Capítulo 13
—Lally, sobre lo de anoche…
—Fue muy especial; como un regalo. Quiero verlo como un regalo —afirmó Lally con determinación.
No llegó a mirarlo a los ojos directamente.
Cam no la culpó por ello. Admiraba su fuerza porque él se sentía inseguro e incómodo. Aunque debajo de su aparente control, ella también parecía insegura.
Debería darle las gracias por aquel regalo que no se parecía a nada que él hubiera vivido antes. Lally le había dado paz, descanso y la experiencia más íntima e intensa que había tenido en su vida.
—No sé qué decirte. Fue… yo nunca; no puedo explicarlo.
—No tienes que hacerlo, Cam. No tienes que explicar nada —dijo, mirando al frente.
Estaban en el coche, rumbo a la primera playa del día. Por una parte, Cam habría querido cancelar los planes y volver directamente a Adelaide, pero, ¿qué habría solucionado con eso? Nada.
No podía explicar lo que sentía, así que mencionó algo de lo que deberían haber hablado la noche anterior… antes de hacer el amor.
—¿Hay alguna posibilidad de que te hayas quedado…?
—No —se apresuró a responder Lally, algo ruborizada—. Tomo la píldora, tengo unos periodos muy irregulares.
Bien. Entonces no había peligro de que estuviera embarazada. Cam respiró hondo, seguramente con alivio, aunque no comprendía por qué dicho alivio iba acompañado de una cierta presión en el pecho.
—Ahí está la playa.
Así pasaron toda la mañana, yendo de una playa a otra y recogiendo piedrecitas para el mosaico. Ambos estaban incómodos en compañía del otro, como si lo que había sucedido entre ellos flotara permanentemente en el aire. No hablaban de ello, pero lo que no decían estaba ahí.
Por fin terminaron de reunir piedrecitas y condujeron hasta el siguiente pueblo, donde compraron unos sándwiches de gambas que se comieron en un parque.
—Vamos a llegar temprano a Adelaide —dijo Lally, levantándose del banco en el que se habían sentado a comer.
Cam se puso en pie también y frunció el ceño al ver las sombras que Lally tenía bajo los ojos. Unas sombras que podían deberse tanto a la tristeza como al cansancio.
Lally lo miró como si estuviera impaciente por meterse en el coche y poder marcharse. Él la miró también, buscando algo que decir; luchó contra el impulso de abrazarla y lo invadió una oleada de emoción.
—Sí, vamos a llegar muy bien —respondió Cam.
Lally respiró hondo y comenzó a caminar hacia el coche con un alivio que impidió que Cam dijera nada más. No podía hablar viéndola tan frágil.
Y sin saber qué decir.
—Le diré al proveedor que no vamos a necesitar los adoquines nuevos —Jordán, el jefe de obra, se encogió de hombros—. Sigo opinando lo mismo. Estoy seguro de que el mosaico quedará muy bien y voy a ayudar en todo lo que sea necesario, pero debo decirle que los adoquines antiguos van a darle un aspecto demasiado familiar al patio; como si fuera una gran vivienda en lugar de un complejo de apartamentos recién remodelado.
—Respeto tu opinión, pero quiero seguir adelante con el plan del mosaico y dejar los viejos adoquines —Cam se pasó la mano por el pelo—. Tengo que hacer caso a mis instintos y creo que es lo que necesita esta parte del jardín.
Lally estaba junto a Cam. Nada más llegar al edificio Jordán le había preguntado a Cam si podía hablar con él unos minutos.
—Lally va a hacer el mosaico mientras tú sigues con los arreglos en el jardín —continuó diciendo Cam.
—Como quiera.
Así acabó la conversación y el jefe de obras se alejó sin ningún tipo de resentimiento.
Cam y Lally volvieron a quedarse solos, con un coche lleno de piedrecitas, cosas que se habían dicho y otras que no. Cosas como los sentimientos que Lally no sabía si quería examinar siquiera y las emociones que había despertado en ella el tiempo que había estado en sus brazos.
Habría querido marcharse de allí y no volver jamás, echar a correr y no parar. Al mismo tiempo, deseaba abrazarse a Cam, aferrarse a él y no soltarlo nunca más. Pero no había podido hablar de ello.
Había hecho exactamente lo que se había prometido que no haría; había dejado que los sentimientos la controlaran y ahora tenía que controlarlos ella de alguna manera. Pero no sabía cómo.
No tenía la menor idea de cómo iba a aguantar el tiempo que le quedaba allí con él. El hacer el amor con Cam había despertado cosas muy profundas dentro de ella, pero no podía permitirse pensar en ellas si quería seguir adelante. Como en el pasado, había disfrutado de algo a lo que no tenía derecho y no podía quitárselo de la cabeza.
—Lally —murmuró Cam después de aclararse la garganta.
—No hay nada que decir, Cam. ¿Podemos olvidarlo, por favor?
