Capítulo Cinco
Piper condujo hasta el hospital con Ryan enfadado porque no había aceptado su dinero para terminar la reforma de la casa.
En primer lugar, ya le había dicho que no en otra ocasión. Piper era capaz de hacer la obra con sus manos y sus escasos ahorros. Sabía que le llevaría más tiempo, pero la satisfacción de saber que lo había hecho sola merecería la pena.
En segundo lugar, ¿cómo se iba a concentrar en nada después de cómo la había mirado Ryan la noche anterior? Había intentado no pensar en ello e incluso bromear, pero no era ni ingenua ni tonta. Ryan estaba empezando a sentir algo para lo que ella no estaba preparada. Y nunca lo estaría.
Tal vez Ryan no solo estuviese enfadado por el tema del dinero.
Y, sí, en algún momento, ella también se había hecho preguntas… pero el miedo a perderlo como amigo había sido más fuerte que la atracción que había sentido por él.
Le había parecido increíblemente sexy, tumbado en su cama de invitados, con el torso desnudo y los tatuajes. Ryan Grant era toda una obra de arte y ella había tenido la maravillosa oportunidad de pasar los dedos por sus bien definidos músculos.
–¿Crees que habrá recordado algo? –le preguntó Ryan al llegar al aparcamiento del hospital.
–Eso espero, pero no tengo ni idea –respondió ella, sorprendida al ver que había sitio muy cerca de la puerta–. Como tiene heridas antiguas y también nuevas en la cabeza, no se puede saber la causa de que haya estado tantos meses desaparecido.
Ryan suspiró.
–Espero que empiece a recordarlo todo pronto, no solo por su salud mental, sino también por la de Cara y Chance.
–Sí. Y espero que, cuando recuerde lo que le ha pasado, aquellos que acusaron a Chance de estar involucrado en su desaparición vayan a pedirle perdón de rodillas.
Piper salió del cuatro por cuatro. Le resultaba ridículo que alguien pudiese pensar que Chance McDaniel, que era amigo de Alex, hubiese tenido algo que ver con su desaparición. Que Chance hubiese estado saliendo con Cara antes de que ella empezase su relación con Alex no era motivo suficiente para intentar deshacerse de él para siempre.
Chance era un ciudadano de bien, que tal vez siguiese sintiendo algo por Cara, pero era honrado y leal. No podía haber hecho que secuestrasen a Alex.
Entraron en el hospital y subieron en el ascensor para dirigirse a la habitación de Alex. Iba a haber tensión en el ambiente, hubiese recuperado la memoria o no. Había muchas personas esperando respuestas y a que Alex los reconociese.
Al acercarse a la habitación, Piper vio a Cara hablando por teléfono y secándose las lágrimas con un pañuelo de papel.
Evidentemente, no era una buena señal.
Miró a Ryan.
–¿Por qué no entras tú a ver a Alex? –le sugirió–. Yo esperaré aquí y hablaré con Cara.
Ryan entró en la habitación y Piper esperó a que Cara hubiese terminado de hablar y se hubiese guardado el teléfono.
–¿Sigue sin acordarse de nada? –le preguntó mientras le daba un cariñoso abrazo.
–Sí. Y Zach se acaba de marchar. Ni siquiera se acuerda de su socio –gimoteó Cara–. Yo había estado segura de que se acordaría de mí, de todo lo que habíamos compartido.
Piper siguió abrazándola hasta que fue Cara la que se apartó y volvió a secarse los ojos.
–Lo siento, Piper.
–No lo sientas por mí –le dijo ella–. Puedes contar conmigo siempre que lo necesites, y pienso que, si alguien aquí tiene derecho a llorar, eres tú.
Piper no se podía ni imaginar lo que debía de estar sufriendo Cara, que, después de haber encontrado al amor de su vida, lo había visto desaparecer y después, lo había recuperado, pero no por completo. Debía de ser como una pesadilla para ella.
–Te lo agradezco mucho –le dijo Cara–. En estos momentos, tanto Alex como yo necesitamos apoyo.
–Por supuesto que sí, y yo me alegro de poder ayudaros –respondió Piper con una sonrisa.
–Esta mañana he traído algunas fotografías –le contó Cara–. He pensado que tal vez le ayudasen a recordar, pero las ha mirado con gesto inexpresivo y después me ha pedido perdón. Así que he tenido que salir de la habitación. Me niego a venirme abajo delante de él. Me necesita fuerte.
