Capítulo 33
—Joder. ¿Embarazada? —Everly parece horrorizada. Está mirando mi estómago como si pensara que la «bebitis» se propagara por el aire.
—No es contagioso, Everly.
—Lo sé —responde sin convicción mientras se pasa una mano por su vientre plano. Se sube de un salto al mostrador de atrás y me mira fijamente mientras balancea los pies—. ¿Se lo has dicho a Luke? ¿Cómo se lo va a tomar? ¿Vais a ser F. P. S.?
—¿Que si vamos a qué?
Everly pone los ojos en blanco.
—F. P. S. ¿Os vais a casar, tener al bebé y ser felices para siempre?
—No lo sé. —Sacudo la cabeza.
—Bueno, ¿cómo reaccionó cuando se lo dijiste? Es muy mayor y puede que quiera un niño —opina.
—Me lo dijo él, en realidad.
Everly deja de balancear las piernas.
—¿Cómo? ¿Estabais jugando a algo pervertido con un test de embarazo? Por favor, di que sí —suplica.
—Eh, no. —Me señalo la cabeza—. ¿Contusión? ¿Hospital? ¿Recuerdas?
—Oh, cierto —dice, desanimada.
—Ya basta de hablar de mí. ¿Qué hay de nuevo con el profesor Camden?
Everly se queda paralizada durante un breve segundo y luego se encoge de hombros.
—Nada. Y si piensas que he terminado de hablar del nugget de pollo de tu útero, estás equivocada.
La ignoro y me muevo para atender a un cliente.
—¿Qué plan tienes entonces? —dice Everly cuando he terminado.
—Han pasado tres días, Everly. ¿Se supone que tengo que tener un plan?
Everly me mira como si estuviera loca.
—Sí, eres Sophie. Probablemente pensaste en un plan al cabo de tres horas.
Me dejo caer contra el mostrador.
—Tenía planeado graduarme sin estar embarazada, así que puede que planificar no esté tan bien como parece. —Everly solo me hace un gesto con la mano para que continúe—. Creo que puedo permitirme un piso de una habitación en una zona decente siempre y cuando encuentre un trabajo a tiempo completo antes de la graduación.
—Puedes permitirte un piso de tres habitaciones y un poni con la manutención que te pagará Luke por el bebé.
—No. —Sacudo la cabeza—. No, no quiero su dinero. No soy mi madre. —Me arden los ojos, y me obligo a no llorar.
Everly salta del mostrador y me abraza.
—Lo sé, zorra. Lo sé —dice, acariciándome la espalda. Solo Everly me puede llamar zorra en un momento como este y hacer que me consuele—. Sophie, eres la persona más meticulosa que conozco. Nadie pensará que te quedaste embarazada adrede.
Diviso un Land Rover flamante y nuevo aparcado delante y me alejo de Everly. No puedo creer que vaya a pasarse a por su café de los martes por la mañana como si no hubiera pasado nada. Me escondo en la trastienda y dejo a Everly que lidie con él mientras yo me mantengo ocupada desempaquetando una entrega de vasos de papel.
No dejo lo que estoy haciendo hasta que Everly aparece apoyada contra el marco de la puerta.
—Eres tan estúpida —dice a modo de saludo.
—Lo sé —coincido, desplomándome.
—No, idiota, con lo de Luke. —Señala con el dedo en dirección a la calle—. Ha cambiado un deportivo por un todoterreno.
—Everly, no quiero su dinero. Por mí como si se compra tres.
—No puedo creer que tú seas la inteligente —murmura—. Antes que nada, es un Land Rover de lujo, no un coche. Y, segundo, es un Land Rover, Sophie. Para Luke, eso equivale a una camioneta. Dios, lo más probable es que haya puesto en favoritos una página web de nombres para bebés. Sois demasiado cabezotas —termina y vuelve de nuevo a la cafetería. Me muerdo el labio mientras pienso en lo que dice Everly—. Ha preguntado por ti —grita mientras se aleja.
***
Los dos días siguientes pasan como un borrón. Voy a clase, estudio y envío currículums. Boyd me deja muchos mensajes para quedar y hablar, pero mi nivel de energía es tan bajo que lo máximo que he conseguido hacer es responderle. Ser una incubadora es agotador.
Estoy confundida. Everly y Jean no han estado con Luke estos últimos meses. No han oído las alarmas que sonaban para recordarme que tenía que tomarme la píldora todos los días a la misma hora, ni lo han visto darme más recetas, ni lo han oído hacerme preguntas sobre mi menstruación. No creo que Luke quiera tener un bebé. Al menos, no ahora, o quizás no conmigo.
Estoy otra vez trabajando en el Estimúlame el jueves cuando levanto la vista y me encuentro con Boyd al otro lado del mostrador, frente a mí.
—Hola, Boyd —le saludo.
—Has estado ignorando mis llamadas, hermanita —dice mientras sonríe.
—Lo siento. —Hago una pausa—. Tengo muchas cosas en la cabeza.
—Sí. Recuerdo la vida universitaria. Estoy seguro de que tienes cosas mejores que hacer que devolver las llamadas de la familia.
—Ojalá fuera así de fácil —gruño.
Boyd frunce el ceño.
