CAPÍTULO 10

En fila india, Luke, Mara, Corran, Jacen y Saba siguieron a Danni Quee hasta el fondo del cañón, donde esperaban encontrar a Harrar, el sacerdote yuuzhan vong. Como las lianas que aseguraban las plataformas voladizas estaban imposiblemente enredadas, tuvieron que seguir una ruta circular de rampas y escaleras. La lluvia seguía cayendo en una manta ondulante y los Jedi iban con las cabezas gachas y las capuchas de sus capas empapadas puestas. Más abajo, parcialmente oculto por un manto volutas de niebla, el río crecido rugía. Estaban atravesando el segundo nivel cuando Danni se detuvo y señaló a una pequeña casa en el acantilado en la que una luz parpadeaba a través de las toscas aberturas que hacían las veces de ventanas.

—Estaba deshabitada, así que no nos molestamos en pedir permiso para utilizarla —explicó lo suficientemente alto para que todos la oyeran.

Estaban a veinte metros de la casa cuando un grupo de ocho ferroanos salieron de la penumbra de una cueva natural para interceptarles. Gráciles humanoides de pálida piel azul, no eran originarios de Zonama Sekot pero habían sido traídos a aquel mundo muchas generaciones antes. Sus sencillos pantalones y camisas se les pegaban al cuerpo y les caía agua por las caras enfurecidas. En la mano izquierda el que parecía ser el líder, Senshi, tenía una barra luminosa que emitía una esfera de luz neblinosa a su alrededor.

—Habéis capturado a un yuuzhan vong —dijo y nubes de vapor de su respiración acompañaron sus palabras.

Luke negó con la cabeza.

—Lo encontramos herido y lo trajimos aquí para curarlo.

—Nosotros no le hemos herido —dijo Senshi—. Aunque se merece cualquier herida que tenga por lo que él y los otros han provocado.

Poco después de que Luke y los otros Jedi llegaran a Zonama Sekot, Senshi (por la insistencia de Sekot) había contribuido a llevar a cabo un secuestro falso de Danni Quee como forma de poner a prueba a los Jedi. Granjero de oficio, tenía motas doradas en los ojos y el pelo muy corto que se le había ido volviendo de un gris azulado con la edad. Como había perdido muchos familiares y amigos durante las Travesías al espacio conocido, tenía sentimientos encontrados respecto a la decisión de Sekot sobre allí si volver o no.

—Todavía no sabemos quién o qué fue el responsable de eso —le contradijo Luke—. Esperamos que el yuuzhan vong nos los explique —dio un paso adelante pero nadie en el grupo se movió.

—Podrías apartarnos sólo con un pensamiento —dijo Senshi—, pero no lo harás si eres un verdadero servidor de la Fuerza.

Luke se quitó la capucha y lo miró.

—Y si tú sirves a la Fuerza nos dejarás pasar.

El ferroano señaló la casa.

—Como se trata de un enemigo de Zonama Sekot, nosotros deberíamos ocuparnos del yuuzhan vong.

—¿Ocuparos cómo? —preguntó Luke con calma—. ¿Torturarlo o matarlo devolverá a Zonama Sekot a Mobus? ¿Os habéis preguntado cómo reaccionará Sekot cuando se entere de que os habéis tomado la justicia por vuestra mano?

—Mira a tu alrededor, Jedi —dijo otro ferroano—. ¿Has visto Zonama alguna vez así? Ninguno de nosotros lo ha visto antes. Por lo que nosotros sabemos, puede que Sekot esté inconsciente. O algo peor.

Luke consideró mencionar la visita en forma de espectro de Jabitha a la casa donde estaban Mara y él, pero decidió que Sekot debía de tener alguna razón para no aparecer y tranquilizar a los ferroanos como había hecho con ellos.

—Danos la oportunidad de hablar con el yuuzhan vong antes de decidir qué hacer con él —pidió unos momentos después.

Los ferroanos meditaron la propuesta de Luke.

—Sólo si uno de nosotros está presente —respondió Senshi en nombre de todos.

—¿Cuál de vosotros? —inquirió Luke mirándolos a todos. Un hombre joven con el pelo blanco dio un paso adelante.

—Yo. Me llamo Maydh.

Luke asintió.

—Está decidido entonces.

