Capítulo 25


—¡Es como estar en una bola de nieve!

Estoy envuelta en la sábana con la nariz a un centímetro de las puertas de la terraza de la habitación de Luke. Es temprano; el sol aún no ha salido del todo. Luke todavía está tumbado en la cama detrás de mí, apoyado en las almohadas, observándome. Bajo mis pies, Filadelfia está cubierta por una capa blanca y la nieve sigue cayendo.

—Es precioso. —Me giro y le dirijo una gran sonrisa—. Me encanta el paisaje cuando nieva.

—Te quiero. —¿He oído bien? Me tomo un momento y luego desvío la mirada de la nieve para concentrarme en Luke. El edredón descansa sobre su cintura y tiene el pecho desnudo—. Vuelve a la cama.

Me tiende la mano, haciendo gestos para que vaya. Yo vuelvo despacio a la cama, pero me detengo antes de subirme. ¿Se le ha escapado? ¿Quería decirlo? ¿Lo ha dicho o me lo he imaginado? Mierda. Me he quedado ahí de pie, y es raro. ¿Debería decirle que no lo he oído bien? No, es demasiado tarde. Ahora estoy nerviosa. Me muevo con inquietud y lo miro de reojo.

Él sonríe con suficiencia.

—¿Quieres que lo diga otra vez?

—Sí.

—Mete el culo de nuevo en la cama. —Suspiro y pongo los ojos en blanco mientras él se ríe—. Te quiero, Sophie —repite y yo sonrío—. Ahora mete el culo de nuevo en la cama para poder demostrarte cuánto.

—Quiero gofres —digo cuando he recuperado el habla—. Me encantan los gofres. —Giro la cabeza hacia él y sonrío.

—¿Qué más te encanta?

—El sirope.

—¿Y?

—La nata montada.

—Puedes chupar nata montada en mi polla si quieres.

—Me encanta chuparte la polla.

—Te encantará incluso más que te meta la polla por el culo.

—Quizás luego. —Guiño el ojo.

Él rueda, se pone encima de mí y luego me inmoviliza las manos por encima de la cabeza mientras me muerde el cuello.

—Calientabraguetas.

—Usted es el calientabragas, doctor.

—¿Lo quieres ahora?

Me pone las dos manos en una de las suyas y usa la que tiene libre para provocarme. Me mete un dedo y lo cubre con mis fluidos y el semen que ha dejado hace nada en mi interior, y entonces me lo mete por el culo.

Yo gruño o gimo o me quejo; no estoy segura de qué sale de mi boca. Ha hecho esto antes con el dedo y me gusta. Es tan inapropiado, prohibido, sucio. Las sensaciones son diferentes y, aun así, parecidas.

—Dime que quieres, Sophie.

—No. —Niego con la cabeza, pero me muevo contra su mano, y lo animo. Luke saca el dedo y añade otro cuando vuelve a meterse dentro de mí—. Mmm. —Me chupo el labio inferior y exhalo.

Entonces Luke me pone el pulgar en el clítoris y empieza a acariciarme hasta ponerme frenética. Separa los dedos que tiene dentro de mi culo y me dilata el ano.

—¿Te gusta, nena?

—Sí.

—Dime que quieres mi polla en tu culo.

—No. Haz que me corra.

—Eres una chica desvergonzada muy exigente.

—¡Por favor, Luke! —Mi deseo es casi incontenible en ese momento. Me he corrido hace diez minutos, pero estoy a punto de hacerlo otra vez. Necesito hacerlo.

Luke se inclina sobre mi cuerpo, reemplaza el pulgar con la boca y me chupa el clítoris entre sus dientes y muerde con cuidado. Me corro tanto que, por un segundo, creo que me voy a desmayar. Me da un abrazo, me acaricia la nuca y luego me lleva de la cama al plato de ducha, donde procede a enjabonarme de los pies a la cabeza; sin embargo, no siento que sea un acto sexual, sino que está cuidando de mí.

