Capítulo 6
Llego a la entrada principal del Hospital Baldwin Memorial, agradecida por haber encontrado a alguien en la residencia que tuviera coche y me trajera hasta aquí. Mi abuela me ha llamado cuando estaba de camino y me ha dicho que habían llevado al abuelo a radiología y que ella estaba esperando en urgencias. Me registro como visita en el mostrador, me indican dónde está urgencias y encuentro a mi abuela sentada en una habitación pequeña con cortinas ojeando una revista.
—Sophie, cariño, gracias por venir. —Mi abuela me abraza.
—Faltaría más. ¿Cómo estás?
—Bien. Yo estaba en el suelo, donde debía estar. Tu abuelo, por el contrario, puede que tenga una contusión.
—¡Abuela! Una contusión es algo grave.
—Bueno, estamos en el lugar adecuado para que le hagan pruebas. ¿Qué tal las clases? —Da golpecitos en la silla de al lado, y yo me siento obedientemente y la pongo al día de todo lo que ha ocurrido en la universidad.
Al cabo de un rato traen a mi abuelo en silla de ruedas y nos dicen que volverán con los resultados «pronto». Entonces esperamos. Y esperamos un poco más. Entre enfermeras que entran y salen ajetreadas y la espera interminable, pongo al día a mi abuelo al igual que he hecho con mi abuela, quien finalmente acepta tomarse un café después de habérselo ofrecido muchas veces. Llegados a este punto, creo que solo quiere matar el tiempo.
***
Me dirijo a la entrada principal en busca del comedor del hospital. Estoy de pie, perdida en el vestíbulo, en busca de una señal con una flecha que me indique la dirección correcta cuando noto una mano en el brazo.
—Sophie. ¿Qué haces aquí? ¿Va todo bien?
Es Luke. Aún tiene la mano en mi codo y sus ojos dejan entrever que está preocupado.
—Sí —digo, mientras niego con la cabeza—. Yo estoy bien. Es mi abuelo. Se cayó de una escalera. Estamos esperando los resultados de las pruebas. Voy a llevarle un café a mi abuela, si es que encuentro el comedor. —Estoy balbuceando. Luke me ha soltado el codo y se ha metido las manos en los bolsillos de su traje caro—. ¿Por qué está aquí? —pregunto, confundida.
Él me sonríe.
—Hospital. Médico. Paso mucho tiempo por aquí.
—Ah. ¿Este es su hospital? Pero lleva traje. ¿Por qué no lleva el uniforme?
—Normalmente no llevo uniforme si no tengo que operar y no programo operaciones los miércoles porque es cuando se reúne la comisión. —Tira del final de mi trenza—. ¿Preferirías que llevara uniforme cuando voy a por café, Sophie?
—Yo, eh… No. Los trajes están bien. —Me sonrojo.
—Vamos, te llevaré a la cafetería del hospital. Tienen una selección mejor de cafés que en el comedor.
Coloca la mano en mi espalda y me guía hacia un pasillo que sale del vestíbulo. La cafetería está a la vuelta de la esquina. Debo de haber estado muy distraída antes.
—¿Tu abuelo está bien?
—No lo sé. ¿Eso creo? Le han hecho un TAC hace unas horas y hemos estado en urgencias esperando los resultados.
Luke asiente.
—Vale.
Le doy vueltas al móvil en las manos.
—Gracias por ayudarme a encontrar la cafetería —digo cuando él continúa mirándome, ahí de pie.
—¿Tus padres están aquí, Sophie?
Aparto la mirada.
—No. No tengo… —Lo miro—. Solo estamos mis abuelos y yo.
Luke me pone una mano en la muñeca para evitar que le dé otra vuelta al teléfono.
—Todo irá bien, Sophie.
—Claro. —Le sonrío débilmente—. Gracias.
Me pongo en la cola para comprarle a mi abuela un café que en realidad no quiere y observo a Luke marcharse.
***
Al cabo de unos minutos tras haber vuelto a urgencias con el café, una doctora entra en la habitación de las cortinas.
—Siento haberles hecho esperar. Soy la doctora McElroy y tengo los resultados del TAC. Están bien, pero me gustaría que se quedara esta noche en observación. Tiene una pequeña contusión, y quiero estar pendiente. —Nos sonríe a cada uno de nosotros como si observar contusiones fuera su pasatiempo favorito—. Vamos a trasladarle a una habitación en unos minutos. Y, señora Tisdale, puede quedarse esta noche en la habitación del señor Tisdale si lo desea. Los sillones se abren y se transforman en camas muy cómodas, si quiere estar cerca.
