CAPÍTULO 22
En el borde de la Hegemonía Tion, Jaina observó a la armada yuuzhan vong salir del hiperespacio una vez más. En un momento pareció que se habían eclipsado diez mil estrellas y al siguiente, que esta parte de la galaxia había ganado un nuevo cúmulo estelar. Capi emitió un sonido agudo y un chirrido, recalcando su evidente angustia, porque la pantalla de la cabina estaba llena de incontables puntos luminosos. En ese mismo instante, dos Ala-A de color negro ceniza que habían sido los compañeros a estribor de Jaina durante la pasada hora descendieron con cautela, y realizaron el salto a la velocidad luz. A pesar de la pantalla brillaba revelando el peligro y que había visto antes a la armada, Jaina estaba sorprendida por el número de naves que los yuuzhan vong habían amasado.
Primeros planos de las naves, proporcionados por los escáneres de largo alcance del caza de combate, mostraron sus cascos picados para ser marcados y grabados con símbolos crípticos y ennegrecidos con lo que parecía pintura de guerra pero que probablemente era sangre.
Muchos mostraban tenues mechones de coral yorik, en los que ondeaban estandartes de batalla de algo parecido a tela. Testimoniados por círculos fundidos y áreas de muescas quemadas, algunas de las naves eran claramente veteranas de antiguas campañas, sacadas de los sistemas ocupados a través de la ruta de invasión. Otras parecía que fueron puestas en servicio recientemente, crecidas hacía poco, incluyendo una nave ovalada enorme de color rosa que tenía que ser la nave insignia. El hecho de que los yuuzhan vong hubieran, en esencia, confiado cientos de mundo conquistados a la protección de patrullas y tropas de asalto significaba, no sólo que estaban dispuestos a arriesgar todo lo que habían conseguido en una batalla decisiva, sino también que lo que intentaban era, nada menos, que la destrucción de la flota de la Alianza.
Capi envió otra transmisión a la cabina, y Jaina apretó la horquilla de control con el corazón latiendo veloz por la anticipación. Una demostración pirotécnica de explosiones globulares comenzó a iluminar el borde delantero del cúmulo estelar móvil de naves, y una docena de puntos desapareció de la pantalla. De nuevo los yuuzhan vong se habían dado de bruces con un arco extenso de minas inteligentes que se sembró en el punto de salto. Pero igual que ocurriera en punto de tránsito de la Ruta Perlemiana, las explosiones comenzaron a disminuir casi inmediatamente, hasta que sólo quedaron explosiones aisladas, y muchas de las minas sin detonar desaparecieron en el vacío creado por los dovin basal.
Jaina presionó la barbilla al micrófono del casco.
—Controlador de Quermia, aquí Sol Gemelo Uno. La bestia ha llegado y ha abierto los paquetes que dejamos.
—¿Los paquetes llegaron como una sorpresa?
—No el tiempo suficiente para dar a la bestia una pausa.
—¿Cuál es la situación de tus compañeros?
—Los heraldos están lejos.
—¿Puedes corroborar el vector actual de la bestia?
—Jaina tecleó una corta petición al droide R2-B3, que replicó con tonos y zumbidos que se transformaron en texto en la pantalla.
—Se dispone a saltar a las coordenadas de Mon Calamari.
—Entendido, Sol Gemelo Uno. Tienes luz verde para irte, y posicionarte en Mon Calamari Extremo. Encuentro en Iceberg Tres, con los escuadrones Vanguardia, Cimitarra y Pícaro.
Jaina apagó la red de mando y encendió la de la frecuencia táctica.
—A todos los pilotos, aquí Líder de Soles Gemelos. Instruid a vuestros droides para establecer coordenadas hacia Mon Cal Extremo. Salto a la velocidad luz a mi señal. Diez, nueve, ocho, siete…
Jaina se echó hacia atrás en la silla y esperó a se encendiera el hipermotor del Ala-X. Este salto sería el tercero de los Soles Gemelos y el último desde que vieron por primera vez a la armada emerger del hiperespacio. Todos los puntos de parada importantes entre la Ruta de Comercio Perlemiana y Mon Calamari fueron sembrados de minas hacía meses, en principio para desanimar las incursiones del enemigo. Pero el mando de la Alianza no había esperado que una armada entera utilizara los puntos de salto, y ahora cada estratega de la flota estaba preguntándose por qué los yuuzhan vong no habían saltado directamente desde la Ruta de Comercio hasta el Sistema Mon Calamari.
¿Había el enemigo cometido otra metedura de pata táctica o estaban comprobando las aguas? Quizá sospecharon que la Alianza había situado fuerzas en los puntos de salto que llevaban a Mon Calamari, con la esperanza de sobrepasar por los flancos a la armada una vez que comenzara la batalla. En cada punto de tránsito Jaina había enviado actualizaciones a una fragata estacionada en Quermia, que servía como transmisor hiperespacial.