Me inclino hacia atrás y me relajo sobre el pecho de Luke mientras el agua cae sobre nosotros. Me lava el pelo y después me levanta el brazo derecho y lo dobla para ponerme la mano en la nuca. Le masajeo con los dedos mientras él me enjabona los pechos. Suspiro de satisfacción. Podría estar en esta ducha todo el día si no tuviera tantas ganas de comer gofres.

Espera un momento.

—¿Me estás haciendo una exploración mamaria? —pregunto.

Luke aparta mi brazo derecho de su cuello y lo reemplaza con el izquierdo.

—Sí.

Dejo caer el brazo.

—Luke, esto es muy raro.

Luke me levanta la mano y vuelve a colocarme el brazo sobre el cuello.

—¿Te haces autoexploraciones todos los meses?

Me besa el lóbulo de la oreja.

—No —admito. «Tengo veintiún años», quiero añadir. «Mis tetas están perfectas».

—No quiero que les pase nada a tus tetas perfectas —dice mientras continúa—. Son mías.

Bueno, eso ha sido muy de hombre de las cavernas, pero igualmente quiero inclinarme y decirle que me folle como quiera, así que supongo que es efectivo. En su lugar, me doy la vuelta, interrumpiendo su exploración, y le rodeo con los brazos para poder acercarlo a mí y besarlo. Entonces, lo empujo y salgo de la ducha.

—¡Eh! —protesta.

—¡Gofres! —grito mientras me seco.


***


—Tenemos que comprar este fin de semana —anuncia Luke cuando entra en la cocina minutos después.

—Qué hogareño —respondo—. Y yo que pensaba que la señora Grieger iba siempre al supermercado por ti. ¿No te gusta añadir lubricante a su lista de la compra?

Luke me da un azote en el trasero y luego me aprisiona poniendo ambas manos en la encimera, una a cada lado de mi cuerpo.

—Tengo lubricante más que suficiente, puta impertinente. Solo di lo que quieres. —Me besa el cuello y luego se aleja de la encimera—. Necesitas un vestido.

—¿Para? —pregunto.

—Para la gala del hospital. Te lo dije.

—Estoy segura de que no. —No fue él quien me lo dijo, sino Gina.

—Necesito que vengas conmigo, Sophie. Es el fin de semana que viene, así que tenemos que encontrarte un vestido hoy.

—He quedado con Boyd para almorzar.

La mandíbula de Luke se tensa y se masajea la sien.

—¿Por qué?

—¿Por qué? —pregunto a la vez que paso el gofre de la gofrera al plato—. Es mi hermano. ¿Necesito una razón para almorzar con él?

—Sí.

—¿Perdona? —Me quedo quieta con el vaso de medidas a medio verter sobre la gofrera. Luke se ha acercado hasta la cafetera Keurig y observa caer el café en la taza.

—¿No fui lo bastante claro?

Lo miro fijamente un momento, estupefacta, y luego termino de verter la masa en la gofrera antes de volver a fijar la mirada en Luke. Está apoyado en la encimera con los brazos cruzados y bebiendo de la taza.

—¿Eres tú quien controla cuándo veo a mi hermano?

—Tú eres responsabilidad mía.

No estoy segura de si debería reírme o darle una bofetada.

—Vale —respondo, arrastrando la palabra.

No vale, pero, a su edad, Luke debería ser un entendido en las sutilezas de la respuesta femenina. Hay como unas veinte definiciones de la palabra «vale» cuando se habla con una mujer.

—La última vez que viste a Boyd te emborrachó.

Luke coge el plato que le ofrezco y se sienta a la mesa frente a la ventana, pero tiene los ojos puestos en mí. Saco el último gofre y lo coloco en el plato antes de sentarme delante de él.

—Boyd no me emborrachó. Yo me emborraché. —Agito el bote de nata montada mientras hablo.

—Él no debería haberte dejado hacerlo.