–Estás siendo mucho más fuerte de lo que sería yo –le aseguró Piper–. Y estoy segura de que sigue queriéndote, Cara. Solo tenemos que darle algo de tiempo. Nadie sabe por lo que habrá tenido que pasar, así que los médicos no están seguros de cómo ayudarlo.
Cara asintió.
–¿Se me ha corrido el rímel?
Piper sonrió.
–No, estás tan guapa como siempre.
–Lo dudo. Me pongo muy fea cuando lloro, aunque he estado controlándome delante de Alex. No puedo permitir que piense que soy una mujer débil.
Piper se echó a reír.
–No eres débil. Estos últimos meses han sido muy complicados. Así que es comprensible que estés disgustada al ver que ha vuelto, pero que no se acuerda de nada. Estoy segura de que incluso Alex lo entendería si te vinieses abajo.
Cara negó con la cabeza.
–No lo haré. Necesita mi ayuda. Y voy a dársela.
–¿Te sientes preparada para volver a entrar en la habitación o prefieres esperar un poco? –le preguntó Piper.
–Estoy bien. Aunque seguro que Alex se alegra de ver a alguien que no sea yo.
–No lo creo –respondió Piper, abriendo la puerta y dejando que Cara entrase.
Alex estaba tumbado en la cama, con el brazo escayolado después de la operación de muñeca, que había tenido lugar la tarde anterior.
Ryan estaba apoyado en el marco de la ventana, con las manos metidas en los bolsillos. Miró a Piper y ella supo que lo que habían empezado la noche anterior, fuese lo que fuese, no estaba zanjado. En contra de todo pronóstico, la sinceridad de sus palabras no la había asustado, sino que había conseguido que se excitase.
Estaba metida en un buen lío.
Era la primera vez que un hombre le producía un cosquilleo en el estómago y lo que más la desconcertaba era que aquel hombre fuese su mejor amigo.
–Hola, Piper –la saludó Alex, esbozando una sonrisa–. Acabo de decirle a Ryan que no hace falta que vengáis todos los días. Estoy seguro de que tenéis cosas que hacer. Además, estoy teniendo muchas visitas. Al parecer, conozco a mucha gente.
Piper asintió.
–Y toda esa gente está preocupada por ti. ¿Te han dicho los médicos algo acerca de la amnesia?
Alex negó con la cabeza.
–Me han hecho un TAC, pero no han sacado ninguna conclusión. Al parecer, tengo varios traumatismos en la cabeza.
–Todo volverá a la normalidad antes o después –le aseguró ella, deseando que fuese verdad.
–Pues espero que sea cuanto antes –admitió él–. Imagino que todos habéis estado muy preocupados.
Miró a Cara y apretó la mandíbula.
–Me siento fatal por lo que has estado sufriendo por mí.
–Estoy bien, Alex –le aseguró ella–. Tú concéntrate en recuperarte. Yo voy a seguir aquí, esperando.
A Piper se le cerró la garganta de la emoción. Sabía que ambos iban a luchar por volver a estar juntos. Miró a Ryan y se dio cuenta de que él seguía observándola. La tensión, el amor que había en aquella habitación era casi insoportable.
Ella no podía dejarse atrapar por aquella emoción llamada amor. Tenía el ejemplo de su madre, que a pesar de haberse casado con el amor de su vida, nunca había tenido suficiente. Y, al final, eso había roto el matrimonio.
Pero fue consciente de la química que había entre Cara y Alex y tuvo la esperanza de que aquello sí que fuese suficiente. Ambos merecían ser felices, merecían encontrar el camino para llegar al otro.
–Cara, ¿has comido ya? Piper y yo podemos quedarnos un rato si quieres salir.
Cara movió una mano perfectamente manicurada.
–No. Estoy bien.
–Yo también estoy bien –dijo Alex desde la cama–. No necesito niñeras.
Cara se mordió el labio como si estuviese conteniendo las lágrimas y Piper deseó reconfortarla, pero no lo hizo porque sabía que Cara quería mostrarse fuerte delante de Alex.
–Lo siento –murmuró Alex–. Es que es horrible estar aquí, sin saber cómo he llegado, pero consciente de que he hecho sufrir a muchas personas.
–No le has hecho daño a nadie –intervino Ryan–. Es posible que la amnesia fuese anterior a tu desaparición. O que alguien te hubiese hecho desaparecer. Si es el caso, sería esa la persona que ha hecho daño a muchas otras. Tú eres solo un peón en el macabro juego de otra persona.
La lista de sospechosos no era muy larga, pero Piper no quería pensar que personas que conocía y en las que confiaba podían ser tan frías y calculadoras. Sabía que la policía estaba investigando a todas las personas que habían formado parte de la vida de Alex.
