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Me acuerdo de la cajadije. Estábamos los tres sentados en los pequeños bancos de plástico dentro de la casita. Claudia se había repuesto casi totalmente y escuchaba sin entrometerse, todo lo que hablábamos. Tenía unos extraños adornos, eran personas desnudas.
¡Ese es! El féretro exclamó Gonzalo emocionado. ¿Dónde lo tienes?
No lotengosonreí.
El rostro de Gonzalo se ensombreció. Lentamente levantó su mano, con la palma extendida hacia mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
No, por favordije retrocediendo en el banco. Caí al suelo de espaldas, con las manos levantadas a modo de desesperado escudo. Comencé a notar una fuerte presión en el pecho. Me dio la impresión de que el aire se negaba a entrar en mis pulmones.
Claudia se levantó de un salto.
No lo hagasle pidió a Gonzalo.
Nuevamente vi el extraño brillo en los ojos ámbar de aquel peculiar muchacho. Bajó la mano y con ese movimiento sentí como mis pulmones recuperaban su capacidad de absorber oxígeno.
¡Sentaos!nos ordenó Gonzalo. En silencio, Claudia y yo obedecimos. Dime que has hecho con el féretro, Álex.
Guardé silencio, recordando escena a escena, como si de una película se tratara, todo lo que pasó desde mi otro primer día de clase, el del sueño, cuando encontré la caja.
Al final suspiré amargamente.
No recuerdo que pasó con ella expliqué. López, el policía me atacó, me apretó el cuello con sus gruesas manos, todo se oscureció y luego desperté. Ya os he dicho que todo fue un sueño.
No fue un sueñogruñó Gonzalo. Tienes que recordar dónde está el féretro.
Un momentointervino Claudia, ¿puedes decirnos primero quién demonios eres tú?
Gonzalo rió.
Tú mismo lo has dichodespués se dirigió de nuevo hacia mí. Mira Álex, corres un serio peligro. Es de vital importancia que encontremos el féretro.
Yo los miraba a los dos alternativamente, intentando asimilar todo lo que me estaban diciendo. Pero mi infantil mente no quería creer que todo lo de la caja fuera real, pues eso significaba que mis padres habían desaparecido. Pero no era así, pues había visto a mi madre esa mañana, había hablado con ella, la había besado y me había acompañado al colegio. Nada de todo aquello que decía ese extraño niño podía ser cierto.
No le hagas casome estaba diciendo Claudia en esos momentos, alejándome momentáneamente de mis pensamientos. No te fíes de él, no es de este mundo. Debemos ir a ver a mi abuela.
¿Tú abuela?dijo Gonzalo. Esa maldita vieja bruja nada puede hacer para ayudarlo.
¿Qué sabrás tú?Claudia se puso en pie, amenazante. Mi abuela tiene muchísimo poder.
Gonzalo alzó su mano abierta hacía ella. Claudia retrocedió un par de pasos.
¡Basta ya!grité poniéndome en pie. No creo nada de todo esto. ¡Todo fue un sueño! ¡Un maldito sueño!
Comencé a caminar hacía la puerta de la casita de plástico.
¿Dónde vas?preguntó Claudia.
¡Quieto!gritó Gonzalo a su vez.
Me largo de aquídije sin mirarles y salí al exterior. El patio estaba desierto. Por el altavoz de megafonía sonaba el siguiente mensaje:
“Alejandro Blasco acuda inmediatamente a secretaria” “Alejandro Blasco acuda inmediatamente a secretaría”