La fragata era la estación repetidora de Inteligencia al Anexo al Comando de la Flota. Pero un segundo sistema se estaba utilizando, en forma de naves correo, algunas de las cuales saltaron a Quermia y otras a Mon Calamari. A estas alturas otros correos ya estaban alertando a los grupos de batalla asignados en Toong’l y Caluula, donde la eliminación de elementos de la armada le impediría saltar cuando quisieran ayudar en la inminente batalla de Coruscant. El tránsito a Mon Calamari también sería el más largo de los tres, así que Jaina aprovechó el intervalo de calma para centrarse en la Fuerza. Pensó brevemente en sus padres, que estaban en una misión en Caluula, y en Jacen, dondequiera que estuviera.
Pero no intentó alcanzarlos. Todo el mundo tenía sus propios deberes que cumplir, y sabía instintivamente que los miembros de su desperdigada familia estaban pensando en ella, igual que ella en ellos. Tampoco había ningún Jedi entre los Soles Gemelos para tocarlo a través de la Fuerza.
Kyp estaba en Caluula también, Octa Ramis fue asignada para liderar la Docena, y tanto Lowbacca como Alema Rar mandaban sus propios escuadrones. Madurrin, Streen y algunos de los otros Jedi estaban en esas naves fundamentales para defender Mon Calamari de la embestida furiosa del enemigo. Habiendo fijado su cronómetro interior para despertarla antes de que el Ala-X saliera del hiperespacio, volvió a la consciencia total justo segundos antes de que Capi le hiciera una señal con el tono de preparado. Hizo unas respiraciones calmadas y esperó a que las estrellas reaparecieran.
Mon Calamari Extremo era justo eso: el punto más alejado del sistema estelar, donde probablemente se agrupa la flota. Iceberg Tres era el código para el penúltimo de los ocho satélites del sistema, un pedazo deforme de deshechos congelados. De hecho era un cometa capturado que en algún momento estaba destinado a colisionar con el planeta más alejado. Destacando contra la pequeña esfera blanca, había docenas de cruceros de la Alianza, destructores y cargueros, junto con cientos de cazas. Jaina se dio cuenta de repente que casi cada nave que se había construido durante los últimos cuarenta años estándar estaba representada de una forma u otra, desde dreadnaught de la Rendili StarDrive a destructores estelares clase Renovador.
Y las naves reunidas sólo eran el círculo exterior de defensa. A pesar de los ejercicios para fortalecerse que Jaina hizo durante el vuelo hiperespacial, se dio cuenta de que el corazón le latía con fuerza y las manos le temblaban. Iba a suceder de verdad, se dijo a sí misma con terca incredulidad. El final de la guerra y el destino de la galaxia podían decidirse en los siguientes días.
—Bienvenida, Líder de Soles Gemelos —dijo una voz conocida en los auriculares de su casco.
—Gracias, Wedge —respondió ella—. Me parece que llevo fuera una semana.
—Gran trabajo, Jaina. Tu punto de reunión es Iceberg Tres, en elíptica cuatro-siete-nueve. Estás en reserva hasta que la siembra esté concluida.
—Entendido, control Alianza. A la espera.
Dio instrucciones a los Soles Gemelos para formar delante de ella y condujo al escuadrón a sus coordenadas asignadas, una órbita fija sobre el esferoide helado, en compañía de un ala de cazas compuesta de los Escuadrones Pícaro, Vanguardia, Cimitarra, Luna Negra y los Caballeros Salvajes de Tesar Sebatyne.
—Hola, Palillos —dijo otra voz familiar. Jaina abrió un canal para Gavin Darklighter.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Pícaro Uno?
—Demasiado. ¿Tenía razón Inteligencia en cuanto al número de naves vong?
—Creo que lo subestimaron.
Antes de que Gavin pudiera responder, Wedge interrumpió.
—Líderes de grupos y escuadrones, la bestia está en la puerta. Sé que estáis ansiosos por darle la bienvenida, pero vais a tener que esperar vuestro tumo.
La comunicación cayó en un misterioso silencio, luego se oyó un intenso parloteo cuando las naves de guerra yuuzhan vong comenzaron a aparecer: conos y polígonos, facetados y pulidos, del blanco hueso al negro rojizo, escarpados con lanzadores de plasma o ensartados con coralitas. Fueron llegando más rápidamente y aumentando en número, llenando el espacio y hasta que finalmente taparon el distante sol de Mon Calamari. Sólo cuando parecía que ya había llegado la última, aparecieron más todavía.
