17.

Me senté en el taburete de laboratorio y di golpecitos con el tobillo contra el travesaño.

—¿Cuánto tiempo más crees que alargará esto? —le pregunté a Janine, haciendo un gesto con la cabeza hacia la doctora Anders. La mujer estaba sentada en su mesa delante de la pizarra, examinando a uno de los estudiantes.

Janine hizo una pompa con su chicle y enroscó el dedo en su envidiable pelo liso. El miedo que sentía antes por mi marca de demonio se había transformado en una osadía rebelde desde que le expliqué que era fruto de mi pasado en la SI. Sí, era un noventa por ciento mentira, pero no podía soportar su desconfianza hacia mí.

—La evaluación de los familiares es eterna —coincidió conmigo la joven, Con los dedos de la otra mano acariciaba el pelo entre las orejas de su gato. El manx blanco tenía los ojos cerrados y obviamente disfrutaba de sus atenciones. Miré a Bob. Lo había puesto en uno de esos enormes botes de mantequilla de cacahuete con tapadera para traerlo hasta aquí. Janine se había entusiasmado al verlo, pero sabía que lo hacía por lástima. Casi todos los demás tenían gatos. Uno tenía un hurón, lo que me pareció muy guay y el hombre que lo tenía decía que eran los mejores familiares.

Bob y yo éramos los únicos que quedábamos por evaluar y la sala estaba casi vacía. Janine estaba esperando a Paula, la alumna que estaba ahora con la doctora Anders. Estaba nerviosa y me acerqué al recipiente de Bob. Miré por la ventana hacia las luces que se encendían ahora sobre el aparcamiento.

Esperaba poder ver a Ivy esa noche. No nos habíamos cruzado desde que Nick la había dejado inconsciente. Sabía que había estado en casa. Había café en la jarra por la tarde y había borrado los mensajes. Se había levantado antes que yo. Eso no era propio de Ivy, pero no quería forzar una conversación antes de que ella estuviese lista.

—Oye —dijo Janine llamando mi atención—. Paula y yo vamos a comer en Piscary’s antes de que se ponga el sol y el restaurante se llene de vampiros no muertos. ¿Quieres venir? Te esperamos.

Su invitación me agradó más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero negué con la cabeza.

—No, gracias. Ya he hecho planes con mi novio. —Nick estaba trabajando en el edificio contiguo y como terminaba sobre la misma hora a la que se suponía que acababa mi clase, íbamos él a cenar y yo a almorzar a Mickyd’s.

—Dile que se venga —insistió Janine. La raya azul del ojo no pegaba con el resto de su aspecto refinado—. Tener un chico en una mesa de chicas siempre atrae a los solteros guapos.

No pude evitar una sonrisa.

—Noooo —resumí sin querer confesarle que Piscary me daba un miedo de muerte, me provocaba un cosquilleo en la cicatriz de demonio y era el tío de mi compañera de piso, a falta de mejores argumentos—. Nick es humano —dije—, sería un poco incómodo.

—¡Sales con un humano! —susurró Janine abruptamente—. Oye, ¿es verdad lo que dicen?

La miré de reojo cuando Paula terminó con la doctora Anders y se reunió con nosotras.

—¿El qué? —le pregunté mientras Paula metía a su poco colaborador gato en una jaula plegable entre maullidos y bufidos. Me quedé mirando, espantada, mientras cerraba la cremallera.

—Ya sabes… —dijo Janine dándome un codazo—. ¿Tienen…? Eh… ¿de verdad son…?

Aparté la vista de la jaula que no paraba de sacudirse y sonreí abiertamente.

—Sí, lo son. De verdad lo son.

—¡Vaya! —exclamó Janine agarrándose al brazo de Paula—. Tengo que conseguirme a un humano antes de que me haga demasiado vieja para apreciarlo.

Paula se puso colorada. Se la veía especialmente roja en contraste con su pelo rubio.