Los ferroanos se separaron en dos grupos y le permitieron el acceso a la casa al Jedi sin oponer resistencia. Luke y el resto dejaron atrás la lluvia para encontrar a Harrar sentado en el suelo junto al fuego con las largas piernas estiradas delante de él. Tenía la cara y el cuerpo magullados y los dientes delanteros rotos. Tekli estaba de pie a su lado, curándole las heridas. Con pinta de roedor aunque bípeda, la chadra-fan parecía diminuta al lado del paciente alto y lleno de vendas. A las dos manos del sacerdote les faltaban dos dedos, pero su ausencia no tenía nada que ver con las heridas que había sufrido en Zonama Sekot. Tenía una gruesa melena y su brillante pelo negro le caía sobre la cara cubierta de tatuajes. Tahiri Veila, cuya frente llevaba rastros de las marcas de los yuuzhan vong, hablaba con él en voz baja en su idioma.

Danni le había asegurado a Luke que Harrar estaba desarmado. Tahiri estaba a punto de presentarle a Luke y a los otros cuando Harrar la cortó con un gesto de la mano.

—Hablaré con ellos en vuestra lengua —sus ojos caídos se dirigieron brevemente a Tahiri—. Aunque tal vez te necesite alguna vez para que me hagas alguna aclaración —su mirada volvió a los Jedi, mirándolos uno a uno.

Luke miró al sacerdote durante un largo momento y después dijo:

—Soy Luke Skywalker. Y ésta es mi esposa Mara.

A Harrar se le iluminaron los ojos al reconocer los nombres.

—El Maestro de los Jeedai… Y la que cayó víctima de las esporas coomb —añadió refiriéndose a Mara, cuya enfermedad no se había curado del todo hasta que tuvo a su hijo, Ben.

Luke continuó.

—Creo que ya has conocido a Tahiri y a Corran. Y ahora también a Tekli y Danni —señaló a su derecha—. Entonces sólo quedan Saba, Jacen y Maydh, cuyo mundo obviamente habíais venido a destruir.

—Jacen Solo —dijo Harrar con algo que casi se podría decir que era respeto reverencial—. Te he seguido desde la distancia, joven Jeedai, figurativa y literalmente.

Luke metió las manos en las mangas de su capa y se sentó frente a Harrar en un banquito con patas cortas.

—Tú pareces saber más de nosotros que nosotros de ti. Tal vez quieras arreglar eso.

—Tal vez.

El resto de los Jedi y Maydh se fueron sentando en un semicírculo.

—Le has dicho a Corran y a Tahiri que tú, Nen Yim y el Profeta habíais venido a Zonama Sekot a buscar respuestas. A nada más.

Harrar asintió.

—Cada uno tenía propósitos diferentes que no compartía con los demás —se detuvo un momento—. Nen Yim es una cuidadora (en otro tiempo aprendiz de Mezhan Kwaad, quien intentó convertir a Tahiri en una de nosotros en el mundo que vosotros conocéis como Yavin 4). Shimrra le había encargado a Nen Yim que analizara una nave orgánica que había crecido aquí, en Zonama Sekot. El análisis la llevó a un descubrimiento interesante que parecía vincular de diferentes formas este mundo con el de los yuuzhan vong. Vino aquí para intentar verificar sus teorías. Por su parte Yu’shaa, el Profeta, decía que su razón para acompañarnos era determinar si Zonama Sekot podía resultar útil de alguna forma al movimiento herético que él había ayudado a organizar entre los Avergonzados en Yuuzhan’tar.

—¿Y cuál era tu razón? —le preguntó Mara.

—Mi motivo era menos noble —confesó Harrar—. Sospechaba que la cuidadora Nen Yim también era una hereje, pero de un tipo diferente. Es más, creía que Shimrra sabía de sus prácticas poco ortodoxas, lo que significaba que él también sería un hereje. Además estaba interesado en desenmascarar a Yu’shaa y en averiguar si sus creencias eran o no genuinas.

—El Profeta mató a Nen Yim y a ti te dejó dándote por muerto —dijo Luke—. ¿Fue eso porque Nen Yim y tú conseguisteis desenmascararlo?

—No. Él quería asegurarse de que no sobrevivíamos para compartir la gloria por haber destruido Zonama Sekot —contestó Harrar mirando a Luke.

—Por lo que se ve, le conoces.

Luke esperó.

—No es otro que Nom Anor.

Todo eso ya se lo habían contado a Luke antes Corran y Tahiri, pero quería oírlo de labios del sacerdote.

—Lo sabemos —dijo Mara rompiendo el silencio—. Pero algo no encaja. Puede que Nom Anor viniera aquí oculto tras la identidad del Profeta, pero no puedo aceptar que Nom Anor sea el que ha estado influenciando a los Avergonzados para que depositen su fe en los Jedi.

