Capítulo 14


Ese tío no deja de mirarte —murmura Everly mientras limpia el mostrador del Estimúlame.

—¿Ah, sí? —respondo, desinteresada. Los tíos desconocidos que pasan el rato en cafeterías me dan igual.

—Probablemente sea un guardaespaldas contratado por el doctor Miller para cuidarte.

Everly le echa un vistazo desde detrás de la vitrina de la bollería.

Hago una pausa y la miro.

—Has dicho tantas cosas ridículas que no estoy segura de qué debo responder primero.

—Oh, tómate tu tiempo. —Everly se sube de un salto al mostrador de atrás.

Yo me río.

—Vale. Uno, ese hombre de ahí no es el guardaespaldas de nadie. —Everly se encoge de hombros, así que continúo—: Dos, no estoy en peligro. Y tres, Luke no está haciendo nada por mí. No es lo que acordamos.

Everly examina lo que le queda de la manicura francesa que se hizo para la boda de su hermano celebrada el fin de semana mientras responde:

—Uno —dice y mira al chico que está sentado solo al lado de la ventana—, verdad. Dos, en las novelas románticas la heroína siempre está en peligro. Tres, estoy segura de que lo tuyo con Luke todavía no ha terminado.

—Te das cuenta de que no estamos en una novela romántica, ¿verdad? De todas formas, ¿cuándo te has vuelto tú una romántica? —Levanto una ceja en dirección a Everly, escéptica—. ¿Pillaste un ramo de unicornios en la boda?

Everly suspira y se cruza de brazos.

—No, no pillé nada en la boda, salvo las llaves de la casa de Finn.

—¿El profesor Camden te dio las llaves de su casa? Pensaba que decías que necesitabas convencerlo un poco más antes de que, y cito, aceptara lo que era lo mejor para él.

Everly hace un gesto desdeñoso con la mano.

—No, hice una copia.

—Everly, no. —Niego con la cabeza, incrédula—. No, no lo hiciste. ¿Cómo? ¿Lo sabe él?

—Sophie, parece que no me conozcas. Le tomé prestado el coche. —Se detiene al ver la expresión de mi cara—. Vale, le robé el coche y conduje hasta una tienda de bricolaje e hice copias mientras él estaba ocupado con sus tareas de padrino.

—No. —Yo sigo negando con la cabeza.

—Sí. —Ella asiente.

—¿Disculpad? —Las dos nos giramos y vemos en el mostrador al tío que Everly se había imaginado como mi guardaespaldas—. ¿Podéis ponerme más? —Sostiene su vaso vacío. En el Estimúlame puedes rellenarte el vaso de café tantas veces como quieras en la misma visita.

—Claro. —Le pongo más en el vaso y se lo devuelvo. Él se me queda mirando un segundo más del necesario, y me siento incómoda, pero ocurre tan rápido que me pregunto si me lo he imaginado.

—Volviendo a lo de Luke —dice Everly cuando el tío se da la vuelta con su vaso recién rellenado.

La miro y me encojo de hombros.

—Me dijo que no me llamaría, y yo le dije que vale.

—Y entonces te folló hasta dejarte sin sentido.

—Y entonces me folló hasta dejarme sin sentido —confirmo. Y no puedo evitar esbozar una amplia sonrisa.

—Eres una zorra con suerte.

Intento esconder otra sonrisa, pero tiene razón. Fue increíble y superó cualquier expectativa que yo tuviera sobre mi primera vez. Noto que me pongo colorada al recordar la sensación de su piel bajo las yemas de mis dedos y la de su pecho bajo mi cabeza al desplomarme sobre él después de hacerlo, escuchando el latido de su corazón mientras sus dedos jugaban con mi pelo.

Me gusta Luke. Me gusta desde hace semanas, pero él no me ha prometido nada. Yo quiero más, obviamente, pero la vida me ha enseñado a ser cuidadosa con mis expectativas. No soy tan energética como Everly. Esa chica es una fuerza de la naturaleza. Si no fuera porque la quiero mucho, me daría pena el profesor Camden, pues ella es una ninja despiadada escondida en un cuerpo diminuto digno de una conejita Playboy. Su brillante pelo negro se balancea en una coleta que le llega hasta la mitad de la espalda, y sus enormes ojos verdes siempre brillan, con una mezcla de sinceridad y malicia. El profesor Camden no tiene la más mínima oportunidad contra ella.

—Sophie, volverá a por más. Confía en mí.

Lleno una bandeja de magdalenas y las meto en la vitrina de la bollería.

—No sé, Everly. Luke es muy sofisticado, y está claro que tiene un estilo de vida nada provinciano, no como en Cowbell Lane —digo, refiriéndome a la casa de mis abuelos en Willow Grove.

—Soph, por favor. Ese tío roza los cuarenta y tú eres una universitaria sexy con un coño flamante, nuevecito y estrecho. Volverá.

Mis ojos se abren de par en par.

—¡Everly, por Dios!

—Es una forma de hablar. —Levanta las manos fingiendo defenderse antes de esbozar una enorme sonrisa.

—No creerás que tiene cuarenta, ¿no?

—Acaba de cumplir treinta y seis en agosto.

—¿Cómo lo sabes?

—Google.

—¿Lo has buscado en Google?

—¿Tú no? —Everly parece horrorizada.

—Eh, no. —Sinceramente, había pensado hacerlo, pero no quería involucrarme más de lo que ya lo estaba.

—Bueno, hablando del rey de Roma, por el coño asoma. —Everly está sonriendo.

—Everly, el dicho no es así. Es «la puerta». Por la puerta asoma.

—Oh, tú lo has dicho. Acaba de entrar.

Mi estómago es una explosión de nervios cuando miro hacia la puerta. Luke acaba de llegar. Me había preguntado si mantendría su rutina de los martes y pararía en la cafetería a por un café. Ahora sabía que este Estimúlame está entre su piso en la plaza Rittenhouse y la clínica para estudiantes, pero no es la única ruta que puede tomar ni la única parada que puede hacer.

Mi corazón late muy rápido mientras lo miro. ¿Me dirá algo o solo volverá a pedir café y a marcharse como en las últimas semanas? Lleva un traje azul marino, una camisa blanca almidonada y una corbata de color azul metalizado. Y, entonces, mi corazón deja de latir tan rápido. Hay una mano sobre su brazo. Sigo la mano hasta llegar a la pelirroja que vi el sábado por la noche.