—¡Calla! —susurró lanzando una mirada hacia la doctora Anders.

—¿Qué? —dijo Janine sin sonrojarse lo más mínimo a la vez que abría su trasportín y su gato entraba voluntariamente en él para acurrucarse y ronronear—. No me casaría con uno de ellos, pero ¿qué hay de malo en enrollarte con un humano mientras esperas al hombre perfecto? La primera esposa de mi padre era humana.

Nuestra conversación se cortó en seco cuando la doctora Anders se aclaró la garganta. Janine cogió su bolso y se deslizó del taburete del laboratorio. Sonreí débilmente a ambas mujeres, agarré de mala gana el bote de mantequilla de cacahuete con Bob dentro y me acerqué al frente. Llevaba los pentagramas de Nick bajo el brazo. La doctora Anders no levantó la vista cuando coloqué el recipiente en el espacio libre de su mesa. Estaba deseando acabar con esto y largarme de allí. Nick iba a llevarme en coche a la AFI esta noche después de comer para que pudiese hablar con Sara Jane. Glenn le había pedido que viniese para hacerse una idea de los hábitos diarios de Dan y yo quería preguntarle acerca de los movimientos de Trent durante los últimos días. Glenn no estaba muy contento con mi enfoque de la investigación, pero también era mi caso, maldita sea.

Nerviosa, me esforcé por apoyarme contra el respaldo de la silla junto a la mesa de la doctora Anders, preguntándome si Jenks tendría razón y que Sara Jane viniese a la AFI era una estratagema de Trent para echarme la zarpa. Una cosa estaba clara, la doctora Anders no era el cazador de brujos. Era mala, pero no era una asesina.

Las dos mujeres vacilaron en la puerta hacia el pasillo. Los trasportines con los gatos las hacían perder el equilibrio.

—Nos vemos el lunes, Rachel —dijo Janine.

Me despedí con la mano y la doctora Anders profirió un ruido de fastidio desde lo más profundo de su garganta. La tensa mujer colocó un formulario en blanco sobre el montón de papeles y escribió mi nombre con grandes letras de imprenta.

—¿Tortuga? —aventuró la doctora Anders mirando el recipiente.

—Pez —dije sintiéndome como una idiota.

—Al menos conoce sus límites —dijo—. Siendo una bruja terrenal no será capaz de controlar ni la cantidad suficiente de siempre jamás para vincular a una rata, mucho menos para el gato que estoy segura que hubiese deseado.

Su voz sonaba casi condescendiente y tuve que aflojar las manos que apretaba con fuerza.

—¿Sabe, señorita Morgan? —dijo la doctora Anders levantando la tapa y echando una ojeada dentro—, mientras más cantidad de poder deba canalizar, más inteligente debe ser el familiar. Mi familiar es un loro gris de cola roja. —Me miró a los ojos—. ¿Estos son sus deberes?

Ahogué una oleada de fastidio y le entregué una carpeta rosa llena de redacciones cortas. Debajo estaban los pentagramas salpicados de agua de Nick sobre un papel negro arrugado y rizado.

Los labios de la doctora Anders estaban tan apretados que se habían quedado sin circulación.

—Gracias —dijo dejando a un lado los dibujos de Nick sin tan siquiera mirarlos—. Se ha librado por ahora, señorita Morgan; pero usted no debería estar en esta clase y la expulsaré en cuanto se presente la primera oportunidad.

Mantuve la respiración controlada. Sabía que no habría dicho eso si hubiese alguien más en la clase.

Bueno —murmuró como si estuviese cansada—, veamos cuánta cantidad de aura ha sido capaz de aceptar su pez.

—Mucha. —Pasé a sentirme nerviosa. Nick había mirado mi aura antes de irse anoche y dijo que era más bien escasa. Se recuperaría sola lentamente, pero mientras tanto me sentía vulnerable.

