CAPÍTULO 33
Estamos comprometidos», se dijo Wedge a sí mismo mientras las explosiones brotaban como fuegos artificiales sobre el lado oscuro de Corulag. El mundo del Núcleo, cuya superficie estaba entretejida de rastros de luz, llenaba las pantallas de visualización del puente de mando del Mon Mothma. Entre el planeta y el destructor estelar reconstruido flotaban matalok, cruceros con reflejos de yorik-akaga y piquetes perlados yuuzhan vong, dispuestos para proteger a una veloz nave-racimo portadora de yammosk. Las naves enemigas, acosadas por escuadrones de Ala-X y Ala-E desembarcadas de las naves de guerra Mon Adapyne y Elegos A’Kla, saturaban el espacio local de proyectiles llameantes y goterones de materia supercaliente, pero ya empezaban a resentirse de haber sido tomadas por sorpresa.
En el puente de mando del Mon Mothma reinaba un estado de frenesí controlado; los mensajeros y los oficiales iban y venían, y Wedge intentaba mantener media docena de conversaciones a la vez. Las pantallas parpadeaban y las consolas de los ordenadores pitaban a medida que los centros de artillería, de comunicaciones y tácticos de la nave iban enviando datos actualizados. Aunque Wedge ya estaba acostumbrado al ruido, no podía menos que pensar en las razones que le habían llevado a jubilarse, sobre todo ahora, tras la muerte de Ackbar.
Parecía que el uniforme y la gorra de comandante se los había prestado alguien que vestía dos tallas menos que él. El ataque sorpresa había requerido que su grupo de combate saltara directamente de Contruum al Sector Bormea, con un punto de inserción lo más próximo posible a Corulag, teniendo en cuenta las varias lunas del planeta y sus defensas temibles. La luna más grande, que en tiempos había alojado una base de la Armada Imperial, se había convertido en una especie de zona de descanso para las naves de patrulla enemigas destinadas en la Ruta Comercial Perlemiana. Los bombarderos de asalto Cimitarra estaban destruyendo las instalaciones, mientras los cazas de los escuadrones Conmocionador y Luna Negra hostigaban la nave portadora de yammosk como manadas de corriaulladores rapaces.
—Los generales Farlander y Celchu tienen encajonado al enemigo —comunicó el comandante del Mon Mothma—. El Heraldo ha salido del hiperespacio y avanza a velocidad de combate para llegar a su cita con el Elegos A’Kla en el punto de reunión MFD.
Dado que el Mon Mothma estaba demasiado apartado para poder mantener contacto visual con ninguna de las naves capitales, Wedge estudio el tablero de pantallas de la consola táctica. Los cruceros yuuzhan vong, decididos a escudar a la nave del yammosk, estaban encajonados, en efecto, entre el Mon Adapyne y el Elegos A’Kla, que bombardeaban la formación enemiga con fuego constante de turboláser.
Y ahora llegaba a toda velocidad el Heraldo, el crucero comandado por Garm Bel Iblis. Los coralitas atrapados por el fuego cruzado quedaban pulverizados casi con la misma rapidez con que eran capaces de desplegarse. El Mon Mothma, con sus cañones de respuesta rápida y sus generadores de pozo gravitacional, se ocupaba de todas las naves que eludían el bloqueo. El propio Corulag sufría un duro castigo. Se apreciaban puntos calientes infrarrojos en las ciudades principales y en sus alrededores, indicativos de bombardeos orbitales y combates en la superficie. Las transmisiones descifradas desvelaban que los combates eran intensos y que se producían atrocidades generalizadas. A diferencia de otros mundos de ese sector importante de la Perlemiana (Chandrila, Brentaal y Ralltiir), Corulag se había rendido a los yuuzhan vong para salvarse de la devastación.
Nadie había esperado otra cosa de un gobierno planetario que había apoyado al Emperador durante la guerra civil galáctica y que después se había visto obligado a languidecer a la sombra de Coruscant. No obstante, la mayoría de los diez mil millones de ciudadanos de Corulag se oponían al gobierno colaboracionista impuesto por los yuuzhan vong, y el descontento creciente había desembocado por fin en una rebelión abierta. Las familias más adineradas e influyentes habían huido a Kuat y a Commenor; pero no había manera de escaparse de los yuuzhan vong.
