Capítulo 26


Volvemos a casa de Luke y no sugiere parar en ningún sitio para mirar vestidos. No estoy segura de qué pensar de eso ni de qué hacer con respecto a cómo me siento con lo de que me lo compre, así que no digo nada. Cuando entro en el ático, me doy cuenta rápidamente de que no estamos solos.

—¡Tío Luke! —Bella viene como un vendaval por el pasillo y salta sobre Luke sin aminorar el paso. Luke se ríe y la lanza al aire, lo que hace que la niña chille encantada. Cuando me ve, sonríe—. ¡«Sopi»! —Vuelve al suelo retorciéndose y me da la mano—. ¡Te hemos traído vestidos de mami!

Dejo que Bella me lleve al dormitorio de Luke, donde encuentro a Meredith colgando trajes en el vestidor vacío más cercano a la puerta.

—Genial, habéis vuelto de la comida. —Meredith me da un abrazo, y Luke le da un beso en la mejilla—. Luke me dijo que querías que te prestara un vestido para la gala del fin de semana que viene, así que te he traído unos cuantos. Los dejaré todos aquí porque no me servirán durante un tiempo —dice, dándose unas palmaditas en la barriga, que ya sobresale un poco—. Si no te gusta ninguno, tengo muchos más.

Luke está apoyado en el quicio de la puerta.

—¿No te importa? —pregunto a Meredith.

Ella resopla.

—Por supuesto que no. Tengo tantos que no puedo ponérmelos todos. No me daría ni cuenta si no me los devolvieras, créeme.

—Gracias, Meredith —digo mientras miro el montón de vestidos. Debe de haberle pedido ayuda al conserje porque hay ocho vestidos colgando ordenados en una fila. Al menos dos de ellos servirán—. Son perfectos. Te lo agradezco mucho.

—Luke habría estado feliz de comprarte un vestido, ¿sabes? Te habría comprado lo que quisieras.

—Lo sé —respondo, y me topo con su mirada curiosa—. Es solo que no estoy preparada para eso.

Meredith sonríe.

—Avísame de cuál decides ponerte y te enviaré los zapatos, el bolso y el chal a juego.

Salimos del vestidor y encontramos a Bella saltando en la cama y a Luke vigilándola.

—Cinco monitos saltaban en la cama —canta Bella—. ¡Uno calló y se hizo un chichón! ¡Luke dijo: «En la cama nada de saltar»! —se ríe Bella de forma histérica—. ¡Siete monitos saltaban en la cama! —continúa sin llevar un orden numérico.

—Vámonos, monito, es hora de ir a casa.

—Cógeme, tío Luke —grita Bella mientras se tira de la cama sin avisar.

Luke la coge, por supuesto, y la balancea antes de ponerla en el suelo, y una vez ahí, echa a correr hacia la entrada. Me pregunto si mi vida habría sido diferente si hubiera tenido tanta confianza en mí misma como Bella a su edad, rodeada de gente que nunca me dejaría caer.

Se cierra la puerta de la entrada cuando Meredith y Bella se marchan, y Luke se gira hacia mí.

—¿Que te preste un vestido es aceptable? —Levanta una ceja.

—Yo también te quiero —respondo en su lugar.

Sus ojos brillan antes de que sus labios se crispen.

—¿El truco estaba en que te prestaran cosas?

—Siento curiosidad por el sexo anal.

Sus ojos se iluminan.

—Puedo ayudarte con eso —responde, y me coge de la cintura para que lo rodee con las piernas mientras nos lleva de vuelta a la habitación—. Podemos decir que es un préstamo que le hace tu coño a tu culo, si esto de los préstamos es lo que te pone cachonda.

Me río, y luego él me pone la mano en el pelo y me tira con fuerza del cuero cabelludo. El leve dolor envía una descarga de deseo directamente hacia el corazón, que termina por convertirse en un latido entre mis piernas. Yo le devuelvo el favor colocando las manos entre su espeso pelo y tirando con fuerza. Luke gruñe con su boca en la mía. Me encanta cuando gruñe. Me encantan todos los ruidos que hace cuando estamos juntos. Normalmente es tan refinado, controlado, que saber que le hago perder la cabeza resulta embriagador.

Su fascinación por metérmela por el culo me excita, si soy sincera. Es como si nunca pudiera tener suficiente de mí, como si quisiera estar en mi interior de todas las maneras posibles. Es un tabú y, aun así, él no duda en meterme el dedo, o la lengua, por la puerta trasera. Quiero experimentar la sensación de tener su polla ahí dentro también.

—Luke, quiero que te corras en mi culo, ¿vale? —Tiro hacia atrás de su cabeza y lo miro a los ojos—. Quiero sentir cómo sale tu semen de mi interior cuando terminemos.