Algo apartada de las fuerzas de la Alianza, y casi como si fuera una actuación para el público, las naves comenzaron a apretarse, maniobrando a posiciones que finalmente crearon una masa redonda y achatada de portayammosk, destructores y cruceros análogos. De esa masa, cientos de naves guías análogas y coralitas, emergiendo de cavidades de atraque de las naves más grandes o dejándose caer de sus anclajes en brazos de coral yorik, se derramaban desplegándose para forjar la multitud de tentáculos, largos y cortos, que pretendían imitar a los de un yammosk. Para Jaina la disposición final le recordaba a una estrella llameante o quizá al brazo espiral de la galaxia que los yuuzhan vong estaban determinados a aplastar. Pero cualquiera que fuera la forma de la armada, bestia era la descripción que le encajaba.
Entonces el inmenso organismo se puso en movimiento, con los tentáculos extendiéndose desde el centro cuando el grupo avanzó hacia Mon Calamari, agudamente consciente de que le esperaba la fiesta de bienvenida, pero determinado en su propósito.
—A todos los líderes de grupos y escuadrones —anunció una voz masculina por la red de batalla—, las semillanaves han llegado.
El mando de la Alianza podía haber tomado prestado el término de los yuuzhan vong, pero la referencia no era a las naves que iniciaban el proceso de terraformación. Se refería a varias docenas de cargueros desarmados y pilotados por control remoto que surgieron desde detrás de Iceberg Tres y que se lanzaron directamente hacia la armada. Los misiles de plasma asaltaron las naves de enormes contenedores desde todas las direcciones, aunque el blindaje metálico mantuvo a la mayoría intactas hasta que estuvieron al alcance de los tentáculos más largos.
Allí soltaron su carga de miles de robot sonda. Con cabezas redondeadas y piernas mecánicas, los robot sonda eran de apariencia marina, y en verdad se esparcieron como un banco de criaturas del océano profundo surcando las corrientes de la marea. Normalmente los yuuzhan vong no habrían desperdiciado poder de fuego en droides, pero cada robot sonda estaba programado para imitar las señales de propulsión de los cazas de la Alianza, así que los coralitas y los guías se divirtieron muchísimo, dándoles una paliza con proyectiles o simplemente desmembrándolas por colisión.
La Alianza podía haber proporcionado a los yammosk y a los pilotos de los coralitas prácticas de persecución y de tiro, pero de hecho cada robot sonda contribuía valiosamente al propósito del mando de la Alianza de despejar líneas de tiro hacia el corazón de la armada. Muchas de las batallas de la larga guerra se decidieron, no por el poder de fuego o de destrucción, sino por la habilidad de los bioides de los yuuzhan vong para detectar señales de masa y manipular la gravedad.
Tan inteligentes como eran los yammosk, fueron vencidos por el poder decisivo de los ordenadores de análisis de batalla, combinados con la habilidad de tiro de los pilotos. Los dovin basal eran animales diferentes. Durante un tiempo la Alianza había logrado ser más lista que ellos utilizando señuelos, fuego intermitente y las bombas-sombra empujadas por los Jedi, pero esas ventajas se perdieron. Aún así, la Alianza tenía todavía una poderosa arma en su arsenal: la invención. Tan regocijados como estaban diezmando los robots sonda, los yuuzhan vong no se dieron cuenta de que cada droide tenía la tarea de calcular los puntos de entrada y apuntar soluciones para los cazas.
Transmitidos a los ordenadores del mando de la Alianza, los datos eran recopilados y enviados a los comandantes de cada grupo y ala, y a cada líder de escuadrón y sus pilotos.
—Vuestros droides deben estar recibiendo la información de navegación y objetivos —dijo la voz del control en el oído derecho de Jaina—. Vigilad vuestras pantallas para la misión.
Los datos comenzaron a brillar en la pantalla de la cabina cuando Capi descifró la información enviada desde Mon Calamari. Jaina observó un gráfico que representaba el yammosk en la pantalla, con cada tentáculo de coris y cañoneras asignado a un número o letra. Los escuadrones Soles Gemelos, Pícaro y Vanguardia tenían la misión de eliminar los tentáculos desde el catorce hasta el veinte. Pero por impaciente que estuviera por luchar, debía esperar la orden de entrar en acción.
La primera ola de asalto estaba compuesta de Ala-A, interceptores TIE, desgarradores chiss, Vigilantes A-9 y un puñado de Ala-Y. El objetivo de los cazas más veloces, los Ala-A y A-9, era acosar a los coralitas y sacarlos de la formación. Ambos cazas eran pequeños y frágiles, pero los misiles de corto alcance de los primeros y los láseres de los segundos hicieron a los coralitas fuera de la formación lo que los coris habían hecho a los robot sonda.