—¿Dejarme hacerlo? —Esta conversación se está volviendo cada vez más ridícula a cada segundo que pasa—. No soy de su posesión, así que ¿por qué iba a ser yo responsabilidad suya?

—No seas listilla, Sophie. Debería haberse preocupado más por ti.

—Dale un respiro, Luke.

Luke golpea la mesa con los dedos.

—Entonces debería conocerlo. ¿A qué hora es el almuerzo?

—Acabo de caer en la trampa, ¿no?

Luke sonríe con petulancia porque sabe que ha obtenido lo que quería.

—¿No quieres almorzar con los dos?

Me encojo de hombros.

—Parece una situación un poco rara.

Luke se reclina en la silla y esboza una media sonrisa.

—¿Soy raro?

—No eres raro, y lo sabes.

Hoy lleva un jersey gris y unos pantalones oscuros. Todavía tiene el pelo mojado de la ducha, y quiero sentarme en su regazo y oler su loción para después del afeitado mientras le paso los dedos por el pelo, pero tenemos cosas que hacer.

—Solo sé… —Mis palabras se apagan y Luke eleva una ceja a modo de pregunta. Suspiro—. Simpático.

—Lo que tú quieras, Sophie. —Luke se muestra muy dispuesto cuando consigue lo que quiere.


***


Vamos caminando a Joan Shepp, una tienda exclusiva que está en la calle de Luke, en busca de un vestido para la gala. Bueno, Luke analiza las opciones con la dependienta y yo solo estoy ahí de pie, moviéndome inquieta.

—Se los probará todos —dice Luke, señalando la selección de la dependienta.

—Luke, no. —Le tiro del brazo. No creo que quiera ninguno de esos vestidos. Me estoy poniendo nerviosa en esta tienda. No puedo permitirme comprar aquí.

—Ni siquiera te los has probado todavía. Si no te gusta ninguno, podemos ir a otra tienda después del almuerzo.

Sola en el probador, me desvisto y toqueteo las etiquetas con el precio. Sé que un vestido de un outlet no va a dar la talla en el mundo de Luke, pero no me había dado cuenta de que la diferencia fuera tanta. Tres mil seiscientos noventa y cinco dólares. Mil ochocientos dólares. Dos mil cuatrocientos noventa y cinco dólares. Un momento, aquí hay una ganga. Novecientos quince dólares. Estoy segura de que Luke tiene la intención de pagar, pero no tengo un marco de referencia. El mejor vestido que he llevado en mi vida me lo puse para el baile del instituto y, evidentemente, mi pareja no me llevó a una tienda para comprármelo.

Alguien llama a la puerta. Es la dependienta, que me pregunta cómo me quedan los vestidos y me hace saber que al caballero le gustaría verlos.

Gruño y saco el vestido «barato» de la percha y me lo pongo. Es bonito, gris, ajustado y tiene un cuello en V muy pronunciado. No llevo tacones, así que roza el suelo. Pellizco la tela con las puntas de los dedos a mitad del muslo para levantar el dobladillo y salgo a buscar a Luke. Está escribiendo un mensaje, pero se detiene y frunce el ceño cuando ve mi cara.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta este? —Me mira de arriba abajo—. Te queda perfecto.

Yo digo que no con la cabeza.

—¿Podemos irnos? —pregunto en voz baja.

Luke examina mi cara, esperando algo más, pero no llega.

—Vale —accede, pero sé que está confundido.

Me quito el vestido y me vuelvo a poner los vaqueros y el suéter lo más rápido posible, y suspiro de alivio.

Salimos de la tienda y caminamos hacia la calle Market. Hemos quedado con Boyd en el restaurante Capital Grille.

—¿Te importaría explicármelo, Sophie? —pregunta Luke, interrumpiendo mis pensamientos mientras caminamos. Está concentrado en mirar hacia delante. Yo me encojo de hombros—. Con palabras, por favor.

—No quiero que me compres un vestido.