Estaba segura de que Chance no podía haber tenido nada que ver con su desaparición. Tenía que ser otra persona.
Alex había empezado a formar parte del Club de Ganaderos de Texas hacía poco tiempo y todo el mundo parecía contento con ello. Al padre de Cara no le había gustado mucho, pero Piper no pensaba que hubiese tenido motivos suficientes para hacerlo desaparecer.
No obstante, no sabía quién podía haberlo hecho.
–¿Prometes que nos llamarás si los médicos te dicen algo nuevo? –le preguntó Piper a Cara.
–Por supuesto –respondió ella, acercándose a darle un abrazo y susurrándole al oído–: Gracias por estar ahí.
Piper le devolvió el abrazo.
–No podría ser de otra manera –respondió.
–Alex, me alegro de haberte visto otra vez –dijo Ryan–. Por favor, dile a Cara que nos llame si necesitas algo. Sea lo que sea.
Alex asintió.
–Gracias. No sabéis lo que eso significa para mí.
Piper se dio la vuelta y estuvo a punto de chocar con una mujer vestida con un traje gris.
–Lo siento.
–No pasa nada –respondió ella sonriendo–. Soy Bailey Collins, de la policía de Texas. Soy la encargada de la investigación del caso del señor Santiago.
–No sabía que la policía estatal también estuviese metida en esto –comentó Alex–. ¿Hay alguna información de la que no esté al corriente?
Bailey miró a su alrededor.
–Preferiría hablar contigo en privado, si es posible.
–Por supuesto –dijo Piper.
–Solo necesito hablar con Alex unos minutos.
–Nosotros ya nos íbamos –añadió Ryan, agarrando a Piper del brazo y guiándola hacia la puerta.
–Yo también puedo salir –dijo Cara–. Tómese su tiempo, señorita Collins.
Piper y Ryan salieron al pasillo y esperaron a que Cara cerrase la puerta tras ella.
–La policía ha estado interrogándolo –les contó Cara–. Supongo que si han avisado a la policía estatal es por algo. Espero que lleguen al fondo del asunto lo antes posible.
–Lo harán –le aseguró Ryan–. Nosotros solo tenemos que apoyar a Alex y rezar para que recupere la memoria pronto.
–¿Necesitas algo antes de que nos marchemos? –le preguntó Piper a Cara.
–Estoy bien –respondió ella sonriendo–. Marchaos. Os llamaré si tenemos alguna noticia.
Ryan abrazó a Cara y luego se giró hacia Piper. Esta lo agarró del brazo mientras echaban a andar. Una vez dentro del ascensor, Piper se acercó más y le dio un beso en la mejilla.
–¿Y eso? –preguntó él.
–Por ser como eres. Por ser tan tierno y por haber salido vivo del accidente de ayer.
Ryan arqueó las cejas.
–Todavía no te has recuperado del susto, ¿verdad?
–Me temo que no.
Él le dio un beso en la cabeza.
–Pues este es por preocuparte tanto, pelirroja. No sé qué habrías hecho sin mí.
Piper se echó a reír y le dio un codazo.
–No digas eso.
Él se llevó la mano a las costillas.
–Me has hecho daño.
Ella lo miró y vio que estaba sonriendo.
–Es broma. El que me duele es el otro costado.
–La próxima vez que me pidas que te haga una sopa de pollo, te voy a envenenar –bromeó ella–. No vuelvas a darme esos sustos.
La amenaza no tuvo mucho efecto, teniendo en cuenta que la hizo riéndose.
Él entrelazó los dedos con los suyos mientras salían del ascensor.
–No volveré a hacerlo.
Varios días después del accidente y de la reaparición de Alex, Ryan entró en el Club de Ganaderos de Texas y respiró hondo, cosa que cada vez le costaba menos, ya que se le estaban curando las costillas.
Todavía se sorprendía al pensar que formaba parte del club más elitista de todo Texas. Había viajado por todo el mundo compitiendo y ganando títulos con los que algunos vaqueros solo podían soñar y desde que se había retirado y había vuelto al condado de Maverick, seis meses antes, solo había pensado en establecerse allí. ¿Y qué mejor manera que entrar a formar parte del viejo club?
Se había hecho un nombre en los rodeos y había conseguido bastante dinero gracias a que lo había invertido bien, y por eso lo habían aceptado allí.
El club tenía más de un siglo y, en los últimos tiempos, había habido algunos cambios. Habían construido una pista de tenis en las instalaciones y también una guardería, esto último, después de haber abierto el establecimiento a las mujeres.
