CAPÍTULO 32

Hay que veros! ¡Encogidos de miedo como un rebaño de yanskac!

El Sumo Señor vituperaba a la élite desde su trono de respaldo erizado de púas, en el Salón de Confluencia de la Ciudadela.

—Cuando estamos en la víspera de la victoria, os dejáis asustar por una ilusión… ¡por una engañifa celeste!

Aunque Nom Anor estaba encogido de miedo como los demás, no podía menos que reconocer el mérito de Shimrra. A pesar de los temblores que seguían agitando a Yuuzhan’tar, y de las graves amenazas que ponían en peligro su derecho divino al mando, el Sumo Señor se negaba a dejarse intimidar, aunque no era absolutamente imposible. Agitaba los largos brazos y las piernas le temblaban de tal manera que parecía una marioneta de sombras chinescas.

Algunos decían que sus ojos tampoco estaban inmóviles casi nunca, y que cambiaban de color constantemente. Shimrra alzó el Cetro de Poder hacia el techo del salón, recubierto de vigas a modo de costillas.

—Algunos de vosotros musitáis que la luz brillante que sale al alba presagia nuestra perdición… que es un mundo vivo, que se rumorea que ya lo encontramos durante el reinado de mi predecesor, cuyo nombre no me dignaré recordar. No desconozco este rumor. Después de mi ascensión al trono, envié fuerzas en busca de este mundo, de este Zonama Sekot… pero me dijeron que no se encontraba por ninguna parte. Así que, me pregunté a mí mismo: ¿habría desaparecido? ¿Habría quedado destruido Zonama Sekot? ¿O no sería más que una mentira de mi predecesor, que pretendía impedirnos conquistar y ocupar lo que era nuestro dominio propio, otorgado por los dioses?

Mientras Shimrra hacía una pausa, Onimi se movía entre los presentes, provocando a uno y a otro miembro de la élite para retarlo a responder. Para gran disgusto del Sumo Prefecto Drathul, Nom Anor había transmitido las órdenes de Shimrra a los sacerdotes de los templos, ordenándoles que dedicaran su atención a Yun-Harla, en vez de a Yun-Yuuzhan o a Yun-Yammka. A consecuencia de ello, los Videntes reales estaban fuera de sí de aprensión (se esperaban los peores engaños y manipulaciones), y los miembros de la élite se preguntaban si Shimrra había actuado por el bien de los yuuzhan vong, o por sus propios intereses.

—Os voy a desvelar toda la verdad —dijo por fin el Sumo Señor—. Esa luz viva no es una ilusión. ¡Se trata, en efecto, del mismo mundo viviente!

Los presentes, atónitos, quedaron sumidos en un silencio todavía más profundo, sobre todo Drathul y su camarilla de partidarios de Quoreal. Pero aquel anuncio dejó igualmente a Nom Anor. Lo último que esperaba que hiciera Shimrra era decir la verdad.

—¿Cómo habrán podido permitir esto los dioses?, os preguntaréis —prosiguió Shimrra, con tono teatral de melancolía—. ¿Cómo se han podido volver contra nosotros los dioses, después de todo lo que hemos hecho para darles sacrificios y conversos, después de todo lo que hemos hecho para limpiar de infieles esta galaxia? Os responderé a esto también: este mundo de mal agüero ha sido puesto en manos de nuestros enemigos como última prueba de que somos dignos de reinar sobre ellos… ¡es una última prueba para aquilatar la fuerza del corazón yuuzhan vong! —Shimrra golpeó el sueño con su anfibastón para imponer silencio—. Y, con todo, ¡qué prueba tan imponente nos han puesto por delante! Una persona con poco aliento, un disidente o un escéptico, estaría tentado de creer que los dioses nos han abandonado y que no tenemos ninguna manera de vencer. Yo he pensado en esto mucho tiempo y a fondo. He rezado y me he aventurado más allá de la meditación y de las súplicas para buscar respuestas en nuestra historia. Y los dioses han premiado mis fatigas —Shimrra hizo otra pausa mientras un temblor llenaba la Ciudadela de un ruido sordo. Después, señaló con el cetro a Qelah Kwaad y a los adeptos de ésta.

—Los cuidadores saben a qué me refiero cuando hablo del octavo córtex. Pero lo explicaré para que lo entendáis vosotros, los comandantes y los Administradores, e incluso algunos de vosotros, sacerdotes.

»Un córtex contiene los protocolos de los cuidadores, los protocolos que guiaron originalmente las manos de nuestros antepasados para crear dovin basal y villip, coralitas y yammosk. El córtex no es un lugar, sino un estado mental. Y a medida que uno se aproxima al córtex máximo, el octavo córtex, uno vuelve al inicio de los yuuzhan vong, a nuestro estado de ser primigenio. Y cuando llegué allí, después de soportar mucho dolor y de perder mucha sangre, tanta sangre que mi cuerpo aullaba atormentado, lo que encontré fue la solución, presentada en forma de una lección tan sencilla como las que podemos enseñar a nuestras crías en los criaderos.