—Yo no sé si puedo olvidarlo —titubeó un segundo antes de añadir—. Me quedé dormido contigo y no pensé que fuera capaz de hacer algo así. Quizá fuera una casualidad —dijo con evidentes dudas—. Yo no puedo echar raíces, nunca podré establecerme en un solo lugar. No sé cómo tener una relación normal. Lo intenté una vez y fue un desastre. Mi madre…
—Tú no eres el culpable de que tu madre sea incapaz de echar raíces —Lally no creía que Cam fuera como su madre—. Si no puedes dormir, no puedes dormir. Cualquier persona que te conozca y te quie… tenga cariño, comprenderá lo difícil que es para ti.
Lally consiguió poner fin a aquel torrente de palabras, pero lo que había estado a punto de decir se había abierto paso hasta su corazón.
Se había enamorado de Cam. De pronto tuvo la absoluta certeza de que lo quería. Lo amaba desde antes incluso de hacer el amor con él y debería haberse dado cuenta de ello.
¿Por qué si no habría tenido esa necesidad de acercarse a él para expresar lo que su alma sentía por él?
«Dios, Lally. ¿Cómo has podido enamorarte de él? ¿Cómo vas a protegerte ahora?».
Nunca había sentido aquello por nadie. Ni siquiera por Sam. Se sorprendió al darse cuenta pues creía haber querido mucho a Sam. Y Cam había dicho que había intentado amar y había fracasado. Ése era su secreto… había amado a alguien.
«Pero no esperes que te ame a ti, Lally. No lo esperes».
—Solo quiero hacer el mosaico para ti —por él y por ella misma, para dejar algo suyo en aquella propiedad que podría haber sido una maravillosa casa para una gran familia. Pero no lo sería para Cam, puesto que apenas tenía familia ni quería crear una; solo había comprado aquel lugar a modo de inversión.
Aunque Lally estaba convencida de que Cam podría ser muy feliz formando parte de una familia. Para eso no sería necesario que se instalara en un solo lugar; si necesitaba viajar, podría hacerlo acompañado.
«¿Ah, sí, Lally? ¿Crees que te elegiría a ti para que lo acompañaras? ¿A una mujer que rompió un matrimonio? ¿Que tuvo una aventura con un hombre casado, que envió a una mujer a un centro de atención médica y a sus hijos a uno de acogida?».
Lally no había podido hacer nada para ayudarlos. Debería haberlo hecho Sam, pero en lugar de eso se había largado. Aquel recuerdo hizo que dejara de soñar; ya no tenía derecho a hacerlo. Debía concentrarse en el trabajo y quizá así pudiera aguantar el tiempo que le quedaba de trabajar para Cam sin que se diera cuenta de que se había enamorado de él.
No quería que lo supiera porque sabía que no cambiaría nada.
—No tardaré mucho en hacer el mosaico. Estaré encantada de recibir ayuda de Jordán.
—Aún te quedan ocho semanas —dijo Cam como si tuviera que asegurarse de que era así.
Era la oportunidad perfecta para decir que no, que se iría en cuanto terminara el mosaico.
Pero no pudo hacerlo.
Lally no tenía las fuerzas necesarias para renunciar al tiempo que le quedaba de estar con él. Quizá fuera algo masoquista.
—Sí. Seguiré encargándome de las tareas de la casa, haré el mosaico y atenderé tus llamadas. Tú no tienes por qué perder tiempo en ayudarme con el mosaico; lo haré bien sola —tenía que decirlo. Haría el mosaico, lo dejaría allí como regalo y se iría para siempre—. Será mejor así.
Cam la miró a los ojos fijamente. Lally deseaba dar rienda suelta a todas sus emociones, echarse en sus brazos y rezar para que ocurriera un milagro, para que lo suyo funcionara.
Pero la vida no era tan sencilla. Cam no sentía por ella lo mismo que ella por él y, aunque lo hiciera, Lally habría tenido que hablarle de su pasado… y no podría enfrentarse a cómo reaccionaría al enterarse.
—Entonces me iré al despacho —anunció Cam—. Voy a escribir un poco y a ponerme al día con los negocios de Sydney.
—Muy bien.
Habían vivido una noche especial. Habían hecho el amor. Lally se había enamorado de su jefe, pero eso no significaba que de pronto él fuera a sentir lo mismo. Nada había cambiado entre ellos, excepto que ahora se sentían incómodos en compañía del otro.
Tenía que terminar su trabajo sin dejar que dichos sentimientos se interpusieran. Tenía que hacerlo e iba a hacerlo.
—Yo también tengo que ponerme a trabajar. Voy a preparar la cena y luego haré algunos bocetos para el mosaico —por mucho que deseara terminar el mosaico cuanto antes, lo primero seguía siendo cuidar de Cam.
