4.2. DERIVADOS DEL ALQUITRÁN DE HULLA Y TINTES
Pasé varios meses investigando sobre los derivados del alquitrán de hulla.
SHERLOCK HOLMES, La casa vacía
En la época de Holmes y mucho antes, las calles de Londres se iluminaban con farolas de gas. El gas se obtenía de la destilación del carbón. Millones de toneladas de carbón se procesaban cada año para suministrar el gas. El carbón se calentaba en recipientes cerrados en ausencia de oxígeno. Había subproductos de este proceso, que inicialmente se consideraron inútiles. Uno de los subproductos era una gran cantidad de alquitrán oleaginoso, llamado alquitrán de hulla. Tan poco se valoraba que cualquiera podía conseguirlo gratis (Garfield 2001, 23). Poco a poco, sin embargo, los químicos fueron capaces de extraer sustancias químicas útiles del alquitrán de hulla. Un paso importante se dio en 1856 cuando William Henry Perkin pudo aislar del alquitrán una bella sustancia púrpura. En los años que siguieron a este descubrimiento surgió la gran industria de los tintes sintéticos.
Durante el gran hiato que siguió a El problema final (FINA), Holmes trabajó en los derivados del alquitrán en Montpellier, en el sur de Francia. Nunca se nos dice qué aspecto de los derivados del alquitrán fue objeto de su investigación. Moss ha propuesto que Holmes estaba intentando aislar carcinógenos del alquitrán (Moss 1982, 41). Clark sugiere que Holmes trabajaba en el desarrollo de la tecnología de radiación (Clark 1964). Caplan, Inman y los Michells discrepan. Ellos sugieren que el interés de Holmes estaba en los tintes sintéticos (Caplan 1989; Inman 1987; Michell y Michell 1946). También Stinson apoya la idea de los tintes, y yo coincido con la mayoría (Stinson 2003).
En la época del gran hiato de Holmes (1893-1903), Inglaterra estaba perdiendo la batalla industrial por el dominio en los tintes. La sugerencia de Caplan es que Holmes se había implicado en un intento patriótico por revitalizar la industria inglesa de tintes. William Henry Perkin había iniciado la «primera industria mundial de alta tecnología basada en la ciencia» (Travis 2007, 43) cuando accidentalmente creó el malva, un brillante tinte púrpura, en 1856 en Londres. Es bien sabido que estaba tratando de desarrollar un procedimiento sintético para obtener quinina. No lo consiguió, pero siguió adelante para ver que había en los polvos «rojizos» y «perfectamente negros» que había obtenido en lugar de quinina (Garfield 2001, 36). Cuando extrajo un bello color púrpura del polvo negro, Perkin cambió sus planes. Con apoyo financiero de su padre, el entonces estudiante de 18 años construyó una fábrica de tintes. Inicialmente Perkin llamó a su tinte púrpura Tyrian (Garfield 2001, 43) por el bien conocido, natural y costoso colorante púrpura que siempre se había obtenido a partir de moluscos (en particular Murex brandaris) del mar Mediterráneo. Era muy caro porque se necesitaban 8.000 conchas para producir un gramo de púrpura Tyrian. Este coste dio lugar a la palabra «porfirogénito», literalmente «nacido en la púrpura», como indicador de gran riqueza. Julio César decretó que solo el emperador y su familia podían llevar adornos púrpura (Garfield 2001, 39). «Todos los poderosos del mundo codiciaban este bien escaso» (Born 1937, 115).