—Zorra guarrilla. Terminarás matándome.

Luke se pone de pie al lado de la cama y me quita el suéter mientras yo peleo para quitarle el suyo. A continuación, me quita los pantalones y, una vez que ya han pasado por las caderas, me empuja de vuelta a la cama y los desliza por el resto de mis piernas, junto con las bragas.

Me hago a un lado rápidamente en la cama, pero él me para con una palabra:

—Quieta. —Tengo el culo en el borde de la cama y los pies en el suelo cuando él se inclina para desabrocharme el sujetador—. Las manos —dice.

Estoy confundida por su petición, pero las levanto. Luke me une las palmas y luego usa el sujetador para atarlas antes de empujarme y levantarme las piernas del suelo. Me tiene con la espalda pegada a la cama y los brazos inmovilizados sobre la cabeza, y entonces me hace doblarme por la mitad con las rodillas separadas a cada lado de la cabeza.

—Dios, mírate. —Sus ojos me recorren todo el cuerpo.

No es difícil verme en esta postura. A última hora de la tarde todas las persianas están subidas, y la altura del ático ofrece la privacidad que no aporta la luz del sol. Me remuevo bajo su mirada. Me da igual cuántas veces me haya follado Luke o cuántos coños haya visto en su vida: estar despatarrada de esta manera hace que mi corazón se acelere con una combinación de placer voyerista e inseguridad.

Luke deja caer sus pantalones y se agarra el grueso miembro, frotándoselo con la mano de arriba abajo. No está siendo delicado consigo mismo; lo agarra con firmeza, exactamente de la misma manera que me exige cuando tengo la oportunidad de que mis pequeñas manos lo hagan por él. «Usa ambas manos, Sophie», suele decir. «Sé firme; tu coño es más prieto que tu agarre».

Luke aún no me ha tocado; solo mantiene los ojos entre mis piernas, observando las vistas de mi cuerpo mientras se toca. Siento la humedad acumulándose en la entrada de mi vagina, a punto de derramarse, y sé que Luke la ve también porque gruñe y se pone de rodillas al lado de la cama y rodea la entrada con la lengua, limpiándome.

Arqueo la espalda en la cama; su cara entre mis piernas es mi perdición. Me agarra por las nalgas, que ya están separadas, y las separa todavía más, abriendo más mi ano para él.

—Te gustaría sentir mi lengua en tu culo, ¿verdad? —murmura mientras me rodea el ano con la lengua.

Siento un azote en mi coño abierto cuando no respondo y pego un salto; la corriente de sangre extra hace que me vuelva loca.

—Sí, me encantaría, Luke. Lo sabes.

—Claro que lo sé, pero me gusta escuchar cómo lo admites.

—Me encanta cómo me tocas, Luke. Siempre me siento segura cuando me haces cosas que deberían asustarme.

Me besa el interior de los muslos mientras hablo.

—Gracias —dice un segundo después de pasarme la lengua por el ano y deslizar dos dedos en el interior de mi vagina—. Creo que te gusta tener mis dedos dentro ti casi tanto como mi polla. ¿Verdad?

—Prefiero tu polla, pero tus dedos son mágicos —digo antes de que se le ocurra otra manera de provocarme por no responder.

—Voy a follarte tan duro que mañana te dolerá todo el cuerpo.

—Sí. —Estoy de acuerdo, y muevo las caderas contra su mano, intentando notar una presión en el clítoris.

—Me encantan tus agujeros estrechos, nena. Me encanta ser el único que ha estado en ellos. —Mete y saca los dedos—. Eres terriblemente pura para ser tan puta.

Entonces me corro; sus dedos se mueven en ese punto mágico de mi interior a la perfección, y sus palabras sucias me llevan al límite. Luke saca los dedos cubiertos por mi corrida y me los mete por detrás. La repentina intrusión es dolorosa, y mi cuerpo se conmociona ante la mezcla del placer del orgasmo y el dolor que siento en el recto. Eso intensifica mi orgasmo hasta el punto de que no sé si puedo soportarlo y grito.

—Chsss, cariño, no pasa nada —me consuela Luke, besándome los pechos mientras continúa dilatándome el ano con los dedos.

Está emulando el movimiento de unas tijeras con los dedos, abriéndome más que nunca. Escuece, pero el dolor es agradable. Me muerde el pezón con dureza mientras me dilata y mi cuerpo no sabe en qué dolor concentrarse.

Luke saca los dedos de mi culo, tira de mí para sentarme y me libera las manos de las ataduras.

—Bocabajo, levanta el culo. —Me da un fuerte azote en el trasero mientras yo me doy la vuelta con las rodillas en el borde de la cama y el culo en el aire y me apoyo en los codos. Es una postura con la que estoy familiarizada.