Kuat había caído poco después de la breve visita del senador Pwoe, y Commenor había sufrido ataques duros y frecuentes. Los grupos de resistencia del planeta y de fuera de él, animados por el rescate de Judder Page, héroe extraoficial de Corulag, habían solicitado ayuda a la Alianza para liberar el planeta a todo trance. Sovv y Kre’fey habían valorado al máximo el apoyo interno que recibiría la invasión.
Si era posible recuperar Corulag, la Afianza se apoderaría de una posición clave para el hiperespacio en el Núcleo. Sólo dos meses atrás, un ataque habría resultado catastrófico. Había fuerzas yuuzhan vong desplegadas hasta bien dentro de la Franja, desde Coruscant, pasando por Alsakan, hasta casi Corulag, y desde Ixtlar y Wukkar, en el Corredor Corelliano, hasta una cuarta parte de la vuelta completa al Núcleo, hacia Kuat y Commenor. Pero ahora que se habían retirado docenas de grupos de combate para sumarse a la armada, Corulag había quedado vulnerable por fin.
Wedge seguía teniendo clavada la vista en las pantallas cuando el capitán Deevis le hizo notar una formación densa de cazas que surgían de la media luna iluminada de Corulag.
—Cazas TIE —dijo Wedge con franca sorpresa—. ¿Son nuestros, o suyos?
—No estoy seguro, señor.
—¡Pues entérate!
—Una transmisión desde Curamelle —intervino la teniente Cel mientras Deevis se retiraba a toda prisa—. El gobernador Forridel, señor.
Wedge reconoció el nombre de la capital de Corulag, pero no el del gobernador. Tras hacer un breve gesto con la cabeza al oficial de comunicaciones, se volvió hacia el holoproyector, en cuyo campo borroso se veía una figura humana a una cuarta parte del tamaño natural.
—Hace casi dos años que esperábamos este momento —dijo Forridel con júbilo. Llevaba un parche en un ojo y una gorra de paño, y parecía salido de un holodrama de aventuras—. Corulag quedará eternamente en deuda con la Alianza.
—Todavía no está ganada la batalla —dijo Wedge—. Y, en todo caso, ¿quién eres tú?
Forridel hizo un torpe saludo militar.
—El movimiento de resistencia me ha nombrado gobernador provisional.
—¿Dónde está el gobernador anterior?
—Me alegro de que me lo preguntes —respondió Forridel con una sonrisa—, porque tenía ganas de enseñártelo.
Empezaron a aparecer en el holocampo imágenes que estaban tomadas claramente de noticieros curamellanos. En una se veía al antiguo gobernador ahorcado en una plaza de la ciudad mientras una turba de humanos y humanoides apedreaban su cadáver. En otras escenas se veía a yuuzhan vong atados y ensangrentados, y a otros miembros del gobierno colaboracionista arrastrados o empujados por las calles por multitudes que se tomaban la justicia por su mano.
Wedge se alegró de que no le hubieran pedido que se encargara de las operaciones terrestres, como había hecho en Borleias. No tardarían en repetirse escenas de venganza similares en incontables mundos. La rabia era comprensible, y hacía recordar las venganzas que habían sufrido las fuerzas imperiales tras la muerte del Emperador. Y Wedge tampoco sentía mucha lástima por los guerreros yuuzhan vong capturados.
Había dedicado toda su vida a luchar por aquello en lo que creía y para proteger a sus seres queridos: Iella, sus hijas, su hermana y sus amigos; y los yuuzhan vong habían estado a punto de hacer pedazos su mundo y a su familia. Podría alegarse que los yuuzhan vong luchaban por motivos similares, pero los invasores no habían dado todavía ninguna muestra de tolerancia ni de compasión. En ellos, el culto y la obediencia ciega sustituían al amor y al honor.
No obstante, y a pesar de toda su firmeza de soldado, Wedge comprendía que Luke Skywalker todavía era capaz de inquietarle con una mirada significativa. Al oír a Luke y a Mara hablar ante el alto mando en el Ralroost, Wedge había advertido una vez más que la Alianza y los Jedi estaban librando dos guerras muy distintas contra los yuuzhan vong. Mientras que el mando de la Alianza medía la victoria en términos de control, los Jedi se centraban en buscar el modo de poner fin a la guerra cerrando, al mismo tiempo, un ciclo de violencia.
Luke temía que el exterminio de los yuuzhan vong asestaría un golpe mortal a la recién nacida Federación Galáctica de Alianzas Libres. Un solo paso hacia el Lado Oscuro podía bastar para dejar sellado el destino de las generaciones futuras. Del mismo modo que los yuuzhan vong, los Jedi estaban dispuestos a sacrificarse por un ideal. Unos y otros luchaban por defender una visión del mundo. La de unos se centraba en los dioses; la de los otros, en la Fuerza.
