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Álex. ¿Me oyes, Álex?
Abrí los ojos. La brillante luz me hizo daño, obligándome a cerrarlos bruscamente.
¡Álex!, oh Dios. Pensaba que no despertarías nunca.
Lentamente volví a abrir los ojos. Estaba en mi habitación, en mi cama.
¿Mamá? – pregunté. Mi voz tembló levemente al hablar.
Venga, levántate que llegarás tarde al colegiomi madre estaba sacando una muda de ropa del armario. ¿A qué hora te acostaste ayer?, mira que me ha costado despertarte.
La miré en silencio mientras dejaba la ropa a mis pies, sobre la cama. Unos vaqueros y mi camiseta de los Minions.
¿Mamá?repetí.
Mamá me miró. Sonrió.
¿Qué te pasa?me preguntó. ¿Has tenido una pesadilla?
Lo medité un momento y luego asentí.
Creo que sídije sonriendo.
Venga, vístete que llegaremos tarde.
La observé mientras salía de la habitación, dejándome sólo. ¿Podía ser verdad?
¿Habría sido todo un mal sueño?
Retiré la sábana que me tapaba y miré absorto mi cuerpo. Llevaba puesto mi pijama y no había rastro alguno de la escayola que recordaba me cubría la pierna derecha. La doblé. No sentí la menor molestia. A continuación, me golpeé con fuerza el pecho y reí al no sentí el fuerte pinchazo que esperaba.
Me levanté de un salto y busqué por mí escritorio. Abrí los cajones y revolví en ellos. No encontré nada. La caja no estaba. Ahora estaba seguro, lo había soñado todo.
Me vestí tarareando la sintonía de Doraemon. No podía dejar de reír.