»La lección es ésta: que cuando los dioses dieron forma al universo (y, en último extremo, a los yuuzhan vong), resolvieron todas las desigualdades procurando que las cualidades de una cosa creada se equilibraran siempre con las cualidades de otra. Si crece un árbol venenoso, a su lado hay otro del que se extrae el veneno que sirve de antídoto. Donde hay desiertos, hay oasis con agua. Y donde hay grandes extensiones de agua, surgen islas de arena y de roca. Así obran los dioses, garantizando el equilibrio a cada paso. Cuando yo tenía en la mente este pensamiento, encontrándome en las profundidades del octavo córtex, oí una voz que decía…

—El puente arco iris aparecerá y desaparecerá —recitó Onimi desde el centro del salón—. Y los dioses harán parecer que ellos son los autores de un gran conflicto. Cuando sea entonces el eclipse del sol, el augurio divino se verá claramente. Uno lo interpretará muy de otro modo, pues cuando aparezca en las puertas un extranjero amenazador, buscad allí cerca el anfibastón que hará marcharse al extranjero.

—«Es una revelación», me dije a mí mismo —siguió contando Shimrra—. Estaba claro que procedía de Yun-Harla. Por eso ordené a los sacerdotes que pidieran ayuda a la diosa… que le hicieran sacrificios y la veneraran como a Suma Señora del Universo. Y nuestras súplicas no han sido en vano; pues ella nos ha proporcionado la solución a la prueba que nos han puesto en nuestras puertas los dioses.

Nom Anor apenas era capaz de evitar que su confusión interior se expresara en su rostro. Él no era el único de los presentes en el Salón de la Confluencia que sabía que el octavo córtex no era más que una ficción, tan vacía como el pozo gravitacional de un dovin basal.

Entonces, ¿qué pretendía Shimrra al evocar revelaciones de protocolos no existentes? Evidentemente, él mismo había pergeñado aquel acertijo y su solución, pero ¿con qué propósito? La élite tuvo que esperar una vez más mientras un temblor más fuerte que el anterior sacudía la Ciudadela, haciendo caer una lluvia de polvo de coral yorik de la alta bóveda.

—La solución acaba de llegar a Yuuzhan’tar —dijo Shimrra—. Ha sido entregada en forma de una nave espacial herida, con su tripulación de Aniquiladores enfermos y un cuidador moribundo. En un mundo remoto e insignificante llamado Caluula, la nave y sus pasajeros fueron víctimas de un agente químico virulento creado por nuestros enemigos, que lo liberaron con la esperanza de destruir todo lo que es yuuzhan vong… desde la más elemental de nuestras creaciones, hasta a mí mismo.

»El agente químico podría haber tenido ese efecto si no hubiera sido por la agudeza del cuidador, por la iniciativa de su tripulación valerosa de guerreros, y por la perspicacia de vuestro Sumo Señor, quien ordenó que se impidiera que la nave aterrizara en Yuuzhan’tar y que mantuviera contacto con ninguna otra nave.

»¡Ved ahora la belleza del equilibrio cósmico en funcionamiento! Tchurokk Yun’tchilat! ¡Ved la voluntad de los dioses! Pues este mundo de mal agüero que ilumina nuestro cielo nocturno, este mundo viviente que se encontraron nuestras fuerzas hace tantos años, a la deriva en los confines mismos de esta galaxia, debió de ser creado también por Yun-Yuuzhan y debe de estar asociado con nosotros en las profecías. ¡Asociado y, por tanto, vulnerable al contagio mortal creado por nuestro enemigo y sancionado por los dioses!

Shimrra volvió a blandir con el Cetro de Poder.

—¡La nave herida es el anfibastón que arrojaremos para expulsar al extranjero de nuestra puerta! ¡Esa nave será nuestra salvación y nuestro modo de trascender la prueba que a los dioses les ha parecido oportuno imponernos!

Nom Anor empezaba a sentirse como un gnullith: las palabras de Shimrra lo henchían y lo dejaban aplastado sucesivamente.

¿Un agente químico tóxico, capaz de envenenar a Zonama Sekot? Cualquiera que conociera la historia durante la misión de reconocimiento del comandante Zho Krazhmir al mundo viviente sabía que Krazhmir había intentado envenenar a Zonama Sekot, sin conseguirlo. Y si había fracasado una toxina creada por los yuuzhan vong, ¿cómo podría tener éxito una toxina creada por el enemigo?