Hasta el descubrimiento de Perkin, los tejidos solo podían colorearse utilizando tintes naturales extraídos de plantas (índigo) o animales (moluscos). En 1856, Inglaterra estaba gastando más de dos millones de libras en la importación de tintes (Saltzman y Kessler 1991, 7). Los tintes sintéticos como el malva eran mucho más baratos. Pronto los tintes naturales iban a quedar descartados. La molécula de púrpura Tyrian es dibromoindigo, C16H8Br2N2O2. La sustitución de los dos átomos de bromo por átomos de hidrógeno da la molécula de índigo C18H10N2O2. El índigo produce un cambio en la longitud de onda de la luz que hace de él un tinte azul. El índigo natural se extrae de una planta. Este es uno de los pocos casos en donde un animal, Murex brandaris, y una planta, indigofera, producen esencialmente la misma molécula (Hoffmann 1990, 309). Puesto que Gran Bretaña estaba importando más de un millón de libras de índigo cada año, los químicos consideraban que la síntesis de índigo en el laboratorio era el «Santo Grial» (Garfield 2001, 124). No sorprende que los químicos trabajaran arduamente sobre colores del alquitrán. Estaba garantizado que una síntesis comercial daría muchos beneficios. Un método para producir el tinte en el laboratorio se comercializó en 1897. Ese año, casi 200.000 acres en la India se dedicaban a cultivar plantas de índigo (Roberts 1989, 72). En menos de veinte años la cosecha de índigo dejó de ser importante (Gardfiel 2001, 126). Ya no podía competir con el barato proceso comercial que producía exactamente la misma molécula. En los Estados Unidos se cosechaban plantas de índigo desde 1747, principalmente en Carolina del Sur. En la época de la revolución americana, Carolina del Sur estaba exportando a Europa un millón de libras de índigo al año (McKinney 2011, 4). Pero la cosecha de índigo americano fue olvidada durante la guerra. Después ya no podía competir con la cosecha de la India, y lentamente fue perdiendo peso en el negocio. Finalmente desapareció por completo tras la guerra civil norteamericana (sciway3.net/proctor/state/sc_rice.html). Hoy la producción de índigo sigue siendo un gran negocio, con una producción mundial de más de 34 millones de libras en 2002.
La emperatriz Eugenia de Francia, una marcadora de moda, empezó a llevar vestidos coloreados con púrpura de Perkin en 1857. Luego, cuando la reina Victoria también decidió llevar púrpura para la boda de su hija en 1858, explotó la popularidad del tinte que pronto se iba a llamar malva.
Perkin hizo fortuna rápidamente y se retiró del negocio cuando tenía 36 años. Ahora «por primera vez, la gente se dio cuenta de que el estudio de la química podía hacerles ricos» (Garfield 2001, 48). No pasó mucho tiempo antes de que personas en otros países emprendieran sus propias industrias de tintes. La comunidad científica británica sentía gran aversión por los aspectos comerciales de su trabajo (U.S. News & World Report, 30 de abril de 2001). Pero los alemanes persiguieron con entusiasmo los beneficios a sacar de los tintes. Pronto la industria de tintes alemana superó a la inglesa. La naturaleza de la ley de patentes en los dos países favorecía los avances alemanes (Saltzman y Kessler 1991, 10). Un 80 por 100 de los tintes vendidos en Inglaterra se hacían en Alemania (Garfield 2001, 146). El famoso educador y químico británico Henry Enfield Roscoe se lamentaba en 1881 (Saltzman y Kessler 1991, 9):
Para los ingleses es una reflexión algo mortificante que mientras que las materias primas de las que se obtienen todos estos colores se producen en nuestro país, los colores acabados y valiosos son casi todos manufacturados en Alemania.
El punto de vista alemán era diferente y quizá demasiado entusiasta. Podemos leerlo en el prefacio al libro de Theodore Weyl de 1985 sobre colores derivados del alquitrán (Caplan 1989, 30):
Gracias a la cooperación de teoría y práctica, la industria del alquitrán de hulla en Alemania ha conquistado el mundo y, dado que continuamente se están ideando métodos nuevos y mejorados, será capaz de mantener su posición prominente.
Arthur Conan Doyle habría sido consciente de este declive de la industria de tintes inglesa. Cuando hizo que Holmes trabajara en los derivados del alquitrán de hulla en Francia, es probable que tuviera en mente el dominio alemán en la industria de tintes. El siempre práctico Holmes estaba investigando en tintes en un esfuerzo por frenar la marea de la industria alemana.