La doctora Anders se guardó para sí su opinión ante mi evidente nerviosismo. Con la mirada perdida metió un dedo en el agua de Bob. Se me erizó el pelo de la nuca como si lo levantase el viento que permanentemente parecía soplar en siempre jamás. Observé fascinada como una nube azul salía de su mano y envolvía a Bob. Era poder de línea luminosa que había pasado del rojo al azul al reflejar el color dominante en el aura de la profesora.

Era improbable que la doctora Anders estuviese conectada a la línea luminosa de la universidad. El poder había sido obtenido con anterioridad y almacenado para invocar hechizos con más rapidez. Apostaría cualquier cosa a que lo que la hacía tan amargada era tener una bola de siempre jamás en las entrañas.

La bruma azul alrededor de Bob se desvaneció cuando la doctora Anders sacó los dedos del agua.

—Coja su pez y márchese —dijo la mujer bruscamente—. Considérese suspensa.

Desconcertada, no pude hacer otra cosa que quedarme mirando.

—¿Qué? —Alcancé a decir finalmente.

La doctora Anders se secó los dedos en un pañuelo de papel y lo tiró a la papelera de debajo de su mesa.

—Este pez no está vinculado a usted. Si lo estuviese, la fuerza de la línea luminosa con la que lo he cubierto se habría vuelto del color de su aura. —Su mirada se volvió confusa, como si estuviese mirando a través de mí para luego enfocarse—. Su aura es de un dorado enfermizo. ¿Qué ha estado haciendo, señorita Morgan, para mancharla con una neblina tan espesa de rojo y negro?

—¡Pero si he seguido las instrucciones! —exclamé aún sentada allí mientras ella empezaba a anotar en mi formulario—. Me falta gran parte de mi aura, ¿dónde está si no?

—Quizá entrase un bicho en el círculo —dijo airadamente—. Váyase a casa, llame a su familiar y vea qué aparece.

Con el corazón latiéndome con fuerza me humedecí los labios. ¿Cómo demonios se llamaba a un familiar?

La profesora levantó la vista de los papeles y se cruzó de brazos sobre el montón.

—No sabe cómo llamar a su familiar.

No era una pregunta. Levanté el hombro izquierdo y lo dejé caer abatida. ¿Qué podía decir?

—Lo haré yo —masculló—. Deme la mano.

Me sobresalté cuando me agarró por la muñeca. Su huesuda mano era sorprendentemente fuerte. Un sabor metálico a cenizas me cubrió la lengua cuando la doctora Anders musitó un encantamiento. Era como si masticase papel de aluminio y me retiré en cuanto aflojó los dedos. Me froté la muñeca y observé a Bob, deseando que nadase hasta la superficie o hacia mí, o hiciese algo. Pero simplemente se quedó en el fondo y agitó la colita.

—No lo entiendo —susurré sintiéndome traicionada por mi libro y mis habilidades para hacer hechizos en las que tanto confiaba—. Seguí las instrucciones al pie de la letra.

La doctora Anders se mostró tremendamente petulante.

—Descubrirá, señorita Morgan, que al contrario que la magia terrenal, la manipulación de líneas luminosas requiere más que una poco imaginativa adhesión a las reglas y a las listas de cosas que hacer. Requiere talento y cierta cantidad de pensamiento libre y flexibilidad. Váyase a casa y adopte como mascota a lo que sea que aparezca por la puerta y no vuelva a mi clase.

—Pero ¡lo hice todo bien! —protesté levantándome mientras ella hacía gestos con la mano echándome y barajaba sus papeles dándolo por terminado—. Me puse de pie sobre el espejo adivinatorio y expulsé mi aura. Lo metí en el medio de transferencia sin tocarlo, puse a Bob dentro…

La doctora Anders dio un respingo y volvió la cara hacia mí.

—¿El espejo adivinatorio?