La doctora se marcha disculpándose y entonces me suena el teléfono.
«Van a trasladar a tu abuelo a una habitación para tenerlo en observación esta noche. La doctora McElroy es una experta en su campo y solo lo ingresa por precaución. Si necesitas cualquier cosa, dímelo. Luke»
Me quedo mirando el teléfono, perpleja. ¿Es un gesto bonito? ¿Raro? Levanto la vista y me siento observada. ¿Cómo sabe tanto? O, lo que es más importante, ¿cómo ha conseguido mi número de teléfono?
La doctora McElroy entra rápidamente de nuevo a la habitación de las cortinas con una camillera y nos informa de que están listos para trasladarlo. La miro con más interés que antes. Lleva el típico uniforme de médico y una bata de laboratorio, pero no puedo evitar reparar en lo guapa que es. Tiene unos enormes ojos azules enmarcados por unas pestañas oscuras tan espesas que me pregunto si son falsas. Parecen de verdad. Tiene una melena corta, oscura y brillante, con mucho estilo. No se le ve ni un solo pelo fuera de lugar.
Quién sabe si es el tipo de mujer que le gusta a Luke: una persona realizada e impecable incluso con un uniforme médico. Mi curiosidad hace que me pregunte si se han acostado juntos. Trabajan en el mismo hospital, y los miembros del personal siempre se lían unos con otros, al menos en las series de médicos que veo en la tele. Hasta donde yo sé, podrían estar acostándose ahora. Pensar en ello hace que me invada una oleada de malestar.
Estuvimos esperando sentados durante horas. Entonces, me tropecé con Luke y, en cuestión de minutos, la doctora McElroy estaba con nosotros. ¿Me estaba haciendo Luke un favor? ¿O la doctora McElroy estaba haciéndole un favor a él?
La camillera es una chica diminuta que se presenta como Kaylee. No parece tan grande como para llevar una camilla ocupada por los pasillos, pero la chica desbloquea las ruedas con un movimiento experto de pie y nos saca serpenteando de urgencias con una facilidad que no encaja con su tamaño.
Le digo que admiro su fuerza, y ella se ríe.
—Soy madre —me dice—. Llevar a un señor mayor en una camilla es más fácil que llevar a bebés en un carrito para gemelos, créeme.
Me río y me quedo detrás cuando ella gira con la camilla por una curva cerrada y se mete en el ascensor. Pulsa el botón del quinto piso y charla con mi abuela mientras yo compruebo el teléfono otra vez. Debería responder, ¿no?
«Gracias».
«De nada, Sophie».
«¿Cómo ha conseguido mi número?»
«En la base de datos del hospital. Apareces como contacto de emergencia en el archivo de tu abuelo».
«Eso parece un uso incorrecto de la base de datos del hospital. Y una violación de la Ley de Protección de Patos.
¡Patos!
¡Maldito autocorrector! Datos».
«Creo que la reprimenda ha perdido fuerza con la palabra “pato”».
«Sí, un poco».
«¿Puedes guardar un secreto, Sophie?»
«¿En general o uno suyo?»
«Mío».
«Claro».
«Entonces este es nuestro secreto».
Me muerdo el labio para suprimir una sonrisa mientras me meto el móvil en el bolsillo. Kaylee entra con destreza por la puerta de la habitación 5853 y bloquea las ruedas de la camilla antes de desearle al abuelo que se recupere pronto. Yo me quedo y los ayudo a instalarse. Lo hago más por mí que por ellos; necesito saber que están bien antes de marcharme.
Me cuentan que les han hecho una buena oferta por la casa y que han encontrado varias viviendas en Islamorada, en Florida, una villa formada por islas situadas en los Cayos de Florida con una temperatura máxima media de treinta y un grados, días soleados y agua cristalina para hacer buceo. Mis abuelos rondan solo los sesenta, son activos y se mantienen en forma, así que les encantaría vivir en un sitio donde el clima les permitiera pasar más tiempo fuera de casa.
Los animo a que acepten la oferta y que se vayan, a que no pasen otro invierno en Pensilvania cuando Florida está a tan solo un vuelo corto de aquí. Creo que por fin están aceptando que me voy a graduar esta primavera y que no volveré a vivir con ellos.
