[1] Estos versos fueron escritos en 1912 por Bert L. Taylor, un columnista del Tribune de Chicago. Su inspiración surgió del descubrimiento de que el Stegosaurus tenía un pequeño cerebro en el lugar usual y un plexo sacro, de un tama¬ño veinte veces superior al del cerebro, en el punto donde la médula espinal atraviesa la pelvis. Naturalmente, no era un cerebro sino, probablemente, una especie de nódulo por donde muchos de los nervios de las patas traseras y de la cola entraban en la cuerda espinal. Ese ensanchamiento se encuentra en la mayor parte de los reptiles, pero era más pronunciado en algunos dinosaurios.<<