—Te confieso que yo también estoy perplejo —dijo Harrar—. Pero debes entender que, por lo que pasó en Ebaq 9, a Nom Anor le han quedado muy pocas opciones que no incluyan alejarse lo más posible del alcance de Shimrra, cosa que no es fácil. Probablemente Nom Anor se encontró con los herejes en el subsuelo de Yuuzhan’tar y le fue viendo las ventajas a convertirse en su instigador y en su principal voz.

—Eso no me sorprende tanto —concedió Mara.

—Pero tiene que haberse dado cuenta de que Zonama Sekot puede suponer el fin de la guerra —intervino Luke—. ¿Entonces por qué intentar destruirlo, cuando sus… seguidores serían los que más ganarían si eso ocurriera?

Harrar sacudió la cabeza.

—Sólo puedo especular. Quizás sus acciones aquí le han permitido volver a ser aceptado por Shimrra… Porque Shimrra teme a este mundo más de lo que os creéis. Nom Anor siempre ha tenido el deseo de ser ascendido, y la posibilidad de conseguir ese ascenso puede que haya sido razón suficiente para abandonar a los herejes que confiaban en él. Aunque también es posible que Nom Anor haya estado trabajando en secreto para Shimrra todo el tiempo, incluso cuando se escondía tras el Profeta. Puede que Shimrra quisiera crear en Yuuzhan’tar la sensación de que había un problema para distraer a la élite de otros problemas más acuciantes que tengan que ver con la guerra y la naturaleza rebelde del Cerebro Planetario de Yuuzhan’tar. O que esté planeando utilizar la creciente «herejía» como justificación para librar a nuestra sociedad de los indeseables y los parias.

Harrar suspiró profundamente.

—Nom Anor es un infiel consumado. En lo único que cree es en sus propias ambiciones —miró la pequeña habitación que le rodeaba—. Pero parece que no tuvo éxito en su propósito de eliminar a Zonama Sekot, una amenaza potencial a sus planes y los de Shimrra.

—Eso aún está por ver —dijo Corran—. No sabemos si como resultado de las acciones de Nom Anor o para protegerse, Zonama Sekot ha saltado al hiperespacio. ¿Adónde? Todavía no se sabe. Si esta lluvia para alguna vez, puede que podamos averiguar dónde estamos. Pero hasta ahora Sekot no ha accedido a ayudarnos.

—¿Sekot? —repitió Harrar.

—La inteligencia que gobierna Zonama —explicó Jacen.

Harrar lo procesó.

—Otra similitud con Yuuzhan’tar…

—O Coruscant, como nos gusta llamarlo a nosotros —apuntó Corran con dureza.

Harrar lo miró y sonrió un poco.

—No hablo de vuestra antigua capital galáctica reformada, sino del hogar primordial de los yuuzhan vong. Mucho antes de morir a manos de Nom Anor, Nen Yim había llegado a descubrir que este mundo es increíblemente parecido a las descripciones de Yuuzhan’tar que han llegado hasta nosotros a través de historias y leyendas —el sacerdote se volvió hacia Maydh—. Y lo que es más: que los ferroanos son la personificación de lo que nosotros tendríamos que haber llegado a ser —una pena profunda se vio en las facciones escarificadas de Harrar—. Descubrir eso entristeció a Nen Yim e hizo añicos su fe. Y exactamente lo mismo ha pasado con la mía.

—Sabemos que una de vuestras primeras flotas de reconocimiento pasó por Zonama Sekot mientras todavía estaba en el espacio conocido —le contó Jacen.

—«Pasar» no es el término correcto, joven Jeedai. Como he dicho, hay muchas cosas que unen a Zonama Sekot y a los yuuzhan vong. Nen Yim descubrió muchas similitudes que no pueden ser atribuidas a la casualidad. Zonama Sekot y Yuuzhan’tar han tenido acceso a los mismos protocolos en la construcción de naves y otros dispositivos.

—Naves sí —admitió Luke—, pero los motores que propulsan la naves sekotanas no son orgánicos, Harrar.

El sacerdote rechazó la afirmación con un gesto de la mano.

—Ni tampoco están hechas de coral yorik. Pero lo que importa es que crecen —se encogió de hombros—. Como no conozco los secretos de las artes de los cuidadores no puedo proporcionaros pruebas de eso. Pero sé en el fondo de mi corazón lo que es cierto y lo que no.

