Capítulo 3


—¿Estás bien, cariño? —Marie cierra la puerta y saca una bandeja de instrumental y la coloca al lado de la camilla—. Le he contado al doctor Miller que es tu primera vez; tendrá cuidado.

Mi cara debe de revelar lo mortificada que me siento. Miro a Luke. Pensaba que él había dudado al entrar en la habitación, pero ahora nada en su expresión lo delata.

—Sophie —Echa un vistazo al historial— Tisdale. Señorita Tisdale, ¿no nos hemos visto antes?

¿Estoy teniendo una experiencia extracorporal? ¿Puede volverse la situación aún más incómoda? Ni siquiera me reconoce si no me ve en la cafetería. El tío con el que he fantaseado todos los martes durante semanas ahora es mi ginecólogo y, peor aún —¿o mejor?—, no sabe quién soy.

—Estimúlame —suelto. Oh, Dios, qué nombre más estúpido para una cafetería—. La cafetería, Estimúlame.

Su expresión no cambia. Echa un vistazo al historial que tiene en la mano.

—Estudiante universitaria, veintiún años… —Su voz se va apagando y con el dedo da golpecitos en la parte de atrás de la tablilla. Maldito sean él y sus atractivos dedos. Luke pasa unas cuantas páginas de mi historial—. ¿Quieres que te receten anticonceptivos? —Me mira fijamente, y mi corazón se dispara. No era así como me imaginaba que sería tener toda su atención.

—Correcto —respondo.

—¿Has pensado en qué tipo de anticonceptivos quieres? La píldora es una elección muy conveniente para las chicas de tu edad. Podría ponerte un DIU, pero no se lo recomiendo a mujeres jóvenes que aún no hayan tenido hijos. Hay un parche y un anillo, y ambos tienen sus pros y sus contras también.

—La píldora —lo interrumpo—. La píldora está bien.

—No puedo dejar de hacer hincapié en que hay que practicar sexo seguro y usar preservativo además de la píldora anticonceptiva, a menos que tú y tu pareja os hayáis hecho pruebas y decidáis arriesgaros.

—Vale, lo haré.

Luke hace una pausa.

—¿Lo harás o lo haces? Con una vez es suficiente, Sophie. —Se está lavando las manos en el lavabo pequeño de la pared y entonces se gira de nuevo hacia mí mientras se las seca con una servilleta—. ¿Eres sexualmente activa?

—Mmm… no.

—¿Entonces no has mantenido relaciones sexuales en las últimas cuatro semanas?

—Mmm… no. Nunca he practicado sexo.

Se detiene un segundo, levanta la vista de la servilleta que tiene en las manos y me mira a los ojos.

—Vale, bien. —Sacude un poco la cabeza y tira la servilleta a la basura—. Vamos a empezar con una exploración mamaria y luego una pélvica. Recogeré una muestra para hacerte una citología vaginal, aunque no creo que haya problemas. Te llamarán de la clínica en una semana si observan alguna anomalía. —Luke echa un vistazo a la bandeja de instrumental—. Marie, ¿puedes darme el espéculo pequeño? Imagino que tenéis alguno aquí.

Marie se levanta de un salto de un taburete junto a la puerta y sale de la habitación. Una vez se ha ido, Luke vuelve a mirarme. Tengo las manos cruzadas sobre el regazo y balanceo los pies con los estúpidos calcetines puestos, mientras él se pasa una mano por la mandíbula.

—Puedo reprogramar tu cita con otro médico de la clínica si no te sientes cómoda, Sophie.

No me siento cómoda, pero suelto:

—¡Estoy bien! —Admitir que me siento incómoda me haría sentir incluso más incómoda.

Luke aprieta la mandíbula y se frota la nuca. De repente, se me pasa por la cabeza lo estúpida que es mi fantasía. Esta es la vez que más tiempo he pasado con él y la única ocasión en la que no nos ha separado el mostrador. Aun así, no puedo evitar sentirme atraída por él. Sé que es inapropiado. Una cagada. Una locura. Ya me estoy preguntando si con mi futuro trabajo podré pagarme la terapia que obviamente necesito.

Marie vuelve y coloca algo envuelto en un plástico resistente sobre la bandeja. El objeto cae con un ruido sordo, y luego ella regresa a su sitio al lado de la puerta y se tapa la cara con un número viejo de una revista para amas de casa.

—Recuéstate en la camilla, Sophie.

