Capítulo 4


Paso al lado de la parada del autobús del campus que hay fuera de la clínica y decido ir caminando. Hace un poco más de calor ahora que ha salido el sol y ahora mismo no tengo ganas de encerrarme en un autobús.

Hay caminos por todo el campus y puedo ir de la clínica a la residencia a pie. O quizás vaya a mi próxima clase aunque sea temprano. Tampoco tengo ganas de ver a mi compañera de habitación.

Me arden las mejillas mientras recuerdo la última media hora. ¿Qué me pasa? ¿Tengo algún tipo de fetiche con los médicos? Para ser justos, Luke me atraía antes de saber que era médico, y encima mi médico. Sin embargo, verlo en esa bata de laboratorio debería haber acabado con la atracción, pero no ha sido así; ha ido a peor.

Que tuviese un cargo importante me ha puesto muy cachonda. ¿Habría sido así si no hubiera estado fantaseando con él durante semanas? No lo creo.

¿Cómo puedo sentirme tan atraída por un hombre al que apenas conozco? Fue lujuria al instante desde el primer día en que lo vi. No me siento tan atraída por Mike, y eso que es mi novio. Soy una mala persona. ¿Quién se siente así con su propio novio? ¿O será que me siento atraída por Luke porque es inalcanzable?

¿Estuve saliendo con un chico de manera platónica durante dos años porque me daba seguridad? No me gusta correr riesgos. Soy buena. Nunca he querido ser mi madre. Nunca he querido arruinarme la vida con un embarazo no deseado y que mis abuelos cargaran con otro bebé que no entraba en los planes.

Sé que mi abuelo habría trabajado menos tiempo si no hubiera tenido que criarme. Además, tanto él como mi abuela habían retrasado durante mucho tiempo sus planes de mudarse a Florida después de jubilarse porque querían estar cerca de mí mientras yo estuviese en la universidad. Al final los convencí para que vendieran la casa cuando empecé el último curso, hace unas semanas.

No he estado en casa más de un par de semanas en verano desde el instituto, pero ellos nunca han querido que sintiera que no tenía un lugar al que volver. Tuve que prometerles que si no encontraba un trabajo después de la universidad con el que me pudiera permitir un piso decente, me iría a Florida y me quedaría con ellos. Además, se negaron a buscar una casa en Florida que no tuviera una habitación para mí, incluso si solo me quedo allí unas pocas noches al año.

Llego temprano al edificio Hymer, donde tengo mi siguiente clase. Me debato entre esperar dentro o fuera a que Everly salga del edificio. No solemos cruzarnos los martes aquí, pero hoy he llegado temprano.

—Oye, zorra, ¿has echado un polvo en la consulta del médico? Se te ve diferente. —La miro con los ojos en blanco—. ¿Qué pasa?

Lukeesginecólogo.

—¿Qué? —Everly inclina la cabeza como si estuviera hablando con una loca.

—Luke es ginecólogo. En la clínica para estudiantes.

—Sí, claro. —Creo que he conseguido conmocionar a Everly—. Esto sí que no me lo esperaba. —Me mira—. ¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Has pedido hora con otro médico?

—No. Me he quedado con la cita que tenía.

—Zorra pervertida, ¡no, no las hecho! ¡Me estás tomando el pelo!

—Sí, sí lo he hecho. Ya estaba sentada en la camilla con la bata de papel cuando ha entrado. ¿Qué se supone que tenía que hacer?

—¿Te ha gustado? —Me dirige una sonrisa sugerente.

—¡Everly!

—Zorra, sé que lo has disfrutado. Al menos un poco.

—Crees que soy rara, ¿no?

—Sophie, no. Ese tío no debería ser ginecólogo. No es justo para las mujeres.

—Técnicamente, creo que es obstetra.

—Es lo mismo.

—La enfermera me ha dicho que es el jefe de un departamento en el hospital.

—Bien hecho, Sophie. Cuando te atrae alguien, lo haces con clase.

—Uff. —Hago un gesto de disgusto—. Eso me recuerda algo. ¿Tú te dejas puestos los calcetines cuando vas al ginecólogo?

—No. ¿Entonces tienes la receta?

—Sí —asiento—. Y una bolsa llena de condones. —Doy golpecitos a mi mochila.

—Oh. El doctor Luke se preocupa por tu salud.

—Entenderás que no vaya a atenderle nunca más, ¿verdad?

—Claro. Me lo he imaginado después de haber estado hablando unos treinta segundos.

—¿Qué haces en esta parte del campus, por cierto? No tienes clases en este edificio, ¿no?

Everly resopla.

—Créditos extra.

Suelto un quejido.

—Ni siquiera voy a preguntar.

Everly se ajusta la mochila en el hombro y me sonríe.

—De todas formas tus oídos vírgenes no podrían soportarlo. Me voy corriendo, Sophie. No puedo perderme la siguiente clase. ¡Te veo el jueves!

—Espera. ¿Por qué el jueves? —pregunto, confusa.

—¡Tienes hora para la cera! —grita mientras se marcha—. He decidido acompañarte yo misma. Si no, no irás.

Camino de espaldas hacia el edificio mientras Everly me grita que quedemos en el vestíbulo de mi residencia el jueves y, entonces, choco con unos músculos.

—¡Ay!

—¡Oh, lo siento! No estaba… —Me giro y veo a Mike sonriéndome—. Ah, eres tú —me río, aliviada.

Mike me rodea con los brazos y me acaricia el cuello con la nariz.

—¿Qué es eso de que tienes hora para hacerte la cera? —me murmura al oído.

Supongo que hoy mi vagina es un tema público. ¡Viva la vagina!

Mike es varios centímetros más alto que yo, pero no tanto como para no poder ponerme de puntillas y darle un beso, lo cual hago en ese momento mientras le rodeo el cuello con los brazos. Su pelo rubio como la arena está alborotado y necesita un corte.

—¿Puedes quedarte solo en la habitación el sábado por la noche? —pregunto.

Se le iluminan los ojos.

—¿Sí?

—Sí —digo firmemente.

Se mete las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros.

—Puedo conseguir la habitación para nosotros solos ahora mismo.

Me río y deshago el abrazo.

—El sábado —digo—. Tengo que ir a clase. Además, aún tengo que hacerme la cera, que veo que te interesa mucho. —Sonrío y empiezo a caminar de espaldas hacia el edificio.

Sus ojos se posan en mi entrepierna y suspira.

—¿Podríamos hacer un antes y un después? —grita, pero yo ya estoy en los escalones.

—¡El sábado! —contesto, y entro en el edificio.