—¿Y por qué nunca habéis intentado volver a Zonama Sekot después de aquella primera toma de contacto? —preguntó Jacen.

—Porque pocos saben de ese contacto —Harrar se quedó en silencio un momento y después dijo—. Os voy a contar cosas que no le revelé a Nen Yim (ni tampoco a Nom Anor), sólo para que haya un mejor entendimiento entre nosotros. Durante los últimos días del reinado de Quoreal, el predecesor de Shimrra, había rumores de que se había descubierto un mundo viviente. Y habladurías también de que los sacerdotes de Quoreal habían interpretado el descubrimiento como un signo de que debíamos evitar el contacto con vuestra galaxia. Los textos antiguos dejaban claro que la existencia de ese mundo era un anatema para nosotros; algo que podría probar claramente que hicimos mal.

—Pero invadisteis de todas formas —dijo Mara.

Harrar asintió.

—Nos estábamos muriendo. Shimrra lo supo. Apoyado por su Dominio, usurpó el trono de Quoreal y dirigió el convoy de mundonaves para continuar con lo planeado, dándole su total bendición a la invasión y asegurándole a todo el mundo que los dioses le habían dicho que vuestra galaxia tenía que ser nuestro nuevo hogar (siempre y cuando lo purificáramos o, al menos, os convirtiéramos a todos a la única verdad). Nada se dijo de lo que había pasado con el mundo viviente. Aquéllos que tenían un rango menor que la élite aceptaron con fe que Shimrra había oído la palabra divina. Shimrra no es alguien con quien se pueda jugar de todas formas. Como la invasión progresó con facilidad, muchos de nosotros dejamos de lado nuestras dudas. Nos convencimos de que la decisión de Shimrra era correcta y de que los dioses nos favorecían. Sólo hace poco ha vuelto la duda a nuestras cabezas otra vez. El movimiento herético, la derrota en Ebaq 9, los continuos problemas en Yuuzhan’tar… —Harrar miró a Jacen—. Que sospecho que te debemos en parte a ti, joven Jeedai. Y a Vergere.

—¿La conoces? —preguntó Jacen sorprendido.

—Mejor que tú, pero obviamente no tan de cerca. Era una de las muestras que trajeron al convoy de mundonaves las naves de reconocimiento. Se convirtió en la familiar de la sacerdotisa Falung y después de la sacerdotisa Elan, de la secta del engaño, que sirvió en mi nave… —Harrar sonrió un poco—. Cuando yo tenía una nave.

—Elan… —dijo Luke con los ojos entornados.

El sacerdote se tomó un momento para pensar sorprendido.

—Ah, sí, casi me olvidaba del plan para envenenar a los Jeedai con bo’tous. Muy mal planificado. ¿Qué pasó con la pobre Elan?

—Tuvo una muerte horrible. Por envenenamiento con bo’tous —respondió Mara brevemente.

—Vergere era una Jedi —dijo Jacen con orgullo.

Harrar se quedó impasible.

—Eso supe después.

Miró de arriba abajo a Jacen, Luke, Mara y los demás.

—Vosotros me habéis preocupado desde el principio. No de la misma forma que preocupabais a Tsavong Lah. Ni como Nom Anor sigue preocupándose —posó su mirada en Luke—. No somos tan diferentes como os gusta creer.

Luke sonrió.

—Me gustaría creer que somos muy parecidos y que vosotros existís en la Fuerza, como todas las formas de vida.

—La enigmática Fuerza… —dijo lentamente Harrar—. Pero piensa esto, Maestro Jeedai. Veneramos la vida tanto como vosotros, si no más. La Fuerza os dé fuerzas; los dioses nos dan fuerzas a nosotros. Como vosotros, nosotros sentimos la necesidad de fundirnos completamente con la vida: de sentir, notar, experimentar esa interconexión con todas las cosas… Y todo eso está personificado en Zonama Sekot.

A Luke le recordó sus difíciles conversaciones con Vergere.

—Pero hay una gran diferencia entre nosotros: nosotros creemos que todo lo que no tiene en cuenta a la Fuerza es falso.

Harrar se encogió de hombros.

—Lo que no tiene en cuenta a los dioses es falso. Para nosotros, vosotros personificáis el poder oscuro, al parecer como lo hacían los Sith para los antiguos Jeedai. Y si los Sith se alimentaban de la Fuerza, igual que vosotros, ¿cuándo se volvieron oscuros? ¿Cuando no estuvieron de acuerdo con vuestros puntos de vista?

