Lamentablemente, y por razones desconocidas, ese “trabajo de cariño” no llegó a ser realizado. Por carta de Manuel Sanguily Arizti a María Mantilla, de enero de 1932, en ocasión de solicitar su permiso para la publicación de esta parte, de Monte Cristi a Cabo Haitiano, sabemos que él la había hallado en el archivo de su padre, Manuel Sanguily y Garrite: “La señora madre de Ud. [escribe] se lo remitió a mi padre en febrero de 1910: hace ya 22 años...”,9 por lo que asumimos que desde 1895, cuando le fue enviado quizá por mediación de la familia del Generalísimo Máximo Gómez, lo conservó Carmen Miyares. Sorprende, sin embargo, que Carmen ocultara su paradero durante todo ese tiempo a sus hijas, las dueñas declaradas. En misiva de respuesta a Sanguily Arizti, María Mantilla de Romero lo evidencia:
Deseo manifestarle que tanto mi hermana Carmen como yo, ignorábamos que dicho diario hubiese sido enviado a su señor padre [...]. Yo le agradecería infinitamente que ya una vez publicado ese diario, me enviara Usted el manuscrito original, que como Usted comprendería, habiendo sido escrito y dedicado a nosotras, tiene un valor sentimental muy grande, y deseamos conservarlo junto con los otros manuscritos que poseemos y a los cuales se refiere Martí, en su dedicatoria.