Capítulo 15


Consigo sobrevivir al resto del turno mientras Everly me lanza miradas de preocupación.

—¿Es la misma pelirroja? —susurra Everly cuando entra, una vez se da cuenta de que Luke no está solo.

Everly insiste en que no significa nada, que Luke me estaba mirando todo el tiempo mientras les cobraba y yo evitaba mirarlo. Sin embargo, ella no ha escuchado los comentarios de la pelirroja al girarse para llenar dos vasos grandes de café de tueste italiano, uno de ellos con leche.

—¿Trabaja en una cafetería, Lucas? Encantador.

Yo aún estaba dándole vueltas al hecho de que Luke había pedido por ella porque sabía lo que querría sin tener que preguntárselo. Su comentario fue como un bofetón extra.

—Gina, para.

Eso fue todo lo que él dijo. Sentía su mirada clavada en mí, pero yo simplemente puse el cambio en el bote de propinas, sin ni siquiera molestarme en preguntarle si quería que lo hiciera. Luego le mostré una enorme y falsa sonrisa a la chica que hacía cola tras ellos y le pregunté qué quería.

Me gusta Luke. Le creí cuando me dijo que la pelirroja no era su novia. Le creí cuando me dijo que no iba a llamarme. No me había prometido nada.

Sin embargo, no me gusta pensar que es tan capullo como para entrar en el Estimúlame con la misma mujer con la que había tenido una cita antes de acostarse conmigo hace tres noches. No mola. ¿Quiero pasar más tiempo con Luke? ¿Y quién no querría? No necesito follar con otros para hacer comparaciones y saber que pasarán años antes de que encuentre a alguien que pueda compararse a Luke. Así que, claro, quiero pasar más tiempo con él, pero mis expectativas son una cena en la misma mesa y unas cuantas nuevas posturas sexuales, no la llave de su piso.

Pero, ¿pasar hoy por el Estimúlame con Gina? Nunca me lo habría imaginado. ¿Ha venido solo todos los martes por la mañana durante semanas y hoy viene con ella? Capullo. Si intenta dejar claro que lo del sábado fue solo cosa de una vez, mensaje recibido alto y claro. Sin embargo, sigo sin poder arrepentirme de nada.

No cojo el autobús del campus porque prefiero dar un largo paseo después del trabajo. Tengo las mejillas frías mientras camino por la calle Spruce hacia mi residencia. Hace exactamente una semana que tuve la cita en la clínica. Para ser una chica a la que le gusta planear las cosas, estoy segura de que no entraba en mis planes que fuera Luke el que estuviera en la consulta ni nada de lo que pasó después.

Las hojas que caen en la acera crujen con mis pisadas, y me meto las manos en los bolsillos. Vale, estoy un poco molesta. Y triste. Soy una chica práctica; no estaba buscando mi cuento de hadas, pero no me siento satisfecha con la manera en que mi historia con Luke ha terminado. Sexualmente, sí, fue una experiencia satisfactoria; sentimentalmente, un poco deficiente.

«Apechuga, Sophie. Conseguiste lo que querías».

Me suena el teléfono y lo saco del bolsillo para responder mientras camino.

—Sophie, cielo, soy la abuela. Solo quería decirte que hemos aceptado la oferta por la casa y que también han aceptado la que nosotros hicimos por el piso de Florida. ¡Nos mudamos!

Sonrío.

—Eso es genial, abuela. Estoy contenta de que por fin lo vayáis a hacer.

—Los compradores quieren finalizar la venta de nuestra casa antes de Acción de Gracias. —Oh—. Así que solo tenemos cuatro semanas para hacer las maletas. Estamos pensando en irnos a Florida entonces para no tener que meterlo todo en un almacén. Podemos mudarnos al piso de Islamorada la semana antes porque está vacía y los propietarios quieren hacerlo rápido.

Sé lo que en realidad me está preguntando. Quiere saber si me parece bien que no los vea durante Acción de Gracias. Han pospuesto mudarse solo por esa razón: porque querían estar cerca de mí.

—Abuela, no pasa nada. Puedo ir a casa de Jeannie o Everly en Acción de Gracias.

—¿Estás segura? Podemos comprarte un billete de avión si quieres venir durante el puente.

—Sí, estoy segura. No pasa nada, seguramente tendrás mucho trabajo deshaciendo las maletas y visitando a tus amigos. —Tienen buenos amigos que se mudaron a esa zona cuando se jubilaron hace años.

—Los Mirabelli y los Blackwell ya nos han pedido que vayamos a verlos en cuanto lleguemos. —La abuela parece emocionada, y yo estoy muy contenta por ella—. Pero sí vendrás en Navidad, ¿verdad? Tendremos una habitación lista para ti.

Le digo que ir a Florida en Navidad es una buena idea, y nos despedimos cuando llego a la entrada de la residencia. Hay un Mercedes S63 negro en la zona de carga y descarga, a pesar de no poder aparcar ahí, y, apoyado sobre él, mirándome, está Luke.

—¿Estás aquí por mí? —Me señalo a mí misma con la mano con la que aún sostengo el teléfono.

—Sí, por ti. —Se pasa el pulgar por el labio inferior, un movimiento tan simple y, a la vez, tan erótico. Luego se mete las manos en los bolsillos.

No contesto. De todas formas, no estoy segura de qué se supone que tengo que decir. Nos miramos en silencio. Él da un paso hacia mí, y yo retrocedo otro paso instintivamente y luego me balanceo hacia delante sobre los dedos de los pies.

—Dijiste que no me llamarías —comento finalmente en un tono más malicioso de lo que pretendía.

—No te he llamado. —En su voz no hay ni un atisbo de arrepentimiento.

Quiero poner los ojos en blanco.

—No. En lugar de eso has traído a tu cita a mi trabajo.

El viento me golpea un mechón de pelo hacia la cara que se me pega al brillo de labios. Me aparto el mechón y doy un paso a la izquierda para que el cuerpo de Luke bloquee el viento. Él es mucho más grande que yo; pensar eso me hace recordar la sensación de tenerlo encima de mí.

—Se suponía que ella no tenía que haber estado ahí. —Se acerca otra vez.

—Y ¿qué significa eso? —Doy un paso atrás y me topo con su coche. Hemos ido dando la vuelta y cambiando de lugar.

Luke saca las manos de los bolsillos y las pone sobre el techo del coche, a ambos lados de mi cuerpo, dejándome inmovilizada. Tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—No puedo dejar de pensar en ti, Sophie. —Sus ojos buscan mi cara—. Lo de esta mañana ha sido… un error. Todo esto es un error. Eres demasiado joven para mí. Eres tan dulce y pura. —Me retira otro mechón errante de la mejilla y lo coloca detrás de la oreja—. Debería dejarte tranquila, joder, dejar que busques a alguien más adecuado para tu edad, pero soy egoísta cuando se trata de ti. —Vuelve a colocar la mano sobre el coche y se inclina. —¿Qué es lo que quieres, Sophie? —me susurra al oído.

—A ti. —Al fin, lo miro—. Te quiero a ti.