Más aún: si existiera tal arma biológica, sin duda ya se habrían enterado de ellos los miembros de la antigua red de espías de Nom Anor entre la Brigada de la Paz, o los que seguían en su lugar en Mon Calamari. ¿Habría pergeñado Shimrra aquella historia sólo para unir a los guerreros y a los sacerdotes y conseguir que los yuuzhan vong murieran entre el resplandor de la gloria? ¿O había vuelto a infravalorar Nom Anor la capacidad del Sumo Señor? ¿Era éste más brillante todavía de lo que había parecido cuando usurpó el trono?

—Zonama Sekot es una estrella de la muerte —decía Shimrra. Apuntó con su anfibastón a Nas Choka y a sus comandantes supremos—. ¡Vuela hasta ella, Maestro Bélico! ¡Llévate a Zonama Sekot tu armada poderosa, y deja clara a los dioses la firmeza inquebrantable de los yuuzhan vong!

* * *

«¿Qué quiere la Fuerza para los yuuzhan vong?». La pregunta seguía sonando en la mente de Jacen rato después de que éste regresara a la hondonada donde solía pasar el rato en Zonama Sekot. Descolgó el sable láser de su cinturón de paño, activó la hoja verde y la agitó por el aire fresco. Los pájaros que estaban posados en los boras próximos, sobresaltados por el zumbido, echaron a volar por el cielo azul claro. Jacen se quedó plantado con los pies en paralelo, el pie derecho por delante, cargando el peso en la parte delantera de los pies, y saltando después con el pie retrasado para atacar. Separó más los pies sobre la ladera de la colina y los dispuso en ángulo.

Blandió la hoja sin agacharse ni vacilar, sin bajar la cabeza ni esquivar, adoptando una actitud ideal, mientras avanzaba con un movimiento ininterrumpido o daba pasos cortos con cada pie para mantener el enfoque y el equilibrio. Sostuvo la empuñadura en la guardia media, un poco por delante del vientre, con la punta levantada treinta grados, y practicó varias secuencias de velocidad y dulon. Después, bajando la punta como dirigiéndola a las rodillas de un contrincante, lanzó un revés hacia arriba en diagonal. Levantó el sable de luz sobre su cabeza, con la empuñadura apuntada a los ojos de su contrincante imaginario (unos ojos angulosos de yuuzhan vong) y lanzó un tajo de arriba abajo.

Con los codos hacia el suelo, sostuvo el sable en vertical, por encima de su hombro derecho junto a su cabeza, y realizó una serie de ataques jung y de paradas jung ma. Por último, sostuvo el sable bajo, a su derecha, con la hoja apuntando al suelo, a su espalda, y realizó un barrido ascendente en diagonal. Saltando con fuerza hasta el borde de la charca, realizó una serie de volteretas y giros completos asistidos por la Fuerza, cayendo de pie para volver a ejecutar golpes circulares laterales y movimientos rápidos de muñeca, hasta que empezó a jadear y se le llenó la cara de sudor. Entonces percibió que alguien lo estaba mirando, y desactivó la hoja con repentina timidez.

Suspiró y se sentó. Era bastante buen maestro del sable láser y acróbata sai, pero su habilidad no podía compararse con la de Luke, Kyp, Mara, Corran… ni con la de Anakin. Sencillamente, aquello no lo llenaba. Contemplando la empuñadura de su sable láser, empezó a llenarse de recuerdos de tres años antes, del planeta Duro, y le volvió la visión que había tenido, como si no hubiera pasado el tiempo. En un momento dado estaba trabajando con un grupo de refugiados ryn, y un instante después caía de espaldas al vacío. Oyó que Luke le llamaba; se volvió, y vio a su tío, que llevaba vestiduras de color blanco puro, vuelto hacia otro lado y con el sable de luz rutilante en guardia diagonal, con las manos a la altura de la cadera, la punta alta. Jacen gritó que Jaina estaba herida, pero Luke no le respondió.

Luke tenía puesta su atención, más bien, en un guerrero yuuzhan vong cubierto de armadura color óxido, que sostenía un anfibastón frente a su cuerpo, reproduciendo la postura de Luke. El guerrero se encontraba en la parte más alejada del disco donde estaban los tres, que giraba lentamente, y no era visible a través de la Fuerza. Era un simple vacío, una oscuridad que anunciaba la muerte con tanta seguridad como la luminosidad de Luke anunciaba la vida. El disco se fue disgregando hasta convertirse en una galaxia de brazos espirales. Luke, situado en el centro, adoptó una postura de combate, alzando el sable de luz hasta el hombro derecho, con la punta levantada, mientras avanzaban guerreros yuuzhan vong de entre la oscuridad.