—Los Sith buscaban la destrucción y el caos para ponerlos al servicio de sus propósitos oscuros. Ejercían un poder absoluto para lograr sus fines. No veneraban a la Fuerza; sólo reverenciaban el poder que les otorgaba. Creían que su camino era el único camino.

—Igual que los Yuuzhan’tar —dijo Harrar—. Pero vosotros afirmáis no hacerlo.

—Le rendís culto al dolor —intervino Mara.

Harrar negó con la cabeza.

—Si se los pudiera convencer de que hablaran con toda sinceridad, Jacen y Tahiri te dirían lo contrario. Aceptamos que venir a esta vida implica dolor porque es una separación de los dioses. O de la Fuerza, si preferís. Pero como nosotros no existiríamos sin los dioses y su sacrificio, se lo agradecemos emulándolos y entregándonos en su nombre. El dolor es nuestro medio de reunirnos con Yun-Yuuzhan. Nos preguntamos por qué nos crearon los dioses para pasar toda nuestra vida sufriendo con el fin de poder volver con ellos. Pero eso es incomprensible. Los que crean no pueden hacer otro cosa que crear, y eso es lo que hacen los dioses. Esas cosas están más allá de nuestra comprensión y lo aceptamos así. Si nuestras enseñanzas son falsas, desapareceremos. Hasta ese momento tendremos que vivir según ellas.

—Perecer por ellas, querrás decir —le contradijo Corran.

—Tal vez. Pero todo esto es palabrería. Lo que yo temo ahora es que los dioses miren a los yuuzhan vong con disgusto. Me di cuenta de eso por primera vez cuando el comandante Kahlee Lah creyó que Jaina Solo se había convertido en un aspecto de Yun-Harla, la Mentirosa. Después vi como el Comandante Supremo Czulkang Lah era enviado a Borleias en la denominada Operación Lanza Estelar. Y ahora decenas de miles de Avergonzados se dejan seducir por una herejía de autoservicio… —Harrar bajó la mirada y sacudió la cabeza—. Como nos hemos designado instrumentos de Yun-Yuuzhan, asumiendo que tenemos licencia para purgar, castigar, santificar o matar por millones a aquéllos que no comparten nuestra visión del mundo, nos hemos convertido en blasfemos de nuestra propia religión. Ahora somos una especie débil, desesperada por demostrarles nuestra fuerza a los dioses.

Luke se inclinó hacia delante y apoyó los antebrazos en las rodillas.

—Si Shimrra entendiera eso, ¿se le podría persuadir de que acabara con la guerra?

—Shimrra odia el sonido de las palabras razonables. Tampoco se podría persuadir a nadie de la élite, excepto tal vez a los que permanecen fieles en secreto a Quoreal, cuyo objetivo ha sido siempre llevar pruebas a Yuuzhan’tar de que este mundo existe y dejar a Shimrra en evidencia, demostrando que ha violado el tabú con la invasión y que sus acciones puede que nos hayan condenado a todos.

El sacerdote se quedó en silencio un largo momento y después prosiguió:

—Respondedme a una pregunta: ¿podría Zonama Sekot ayudar a vencernos? ¿Es, como dicen, un arma?

Luke se tocó la mandíbula.

—Tiene esa capacidad.

Harrar exhaló lenta y tristemente.

—Entonces no me extraña que Shimrra lo tema. Las profecías tenían razón —miró inquisitivamente a Luke—. ¿Me vas a matar ahora, sacrificarme para la Fuerza?

—Nosotros no hacemos las cosas así —explicó Luke.

La confusión inicial de Harrar dio paso a la resolución.

—Entonces, si me lo permitís, me gustaría contribuir a encontrar una solución para lograr un entendimiento entre tu variada especie y la mía. ¿O te sueno como Elan, prometiendo una cosa y decidido a hacer otra muy distinta?

Mara, Jacen y los demás seguían intercambiando miradas de incredulidad atónita cuando Luke dijo:

—Tal vez lleves contigo algo más mortífero que el bo’tous, Harrar. En forma de ideas.

Harrar presionó las puntas de los dedos de sus manos unas contra otras y se las acercó a su labio inferior desfigurado.

—Se dice que Yun-Harla reserva sus trucos más ingeniosos para aquéllos que le tienen más devoción. Pero aquí estamos nosotros, juntos por razones que van más allá de nuestra comprensión. Al menos deberíamos intentar establecer un nuevo principio desde aquí.