—Dije los ensalmos —continué diciendo—. Nick me dijo que no importaba si no sabía decirlos en latín. —Frustrada me planté frente a su mesa echando humo. Si me iba se habría acabado. Ya no se trataba del dinero, no quería que esta mujer pensase que yo era idiota.

—¿Latín? —dijo la doctora Anders con la cara desencajada.

—Lo dije —protesté rememorando la velada en mi cabeza—, y después… —Me quedé sin respiración y se me heló la cara—. Y después apareció el demonio —susurré hundiéndome en la silla antes de que mis rodillas cediesen—. Oh, Dios. ¿Se ha llevado mi aura? ¿El demonio se ha llevado mi aura?

—¿Un demonio? —repitió horrorizada—. ¿Ha llamado a un demonio?

Me entró el pánico allí mismo, sentada junto a la mesa de la desagradable profesora. Estaba muerta de miedo y me daba igual si ella se enteraba. Algaliarept tenía mi aura.

—¡Salió del círculo! —farfullé, intentando no aferrarme a su brazo—. ¡No sé cómo ha conseguido mi aura a través del círculo!

—¡Señorita Morgan! —exclamó la doctora Anders—, si un demonio hubiese entrado en su círculo, usted no estaría aquí delante de mí. Estaría en siempre jamás con él, ¡suplicándole que la matase!

Aterrorizada, me quedé allí sentada, rodeándome con los brazos. Soy una cazarrecompensas, no una asesina de demonios.

La profesora parecía enfadada y daba golpecitos con su bolígrafo sobre la mesa.

—¿En qué estaba pensando para invocar a un demonio? Esas cosas son peligrosas.

—No lo llamé —le solté—. Tiene que creerme. Apareció por su cuenta. Ve, le debo un favor por llevarme a través de las líneas luminosas después de que alguien lo enviase para matarme. Era la única forma de volver con Ivy antes de que me muriese desangrada. Y debió pensar que intentaba llamarlo para saldar mi deuda por el círculo y los pentagramas que Nick estaba copiando… eh… para mí.

Sus ojos se volvieron hacia los dibujos salpicados de agua.

—¿Los ha hecho su novio?

De nuevo asentí, incapaz de mentirle abiertamente.

—Iba a volver a hacerlos yo misma después —dije—. No tenía tiempo para hacer los deberes de dos semanas y atrapar a un asesino al mismo tiempo.

La doctora Anders se irguió.

—Yo no he matado a mis antiguos alumnos.

Bajé la vista y noté que empezaba a calmarme.

—Lo sé.

La doctora inspiró y contuvo la respiración durante un instante antes de volver a espirar. Noté algún tipo de fuerza de líneas luminosas pasar entre ambas y me quedé sentada, mirándola con los ojos muy abiertos y preguntándome qué estaba haciendo.

—No cree que los haya matado yo —dijo finalmente y la sensación de estar masticando papel de aluminio cesó—. Entonces, ¿por qué está en mi clase?

—El capitán Edden de la AFI me inscribió para que demostrase que usted es el cazador de brujos —dije—. No me pagará si no sigo su idea. Usted es detestable, autoritaria y la persona más mezquina que he conocido desde mi profesor de cuarto, pero no es una asesina.

La mujer mayor se hundió en la silla cuando la tensión la abandonó.

—Gracias —susurró—, no sabe lo bien que sienta oír a alguien decir eso. —Echó la cabeza hacia atrás sorprendiéndome con una ligera sonrisa—. Lo de no ser una asesina —añadió—. Ignoraré el resto de adjetivos.

—No me gustan las líneas luminosas, doctora Anders —le solté al ver en ella un atisbo de humanidad—. ¿Dónde está el resto de mi aura?

Cogió aire para decir algo, pero se detuvo y su mirada se dirigió por encima de mis hombros hacia la puerta. Me giré en la silla al oír un indeciso golpe en el marco de la puerta. Nick se asomó por la puerta entreabierta y noté que se me encendía la cara.