Luke saca un bote de lubricante de la mesa de noche. Conozco bien ese lubricante. Me lleva provocando desde la primera vez que rebusqué en los cajones de Luke el pasado octubre. Los suministros de condones escaseaban cuando dejamos de usarlos, pero los repuso después de que vomitara por la resaca el mes pasado. Sin embargo, el lubricante ha permanecido sin cambios. Luke ha mencionado a veces el sexo anal, y no soy tan ingenua como para menospreciar el hecho de que el lubricante estaba aquí antes que yo.

Luke puede meterme los dedos por el culo y hacer todos los comentarios que quiera sobre follárselo, pero no me siento presionada. Siento curiosidad. Todo lo que Luke me hace me gusta. Incluso si duele un poco me gusta. Disfruto con sus dedos en mi culo mientras tiene mi clítoris en la boca, eso seguro. Además, sé que le gusta el dedo que de vez en cuando le meto por el ano cuando me llevo su polla hasta mi garganta.

Luke se coloca detrás de mí con el lubricante aún sin abrir en la mano y me penetra con una embestida mientras abre el lubricante y se cubre dos dedos con él.

—Voy a follarte el culo con los dedos mientras te follo el coño —dice mientras me mete un dedo en el culo—. ¿Lo notas? Yo noto mi polla con el dedo desde tu culo apretado.

Me embiste profundamente con el pene y se queda quieto, deslizando el dedo por dentro y fuera del ano, donde se alinea con su polla. Me siento muy estrecha con los dos orificios ocupados. Luke me pone más lubricante directamente en el ano y me mete un segundo dedo. Yo me encojo de dolor y me tambaleo hacia delante en la cama.

—Quieta. —Luke azota un lado de mi muslo con la mano libre.

—Espera. —Me tuerzo y giro la cabeza para mirarlo—. Espera. Tengo una pregunta.

Luke se queda quieto un momento y entonces saca los dos dedos y luego el miembro. Después alarga la mano hacia la mesita de noche para coger un pañuelo de papel y se limpia los dedos, pero no deja de mirarme a los ojos.

—¿Qué pasa, Sophie?

—Mmm. —Me muerdo el labio y luego respiro hondo—. ¿Volverá? —Luke permanece casi inexpresivo, pero levanta una ceja. ¿Cómo es que no sabe a lo que me refiero?—. ¿Mi culo volverá a la normalidad? —Señalo su polla con la cabeza—. La tienes muy grande. ¿Seguiré… mmm… haciendo caca con normalidad después de esto?

Entonces la habitación se queda en silencio total. Los segundos pasan como si fueran minutos, y luego Luke se echa a reír. Se sienta en el borde de la cama con los codos apoyados sobre las rodillas, sacudiéndose de la risa.

—Dios mío, Sophie.

—¡Capullo! ¿Te estás riendo de mí? Tú eres el médico excepcional. «Pregúntame lo que quieras, Sophie. Que no te dé vergüenza, Sophie»—. Aún estoy de rodillas, mirándolo con la cabeza girada hacia atrás. Me doy la vuelta, me siento, y me llevo las rodillas al pecho—. ¡Mentiroso! —espeto.

—Sophie —me dice en un tono de advertencia.

—¿Prefieres que pregunte a mis amigas? «Oíd, chicas, Luke la tiene tan grande como un burro y quiere metérmela por el culo. ¿Qué debería esperarme?» —Me muevo hacia el borde de la cama—. Llamaré a Jean ahora mismo, capullo. —Empiezo a levantarme, pero Luke me agarra y me atrae hacia su regazo.

—Lo siento, nena —dice y me da golpecitos en la nariz con el dedo—. Tienes razón. Es que pensaba que me contarías tus dudas antes de estar a punto de metértela por el culo. —Llevo la mano a su pecho y lo miro a la cara, a la espera. Él se aclara la garganta—. A tu ano no le pasará nada. Con la dilatación y la lubricación adecuadas tu tracto anal no sufrirá daños y continuarás… —Hace una pausa, en busca de mis palabras— … haciendo caca igual de bien. Pero dilatar y lubricar es esencial. ¿Entendido?

Asiento con la cabeza.

—Bien. Ahora necesito un momento. No creo que pueda follarte ahora mismo.

Mis ojos se abren de par en par, le golpeo en el pecho con la mano abierta antes de deslizarme al suelo entre sus rodillas y le agarro la polla. Está dura, pero no del todo. Bombeo con la mano firme.

—Vamos a tener sexo anal. Cabrón.

Luke sonríe con suficiencia.

—¿Acabas de ordenarme que te viole por el culo?

—Sí, y lo vas a hacer.