Luke camina con aspecto impasible hacia la camilla. Me rodea la muñeca con una mano, la levanta por encima de mi cabeza y me dirige una breve mirada a la cara antes de colocarme la mano sobre la camilla.

Sus dedos se dirigen hacia la bata que me cubre. «No te pongas cachonda, no te pongas cachonda, no te pongas cachonda», me repito. Desvío la mirada y me concentro en el techo. Hay un póster motivacional sobre la camilla. Me echo a reír justo cuando noto la mano de Luke en el pecho.

—Lo siento, ¿tengo las manos frías?

—No, tienes las manos perfectas —suelto sin pensar, y creo que detecto una sonrisilla en su cara antes de devolver la mirada al póster del techo—. Es el póster. —Señalo hacia arriba con la mano libre.

Me parece gracioso que haya un póster motivacional en el techo, como si fuera a distraerme y no pensar en qué lugar estoy. ¿O es para motivarme a quedarme en la camilla? Vuelvo a reírme. Luke inclina la cabeza y mira al techo.

Mierda, ¿tengo duros los pezones? Eso es normal, ¿no? Él no está haciendo nada erótico, pero tiene las manos en mis pechos. Sí, tengo duros los pezones. Entonces coloca los dedos a los lados de los pechos. Los rota siguiendo lo que parece ser una espiral antes de pellizcarme ligeramente el pezón. Tengo que reprimir las ganas que tengo de dar un pequeño gemido. Me gusta el tacto de sus manos. Estoy segura de que no debería ser así, pero lo es. Luke me cubre de nuevo con la bata de papel antes de dar la vuelta a la camilla para repetir el procedimiento.

Probablemente debería empezar a dejar de pensar en él como Luke y comenzar a llamarlo doctor Miller. Reprimo otra risita. Yo pensaba que era banquero o abogado por sus trajes caros y corbatas a la moda. Un puto ginecólogo. Ninguna de mis fantasías con Luke terminaba así, pero quizás deberían. Estoy extrañamente cachonda ahora mismo.

Jefe del departamento de obstetricia, había dicho Marie. Eso lo convierte en cirujano, creo, así que no estaba equivocada en eso de que sería bueno con las manos. Pienso en todas las veces que me he masturbado fingiendo que era Luke el que me tocaba y siento una oleada de calor entre las piernas. Inapropiado. Esto es muy inapropiado. ¿Quién se excita durante una revisión médica?

Luke se está poniendo los guantes en sus manos perfectas. Los guantes son de color azul oscuro, lo cual llama mi atención. ¿No son siempre blancos en las series de televisión? ¿Por qué estoy pensando en eso ahora?

—Sophie, necesito que te deslices hasta el final de la camilla y pongas los pies en los soportes.

Echo un vistazo a Marie. Aún tiene la nariz metida en la revista. Me acerco al final de la camilla y me pregunto si notará que estoy mojada. ¿Cuál es la cantidad normal de flujo en situaciones como esta?

—Un poco más, hasta el final. Ahí está bien.

Tengo el corazón desbocado. Puede que esté bueno, pero esta situación es más que incómoda. Coloco los pies en los soportes y me recuesto. Tengo las manos estrechadas sobre el abdomen y empiezo a retorcer los dedos. Esta habitación está demasiado silenciosa.

—¿Entonces usted es jefe de un departamento? ¿En el hospital? La enfermera mencionó que solo visita aquí los martes por la mañana.

Hace una pausa.

—Sí. Jefe del departamento de obstetricia.

—¿Entonces opera y esas cosas? ¿Cuando no está de voluntario en la clínica?

—Sí, Sophie. Hago operaciones y esas cosas. —Luke se desliza en un taburete con ruedas hasta el final de la camilla—. Vas a notar mi mano en el interior del muslo.

Luke ajusta la lámpara que está unida al final de la camilla y la enciende. Dios, ¿hay una lámpara? ¿No es suficiente con los fluorescentes de la habitación?

—Relájate. Solo estoy examinando el exterior, primero.

Siento sus dedos sobre mí; su tacto es suave. ¿Cuántas veces me había imaginado su cabeza en una posición parecida? Esto es muy incómodo. «Concéntrate en esta sala aséptica, Soph. No te avergüences a ti misma. No hagas el ridículo».

—¿Entonces le gustan las universitarias o algo? ¿Y por eso es voluntario? —Oh, mierda. Creo que acabo de acusarlo de ser un pervertido.