Y algunos de los miembros más antiguos todavía se estaban quejando de ello.
Pero a Ryan le gustaban los cambios.
Pasó por delante del viejo salón de los billares, donde en esos momentos estaba la guardería, y fue hacia la sala de reuniones, deseando hablar con los demás acerca de la vuelta de Alex.
Saludó a los otros miembros del club al entrar en la habitación. Hacía cinco días que Alex había vuelto y Ryan supo que aquella reunión sería diferente de las demás. Casi todo el mundo estaría emocionado con la vuelta de Alex.
Chance estaba apoyado contra la pared en la que había varias placas y trofeos de caza. A su lado se encontraba Paul Windsor, el padre de Cara. Ambos estaban sumidos en una conversación y Ryan supo con toda certeza que estaban hablando de Alex Santiago.
Todo el mundo sabía que Paul quería que Cara volviese a salir con Chance, pero el corazón de Cara era de Alex…
Unos minutos después estaban todos sentados alrededor de la mesa. El presidente del club, Gil Addison, la presidía.
–Como todos sabéis, Alex Santiago fue encontrado con vida hace unos días –empezó, mirando a su alrededor–. Ayer fui a verle al hospital. Sufre amnesia y los médicos todavía no saben cuánto le va a durar.
–Por el momento no reconoce a nadie –intervino Ryan.
–Yo no he ido a verlo, pero tengo entendido que el pronóstico no es bueno –gruñó Paul Windsor.
A Ryan no le extrañó que Paul no hubiese ido a visitar a Alex, ya que pensaba que él no era lo suficientemente bueno para su hija, ya que no procedía de una buena familia.
–Lo cierto es que le han dado el alta, y que el pronóstico no es ni bueno ni malo –volvió a comentar Ryan–. Los médicos le han dicho que vaya poco a poco.
–Yo sí que he ido a verlo –dijo Chance–. Se siente frustrado, pero está seguro de que recuperará la memoria. Según los médicos, se lo tiene que tomar con calma, pero ya conocéis a Alex.
–Cara también está segura de que todo va a salir bien –añadió Ryan–. Casi no se ha separado de él en este tiempo.
Paul frunció el ceño todavía más y Ryan no pudo evitar sonreír por dentro. Paul era un hombre arrogante, que intentaba controlarlo todo y a todo el mundo, además de mujeriego. Al parecer, en esos momentos estaba buscando a la que sería su quinta esposa. Pobre de la elegida.
–Sí, Cara ha estado pasando mucho tiempo con él –confirmó Paul muy serio–, pero ya la conocéis, haría cualquier cosa por ayudar a los demás. Quiere ayudar a Alex a recuperar la memoria, pero es frágil y no estoy seguro de que pueda soportar tanta presión. Estoy convencido de que todo esto le va a pasar factura.
Ryan estuvo a punto de poner los ojos en blanco al oír aquello.
–Cara es una mujer fuerte –lo contradijo Chance–, pero esta situación podría con cualquier persona, por muy fuerte que fuera.
Ryan mantuvo la boca cerrada. Había visto a Cara, había hablado con ella y jamás había visto a una mujer tan decidida a conseguir algo… salvo a Piper.
No obstante, Paul y Chance tenían razón. Cara había sufrido mucho y Chance había estado reconfortándola en ausencia de Alex.
En cualquier caso, Ryan también había visto la expresión del rostro de Cara al entrar en aquella habitación del hospital por primera vez. Había visto amor en sus ojos, preocupación y miedo también, pero estaba seguro de que Alex y Cara volverían a estar juntos.
–Es probable que Alex vuelva a las reuniones del club el mes que viene –dijo Zach Lassiter.
Ryan miró hacia el otro lado de la mesa, donde estaba Zach, que había sido socio de Alex y había estado muy preocupado por él. Como todos.
–Le he dicho que viniese hoy, pero no se sentía capaz. Y no me extraña… Aunque yo pensaba que tal vez recordase algo al ver a tantas personas conocidas.
–No hay que presionarlo para que vuelva –declaró Paul–. Por el momento, podemos prescindir de él.
Ryan deseó que Paul no hablase con semejante desdén de Alex, pero Paul siempre era así de directo.
Ryan se preguntó si Cara estaba tan pendiente de Alex solo porque se sentía culpable u obligada a hacerlo.
Y entonces pensó en cómo había mirado Piper a la pareja, con esperanza en la mirada y una sonrisa en los labios.
Tal vez Piper dijese que no tenía la intención de enamorarse ni de casarse nunca, pero se le daba muy mal mentir.