—Lo siento, doctora Anders —dijo mostrando su identificación de trabajador de la universidad que colgaba de una pinza de su camisa—, ¿puedo interrumpirla un momento?

—Estoy con una alumna —dijo adoptando de nuevo su tono profesional—. Estaré con usted en un momento si puede esperar en el pasillo. ¿Podría cerrar la puerta, por favor?

Nick hizo una mueca y parecía incómodo allí de pie con sus vaqueros y camisa informal.

—Eh, es con Rachel con quien quiero hablar. Siento mucho interrumpir así. Trabajo en el edificio contiguo. —Se giró para mirar por el pasillo y de nuevo hacia la sala—. Quería saber si se encuentra bien y ¿podría decirme cuánto tiempo va a tardar?

—¿Quién es usted? —preguntó la doctora Anders con el rostro carente de expresión.

—Es Nick —dije avergonzada—. Mi novio.

Encorvado por la vergüenza, Nick se movía nerviosamente.

—Ni siquiera sé por qué he venido a molestarla —dijo—. Esperaré fuera.

Una fugaz expresión que me pareció de horror cruzó el rostro de la doctora Anders. Nos miró a mí y a Nick alternativamente y luego se puso en pie. Taconeando, tiró de Nick y cerró la puerta tras él.

—Quédese aquí —dijo dejándolo desconcertado delante de su mesa. Los pentagramas de Nick reposaban delante de nosotros como pruebas del delito. La doctora Anders se quedó de pie delante de la ventana, mirando hacia el aparcamiento y dándonos la espalda.

—¿De dónde sacó un hechizo para vincular a un familiar en latín? —preguntó.

Nick me puso la mano en el hombro solidariamente y desee no haberlo involucrado en esto jamás.

Mmm, de uno de mis libros antiguos de hechizos —admití pensando que quería tener a Nick allí para corroborarlo—. Fue el único hechizo que pude encontrar en tan poco tiempo. Pero me sé los pentagramas, solo que no tenía tiempo de hacerlos.

—Hay un ensalmo de vinculación en el apéndice de su libro de clase —dijo con tono cansado—. Se supone que tenía que usar ese. —No estaba preocupada por los pentagramas y una sensación de frialdad me invadió cuando se dio la vuelta. Las arrugas de su cara parecían más duras con la luz fluorescente—. Dígame exactamente qué es lo que hizo.

Nick me hizo un gesto de ánimo con la cabeza.

—Eh, primero hice el medio de transferencia —dije—, después cerré el círculo.

—Modificado para invocar y proteger —me interrumpió Nick—. Y yo estaba dentro con ella.

—Espere un momento —dijo la doctora Anders—, ¿cómo era de grande el círculo?

Me eché el pelo hacia atrás y me alegré de que ya no se dirigiese a mí con gruñidos.

—¿Unos dos metros?

—¿De circunferencia?

—De diámetro.

Inspiró con fuerza y se sentó, haciéndome un gesto para que continuase.

Mmm, entonces me puse de pie sobre el espejo adivinatorio y expulsé mi aura.

—¿Cómo se sintió? —susurró con los codos apoyados en la mesa y mirando fijamente a través de la ventana.

—Como el cul… curiosamente mal. Metí el espejo en el medio de transferencia sin tocar su superficie. Mi aura se precipitó en el medio y luego metí dentro a Bob.

—¿Dentro del medio de transferencia?

Asentí aunque no me estuviese mirando.

—Supuse que era la única forma de ungir a un pez. Luego dije el ensalmo.

—En realidad —me interrumpió Nick—, yo dije el ensalmo primero en latín y luego se lo traduje, dándole una interpretación alternativa para la última parte.

—Eso es —admití—. Lo dije y entonces apareció el demonio. —Miré a Nick, pero a él no parecía incomodarle tanto como a mí—. Entonces volqué el caldero con Bob dentro. Estaba cubierto con mi aura y me daba miedo que pudiese romper el círculo si lo tocaba.