Wedge se preguntaba qué sería de los yuuzhan vong que no fueran quemados vivos o matados a golpes en las calles de Curamelle o de alguna otra capital liberada. ¿Cuál sería el paso siguiente después del desarme? ¿La cárcel? ¿El exilio? ¿Se podía llevar a juicio por sus creencias a una especie entera? Y, aunque se les declarara culpables de crímenes de guerra, ¿se cejarían aislar los yuuzhan vong, custodiados en algún sistema estelar remoto?, ¿o su derrota, aquel fracaso ante sus dioses, los conduciría a la autodestrucción?
¿Debía aceptarse la posibilidad de su autoextinción, teniendo en cuenta el papel tan destacado de la muerte en su sociedad? ¿O la muerte de aquella especie extragaláctica podría alterar de alguna manera el equilibrio de la Fuerza? Estas preguntas era mejor dejarlas para los Jedi, y por ello tenían una fe implícita en el liderazgo de Luke muchos comandantes de la Alianza como Wedge, Keyan Farlander y, desde luego, Tenel Ka. En Borleias, donde el propio Wedge había formado el grupo secreto de resistencia llamado los Internos, había establecido, en esencia, un pacto con la Fuerza, y se sentía obligado a mantenerlo.
—Has puesto fin a un reinado del mal, general Antilles —decía Forridel desde el holocampo—. Puedes estar orgulloso.
Wedge interrumpió al gobernador provisional sin dejarle añadir nada más.
—Nuestros escáneres han captado un escuadrón de cazas TIE lanzados desde Curamelle.
—De la Brigada de la Paz —explicó Forridel—. Los cazas se restauraron con piezas que se guardaban en la antigua Academia Imperial. ¡Abatidlos, general! ¡Que no quede ni uno!
—Es toda la información que necesito de momento, gobernador —dijo Wedge, mientras hacía una seña a la teniente Cel para que pusiera fin a la holotransmisión con Curamelle. Después, dijo—. Alertad al general Celchu que esos TIE no son amistosos. Decidle que el Heraldo le guarda las espaldas si necesita ayuda para acabar con ellos.
Los combates se recrudecían sobre la cara del planeta Corulag donde era de noche. Coralitas y cazas mantenían una danza desenfrenada de destrucción mutua, mientras las naves capitales de las que partían intentaban ponerse fuera de combate mutuamente a base de misiles de plasma y de rayos de energía. Dos glóbulos de la nave-racimo habían implosionado; pero, a juzgar por los movimientos del enjambre de coris, el Maestro Bélico estaba intacto. En la luna del planeta, los bombarderos seguían machacando las instalaciones de reparación; pero ahora recibían el juego de turboláseres KDY con base en la superficie, reparados probablemente por los mismos técnicos colaboracionistas que habían resucitado los TIE.
—Señor, el almirante Kre’fey —dijo Cel desde su puesto.
Wedge volvió de nuevo al holoproyector a tiempo de ver formarse la imagen de Kre’fey entre ráfagas dispersas de interferencias en diagonal.
—General Antilles —dijo el bothano—, estoy preparado para trasladar el Ralroost y elementos de la Primera Frota a Corulag, cuando lo dispongas.
Wedge negó con la cabeza.
—Necesitamos más tiempo aquí, almirante. Al menos dos horas estándar.
—Tienes una hora, general —dijo Kre’fey tranquilamente—. Hemos recibido informaciones de Coruscant según las cuales nuestras operaciones en Corulag no han pasado desapercibidas. La armada de Nas Choka está activa. Todavía no está claro si el Maestro Bélico está desplazando sus naves para defender a Coruscant, o si piensa trasladar la armada hacia el Borde, preparándose para pasar al hiperespacio. Si se trata de esto último, dudo que derroche sus fuerzas para reforzar Corulag. Pero sí puede optar por hacer saltar la armada a Contruum, y para entonces quiero haberme marchado de aquí.
—¿Dónde quieres que estemos nosotros? —preguntó Wedge.
