Capítulo Diecisiete

 

Ryan cerró con llave la puerta de la habitación.

No sabía qué le había sorprendido más al llegar, el hecho de que Piper hubiese accedido a casarse con él, o que su padre hubiese vuelto a casa.

Él habría dado cualquier cosa por que sus padres también estuviesen allí.

Piper salió del baño vestida con un camisón negro, corto y escotado.

–He echado mucho de menos tu lencería –le dijo él.

Piper se echó a reír.

–¿Solo mi lencería?

–En realidad, lo he echado todo de menos –admitió él, empezando a desabrocharse la camisa–. No quiero que volvamos a separarnos nunca más.

Ella lo miró a los ojos.

–En eso estamos de acuerdo. Estaba fatal cuando llegó mi padre, pero ahora que os tengo a los dos aquí, no puedo pedir más.

–Me sorprende que te sientas tan cómoda con él.

–Tiene cáncer.

–Dios mío, Piper. ¿Y está bien? ¿Cómo estás tú?

–Los dos estamos bien, pero me he dado cuenta de que tenía una segunda oportunidad con él y he decidido aprovecharla.

–Me alegra mucho que estuvieses tan dispuesta a dar segundas oportunidades –comentó Ryan.

Ella sonrió.

–Ya no soy tan dura como solía. Supongo que por culpa del amor.

Ryan la abrazó por la cintura.

–Dilo otra vez. No me canso de oírte decir que me quieres.

–Te quiero, Ryan. Te quiero tanto que me quedé completamente destrozada cuando te marchaste.

–Será mejor que miremos hacia delante –le dijo él, mordisqueándole los labios–. Vamos a fingir que no me comporté como un idiota, ¿de acuerdo? Tenemos que empezar a planear la boda.

Le bajó los tirantes del camisón.

–Me encanta cómo te vistes para mí y me encanta quitarte la ropa –añadió.

Luego tiró de la prenda hasta que cayó al suelo.

–Me vuelves loco, Piper –continuó Ryan, mirándola de arriba abajo–. Sin ti no soy nada.

–Demuéstramelo –le pidió ella.

Ambos se tumbaron en la cama, Ryan se puso encima, le separó las piernas y se colocó entre ellas.

–Mírame –susurró mientras entraba en ella–. Mírame, míranos siempre.

Ella lo miró a los ojos y Ryan sintió que su amor, su fuerza, le llegaban al corazón.

Empezó a moverse y la besó en los labios, bajó por la garganta y tomó con la boca un pezón erguido.

Piper empezó a mover las caderas más rápidamente y Ryan levantó la cabeza.

–Tienes mucha prisa.

–Y tú no te estás moviendo muy despacio –replicó ella.

Ryan sonrió, dedicó toda la atención a su otro pecho, y, cuando notó que sus músculos internos se contraían a su alrededor, supo que estaba muy cerca.

Entonces metió la mano entre sus cuerpos y la acarició. Piper se quedó inmóvil, todo su cuerpo se tensó y poco después gritó su nombre.

Ryan se relajó entonces y llegó al clímax también, pensando que aquel era el comienzo de la mejor época de su vida.

Cuando ambos dejaron de temblar, Ryan se dejó caer encima de ella y le susurró con amor al oído:

–Te quiero.

Después de un breve silencio, cambió de postura para no aplastarla y añadió:

–¿Vamos a hacer una boda por todo lo alto? Imagino que todos nuestros amigos querrán venir.

Piper entrelazó los dedos con los suyos y le contestó:

–Yo nunca he querido una gran boda, pero supongo que tenemos que invitar a todo el mundo.

–Como tú quieras, Piper. Si quieres que nos casemos en Las Vegas, nos iremos esta misma noche. Si quieres planear una boda aquí, la planearemos.

Ella frunció el ceño, pensativa, pero no tardó en esbozar una sonrisa.

–Me gustaría tener una boda de verdad –le dijo–. Pero que sea algo sencillo. Podríamos casarnos en tu rancho. Al aire libre, con nuestros amigos.

–Me parece bien –respondió Ryan sonriendo.

–Y quiero que mi padre me lleve del brazo –añadió ella.

Ryan asintió.

–Lo va a hacer encantado.

Piper suspiró y se acurrucó contra él.

–Ha llegado en el momento oportuno, y tenía que haber una razón.

Ryan la abrazó con fuerza. No había nada en el mundo que lo satisficiese más que ver a Piper tan feliz.

–Jamás pensé que me casaría contigo –le susurró–. Siempre supe que te quería, pero no pensé que iba a conseguir conquistar tu corazón.

Ella lo miró.

–Por supuesto que conquistaste mi corazón, vaquero. Y ya tienes tu premio.

Ryan le dio un suave beso en la punta de la nariz.

–El mejor premio de mi vida.

 

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