Capítulo 35
—¡Papá! ¡Papá! ¡Deberías haber visto lo que ha ocurrido hoy en la ciudad!
Sus muchachos lo saludaron con gritos de excitación cuando irrumpieron por la puerta principal. Matt, que había estado merodeando por la casa y los alrededores en busca de Caroline para excusarse, como había pensado hacer la mañana anterior antes de que Daniel se adelantara, al principio escuchó su parloteo a medias. No fue hasta que casi había terminado cuando Matt asimiló las implicaciones de la historia y reconoció que su temor podía ser cierto después de todo: Caroline debía de haberse ido de la casa. La noche anterior, cuando la oyó a través de las paredes delgadas que revisaba los baúles, temió que estuviera pensando irse. Cuando abrió la puerta para encontrarse con ese broche tres veces maldito en su mano y a ella con ese camisón provocador que casi lo hizo perder el juicio, su temor se había cristalizado en algo duro e hiriente. Pasaría mucho tiempo antes de que se perdonara así mismo por aplastar un objeto tan precioso para ella, aunque ya se había propuesto compensarla de la mejor manera posible. Temía que pasaría más tiempo aún, antes de que lo perdonara.
Mientras sus hijos le contaban su encuentro con el perro rabioso y detallaban con entusiasmo cómo Caroline salvó la vida de Davey, un hecho al menos se aclaró bastante: había ido a la ciudad y no había regresado.
Había llegado a casa hacía ya un cuarto de hora, dejando de trabajar más temprano de lo habitual debido a un impulso irresistible de hacer las paces con Caroline. Se había comportado de forma inexcusable con respecto al broche y lo sabía.
Tampoco había manejado las consecuencias de su técnica amorosa como debía. La había lastimado mientras él sentía el placer más exquisito, y ese conocimiento lo había hecho sentirse el gusano más vil de la tierra. ¿Nunca sería capaz de alzarse por encima del demonio de la avidez que había plagado toda su vida adulta? En su sano juicio, se cortaría una mano antes que hacerle daño a Caroline.
Pero su avidez había sido mayor porque la quería. En su acto amoroso, la ternura se había combinado con el deseo para encenderlo un grado más ardiente de lo que siempre había sido.
Entonces Daniel había metido baza para que las aguas se revolvieran aún más. No le gustaba admitir que sentía unos celos furiosos de un hermano al que amaba encarecidamente. Lo peor de ello era que sabía muy bien que Caroline estaría mucho mejor con Daniel. Llegaría a ella sin cicatrices tanto del cuerpo como del espíritu, sería capaz de aceptar su amor y demostrarle el suyo sin que las sombras del pasado cayeran sobre su vida de pareja.
Mientras que él... no era ni más ni menos que aquello en lo que la vida lo había convertido.
Pero quería tener a Caroline, aunque tuviera que arrastrarse sobre manos y rodillas por rocas puntiagudas para llegar a ella... o derribar a su hermano de un golpe otra vez.
Los muchachos tenían hambre y enseguida les trajo pan, queso, mermelada y leche antes de dirigirse a la puerta. Si había dejado a los dos chicos para que se arreglaran solos, sin duda debía de estar muy enfadada con él.
Quizá no tenía intenciones de volver. Ese pensamiento trajo consigo un dolor como si le arrancaran las entrañas. Al diablo con eso, se dijo a sí mismo con furia, y casi derribó a Rob y a Thom de un golpe cuando entraban por la puerta trasera.
—¿Adónde vas? —Asombrados, retrocedieron ante él.
—A buscar a Caroline —gruñó—. Quedaos con los muchachos.
Se quedaron boquiabiertos, pero desapareció antes que pudieran preguntar o comentar algo.
Con zancadas rápidas y furiosas se dirigió por el sendero a través del bosque. Estaría en casa de James, por supuesto.
Necesitó bastante coraje para golpear la puerta de James y preguntarle a Mary si Caroline estaba allí, porque se le había ocurrido que alguien, ya sea la misma Caroline o Daniel o James, le habían contado a Mary casi con seguridad al menos una parte de lo que había ocurrido y él detestaba que supiera algo tan íntimo. Pero el rastro de burla en la sonrisa de Mary y la chispa de humor en su mirada mientras le aseguraba que en verdad Caroline no estaba allí desaparecieron, así como la confusión de Matt, cuando comprendió el alcance de la situación.
Si Caroline no estaba con Mary y no estaba en casa, ¿entonces dónde estaba?
Mary, ahora casi tan preocupada como él, le aseguró que Caroline había salido para su casa —sí, Mary estaba segura de que se había dirigido hacia allí— unas horas antes. Y no, no podía haberse fugado con Daniel (Matt había detestado introducir esa posibilidad, pero no había sido capaz de evitar que se apoderara de su mente) porque él se había ido con James a Nueva Londres el día anterior.
Cuando descartó esa idea enfurecedora, el terror invadió el alma de Matt. Sabía, más que la mayoría, los peligros que se ocultaban en el bosque. Su primer pensamiento fue para las brujas, pero la reunión se llevaba a cabo sólo a altas horas de la noche y durante ciertas fases de la luna. Caroline había desaparecido a la luz del día, evidentemente, de modo que no podía haber caído en manos de aquellos que habían intentado apoderarse de su hermana.
Matt le pidió un farolillo a Mary y regresó por el camino que partía de la ciudad y por el sendero a través del bosque en busca de la muchacha. Mientras caminaba, sosteniendo el farolillo en alto, forzado a moverse con enloquecedora lentitud para no perder la señal más insignificante, reflexionó acerca de qué podría haberle sucedido.
Podría haberse caído y estar tirada inconsciente en alguna parte. Quizás había pasado a su lado en un ímpetu por llegar a la ciudad. Podría haberse encontrado con un cazador de pieles y el bruto medio incivilizado podría habérsela llevado sólo el Señor sabía dónde. Un león montés podría haberla acechado, un lobo podría haberla hecho su presa... Pero al final, cuando descubrió el canasto y el mosquete abandonados donde se habían caído cerca del sendero no lejos del bosque signos inconfundibles apuntaron a un destino que ni siquiera se le había ocurrido.
¡Caroline había sido raptada por una banda de indios! Un miedo helado se afirmó como una piedra en su corazón y Matt se lanzó a una carrera agotadora hacia la casa, rezando mientras tanto por su seguridad.