—Llévate al Mon Adapyne y al Elegos A’Kla y reúnete en Muscave con la Segunda Flota. Me doy cuenta de que estoy poniendo en peligro a tu grupo de combate al enviarte directamente al sistema de Coruscant; pero nuestro objetivo es conseguir exactamente lo contrario de lo que hicimos en Mon Calamari, a base de llevar al enemigo a combates en mundos de la parte exterior del sistema. Al mismo tiempo, yo enviaré a Coruscant elementos de la Tercera Flota desde Shawken a través la Hydiana, y elementos de la Cuarta por la vía hiperespacial Cruce Martial. Con independencia de que la armada salte a Contruum o avance para hacer frente a tus fuerzas en Muscave, el asalto a Coruscant podrá comenzar.
—¿He entendido bien que el Escuadrón Vanguardia ha sido agregado a la Cuarta Flota? —preguntó Wedge.
—Así es.
—Eso significa que los chiss participarán directamente en el asalto a Coruscant.
—El Vanguardia y el Soles Gemelos se han integrado en un escuadrón único, al mando del comandante de grupo Fel.
Wedge se quedó perplejo.
—¿Que Jag está al mando del Soles Gemelos? ¿Dónde está Jaina?
—El Jedi Skywalker pidió que la dispensásemos —murmuró Kre’fey—. Me doy cuenta de que Coruscant está muy lejos del Espacio Chiss y de que te preocupa el bienestar de tu sobrino, Wedge. Pero fue el propio Jag el que solicitó la misión.
Wedge asintió con la cabeza.
—Tendré que buscar el modo de explicar a mi hermana por qué no he enseñado algo de sentido común a su hijo.
Kre’fey hizo un gesto neutro.
—El grupo del coronel Fel, junto con los escuadrones Pícaro y Espectro, volarán como escolta de los transportes de tropa y de las naves artilleras que esperamos hacer pasar de los pozos gravitacionales de dovin basal de Coruscant. Cuando la compañía del capitán Page haya llegado al planeta, se reunirá con fuerzas de la resistencia y se dirigirá al campo de aterrizaje donde estuvo Puertoeste.
El oficial táctico del Mon Mothma envió al holoproyector una carta estelar del sistema de Coruscant. Wedge vio que tanto Coruscant como los planetas exteriores de Muscave y Stentat estaban del mismo lado del sol, todos dentro de un sector de sesenta grados. Calculando el tiempo necesario para el salto por el hiperespacio hasta Muscave, el grupo de batalla de Wedge llegaría justo cuando empezara a hacerse de día en la Ciudadela de Shimrra y en el recinto sagrado.
—Almirante, ¿sigue Zonama Sekot en su órbita entre Muscave y Stentat?
—Sí, que nosotros sepamos —dijo Kre’fey—. Pero ese planeta es problema de los Jedi, no nuestro.
Wedge se volvió hacia la teniente Cel aun antes de que se hubiera llegado a cortar la transmisión desde el Ralroost.
—Informa a los generales Celchu y Farlander que cambiaremos de posición dentro de una hora estándar. Después, búscame una frecuencia segura para comunicar con el Ventura Errante, y pásamela a mi comunicador.
Wedge se quitó la gorra de comandante para sustituirla por unos auriculares y se apartó de los puestos del puente de mando mientras se establecía el vínculo con el destructor estelar de Booster Terrik.
—Interno Uno, su trasmisión es segura —dijo una voz por los auriculares de Wedge.
—Wedge, soy Lando.
Wedge se ajustó los auriculares.
—Lando, de aquí a poco menos de una hora estándar voy a trasladar mi grupo a Muscave.
—Una buena noticia. Eso significa que Zonama Sekot quedará dentro de tus líneas.
—No es tan bueno como parece. El mando de la Alianza ha dejado de ocuparse del planeta, considerándolo asunto de los Jedi.
—¿Crees que saltará al hiperespacio?
—No lo sé, Lando. Pero deberíamos estar allí alguno por si hay que evacuar a alguien.
—Puedes contar con nosotros, Interno Uno. Avisaré también a Tenel Ka.
—Que la Fuerza te acompañe, Lando.
—Más me vale.
* * *
Luke y Mara, que habían tenido que quedarse en Contruum más tiempo del esperado, se habían perdido la ceremonia de los compañeros-semillas; pero todos los que habían participado en ella seguían comentándola mucho después de que el Sombra de Jade hubiera regresado a Zonama Sekot. Kyp, Corran y Saba contaban, asombrados, que les habían hecho atravesar un puente simbólico y pasar por un túnel revestido de láminas hasta llegar a unos patios ocultos llenos de celebrantes ferroanos que llevaban trajes de vivos colores. Los candidatos Jedi, que habían seguido una dieta especial, llevaban túnicas con fajas y collares adornados con frutas de aspecto de calabazas, de color rojo vivo. Después de que la magistrada Jabitha y los ferroanos entonaran diversas letanías, cada uno de los candidatos había tenido que ofrecer un regalo y que presentarse a Sekot, de una manera que hizo recordar a Kyp la ceremonia que se había celebrado en Ithor cuatro años atrás. Por fin, los compañeros-semillas habían salido de sus cáscaras en forma de bulbos achatados de color pálido, provistos de ojos a modo de puntos y de patitas con ganchos para asirse; se habían separado de sus compañeros de unión y habían sido llevados a los organismos cibernéticos que atraerían los rayos y darían forma a las naves vivientes que se producirían a partir de las semillas.