Porque Cameron era su jefe. Quizá a veces le pidiera cosas poco usuales, debido probablemente al tema de sus libros, pero seguía siendo su jefe.
Y nunca habría otra cosa entre ellos. Él no le había ofrecido nada más y Lally debía convencerse de que ella no quería ni necesitaba más. La vida tenía sus limitaciones y, en el caso de Cam y Lally, la limitación era que nunca podrían estar juntos excepto como jefe y empleada, e incluso eso era temporal.
* * *
Lally no estaba segura de poder perder lo poco que tenía, al menos todavía. En realidad no sabía cómo sería capaz de hacerlo en el futuro. Así pues, durante los siguientes cinco días se concentró únicamente en hacer el mosaico y en cuidar de Cam. Su jefe pasaba muchas horas en el despacho, trabajando. A veces lo oía por la noche nadando en la piscina. Ella también salía a nadar, pero nunca volvió a hacerlo al mismo tiempo que él.
Lally dejó a un lado sus emociones y trabajó con ahínco. A pesar de todo, o quizá gracias a ello, el mosaico quedó precioso. El viernes por la noche dio un paso atrás, se limpió las manos en los pantalones y trató de evaluarlo con objetividad. ¿Era bueno de verdad? ¿O simplemente deseaba que lo fuera y por eso era así como lo veía?
Lally admitió que no solo quería que el resultado fuera bueno, más bien lo necesitaba, pues quería que fuera su regalo para Cameron. Era lo único que podía darle y que él aceptaría.
Dios. ¿Cómo podría marcharse de su lado? Tenía el corazón tan lleno de amor por él que le dolía.
—Es magnífico —la voz de Cam sonó a su espalda con suavidad y ternura.
Allí estaba. Lally debía comportarse con normalidad por mucho que tuviera la sensación de que el corazón estaba a punto de partírsele en dos. Sí, podría regalarle el mosaico, pero sentía que había perdido su única oportunidad de entregarle su amor. La había perdido demasiado rápido.
En su mente surgieron mil y una palabras que tuvo que detener antes de que salieran por su boca.
«No quiero dejarte. No sé si podré dejar de amarte. ¿Es que no tenemos ninguna oportunidad? ¿No puedes quererme lo suficiente como para superar tus dudas sobre el compromiso? ¿No puedo ocultarte mi pasado, mantenerlo en secreto y amarte?».
Nada de eso era posible.
Lally se dio media vuelta y trató de parecer contenta.
—Gracias. Acabo de terminarlo y estaba mirándolo, tratando de ser objetiva. ¿De verdad te gusta?
Cam apartó la mirada del mosaico y se centró en ella.
—Has hecho un trabajo increíble. Tienes mucho talento, Lally. Creo que, si quisieras, podrías ganarte la vida haciendo mosaicos.
—Gracias —Lally esperaba no llevar escrito en la cara todo lo que sentía. Solo pudo esbozar una temblorosa sonrisa—. Me parece que queda muy bien con el entorno. Tu jefe de obra me ha ayudado mucho.
Cam relajó el rostro con algo parecido a una sonrisa.
—Es un buen profesional. Me encantará trabajar con él la próxima vez. No he conseguido la otra obra a la que optaba aquí en la ciudad, pero si surge cualquier otra cosa…
—Supongo que también a él le gustará trabajar contigo —¿y si ahora le decía que su trabajo también había terminado y que podía marcharse?
Lally pensó de inmediato en su familia. En todos sus tíos y tías, sus primos, sus hermanos y sus padres. Los había echado de menos y deseaba volver a trabajar con ellos. Sin embargo…
—Sé que es un poco extraño, pero esperaba poder convencerte de que salieras a cenar conmigo esta noche en lugar de cocinar —titubeó unos segundos—. Has trabajado mucho y he pensado que podríamos ir a comer una hamburguesa o algo así. ¿Te apetece comida rápida?
—No tienes por qué hacerlo —no quería que se sintiera obligado—. Me ha encantado hacer el mosaico para ti.
El rostro de Cam se suavizó. Lally quería creer que se había suavizado por el amor que sentía por ella, pero sabía que era solo agradecimiento.
—Lo sé. ¿Quieres venir a cenar comida basura conmigo… hamburguesa y patatas fritas? ¿Y quizá también un refresco sin ningún tipo de contenido nutritivo?
—Sí —la respuesta salió de sus labios por su cuenta, pero Lally se dio cuenta enseguida de que era eso lo que quería decir.
Si Cam quería estar con ella durante una hora, quería aprovecharlo. No habría más recuerdos, así que mejor aferrarse a los que aún pudiera crear.
—Estupendo —dijo y volvió a mirarla antes de darse media vuelta—. ¿Con treinta minutos tendrás tiempo para ducharte y cambiarte?
—Sí —respondió Lally y se encaminó hacia casa.
La casa de Cam, donde ella no era más que una empleada temporal.