—Escucha —dice, dando golpecitos a un sobre que acabo de ver sobre el mostrador—. Tengo que marcharme de la ciudad durante un tiempo por trabajo y quería encargarme de esto antes de irme. ¿Puedes hacer un descanso? ¿O podemos vernos después de tu turno?
Nos sentamos en un reservado que hay en la esquina, y Boyd desliza el sobre frente a mí.
—¿Qué es esto? —pregunto, mientras sostengo el sobre entre mis dedos.
—Tu herencia.
—¿Qué? —Se me cae el sobre en la mesa, alarmada.
—Tu herencia —repite—. De nuestro padre.
—Es tuya, Boyd. —Niego con la cabeza—. No la quiero.
Boyd sacude la cabeza y se pasa una mano por la mandíbula.
—Él quería que la tuvieras, Sophie.
Apenas puedo evitar resoplar.
—Nunca se molestó en conocerme.
—Hablé con mi madre —dice Boyd—. Ella lo sabía.
Me desplomo en mi asiento. No estoy segura de si eso es mejor o peor. Esperaba que no tuviera ni idea del hecho de que su marido la había engañado, pero ¿por qué deseaba yo eso? ¿Para no tener que sentirme culpable en nombre de mi madre? Qué estúpido.
—Lo siento, Sophie.
Espera, ¿qué?
—¿Por qué lo sientes? Yo soy la que debería disculparse contigo.
Boyd se ríe.
—¿Por qué?
—Mi madre no tenía derecho a liarse con tu padre. Estaba casado.
Boyd inclina la cabeza y me mira durante un minuto.
—¿Eso es en lo que has estado pensando todos estos meses? Sophie, nosotros no tenemos nada que ver con lo que pasó hace veinte años entre nuestros padres. Y si alguno de nosotros debe sentirse culpable por los actos de nuestros padres soy yo, no tú. Tu madre era apenas una adulta, pero, por lo que sé, es la única que respondió como tal ante una mala situación.
—¿Qué quieres decir? —Nunca había pensado en mi madre de esa manera.
—Mi madre sabía lo de la aventura, Sophie. Y no vivía con el miedo de perder a nuestro padre, sino de poner en evidencia su matrimonio de conveniencia. No quería acabar en las portadas de los periódicos como la esposa despechada de un político junto a tantas otras.
—No puedo decir que la culpe, Boyd.
Me ignora y continúa:
—Cuando se enteró de que tu madre estaba embarazada, amenazó con acabar con la financiación de la campaña de mi padre si no terminaba con ella. Discretamente. Nuestro padre tenía unos ingresos decentes en la época en la que falleció —dice, señalando con la cabeza hacia el sobre—, pero la familia de mi madre era la que de verdad tenía el dinero, el dinero necesario para ganar unas elecciones.
—Entonces él eligió su carrera política —completo.
Boyd asiente.
—Pero investigué un poco más. Él nunca tuvo la intención de excluirte del todo. Al menos no económicamente. —Vuelve a señalar el sobre con la cabeza—. Tú tendrías que haber recibido esto cuando cumplieras dieciocho años.
Pongo el sobre en el centro de la mesa frente a mí.
—¿Por qué no lo recibí? —pregunto, levantando la vista hacia Boyd.
—Mi madre —responde con una mueca—. Lo escondió. Sabía que tras la muerte de mi padre nadie más sabía de ti. No contaba con que unos documentos volverían para atormentarla.
Expulso el aire que tengo en los pulmones.
—Soy un desastre, Boyd. Estoy embarazada —suelto de repente y enseguida añado—: Estoy embarazada. Justo como mi madre. ¡Se repite la historia! Voy a tener un bebé como yo. Y la mitad de la familia de este bebé fingirá que no existe.
Boyd se recuesta en el asiento del reservado e inclina la cabeza.
—¿Estás embarazada de un candidato al senado casado?
—No. No seas ridículo. Luke es la única persona con la que he estado. El bebé es de Luke.
—¿Luke está casado?
—¡No!
Boyd sacude la cabeza.
—¿Necesitamos un momento de reflexión para que te des cuenta de la situación, hermanita? ¿En qué te pareces a nuestro padre y a tu madre? —pregunta Boyd, con los codos apoyados encima de la mesa.
—En que no fue planeado, Boyd. Luke no quiere un bebé, y su familia me odia.
—¿Es eso lo que te ha dicho él? —Boyd frunce el ceño—. ¿Es eso lo que te ha dicho cuando se lo has contado?
—Bueno, no. Él lo sabía antes que yo. —Boyd levanta las cejas—. Y, técnicamente, fue él quien me lo dijo a mí.
—Y ¿luego te ofreció un fondo fiduciario para cuando el bebé cumpliera dieciocho años y te echó a patadas?
—¡No! Luego me marché, antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo.
—Oh.
—Es solo que me siento como una carga. Él no pidió nada de esto.
—Ni tú, Sophie. Pero os metisteis en esto juntos, y ni siquiera has tenido la cortesía de permitiros hablar como adultos que sois.
Mmm. Tiene razón.
—No necesitas a Luke, Sophie. Si él no está interesado en ser parte de la vida del bebé, tienes muchas opciones en este sobre que hay justo delante de ti, y te vas a graduar en unos meses. No necesitas que nadie te cuide. Y nadie está huyendo aquí, excepto tú. Habla con Luke.