Los cyborg, que habían sido criados por los primeros magistrados de Zonama Sekot, se llamaban los Jentari. Cuando a Luke le hubieron contado la ceremonia una docena de veces otros tantos Jedi, casi tuvo la sensación de haberla visto en persona, y estaba impaciente por ver las naves vivientes. Sekot había mantenido largas conversaciones acerca de los dovin basal con Danni, y ahora las mantenía con Cilghal; y Lowbacca y otros buscaban el modo de adaptar los comunicadores para las comunicaciones de nave a nave. Con tantas cosas de que ponerse al día, Luke había decidido esperar el momento oportuno para informar sobre las reuniones de Contruum. Optó por hacerlo en la vivienda troglodita de los Skywalker, a pesar de que estaban presentes pocos Jedi.
Estaban reunidos Jacen, Jaina, Kyp, Corran, Saba, Tahiri, Danni, Han, Leia, la magistrada Jabitha, Harrar, C-3PO y R2-D2. Cuando Luke hubo terminado de hacer su largo resumen, Jacen fue el primero que habló.
—¿Explicaste al almirante Kre’fey lo que haría el Cerebro Planetario si Coruscant es atacado?
—La mitad de los del alto mando no dan importancia al informe que presentaste tú —dijo Luke—, y la otra mitad no quieren creerlo.
Han soltó un gruñido de impaciencia.
—Dejemos lo del Cerebro Planetario —dijo—. ¿Podrá Kre’fey superar siquiera los dovin basal del planeta?
Mara miró a Luke.
—En realidad, no llegaron a dar respuesta a esa pregunta, ¿sabes? Sovv sólo dijo que los dovin basal no les preocupaban.
—Creo que sé por qué —dijo Luke—. Zonama Sekot no sólo sacó de su órbita una de las lunas de Coruscant, sino que destrozó también el anillo planetario que habían construido los yuuzhan vong a partir de la luna que habían conseguido destrozar. Lo más probable es que los dovin basal estén tan ocupados haciéndose cargo de la caída de residuos, que ahora podrán ser dominados por los láser, los misiles de impacto y cualquier otra cosa que Kre’fey piense echarles encima.
—A pesar de todo, eso no impedirá que el Cerebro Planetario lleve a cabo sus tareas —dijo Jacen.
—Así es —dijo Harrar, y dirigió a Jacen una mirada interrogadora.
—Mientras estábamos en las Regiones Desconocidas, no fui capaz de comunicarme con el dhuryam, y desde que volvimos, no he podido percibirlo del mismo modo.
—Entonces, es posible que Shimrra haya conseguido establecer una conexión con el Cerebro.
Harrar se volvió hacia Luke.
—Debes comprenderlo: Shimrra no es un yuuzhan vong corriente. Su cuerpo y su mente han sido potenciados. Sus poderes están por encima de los de otros Sumos Señores.
Leia soltó un suspiro de tristeza.
—Morirán centenares de miles, y el planeta no servirá de nada a nadie —dijo.
—A no ser que podamos alcanzar antes a Shimrra —dijo Luke.
Harrar asintió con la cabeza.
—El Sumo Señor es nuestra arma definitiva. No es posible de ninguna manera ganar esta guerra sin vencerle a él. Teniendo en cuenta que Shimrra es nuestra única vía de acceso a los dioses, su captura o su muerte sumirán en el caos a los guerreros de Nas Choka y los sacerdotes de Jakan. Sin la intervención de Shimrra, los dioses no podrán ayudar ni intervenir de ningún modo. Los guerreros y los sacerdotes, separados de los dioses, quedarán huérfanos. Pero será dificilísimo capturar a Shimrra, y mucho menos matarlo. Está bien protegido por guardias hábiles y por la mundonave misma, que le responde a él de una manera muy similar al modo en que Yuuzhan’tar responde al Cerebro Planetario.
