Carta nº XVIII:

 

 

 

Querida Helena:

 

No ha sido justo para nadie, maldigo a los dioses por mandarnos tanto desprecio, hubiera preferido mil veces que aquella maldita lanza hubiera finalizado el trabajo que dejó sin terminar aquel día a vivir de nuevo cada una de las lágrimas que he visto verter a Valeria en los últimos tiempos.

 

Su alma se consume y su cuerpo no es tan siquiera un vestigio de la hermosa mujer que ha sido. Recuperarse tras el difícil parto ha sido una meta inalcanzable puesto que cada día le recuerda la muerte del pequeño y su cuerpo, ya no alberga más lágrimas…

 

Drasster se volvió loco, primero con la idea de perder a Valeria y luego culpándose de haber preferido que el pequeño muriera antes que perderla, trató de quitarse la vida pero sus marineros lo impidieron en el último momento y hoy se arrepienten por ello…

 

Dónde estás amada mía ya no recuerdo tu presencia y eso me aterra, acaso todo esto sea la señal que necesitaba para darme cuenta que hemos de volver. Me miento cada día con la idea de que aun me esperas y que está pronto el día en el que ambos nos encontraremos para no separarnos más….

 

Mientras todo se desmorona hoy vi partir de nuevo a lo lejos el barco de Drasster pero esta vez no me pareció que esto fuera a presagiar el fin de nuestras desgracias sino más bien el principio de otras nuevas….

 

Nunca he sabido decir lo que debo en el momento oportuno, más bien soy del silencio soterrado que deja hablar al otro y sin pedirlo me alimento de momentos de soledad soy así………..quizás no entiendo la mesura y se me desborda el aliento, sentimiento inquieto, opaco sin brillo, adusto inconstante no doy respiro ni tiempo a pensar por miedo, cobardía o soledad…

 

A veces entro en el cuarto de Valeria y la encuentro despierta mirando en la ventana, tiene los ojos rojos y sé que miran sin verme, el pelo descuidado cae sobre el hueso que ahora forman sus hombros, se la ve tan frágil como el cristal y a mí me da tanto miedo que se rompa…