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Álex cierra el cuaderno y lo deposita sobre la mesita que tiene a su lado. Coloca cuidadosamente el bolígrafo encima.
Mira por la ventana. La noche ya ha pintado el cielo de negro, donde sólo brillan un par de estrellas.
Abre el cajón y extrae el féretro de su interior. Lo deja a su lado, sobre la cama.
Repasa el hechizo mentalmente para comprobar que aún se acuerda de las palabras. Las recuerda perfectamente. Con suavidad acaricia la superficie de la tapa. El calor que emana recorre su brazo envolviéndolo en una agradable sensación de bienestar.
Ya es la horadice una voz procedente de un rincón.
Álex ahoga un grito. Mira hacia las sombras dónde poco a poco una figura comienza a caminar hacia él: Gonzalo.
Pensaba que no habías conseguido llegar a mi dimensiónmurmura aliviado al ver al pequeño demonio.
Gonzalo señala el féretro.
¿Empezamos?
Álex asiente y pone la mano sobre la tapa de la caja, preparado para levantarla.
Me alegro de que estés aquídice.
Vengaanima Gonzalo, disimulando una pequeñasonrisa. Hazlo ya.
¿Puedo hacerte una pregunta primero?
El demonio asiente de mala gana.
¿Cómo acabaste encerrado en el féretro?
Gonzalo comienza a pasear por la habitación.
Ya te dije que es una larga historia. No tenemos tiempo.
Haz un resumenexige Álex.
Está bienGonzalo se detiene frente al niño que lo mira desde la cama. Esta no es la primera vez que se abre el féretro.
Álex abre de golpe los ojos, sorprendido.
¿Qué pasó?
No hay tiempo para que te lo cuente todo. Basta con que sepas que conseguimos devolver a Áxelus al féretro. Desgraciadamente me arrastró con él al finalizar el hechizo.
Álex asiente, empatizando con lo que debió sentir el pequeño demonio al verse atrapado sin remedio dentro de aquella diminuta caja.
¿Alguna pregunta más?pregunta Gonzalo. O acabamos de una vez con todo esto.
Sin responder, Álex levanta la tapa, sosteniéndola en alto y comienza a recitar el hechizo a voz en grito:
Dico esse ex tenebris.
La habitación entera comienza a temblar. Álex mira asustado a Gonzalo.
¡No te detengas!grita el demonio. Pase lo que pase, no te detengas. ¡Continua!
Álex asiente y pronuncia la siguiente frase:
Quia nomen tuum: Áxelus.
La enorme ventana de cristal estalla de pronto. Los fragmentos caen sobre ellos, que se cubren los rostros con los brazos.
Un fuerte viento huracanado entra, creando el caos, en la habitación.
En la pantalla de la televisión, Álex ve reflejada la gigantesca silueta cubierta con una túnica. Los mira fijamente, furioso, con sus brillantes ojos amarillos.
¡Gonzalo!grita Álex señalando el televisor. ¡Es Áxelus!
El demonio ve lo que le indica el niño. Rápidamente asiente.
¡Yo me encargo! ¡No te detengas!
Mientras habla se coloca frente al televisor con ambas manos levantadas, apuntando con las palmas abiertas hacia la pantalla. Sus labios comienzan a moverse en una silenciosa retahíla.
Álex continúa:
Sunt praecipio obedientia et subiectione.
Comienza a notar una pequeña fuerza que le empuja sobre el colchón de la cama, una fuerza invisible que poco a poco va ganando potencia. La tapa del féretro parece arder en su mano.
Revertere ad conclusionem in saecula saeculorum.
Gonzalo se balancea sobre sí mismo, a punto de caer. Su rostro refleja el descomunal esfuerzo que está haciendo. Un profundo corte sangrante aparece de pronto en su frente.
Álex tosió. El pecho le punzaba provocándole una auténtica agonía. Las palabras se ahogaban en su garganta.
Gonzalo miró de reojo al niño y aumento aún más la intensidad de su enfrentamiento. Nuevos cortes aparecieron en sus brazos.
¡Aguanta, Álex!grita. ¡Acaba el hechizo!
Casi inmediatamente, la presión en el pecho de Álex desaparece. Pese a todo, la tapa está quemando la piel de su mano, formando crecientes y dolorosas ampollas.
Logra pronunciar una nueva frase:
Donec daret Dominus umbrarum dicunt animam.
Gonzalo cae de rodillas sobre el suelo. Ahora sangra por numerosas heridas que se continúan multiplicando sobre su voluminoso cuerpo.
