televisión. Casi todo el dirigible era visible en aquella pared.
Doc dejó oír su trino y sin vacilar un momento, pasó por una puerta a otro sector del inmenso envoltorio. Visible en un rincón del cuarto, era la escena que ocurría en la popa del dirigible. Siguiendo órdenes de Norton, dos pistoleros recogían el cuerpo de Química y se acercaban a la borda.
Johnny se tiró adelante sin éxito. Poca cosa podía hacer con los brazos estrechamente atados, pero algo quería intentar aunque no fuera más que emprenderla a patadas con los dos pistoleros que iban a echar a Química por la borda.
Norton alargó lánguidamente un pie. Johnny tropezó y se vino al suelo.
—¡Levántese! —ordenó Norton con voz dura—. Quiero que presencie esto y no baga bromas o le meto una bala en el cuerpo allí donde no le mate, pero le deje inútil. Le tocará en algún sitio agradable, como la rodilla, por ejemplo.
El sudor corría por la cara de Johnny que se mordió los labios para no contestar, pues no quería darle a Sleek Norton el gusto de oírle suplicar.
Habían traído también a Gloria Delpane a la cubierta de popa. La muchacha estaba pálida y parecía alejada. El choque de saber que habían abandonado a su hermano y que quizá a última hora había sido víctima de las balas, la dejó como paralizada.
Hugo Parks rió cuando Sleek gritó una orden. Nuevamente los dos pistoleros se acercaron a la borda. Levantaron el cuerpo del mono disponiéndose a tirarlo. Entonces fué cuando ocurrió una cosa sorprendente.
El día era apacible, la brisa ligera, pero el dirigible se movió repentinamente como si hubiera encontrado una fuerte tempestad. El gran dirigible se tumbó fuertemente a un lado. Los pistoleros soltaron a Química, que cayó sobre la cubierta y rodaron hasta la red de la barandilla del lado opuesto.
Johnny perdió el equilibrio. La muchacha cayó e incluso Sleek Norton fué despedido de su silla. Un instante después, el dirigible se enderezaba.
La cara de Sleek Norton estaba roja de ira. Hugo Parks blasfemaba al hacerse masaje en las partes contusionadas. Los gángsters, asustados, se pusieron de pie.
—Volved a probar —gritó Norton—. Habremos penetrado en una corriente de aire baja o algo por el estilo. Nada hay que temer.
Los pistoleros se acercaron cautelosamente al cuerpo de Química. Le levantaron temerosamente y se acercaron lentamente a la borda. Corriendo, dieron los últimos pasos e intentaron tirar el cuerpo del mono por la borda.
Por segunda vez, el dirigible se inclinó y esta vez tanto, que los pistoleros cayeron y el cuerpo de Química volvió a rodar sobre la cubierta.
El rostro de Sleek Norton había perdido todo vestigio de color. La primera vez pudo ocurrir por accidente, pero al repetirse el incidente, comprendió que no era así. Alguien o algo lo motivaba.
Norton se rehusó el pensar en la única explicación posible que se le ocurrió y gritó con fiereza:
—¡Registrad el dirigible! ¡Registradlo de punta a punta y disparad contra lo que sea que veáis!
Agarró un fusil ametralladora y seguido de cerca de Hugo Parks, inició el registro.
Los ojos dorados de Doc Savage brillaban. Se hallaba en un sector bajo del dirigible y a su alrededor estaban los giroscopios que había instalado para mantener el equilibrio del dirigible durante épocas de mal tiempo.
Sin embargo, esos giroscopios servían tanto para equilibrar como para desequilibrar el dirigible. Por las pantallas de la instalación de televisión, Doc veía el momento exacto de cambiar el equilibrio de la nave para impedir que tiraran a Química desde una altura de cinco mil pies.
Cuando Sleek Norton ordenó un registro del dirigible, el hombre de bronce abandonó su sitio y se encaminó a su laboratorio. Gran parte de su valioso equipo se había perdido o quedó destrozado en la selva y necesitaba reponerlo.
Arriba, en el cuarto secreto, Scotty Falcorn se dio buena maña él también. Doc Savage le había salvado, dándole la oportunidad de vivir otra vez. Falcorn estaba más que agradecido y sus ojos brillaron de alegría cuando, descubrió una ametralladora oculta en el cuarto, así como municiones, entre las cuales había balas detectoras.
Scotty Falcorn no parecía ya ineficiente. Era piloto del Ejército y sabía qué era lo que podía hacer con ametralladoras y balas detectoras, aunque seguía con el cerebro embotado.
Scotty había sufrido mucho. Su aeroplano cayó cuando intentaba un vuelo de distancia. Le cogieron les indios y, ocurriera lo que ocurriese, Scotty sabía que aquel experimento permanecería siempre en su mente como una pesadilla. Únicamente la confianza y la serenidad del hombre de bronce le habían infundido el valor de huir de los indios.
Salió del cuarto secreto, cerrando la puerta y dejando encerrado a Habeas Corpus, pero no siguió a Doc a la parte inferior del dirigible. Volvió atrás, sobre el envoltorio, pues recordó que las ametralladoras que intentaron matarle, estaban en el segundo dirigible.