Noto que hace una pausa. En mi vagina. Porque está tocándome la vagina mientras lo acuso de que le gusta examinar a universitarias. Socorro.

—Mi familia donó esta clínica hace años, mucho antes de que empezara usted la universidad, señorita Tisdale. Mi abuelo era médico, le gustaba ayudar a la gente desinteresadamente y contribuía con su tiempo cuando podía. Yo contribuyo unas horas a la semana en su honor.

Oigo a Luke coger el objeto envuelto en plástico de la bandeja y abrirlo. Me recuerda a cuando me hago una pedicura, al sonido que hacen los paquetes de instrumental esterilizado al abrirlos. Genial. Lo más probable es que ahora me ponga cachonda con las pedicuras. Como si necesitara otro fetiche. Creo que ya tengo para toda una vida con el fetiche del ginecólogo.

—Soy especialista en infertilidad y embarazos de alto riesgo. Pacientes con recursos económicos. —Las ruedas del taburete chirrían por el suelo de linóleo—. La otra cara de las mujeres que están desesperadas por tener hijos son las mujeres que están desesperadas por no tenerlos. Uno de los objetivos de esta clínica es proporcionar a los alumnos el acceso fácil a métodos anticonceptivos para que no se arruinen el futuro con un bebé que no esperaban. Eso es algo en lo que puedo ayudar fácilmente siendo voluntario unas cuantas horas a la semana.

Oh.

—El gel se mantiene a temperatura ambiente para que no esté muy frío —explica Luke mientras cubre el espéculo.

Yo me quedo mirando el instrumento mientras él desliza las manos sobre él de un lado para otro. Vuelvo a notar sus dedos en mi cuerpo, abriéndome.

Luke coloca la punta en la entrada.

—Vas a notar un poco de presión. Este es el espéculo pequeño, así que no debería ser muy molesto. —Mete despacio el instrumento en mi interior.

Joder, qué estrecho. Se me retuercen los dedos de los pies en los soportes y arqueo la espalda un poco.

—Relájate. —Luke vuelve a colocar la mano en mi muslo y mueve el pulgar de un lado a otro para calmarme—. Necesito que se dilate lo suficiente para examinar el cuello uterino y coger una muestra, ¿vale? —Noto que se dilata un poco y luego oigo un clic. Él vuelve a ajustar la lámpara y coge algo de la bandeja—. Una muestra rápida y terminamos. Tienes un cuello uterino perfecto.

«Tienes un cuello uterino perfecto». ¿Usan los ginecólogos esa frase para ligar? Me río por dentro.

—Ya está. —Oigo que el artefacto cede mientras él lo cierra—. Relájate, Sophie. Necesito sacar el espéculo. Es más fácil si te relajas. —Los dedos de su mano me abren mientras saca despacio el instrumento, deslizándolo.

Luke se levanta y echa un chorro de gel en la punta de su índice derecho, cubierto por el guante azul.

—Voy a presionarte el abdomen hacia abajo desde el exterior mientras inserto un dedo para examinar los órganos internos.

Joder. Me está metiendo un dedo. Me gusta; es más pequeño que el espéculo. Desliza la otra mano bajo la bata de papel. Me contraigo alrededor de su dedo y evito hacer cualquier ruido.

—Por favor, relájate —dice Luke, como si intentara calmarme, aunque sospecho que está exasperado.

Mete y saca el dedo un poco mientras presiona desde arriba, y sé que estoy tan mojada que no necesitaba el gel ese que se ha echado en el guante. Luke mueve la mano por mi abdomen, haciendo presión mientras mueve los dedos en mi interior. Me gusta mucho la sensación de la presión desde arriba con el dedo dentro de mí. Me tenso alrededor de su dedo sin querer y siento que un pequeño espasmo se propaga por todo mi cuerpo. Oh, Dios mío. Creo que acabo de tener un orgasmo. Joder. ¿Se habrá dado cuenta? Ha sido pequeño. Quizás no se haya dado cuenta.

Luke se aclara la garganta, saca el dedo y me cubre con la bata de papel sin establecer contacto visual. Por supuesto que lo ha notado. Luke retrocede y tira los guantes azules en la papelera de camino al lavabo.

—Ya puedes sentarte, Sophie.

Quito las piernas de los soportes y me siento. De inmediato, echo de menos el póster del techo porque ahora no estoy segura de en qué concentrarme. Termino mirando un póster sobre las ETS.