Sólo queda una frase. Cuatro simples palabras y todo acabará.
Álex coge aire, pero cuando va a hablar, se eleva flotando sobre la cama. Antes de darse cuenta sale disparado por el aire, estrellándose con fuerza contra la pared.
Grita de dolor. Se da cuenta de que no tiene la tapa. La ha perdido con el golpe. Rápidamente comienza a gatear por el suelo, arrastrando el yeso de su pierna, buscándola.
Gonzalo, frente al televisor, consigue ponerse en pie de nuevo. El aire cesa levemente en la habitación. A su alrededor, hay un enorme charco de sangre, su sangre, que se va ampliando por momentos.
Álex ve la tapa. Está en el otro extremo de la habitación, a unos cuatro metros de donde se encuentra.
Se arrastra por el suelo hasta ella, pero cuando va a alcanzarla, la tapa se aleja de él deslizándose por el suelo, como si alguien le hubiese pegado una patada.
Se desliza tras ella, pero ocurre lo mismo cada vez que está a punto de cogerla.
Gonzalo grita. Todavía se aguanta en pie, pero por su pronunciado balanceo, Álex sabe que no aguantará mucho más. Tiene que recuperar la tapa y pronunciar la última frase. Acabar el hechizo.
Se arrastra por el suelo. Intenta desesperadamente cogerla, pero siempre escapa de su mano en el último segundo. Poco a poco empieza a desesperarse, pero sigue en su empeño. Sabe que si se rinde ya no habrá esperanza. Esta es su última oportunidad.
Finalmente, Gonzalo cae de espaldas. El suelo retumba por la caída. Su rostro presenta un tono ceniciento, que a Álex le recuerda el aspecto de Emilio antes de resecarse convirtiéndose en piedra.
Sacando una repentina fuerza que desconocía que poseía, Álex logra ponerse en pie. Salta, tomando todo el impulso del que es capaz, hacia la tapa. Cae sobre ella cuan largo es. Algo cruje en su pecho, seguramente se ha roto alguna otra costilla. ¿Qué más da tres en vez de dos? Lo que más le preocupa es su pierna derecha. El yeso que la cubre se ha partido con el golpe y nota una terrible sensación mezcla de entumecimiento y punzante dolor.
Gritando comienza a recitar las últimas cuatro palabras:
Et...
Álex siente como unas manos invisibles le agarran por el cuello. Unas manos con unas enormes garras que se le clavan en la garganta.
…Mandavero…
Nota la sangre emanar de los pequeños agujeros abiertos en su cuello. Su vista se vuelve borrosa.
A lo lejos oye unos golpes. Alguien forcejea con la puerta intentando entrar desesperadamente.
…et…
Unos puños invisibles le golpean con dureza, en el estómago y en el pecho. La agonía se vuelve insoportable. Tose. La sangre asciende a borbotones por su garganta, escupiéndola con cada nueva convulsión.
La puerta de la habitación vibra con fuerza. Enseguida vuelve a vibrar. La madera se comienza a astillar. Del otro lado se escucha la voz del doctor Santiago Núñez, que se lanza contra ella utilizando su enorme peso para derribarla. También se escucha el agudo llanto de Alicia, la enfermera.
Álex sabe que está muriendo. Áxelus lo está matando con sus propias manos. Pese a todo no se rinde y hace un esfuerzo para pronunciar la última palabra:
…implebo.
La calma vuelve de repente, unida a un profundo silencio.
Álex permanece en el suelo, completamente inmóvil. La tapa escapa de su mano y vuela hasta la cama, colocándose en su sitio, sobre el féretro.
La puerta se abre fácilmente, ahora nada opone resistencia y Santiago entra corriendo. Se deja caer a su lado para ver la gravedad de las heridas. Se da cuenta de que no siente el tacto de las manos del doctor sobre su cuerpo.
¡Dios mío!grita Alicia a lo lejos. Aquí hay otro niño.
Álex sabe que se refiere a Gonzalo. Sabe que el demonio es inmortal, aun así, no puede evitar preocuparse por él. Nunca lo habría conseguido sin su ayuda.
Poco a poco una creciente oscuridad va cerrándose a su alrededor. El dolor de su cuerpo parece desvanecerse cuando más se adentra en ella. Es como si el cuerpo ya no le perteneciera. Inconscientemente, se deja arrastrar por esa negrura. En su interior se siente bien. Mejor que bien.