Carta nº XX:
Querida Helena:
Dos meses de la muerte del pequeño de Valeria y aún se siente el dolor en la aldea, acaso la diosa fortuna nos abandonó aquel día como lo hizo el cobarde Drasster al partir dejando a la desconsolada Valeria vacía y sin ganas de vivir. La confirmación del caluroso verano iba a dejarnos la mayor plaga de cosechas que se recuerda y se apaga la risa en las gentes de Hibernia…
Ni los juegos de los niños alegran mi estancia, hoy además me encontré a Valeria en la puerta de la villa esperando con un plumín en la mano y un papel en blanco……me miró de soslayo y me dijo
-termínala tú por mí-.
Querida amiga es un juego que practicábamos de pequeños, ella escribía algo y yo terminaba las frases, al final era una mezcla de pensamientos sin orden pero llenos de vida, cogí el papel que me ofrecía mientras su mirada vacía y distante seguía presa del infinito, estaba vació me senté y escribí lo primero que pasó por mi mente…
“No había nada que decir, ¿Qué dices cuándo te quedas sin palabras? En un papel no hay sitio para los silencios eternos porque un papel en blanco siempre se puede adornar de muchas maneras. En una hoja escrita con tinta no hay consuelo porque desde el más grande de los vacíos no se siente el calor de la persona que te escribe. No puedes ver las sonrisas ni gestos de complicidad… En una carta solo hay palabras y yo hoy necesitaba no decirte nada. Necesitaba un minuto a solas contigo. Necesitaba una mirada, un acercamiento progresivo, una caricia tentadora, un beso eterno…
¿Tú sabrías escribirlo de tal forma que, cuando terminara de leerlo, quedara completamente satisfecha? Lo siento, pero yo no puedo y, por una vez en mi vida, he preferido mandarte el silencio…
Se la entregué y mientras leía, dos lágrimas empañaron la tinta aún húmeda de mi pluma, me abrazó con ternura, la dobló con esmero y me dijo, envíasela a Drasster, voy a preparar la cena…”