—¿Es posible penetrar en la ciudadela? —preguntó Luke.
—Mientras la armada está repeliendo un ataque, con los dovin basal y el Cerebro Planetario muy ocupados, los Avergonzados sublevados… sí, sería posible infiltrarse con una fuerza pequeña. Yo podría indicaros la ruta más conveniente.
—¿Estarías dispuesto a ello? —dijo Leia, mirando fijamente a Harrar.
El sacerdote asintió.
—Ya he dicho que haría todo lo que estuviera en mis manos por contribuir a poner fin a este conflicto. No he tenido ninguna causa para cambiar de opinión.
—¿Cuántos, y quiénes de nosotros? —preguntó Kyp. Luke reflexionó un momento.
—Seis de nosotros, como máximo. Y ninguno que esté esperando una nave sekotana.
Kyp asintió con la cabeza, y Han y Leia se intercambiaron miradas de incertidumbre.
—Entonces, ¿dónde nos quedamos los demás? —preguntó Han. Antes de que Luke hubiera tenido tiempo de responder, entraron en la vivienda rupestre Kenth, Cilghal y Lowbacca; el wookiee tuvo que agacharse mucho para no golpearse la cabeza peluda con las vigas rudimentarias que atravesaban el alto techo.
—Alguien ha comunicado con el Sombra de Jade —dijo Luke.
Kenth asintió con la cabeza.
—La Alianza ha recuperado Corulag —dijo—. El grupo de combate de Wedge ha sido enviado a Muscave para hacer salir a la armada de Coruscant, y poder emprender entonces la gran ofensiva.
—Entonces, nos llega la guerra a nosotros —dijo Jabitha en voz baja.
—El Ventura Errante viene hacia aquí —añadió Cilghal—, por si tenéis pensado evacuar a los ferroanos… o a quien sea.
Jaina se incorporó de un salto.
—Tengo que estar con mi escuadrón.
Mara la miró.
—Ya lo estás, Jaina.
—¿Qué dices? —repuso Jaina con brusquedad—. A mí no me están preparando ninguna nave viviente, y mi Ala-X sigue en órbita estacionaria.
—Lo que quiero decir es que tú haces falta aquí —dijo Mara con calma.
Mientras Jaina miraba fijamente a su tía con incertidumbre, Han le pasó un brazo por la cintura.
—Vamos a ver cómo marchan las cosas, ¿de acuerdo?
Jaina asintió con la cabeza sin decir palabra.
—¿Debemos poner sobre aviso a Sekot? —preguntó Danni.
—Estoy seguro de que Sekot ya lo sabe —dijo Luke—. Creo que éste es el motivo por el que ha accedido a proporcionarnos naves.
—Debo advertir a todos que las naves sekotanas son sólo para fines de defensa —exclamó Jabitha—. Zonama cuenta con otras armas defensivas, pero Sekot lleva algún tiempo sin hablar de ellas.
Mara miró a Luke.
—Deben de ser las mismas que repelieron a los primeros Forasteros Remotos, y que aniquilaron a las fuerzas del comandante Val en Klasse Ephemora —dijo Luke.
—Luke, estamos hablando de una armada —observó Han—. Sekot podría plantearse, al menos, ir calentando sus impulsores de hipervelocidad.
Jabitha sacudió la cabeza.
—Una huida sería una señal de miedo. Zonama Sekot no huirá por segunda vez. Y menos ahora, que hay tanto en juego.
Danni miró a unos y otros, confusa.
—Eso no importa, ¿no? —dijo—. Si Zonama Sekot es un mal presagio para los yuuzhan vong, entonces Shimrra mandará que sus fuerzas no se le acerquen.
Todos se volvieron hacia Harrar.
—Todo depende de quién sabe qué, y de cuánto saben —dijo el sacerdote, acariciándose la barbilla con los tres dedos de su mano— • Suponiendo que tengan algunas nociones limitadas sobre lo que es Zonama Sekot, habría que empezar convencer a los guerreros de que al atacar el planeta no estarían desafiando a los dioses si atacaran al planeta —levantó la cabeza con un movimiento repentino de aprensión—. A menos que Shimrra haya conseguido convencerles de que Zonama Sekot es un arma o artificio Jeedai de alguna clase y de que es preciso destruirlo.
—¿Cuánto tiempo tardarán las naves vivientes en estar preparadas para volar? —preguntó en voz baja Kyp a Jabitha.
—Estarán a su debido tiempo —dijo la magistrada—. Sekot se ocupará de ello.