—Podría haberlo hecho —dijo la doctora Anders mirando de nuevo hacia el aparcamiento.

—¿Por eso falta parte de mi aura? —pregunté—. ¿La he tirado a la basura con el papel de cocina?

La doctora Anders me miró.

—No. Creo que ha convertido a Nick en su familiar.

Abrí la boca de par en par. Me giré en la silla y miré a Nick. Su mano se había resbalado de mi hombro y dio un paso atrás con los ojos abiertos como platos.

—¿Qué? —exclamé.

—¿Se puede hacer eso? —preguntó Nick.

—No, no se puede —dijo la doctora Anders—. Los seres vivos con libre albedrío no pueden vincularse a otro mediante un ensalmo, pero mezclasteis magia terrenal con magia de líneas luminosas. Nunca había oído que se vinculase a un familiar de esa forma. ¿De dónde sacó ese libro?

—Del desván —susurré. Levanté la vista hacia Nick—. Oh, Nick —dije avergonzada—, de verdad lo siento. Debiste tocar mi aura al intentar atrapar a Bob.

Nick parecía confuso.

—¿Soy tu familiar? —musitó con expresión inquisitiva.

La doctora Anders profirió una carcajada amarga.

—No es algo de lo que deba estar orgullosa, señorita Morgan. Adoptar a un humano como espíritu familiar es atroz. Es esclavitud. Demoníaco.

—Un momento —dije tartamudeando quedándome helada—. Ha sido un accidente.

La mirada de la doctora adoptó una expresión dura.

—¿Recuerda lo que dije acerca de que las habilidades del brujo estaban unidas a las de su familiar? Los demonios usan a gente como familiares. Mientras más poderosa sea la persona, más poder puede ejercer el demonio a través de ella. Por eso siempre están intentando instruir a la gente en las artes negras. Les enseñan, toman el control de sus almas y luego los convierten en sus familiares. Ha usado magia demoníaca al mezclar la brujería terrenal y de líneas luminosas.

Me llevé la mano al estómago.

—Lo siento, Nick —susurré. Estaba pálido e inmóvil de pie junto a mí—. Ha sido un accidente.

La doctora Anders profirió un ruidito desagradable.

—Accidente o no, es lo más estúpido que he oído jamás. Ha puesto a Nick en grave peligro.

—¿Cómo? —Dije buscando torpemente su mano. La noté fría y me apretó los dedos.

—Porque lleva parte de su aura. Las brujas de líneas luminosas les dan a sus familiares una porción de sus almas para que actúen de ancla cuando se conectan con una línea luminosa. Si algo sale mal, es el familiar el que resulta arrastrado hacia siempre jamás, no la bruja. Pero lo más importante es que el familiar evita que la bruja se vuelva loca por canalizar demasiada fuerza de las líneas luminosas. Las brujas de líneas luminosas no guardan la energía que almacenan de las líneas dentro de ellas, las guardan en sus familiares. Simón, mi loro, la almacena por mí y la uso conforme la necesito. Cuando estamos juntos, soy más fuerte. Cuando está enfermo, mis habilidades disminuyen. Si él está más cerca de una línea que yo, puedo llegar hasta ella a través de él. Si algo sale mal, el que muere es él, no yo.

Tragué saliva. Estaba helada bajo la mirada de la doctora Anders, que parecía decir que lo había hecho a propósito.

—Por eso se usan animales como familiares —dijo con frialdad—, y no a personas.

—Nick —murmuré—, lo siento. —¿Cuántas veces lo había dicho ya?, ¿tres?

El rostro de la doctora Anders se arrugó.

—¿Que lo siente? Hasta que no lo desvinculemos, señorita Morgan, no podrá almacenar energía de las líneas luminosas. Es demasiado peligroso.

—No sé cómo desvincular la fuerza de las líneas luminosas —admití. ¿Había convertido a Nick en mi familiar?