Le envío un mensaje a Mike y le pregunto si puede recogerme y llevarme de vuelta al campus. Acepta, así que le doy a mi abuela un último abrazo y me dirijo al vestíbulo para esperar.
Cuando salgo del ascensor y llego al vestíbulo, hay mucha más gente que antes. Doy dos pasos antes de divisar a Luke. Está de pie, con las manos en los bolsillos, mirándome fijamente. Habla con otro médico que lleva una bata blanca y un estetoscopio alrededor del cuello.
Vacilo durante un momento. ¿Me está esperando? ¿Por qué? Decido no interrumpirlo y sigo caminando con la intención de buscar un banco fuera en el que pueda sentarme mientras espero a que me recoja Mike.
Salgo del hospital y me recibe una ráfaga de aire frío. Quizás espere dentro. Me doy la vuelta y entro de nuevo, con los ojos de Luke todavía fijos en mí. Es extraño. No hay sitio donde sentarse desde el cual pueda ver los coches que se detienen, así que me quedo de pie frente a las ventanas de cristal.
—He hablado con el jefe de radiología y con la doctora McElroy. Tu abuelo tiene el cuello y la espalda bien. Solo lo han dejado en observación por la contusión.
Luke está justo a mi lado. Tengo que levantar un poco la vista para verle la cara. Normalmente no suelo estar junto a él de pie, y es más alto de lo que pensaba.
—Gracias. Hablara con quien hablara, ha funcionado. Por fin nos ha atendido un médico y lo han trasladado de inmediato. —Me desato la sudadera que llevo anudada a la cintura y meto los brazos en las mangas.
Luke se encoge de hombros y sus ojos vagan por mi cara.
—¿Qué tal te han ido los condones?
¿Qué? Me quedo pasmada. No puede preguntarme eso. Lo miro, pero no retrocede ni un poco. Me está mirando como si esperara mi respuesta.
—Aún no los he usado. —No estoy segura de por qué le respondo a este hombre. Es una pregunta impertinente y, aun así, me siento obligada a contestar.
—¿Vas a usarlos?
¿Qué me está preguntando exactamente? ¿Si tengo planeado practicar sexo? ¿O si tengo planeado practicar sexo seguro?
—Sí.
Ahora se queda en silencio. Mueve la mandíbula.
—Has esperado mucho tiempo.
—Sí.
¿A dónde quiere ir a parar?
—¿Merece él la pena? —Los ojos de Luke se han oscurecido, sin embargo su expresión refleja curiosidad.
Oh. Ahí es a donde quería ir a parar con esta conversación, a una especie de «¿te respeta?» típico de un padre. Tengo veintiún años. No necesito esto.
—A lo mejor no es por él. A lo mejor es por mí. —Ahora estoy enfadada. ¿Quién es él para preguntarme sobre esto? ¿Y por qué le respondo? ¿Por mi lujuria inapropiada?
Un coche toca el claxon y aparto la vista de la cara de Luke. Mike está fuera, parado en un carril en el que no se puede aparcar e intentando llamar mi atención.
—¿Es él? —Luke está incluso más cerca que antes.
—Sí.
—Sophie…
Lo interrumpo. Ya he tenido suficiente.
—Gracias, doctor Miller, por todo. Prometo que usaré los condones y hasta buscaré consejos en YouTube para no cagarla, ¿vale? Así que no se preocupe por mí. Lo haré seguro. —Me río—. Literalmente. Me aseguraré de practicar sexo seguro, ¿vale?
Luke parece sorprendido. ¿Es que nadie le echa en cara sus sandeces?
—El coche ya está aquí. —Sacudo la cabeza—. Mi novio ya está aquí —me corrijo—. Gracias por ayudarme con mi abuelo y por las repetitivas charlas sobre sexo seguro. Le prometo que no apareceré por la clínica con un bombo.
—Sophie. —Ahora Luke parece molesto.
¿Por qué coño está molesto? Su tono me da igual. ¿Quién es este hombre para mí? Nadie. Mike está fuera esperándome; Mike, quien nunca me lanza señales contradictorias; Mike, quien deja claro que me desea; Mike, quien no es alguien inapropiado para mí.
—Gracias, doctor Miller. Adiós.
Me voy.