—¿Por qué no? —Vuelvo a encogerme de hombros—. Sophie. —Su tono indica que no le hace gracia.

—Simplemente no quiero que lo hagas.

Luke se queda en silencio mientras caminamos. Nuestros pies crujen al caminar por la acera de la que han retirado la nieve con palas, y los coches pasan a nuestro lado con un silbido.

—¿Querías que buscara otra pareja para poder quedarte en casa?

—¿Como Gina? —replico.

—¿Qué coño tiene que ver Gina con esto?

Luke parece estar al borde del agotamiento por mi culpa, pero yo vuelvo a encogerme de hombros. Estoy muy segura, a juzgar por el tic de la mandíbula, que me estaría azotando en el culo ahora mismo si no estuviéramos en medio de la calle. Sé que me estoy comportando como una cría, pero no tengo respuestas para Luke. No sé cómo explicarle por qué me molesta lo del vestido, pero me molesta. Quizás porque demuestra lo diferentes que somos. Comprar trajes caros y acudir a galas no es algo que yo vea en mi futuro después de la graduación.

—Es un evento de etiqueta, Sophie, y necesitas un vestido adecuado si vas a ir, y a mí me gustaría que fueras.

—Quiero ir contigo. —Mis palabras se desvanecen, y en ese momento, Luke recibe una llamada, así que me libro de tener que explicarme.

Hemos llegado al Capital Grille, en la calle Chesnut, donde vamos a vernos con Boyd para comer. Luke me indica que entre mientras él finaliza la llamada, y yo aprovecho gustosamente la oportunidad para posponer la conversación.

El almuerzo me pone un poco de los nervios. Luke se pasa toda la hora interrogando a Boyd, pero Boyd no parece darse cuenta, afortunadamente. Estoy intentando conocer a mi hermano; no estoy segura de que tengamos mucho en común, pero es de mi familia. No sé por qué Luke se nos ha unido, pues parece más interesado en encontrar la razón por la que yo no debería relacionarme con Boyd que en conocerlo.

Nos despedimos fuera y le doy un abrazo a Boyd. Miro cómo se marcha durante un momento y luego me giro y empiezo a caminar con Luke en la dirección opuesta.

—Pensaba que habías accedido a ser simpático con Boyd, Luke.

—¿No lo he sido?

Pongo los ojos en blanco.

—Has sido un poco antipático.

—Vale. Lo arreglaré.

Me coge de la mano y caminamos en silencio.

—¿Y si no puedo encontrar un trabajo inmediatamente? —suelto—. Después de la graduación.

—Yo te ayudaré.

—¡Luke, no! No es eso lo que quería decir. Además, tú eres médico. ¿Cómo me vas a ayudar a encontrar un trabajo de contable?

—Quería decir económicamente, pero estoy seguro de que puedo conseguirte algunas entrevistas también. En los hospitales tienen que hacer mucha contabilidad.

—Quiero decir, y ¿si tengo que ser camarera hasta que encuentre un trabajo? ¿Seguirás queriendo llevarme a galas benéficas? Ahora trabajo en una cafetería, pero no se diferencia en nada con ser una camarera en un restaurante, solo que ganaría menos dinero como tal.

Luke me aparta hacia la pared de un edificio, fuera del camino de la gente que pasa a nuestro lado, y me coge la barbilla con la mano para inclinarme la cara hacia la suya.

—Sophie, ¿a dónde quieres llegar?

—¿Por qué me quieres? Soy estudiante y tú eres… ¡tú! Eres un médico con un fondo fiduciario y un ático sofisticado. Eres refinado y te relacionas con personas que organizan actos benéficos o que están en el consejo directivo de una empresa. Tienes una asistenta, Luke. Yo hago la colada en una lavadora que funciona con monedas y la comparto con cientos de estudiantes.

Luke inclina un poco la cabeza mientras me escucha y luego me hace retroceder hasta la pared de ladrillo de la tienda frente a la que estamos, baja la frente hasta la mía y me calla con un beso.