—Espere un momento —dijo la mujer llevándose su delgada mano a la frente—. ¿No sabe almacenar la fuerza de las líneas luminosas? ¿Nada? ¿Y ha hecho un círculo de dos metros lo suficientemente fuerte como para mantener fuera a un demonio usando la energía directamente de la línea? ¿No usó ninguna energía almacenada previamente?

Negué con la cabeza.

—¿No sabe mantener ni siquiera una pizca de siempre jamás?

De nuevo negué con la cabeza. La profesora suspiró.

—Su padre tenía razón.

—¿Usted conoció a mi padre? —le pregunté. ¿Y por qué no? Todo el mundo parecía conocerlo.

—Le di clases en la diplomatura —dijo—. Aunque entonces no lo sabía. No lo volví a ver hasta trece años después, cuando nos reunimos para hablar de usted. —Se apoyó en el respaldo y levantó las cejas—. Me pidió que la suspendiese si alguna vez aparecía por mi clase.

—¿P-por qué? —tartamudeé.

—Aparentemente, sabía que podía extraer una gran cantidad de fuerza de una línea y quería que la convenciese para que se dedicase a la brujería terrenal en lugar de a la magia de líneas luminosas. Dijo que sería más seguro. Ese año tenía demasiados estudiantes en mi clase y ceder ante los deseos de un padre para proteger a su hija no fue un problema. Asumí que quería decir que sería más seguro para usted. Ahora creo que quería decir para el resto.

—¿Más seguro? —susurré sintiendo nauseas.

—Convertir a un humano en su espíritu familiar no es normal, señorita Morgan —dijo la doctora Anders.

—¿Usted podría hacerlo? —preguntó Nick y lo miré agradecida de que lo hubiese preguntado él y no yo.

La profesora pareció ofenderse.

—Probablemente, si tuviese el hechizo de vinculación. Pero no lo haría. Es demoníaco. El único motivo por el que no llamo a la Seguridad del Inframundo es porque fue un accidente que pronto rectificaremos.

—Gracias —dije con un suspiro y medio aturdida. ¿Había convertido a Nick en mi familiar? ¿Había usado magia demoníaca para vincularlo a mí? Me mareé y tuve que colocar la cabeza entre las rodillas, asumiendo que era ligeramente más digno que desmayarme y caer redonda al suelo. Noté la mano de Nick sobre mi espalda y tuve que contener una risita histérica. ¿Qué había hecho?

Oí la voz de Nick en la oscuridad de mis ojos cerrados y me esforcé por no vomitar.

—¿Puede romper el hechizo? Creía que los familiares estaban vinculados de por vida.

—Normalmente sí… la del familiar. —Sonó cansada—. Pero se puede romper el vínculo si las habilidades del brujo llegan a un punto en el que el familiar lo está lastrando. Entonces se puede sustituir al antiguo familiar por uno mejor; pero ¿qué puede ser mejor que una persona?

Saqué la cabeza de entre mis rodillas para ver la cara de la doctora Anders haciendo muecas.

—Necesito ver ese libro —dijo—. Es probable que contenga algo acerca de cómo desvincular a una persona. Los demonios son conocidos por aprovecharse si aparece algo mejor. Y para empezar, me gustaría saber cómo fue a parar un libro de magia demoníaca a su desván.

—Vivo en una iglesia —susurré—, ya estaba allí cuando me mudé. —Mire por la ventana y las náuseas empezaron a disminuir. Nick tenía mi aura. Eso era mejor que el que la tuviese el demonio. Y lograríamos deshacerlo, de alguna forma. Le había dicho a Glenn que me reuniría con él en la AFI esta noche, pero Nick era más importante.

—Iré a buscar el libro —dije mirando hacia la puerta cerrada—. ¿Podemos hacerlo aquí o tiene que ser en un lugar más privado? Podemos ir a mi cocina. Tengo una línea luminosa en el patio de atrás.