—Te doy un minuto para que te vistas y después nos vemos fuera para darte la receta.

Marie deja la revista en un revistero junto a la puerta mientras Luke sale de la habitación.

—Deja que yo los coloque. —Marie pliega los soportes y los mete en la camilla—. ¿Ves? ¿A que no ha sido nada? —Me da unos golpecitos en la rodilla y se gira hacia la puerta—. Ven al mostrador de recepción cuando estés lista.

Suspiro cuando las puertas se cierran. Qué coño. Voy a tener que dejar mi trabajo en el Estimúlame. O esconderme en la trastienda cada vez que venga Luke. Doctor Miller, no Luke. Puede que este sea el momento que más bajo he caído en toda mi vida.

Cuando me levanto, rompo el estúpido papel que cubre la camilla. Hay una mancha de humedad. ¿Es eso normal? ¿Se supone que tengo que limpiar lo que he ensuciado? ¿Por qué nadie te prepara para esto antes de ir al ginecólogo? Cubro la mancha con la bata de papel y cojo una servilleta para limpiarme. Me visto rápidamente y miro mi reflejo en el espejo. Estoy un poco sonrojada. Acabo de llegar más lejos con Luke que con Scott en los dos años que estuvimos saliendo.

—Eres una pervertida —le digo a mi reflejo antes de sentarme para ponerme los zapatos.

Un momento. ¿Qué calcetines llevo hoy? Me quedo quieta con un zapato en la mano. Los que tienen rayas rosas en la punta. Le doy la vuelta al pie. «Con clase». Eso es lo que hay escrito en la suela de mi pie izquierdo. ¿Y en el derecho? «Zorra». Llevo mis calcetines de «zorra con clase» y se los acabo de enseñar a Luke mientras estaba abierta de piernas. ¿Podía esta cita médica ir a peor?

Abro la puerta de la consulta y me dirijo a la recepción. En realidad, es solo un mostrador junto a la salida. Luke está ahí, de pie, escribiendo en un historial mientras me acerco. Suelta el bolígrafo y comprueba el reloj. Es grande y parece caro, y le queda perfecto. ¿Qué tienen de especial los hombres con reloj? Es tan sexy. La mayoría de los tíos de mi edad sacan el móvil del bolsillo para mirar la hora. Quizás llevarían relojes si supieran que atraen a las mujeres.

Luke ve que me acerco y desliza una bolsa de papel por el mostrador.

—Aquí tienes anticonceptivos para tres meses. La clínica te hará más recetas gratis mientras seas estudiante. No dejes que se te pase porque no puedas venir a la clínica a recogerlas. Puedes pedir más cuando aún te queden para un mes, así que tienes un mes antes de que se te acaben, ¿entendido?

Su tono es firme y, por alguna razón, me ofendo. No soy idiota.

—Sí, entendido, doctor Miller.

Él continúa hablando de los peligros de los antibióticos porque disminuyen el efecto y de que hay que usar también otros métodos anticonceptivos si se están tomando antibióticos y durante una semana después de dejar de tomarlos. En serio, son cosas que aprendí en los talleres de educación para la salud en sexto de primaria o viendo programas para mujeres en la televisión, pero lo escucho.

—Puedes empezar a tomar la píldora hoy. Necesitarás usar otro método anticonceptivo durante una semana. Deberías utilizar también preservativos a menos que tu pareja se haya hecho pruebas. Tienes algunos en la bolsa y la clínica siempre te puede dar más. ¿Alguna pregunta?

—Pensaba que era abogado.

Me mira durante un segundo. Creo que los dos estamos sorprendidos por lo que acabo de decir.

—Y yo pensaba que… no eras estudiante. —Fija la mirada en la mía durante un segundo. Nunca me cansaría de mirar esos ojos, aunque tampoco es que vaya a tener la oportunidad de verlos otra vez.

—Cuídate, Sophie. Buena suerte. —Me da una palmadita en el brazo y se marcha.

¿Me acaba de desear buena suerte para echar un polvo? Meto la bolsa de papel en la mochila y salgo de la clínica. Vuelvo a mirar hacia la entrada. Sobre las grandes letras negras de metal fijadas en la piedra encima de la puerta del edificio en las que pone «Clínica para Estudiantes», hay un grabado: «Centro de Salud Rutherford Miller».