Por cada singularidad de dovin basal que venía al rescate de una nave elegida como blanco, cuatro fallaban en desplegarse a tiempo, permitiendo a los pequeños cazas atacar y retirarse antes de que los pilotos yuuzhan vong supieran siquiera qué los había golpeado. Preocupados, los coralitas y naves guía que formaban las puntas de los tentáculos comenzaron a dispersarse, y tan pronto como lo hicieron, los interceptores TIE, con forma de daga y los bombarderos ligeros Ala-Y estaban sobre ellos, tejiendo a través del caos con velocidad cegadora, soltando torpedos de protones y explosiones de fuego láser de alta potencia.
El perímetro de la armada en movimiento comenzó a difuminarse en bolas de fuego y fragmentos de naves. Paquetes de energía verde y haces de poder explosivo comenzó a corroer los tentáculos súbitamente golpeados. Expulsaron líquido derretido hacia los atacantes, en tal cantidad que la armada bien hubiera podido sufrir una hemorragia.
Jaina encendió la red de combate a tiempo de oír al control ordenar la retirada.
Hemos creado líneas de tiro hasta sus naves principales en uno, seis, siete, ocho, doce y veintidós. Todos los cazas en esas líneas sitúense para escoltar a los transportadores.
Mientras los cazas comenzaban a girar de regreso, el superdestructor estelar Guardián y el crucero calamariano Heraldo avanzaron.
Sus armas de largo alcance lanzaron enormes descargas de poder destructivo en las líneas desprotegidas. Las explosiones impactaron en el corazón de la armada, volviéndolo casi brillante. Trozos inmensos de coral yorik salían disparados a través del espacio. La bestia se aplastó visiblemente, pero permaneció en su rumbo.
—¡Segundo grupo adelante! —ordenó el control de la Alianza.
Jaina se lamió el sudor de su labio superior y puso el motor del Ala-X al máximo, liderando a los Soles Gemelos rápidamente hacia el combate. La visión del cielo le mostró demasiados coralitas, demasiados objetivos, se sintió como si fuera parte de una elaborada simulación más que una batalla real. Remotamente controlados por cuantos yammosk hubiera en el corazón, los tentáculos se deslizaban y golpeaban como anfibastones. Los coris salían y entraban en su retícula de tiro más rápido de lo que ella, o incluso Capi, podía seguirlos.
Pese a todo el griterío y los gañidos, el droide astromecánico podía haber estado en una emocionante carrera. Incluso así, los Soles Gemelos se las arreglaron para mantener su integridad mientras avanzaban por la línea de naves que habían designado como tentáculo catorce. Detrás de los Ala-X volaban los Ala-B y un escuadrón de defensores TIE. En combate, los Ala-B tenían forma de cruz, mientras que los TIE, con sus cuerpos alargados y las tríadas de paneles solares, recordaban a flechas. Su trabajo era limpiar cualquier desorden que los escuadrones Soles Gemelos, Pícaro y el resto dejara atrás, y aclarar el camino para las naves que tenían la tarea de golpear a las naves principales: los cazas Ala-E, fuertemente armados, equipados con torpedos de protones y los bombarderos de asalto Cimitarra, que llevaban tanta potencia de fuego que podían dejar fuera de combate a la mitad de los lanzadores de plasma de un destructor enemigo análogo.
Coralitas con suficiente fuego en ellos comenzaron a acribillar a los Ala-X y Ala-B con nódulos de plasma y ordenar a sus dovin basal para eliminar los escudos de los atacantes. Luego, sin previo aviso, las naves capitales del corazón de la armada canalizaban furiosas tormentas de fuego a lo largo de las líneas reducidas. El Ala-X de Jaina se tambaleó y dio volteretas a través de un corredor de llamas.
Con los escudos del caza casi incinerados, ella apretó la palanca de control a un lado para liberarse, alejándose del calor volcánico con la nave casi abrasada, y la cabeza de Capi era una capucha de aleación derretida. Realizó una desesperada maniobra y escaneó el espacio, consternada al descubrir que casi todos los defensores TIE habían desaparecido, atomizados por la tempestad supercaliente.
La bestia no había sido aturdida por los asaltos iniciales. Simplemente había esperado el momento adecuado para devolver el golpe. Y el único disparo que realizó había noqueado a cincuenta o más cazas, dejándolos fuera de combate. Jaina estaba contando los Soles Gemelos cuando los yammosk dieron instrucciones a los tentáculos para girar en el sentido del reloj, y cadenas enteras de coralitas y guías rápidamente llenaron los huecos. Donde un momento antes Jaina se enfrentaba a seis coralitas heridos, se encontró a la vista de treinta coris muy hambrientos.