La fealdad de la doctora Anders había desaparecido. Ahora simplemente tenía aspecto de cansada.

—No puedo hacer nada hoy —dijo mirando a Nick a modo de disculpa—. Pero os daré mi dirección. —Cogió un bolígrafo y garabateó detrás de mi evaluación—. Podéis dejarle el libro al conserje y lo miraré este fin de semana.

—¿Por qué no esta noche? —le pregunté al coger el papel.

—Estoy ocupada esta noche. Tengo que hacer una presentación mañana y tengo que preparar una estadística de fracasos y éxitos actualizada. —Se ruborizó rejuveneciendo varios años.

—¿Para quién? —le pregunté al volver a sentir la sensación de frío en la boca del estómago.

—Para el señor Kalamack.

Cerré los ojos intentando reunir fuerzas.

—¿Doctora Anders? —Dije mientras oía a Nick apoyarse de un pie al otro junto mí—. Trent Kalamack es quien está matando a los brujos de líneas luminosas.

La mujer regresó de inmediato a su habitual semblante de desdén.

—No sea insensata, señorita Morgan. El señor Kalamack no es más asesino que yo.

—Llámeme Rachel —le dije creyendo que deberíamos llamarnos por nuestros nombres de pila a estas alturas—. Y Kalamack sí es el cazador de brujos. He visto los informes hablo con todas las víctimas en el mes anterior a sus muertes.

La doctora Anders abrió el cajón inferior de su mesa y sacó un elegante bolso negro.

—Yo hablé con él la primavera pasada en la graduación y sigo viva. Está interesado en mis investigaciones. Si puedo despertar su interés, me patrocinará y podré hacer lo que realmente quiero. Llevo trabajando seis años en esto y no voy a perder mi oportunidad de conseguir un patrocinador por una absurda coincidencia.

Me senté en el borde de la silla, preguntándome cómo podía pasar tan rápido de odiarla a preocuparme por ella.

—Por favor, doctora Anders —dije levantando la vista hacia Nick—. Sé que piensa que soy una fracasada atolondrada, pero no lo haga. He visto los informes de la gente a la que ha matado. Todos murieron aterrorizados y Trent habló con todos ellos.

—Eh, ¿Rachel? —me interrumpió Nick—. Eso no lo sabes con seguridad.

Me giré hacia él.

—¡Gracias por la colaboración!

La doctora Anders se levantó con el bolso en la mano.

—Tráigame el libro y lo miraré este fin de semana.

—¡No! —protesté viendo que estaba acabando con la conversación—. La matará sin pestañear. —Me rechinaron los dientes cuando señaló hacia la puerta—. Al menos déjeme ir con usted —dije al levantarme—. He realizado trabajos de acompañamiento a humanos en los Hollows. Sé pasar desapercibida y cubrirle las espaldas.

La mujer entornó los ojos.

—Soy doctora en magia de líneas luminosas, ¿cree que puede protegerme mejor que yo misma?

Cogí aire para protestar y luego lo solté.

—Tiene razón —dije pensando que sería más fácil seguirla sin que ella lo supiese—. ¿Podría al menos decirme cuándo se reunirá con él? Me sentiré mejor si puedo llamarla a la hora que se supone que debería volver a casa.

Arqueó una ceja.

—Mañana por la noche a las siete. Cenaremos en el restaurante en la última planta de la Torre Carew. ¿Le parece un lugar lo suficientemente público?

Tendría que pedirle a Ivy dinero prestado si tenía que seguirla hasta allí arriba. Una botellita de agua costaba tres pavos y una corriente ensalada de la casa doce… o eso había oído decir por ahí. Pensé que tampoco tenía ningún vestido lo suficientemente bonito. Pero no iba a dejar que se reuniese con Trent sin vigilancia.

Asentí, me colgué el bolso al hombro y me puse de pie junto a Nick.

—Sí, gracias.