Luke se mantuvo firme, defendiendo el centro y repeliendo a los invasores, hasta que, por último, el número de éstos se hizo tan grande que el disco se desequilibró hacia ellos. Jacen, sin saber qué hacer, volvió a llamar a Luke. Esta vez, Luke se volvió y le arrojó el sable de luz, que trazó un arco lento, zumbante, dejando un rastro de chispas de color verde pálido sobre el plano galáctico. Jacen se llenó de ira, al mismo tiempo que el miedo y la furia le enfocaban la fuerza. Quería destruir al enemigo. Extendió la mano para recoger el sable… y falló.

Aquel error fue su perdición. Se alzó una tormenta oscura y mortal alrededor de los invasores, y el plano galáctico siguió inclinándose hacia ellos con mayor rapidez. Jacen sintió que empezaba a hacerse más pequeño, hasta que no fue más que un punto minúsculo e insignificante en la tormenta oscura. Impotente, desarmado por un momento de ira, condenado por un solo paso en falso… y la galaxia estaba condenada con él. Una voz como la de Luke, pero más profunda, hizo temblar los campos estelares, tronando: «¡Jacen! ¡Mantente firme!».

El horizonte seguía inclinándose, y Jacen se arrojó hacia delante, dispuesto a sumar su peso reducido al lado de Luke (a la luz); pero volvió a dar otro paso en falso. Buscó la mano de su tío, pero se le escapó de entre los dedos una y otra vez. Por último, Luke asió la mano de Jacen y la sostuvo con fuerza, y le animó a que aguantase la tormenta. La pendiente iba en aumento bajo los pies de los dos.

Las estrellas se apagaban. El enemigo corría hacia delante, eclipsando mundos, cúmulos estelares enteros, galaxias lejanas. Y la voz volvía a tronar: «¡Mantente firme!».

Los yuuzhan vong se lanzaron al ataque… y, entonces, Jacen volvió en sí, volvió al aquí y al ahora. Desde que había tenido aquella visión, había luchado contra el enemigo en mundos incontables, había herido al Maestro Bélico Tsavong Lah, había triunfado ante muchos enemigos de menor valía, Vergere lo había despojado de la Fuerza y se la había devuelto, y su Maestro Jedi, Luke, lo había nombrado Caballero. Sin embargo, seguía sintiéndose como si fuera un aprendiz. Los Jedi de la Antigua República se habían centrado demasiado en el adoctrinamiento y en los rangos. Si eras Padawan, eras menos que Caballero; y si eras Caballero, eras menos que Maestro…

Pero ahora que ya no existía un Consejo Jedi de Maestros sagaces, ¿quién podía decir que un simple Padawan no era capaz de tener más Fuerza que otro de rango superior? ¿Era posible que tuviera que ser la misma Fuerza quien se lo dijera al Jedi? En estos tiempos, los rangos eran más bien como ascensos honoríficos, como el ascenso de Jaina a coronel.

Hasta la ceremonia de nombramiento de Caballeros Jedi… Él no le había visto ningún sentido, como tampoco se lo había visto Jaina. Tenían que ver su camino con independencia de ese tipo de cosas. Pero si su educación había consistido en sus veinte años de tutela, y si el tiempo que había pasado con Vergere en el vientre de una semillanave yuuzhan vong y en el Coruscant conquistado habían sido sus pruebas de Padawan, ¿qué era, entonces, la decisión que tenía que afrontar ahora?

¿Acaso no era también una especie de prueba? ¿Qué quiere la Fuerza para los yuuzhan vong? «Mantente firme», le había dicho la voz de la visión. A veces tenía la sensación de que su educación estaba a punto de quedar completa, y que aquel último año había sido su verdadera prueba (seguramente muy distinta de las que había tenido que afrontar cualquier otro Caballero Jedi); pero esta sensación no solía durarle mucho rato.

—¿Practicando, Jacen? —preguntó de pronto una voz femenina. Entonces supo quién era lo había estado observando. La proyección de pensamiento de Vergere por Sekot surgía del centro de la charca.

—Siempre —dijo él.

—¿Qué quieres conseguir?

—La maestría.

Vergere asintió con la cabeza.

—Jacen, para acceder a lo más hondo de la Fuerza Unificadora, tenemos que renunciar a nuestro deseo de controlar los acontecimientos. Tenemos que despojarnos de palabras y de pensamiento, porque también las palabras nacen del mundo físico. Debemos abstenernos de analizar la Fuerza y limitarnos a dejarnos guiar por la Fuerza. Nuestra relación con la Fuerza debe ser impecable, sin que deba estar guiada por palabras ni por razonamientos. Debemos llevar a cabo las órdenes de la Fuerza como si fueran inapelables. Y debemos hacer lo que hay que hacer, sea quien sea quien intenta impedírnoslo.