Aquel dirigible estaba a una milla de distancia, pero los que estaban a bordo vieron las extrañas contorsiones de la nave de Doc. Los mensajes que enviaron por radio quedaron sin contestación. Norton estaba demasiado ocupado registrando el dirigible. Así pues, el otro dirigible empeló a acercarse con el fin de comprobar qué era lo que ocurría.
Los dos estaban a corta distancia uno del otro cuando Scotty Falcorn sacó cuidadosamente la cabeza por la abertura de la parte superior del cigarro de metal. El piloto respiró hondamente y, con lentitud, hizo pasar la boca de la ametralladora por la abertura. Debió quedar invisible y fué por casualidad que un pistolero que iba a bordo del segundo dirigible vio su cabeza.
El pistolero no veía quién estaba detrás de la ametralladora y tanto se le daba. Le bastaba ver una ametralladora vuelta hacia él. Agarró una pistola y empezó a disparar sobre la vaga figura de Scotty.
Falcorn sonrió débilmente. Prefería atraer a los demás a la lucha. Luego, apretó el gatillo. Una llama brotó y las balas detectoras cayeron sobre su blanco. Scotty pintó sus iniciales en el envoltorio del otro dirigible. Este no estaba lleno de helio, sino que contenía hidrógeno, sumamente inflamable.
Hubo una explosión formidable y se vio una sábana de fuego. El dirigible de Doc fué proyectado a media milla de distancia, tal fué la violencia de la sacudida.
Del dirigible del gángster no quedaron más que fragmentos llameantes. Scotty Falcorn había vengado a los indefensos indios acribillados a balazos. Todos a bordo del segundo dirigible perdieron la vida.
A bordo del dirigible de Doc, los pistoleros acudieron corriendo en todas direcciones. Se reunieron en la cubierta de popa con expresión de incredulidad pintada en las facciones. Había oído el fuego de una ametralladora, sin por ello creer en la rápida destrucción de su nave y de los hombres que viajaban a bordo de la misma.
A Johnny no le gustaba ver morir hombres, pero no pudo ver más que justicia en el fin de aquellos bandidos. ¡Quien a hierro mata, a hierro muere! Pero el geólogo ignoraba, como los gángsters, quién había disparado las balas mortales.
Johnny se sintió esperanzado cuando el dirigible se entregó a aquellas extrañas cabriolas de momentos antes. Ahora, se sentía desanimado, pues sabía que Doc no sacrificaría nunca tantas vidas humanas... si le era posible evitarlo.
Hugo Parks subió a cubierta, hecho una furia. Su cabezota se inclinaba de un lado a otro.
—¡Al trabajo! ¡Registrad este dirigible! —gritó a los pistoleros que le miraban boquiabiertos.
Los hombres se apresuraron a obedecer, pero al último momento, Parks pareció tener una idea. La astucia se pintó en su rostro y paró a dos hombres, diciéndoles que se ocultaran, pero sin alejarse de la cubierta de popa.
Al desaparecer Parks, la figura elegantemente vestida de Norton surgió, llevaba dos jeringuillas en la mano y descubría los dientes en una mueca feroz.
Los ocultos pistoleros se levantaron a medias cuando le vieron, pero se hicieron atrás enseguida, con una sonrisa. Norton estaba enfurecido y ellos sabían que podía esperarse algo divertido cuando el gángster estaba de veras enfadado.
A Johnny se le heló la sangre en las venas. Creía adivinar con qué fin Norton traía aquellas jeringuillas. Sin duda temía que hubiese algún remedio a la muerte verde y deseaba rematar a sus víctimas.
La elegante figura se acercó ante todo al cuerpo del mico. Química no se movió al ser pinchado con la larga aguja, precisamente sobre el corazón. Luego, Norton se volvió a Monk, a Ham y a Renny. A todos, alternativamente, les dio una inyección sobre el corazón. Se volvió entonces, con la otra jeringuilla en la mano, encaminándose en línea recta a Johnny.
El huesudo geólogo lanzó una exclamación y abrió mucho los ojos:
—¡Que me superamalgamen! —se dijo.
El hombre a quien miraba iba vestido con las elegantes ropas de Sleek Norton. Sus facciones eran idénticas, pero sus ojos eran los ojos dorados de Doc Savage.
El hombre de bronce no pareció reconocer a Johnny, al inclinarse sobre él. Si le habló, su voz era demasiado baja para que la oyeran los guardias. Se oyó un grito y otro Sleek Norton, el verdadero esta vez, surgió en el umbral de la puerta de la cubierta.
Detrás de él llegaba Hugo Parks. Este último había descubierto al gángster atado y amordazado por Doc, pocos momentos antes.
Unos hombres armados les acompañaban. Norton llevaba en la mano una gran caja de plomo.
Scotty Falcorn escogió este momento para caer sobre cubierta, por una trampa practicada en el envoltorio del dirigible. Scotty estaba buscando a Doc cuando descubrió la trampa y oyó voces debajo de él. No esperaba hacer una entrada tan dramática, pero resbaló y cayó. La ametralladora se le escapó de la mano al caer de bruces en la cubierta.
Sleek Norton agarró a Gloria Delpane y la puso delante de él, sirviéndose de ella como de un escudo.
—¡Finalmente —dijo— me parece que tengo a todo el mundo como quería! ¡Que nadie se mueva, por favor!
Algo en su voz daba a entender que era preferible obedecerle.