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Me despertaron unas voces que discutían al otro lado de la puerta de la habitación. Escuché atentamente intentando enterarme de que era lo que pasaba, pero lo único que llegaba a mis oídos eran murmullos indescifrables.
La puerta se abrió y entró Alicia. La seguían dos hombres robustos vestidos con sendos uniformes de policía.
Álexdijo Alicia acercándose a mi cama. ¿Cómo te encuentras?
Iba a contestarle, pero no esperó mi respuesta:
Estos son los agentes López y Camachoseñalo primero a uno y luego al otro policía. ¿Te sientes con fuerzas para hablar con ellos?
Yo no entendía nada. De todas formas, asentí. En mi mano, oculta por la sábana la caja vibró levemente.
Uno de los policías, un hombre gordo, con el pelo canoso, se acercó con paso seguro a la cama.
Holame dijo, yo soy el agente Camacho, pero mis amigos me llaman Iván.
Holarespondí. Yo me llamo Álex.
Camacho extendió la mano. Se la estreché.
Bien, ya somos amigosdijo sonriendo. Tras él, López me miraba muy serio. Álex, ¿verdad que contestaras un par de preguntas que tengo que hacerte?
¿Qué preguntas?mi voz tembló al hablar.
Unas muy sencillasla sonrisa de Camacho se amplió aún más en su redondo rostro.
Se volvió un momento hacia Alicia.
¿Si nos permite un momento?
Noprotestó ella, yo me quedo.
López la cogió por el brazo y la empujó hacia la puerta.
Lo sientodijo, esto forma parte de una investigación y lo que se hable aquí dentro es confidencial.
A regañadientes, Alicia salió de la habitación, dejándome sólo con esos dos hombres.
Camacho me miró fijamente, la sonrisa desapareció de su rostro como por arte de magia. López se volvió a colocar un par de pasos detrás de él.
Bien, Álexempezó a decir Camacho. Cuéntanos lo que pasó ayer en tu casa.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tragué saliva antes de hablar:
Yo…, no me acuerdo.
Vamos, Álex. Haz un esfuerzo, sabemos perfectamente que estabas allí. Dinos todo lo que recuerdes.
No me acuerdo de nada.
¡Mentira!gritó Camacho acercando su rechoncho rostro a pocos centímetros de mi cara. Sé perfectamente que estabas ahí, tenemos un testigo, así que no me mientas, Álex, porque ahora somos amigos y los amigos no se mienten, ¿verdad?
Asentí despacio con la cabeza.
Porque no querrás que dejemos de ser amigos, ¿verdad?siguió diciendo Camacho. No creo que te gustara como trato a los que no son mis amigos. Que me dices, Álex. ¿Somos amigos o no?
Volví a asentir en silencio. En mi mano la caja seguía vibrando, acrecentándose por momentos el calor que emanaba.
Entonces, ¿me vas a contar lo que pasó ayer en tu casa?
Mis ojos se empañaron, bajé la mirada.
Este mocoso no va a decir nadadijo López.
Sí que hablaráCamacho me sonrió de nuevo. ¿Verdad que nos lo vas a contar?
Asentí con la cabeza, aterrorizado por lo que pudiera pasarme si decía nuevamente que no me acordaba de nada. En mi mano, la vibración de la caja ya parecía el ronroneo del motor de un coche. Pese a que me estaba quemando la piel de la palma, la apreté aún más.
Biendijo Camacho guiñándole un ojo a su compañero, antes de volver a increparme. Vamos, empieza a hablar que no tenemos todo el día.
Áaa….leeeexxxxoí que me llamaba la voz infantil desde la caja.
Camacho retrocedió un par de pasos asustado.
¿Qué coño ha sido eso?dijo. De un fuerte tirón lanzó por los aires la sábana que me cubría.
Apreté con fuerza la caja.
Abreee laa caaa….jjjaadijo la voz infantil. Los dos policías retrocedieron un poco. López colocó su mano sobre la culata del revolver que llevaba colgado en la cintura.
¿Qué tienes ahí?preguntó Camacho acercándose con cuidado.
Coloqué mi mano sobre la tapa de la caja y empecé a tirar de ella.
¡No hagas eso!gritó López desenfundando su revolver.
¡Guarda el arma!gritó Camacho.
En ese momento se abrió la puerta de la habitación.
¿Qué significa todo esto?preguntó el doctor Santiago Núñez. Alicia le seguía. ¿Qué está pasando aquí?
Médico y enfermera se quedaron parados mirando el arma desenfundada con la que López me apuntaba.
Entonces abrí la caja y una brillante luz lo iluminó todo.