CAPÍTULO V
A través de esta comarca, ya por tierras amigas, ya por enemigas, anduvieron los griegos ocho jornadas y llegaron al país de los cálibes. Éstos eran pocos y estaban sometidos a los mesinecos. La mayor parte de ellos vivían extrayendo mineral de hierro. Desde este punto llegaron al país de los tibarenos. Esta comarca era mucho más llana, con plazas junto al mar menos difíciles. Los generales deseaban atacar estas plazas para que el ejército obtuviese algún provecho. Así es que no aceptaron los presentes de hospitalidad enviados por los tibarenos. Y mandándoles esperar lo que se acordase sobre ello, hicieron sacrificios. Pero después de haber inmolado muchas víctimas todos los adivinos estuvieron conformes en decir que los dioses no aprobaban de ningún modo la guerra. Entonces aceptaron los presentes y atravesando como amigos aquella comarca llegaron en dos días a Cotiora, ciudad griega, colonia de los sinopenses y situada en el país de los tibarenos.[33]
Allí permanecieron cuarenta y cinco días. Durante ellos ofrecieron sacrificios a los dioses. Se hicieron procesiones por las diferentes razas de los griegos según las costumbres de cada una y se celebraron concursos gimnásticos. Los víveres los tomaban, ya de la Paflagonia, ya de las aldeas de los cotioritas, porque éstos no se prestaban a vendérselos, ni quisieron admitir a los enfermos dentro de sus murallas.
En esto llegaron embajadores de Sinope, temerosos tanto por la ciudad de los cotioritas, que era colonia de ellos y les pagaba tributo, como por su territorio, el cual, según habían oído, los griegos estaban devastando. Llegados al campamento, habló en nombre de todos ellos Hecatónimo, que gozaba fama de elocuente: «Soldados —dijo—, la ciudad de Sinope nos ha enviado a nosotros para que os alabemos, porque siendo griegos habéis vencido a los bárbaros, y para que os felicitemos por haber llegado sanos y salvos después de tantos y tan formidables trances, según hemos oído. Y siendo nosotros griegos, como lo sois vosotros, esperamos que sólo beneficios habréis de hacernos, nunca daño, pues que tampoco nosotros os hemos provocado con ningún agravio. Ahora bien: los cotioritas son una de nuestras colonias y la tierra que poseen se la dimos nosotros quitándosela a los bárbaros, por lo cual nos pagan un tributo fijo, como lo hacen también los habitantes de Cerasunte y Trapezunte; de suerte que el mal que a éstos hagáis lo tendrá la ciudad de Sinope como hecho a ella misma. Y hemos oído que habéis entrado en la ciudad por fuerza, que se han alojado en sus casas algunos de vosotros y que tomáis por fuerza de sus campos lo que necesitáis en vez de obtenerlo por buenas razones. Esto no nos parece bien. Si lo continuáis haciendo nos veremos obligados a hacer amistad con Corilas, con los paflagonios o con cualquier otro pueblo que podamos».
Entonces se levantó Jenofonte y, en nombre de todo el ejército dijo: «Nosotros, sinopenses, hemos llegado aquí satisfechos de haber conseguido salvar nuestras vidas y nuestras armas. Era imposible conducir riquezas y al mismo tiempo combatir con el enemigo. Y ahora, llegados a las ciudades griegas, en Trapezunte, donde se prestaron a vendernos, compramos lo necesario y correspondimos a sus atenciones y a los presentes que nos ofrecieron. Y si alguno era amigo de esta ciudad nos absteníamos de causarle ningún perjuicio; en cambio, a sus enemigos les hicimos todo el daño que pudimos, guiados por ellos mismos. Preguntadles cómo nos portamos con ellos: aquí están los guías que por amistad nos dieron. Pero, si llegamos a un sitio y no nos venden, ya sea tierra de los bárbaros, ya de los griegos, tomamos lo que nos hace falta, no por licencia, sino por necesidad. Así hemos hecho la guerra a los carducos, taocos y caldeos, gente muy temible y que no son súbditos del rey, porque era preciso tomar lo necesario, ya que no querían vendérnoslo. En cambio, a los macrones, que se prestaron a ello en la medida de sus recursos, los hemos tenido por amigos y nada les tomamos por fuerza. A los cotioritas, que decís ser colonos vuestros, si algo les cogimos ellos tienen la culpa. No se han conducido con nosotros como amigos, sino que cerrando sus puertas ni querían recibirnos dentro ni nos ofrecían mercado fuera. Y echaban la culpa de esto a vuestro harmosta[34]. Nos reprocháis, además, que entrando por la fuerza algunos se alojan en sus casas. Nosotros les pedimos que recibiesen a nuestros enfermos, y como no abrían las puertas entramos por donde el sitio lo permitía, pero sin hacer violencia alguna salvo que los enfermos están alojados en las casas viviendo de sus propios recursos. Si hemos puesto guardias en las puertas es para que nuestros enfermos no estén a la merced de vuestro harmosta, sino que podamos llevárnoslos cuando queramos. Los demás, como veis, acampamos al aire libre en nuestro orden, dispuestos a devolver el bien y a vengar el mal que se nos haga. En cuanto a tus amenazas de que si os parece haréis alianza con Corilas y los paflagones contra nosotros, si la necesidad nos obliga combatiremos con ellos y vosotros, pues ya hemos hecho la guerra a pueblos más numerosos. Y también nosotros, si nos parece, haremos amistad con el paflagonio. Hemos oído que desean vuestra ciudad y los lugares de la costa y procuraremos ganarlos para nosotros ayudándoles a realizar sus deseos».
A todo esto los compañeros de Hecatónimo daban claras muestras de estar disgustados de lo que éste había dicho, y adelantándose uno de ellos dijo que no habían venido para provocar la guerra, sino para mostrar que eran amigos. «Y si vais a Sinope os recibiremos allí con presentes de hospitalidad, y ordenaremos a estos cotioritas os den lo que puedan. Ya vemos que es verdad todo lo que decís».
Después de esto los cotioritas enviaron presentes. Por su parte, los generales de los griegos tuvieron con los embajadores de los sinopenses todas las atenciones de la hospitalidad y hablaron con ellos amistosamente sobre asuntos diversos, entre ellos de la marcha futura, informándose unos y otros de lo que necesitaban.