Capítulo 10

Lally sintió el roce de sus labios. Deseaba y necesitaba aquel beso con todas sus fuerzas. La besó en la mejilla, donde le salía un hoyito cuando sonreía. Le besó la comisura de los labios suavemente y entonces ella se movió solo un poco, lo justo para encontrarse de lleno con su boca. Cerró los ojos y se entregó a la delicia de sus besos.

Las olas se estrellaban contra la playa a solo unos metros, se oyó el graznido de una gaviota.

Sus manos la agarraron por los hombros y luego le acariciaron la espalda suavemente. Los dedos de Cam se deleitaron en la suavidad de su piel y de sus labios salió una especie de suspiro, como si acabara de encontrar justo lo que buscaba.

Aquellas tiernas atenciones cautivaron a Lally más que ninguna otra cosa. Era como si el tiempo se hubiese parado para que pudieran disfrutar del momento.

Lally abrió la boca porque se sentía completamente a salvo, sentía que aquello estaba bien.

Se obligó a abrir los ojos para buscar los de él. Parecía tan en calma y, por algún motivo, aquella expresión de paz hizo que Lally se sintiera poderosa.

—Lally —susurró mientras sumergía los dedos en su cabello antes de intensificar un poco más el contacto de sus bocas.

Sus lenguas se encontraron.

Lally no sabía cómo lo hacía, pero lo cierto era que con su ternura, Cam la impulsaba a aceptar todo lo que él pudiera darle. Le ofreció su lengua y ella la tomó en su boca al tiempo que se abrazaban.

Era una maravillosa sensación. Lally se relajó aún más.

No habría sabido decir en qué momento el beso cambió de tierno en apasionado y la calma dejó paso al deseo; simplemente ocurrió. Ambos estaban centrados únicamente en la unión de sus bocas, en las sensaciones.

Incluso mientras subía las manos hasta su pecho, Lally sabía que aquel beso era distinto a cualquier otro. El que la besaba no era Sam, no era un hombre que sabía que con sus encantos podría conseguir que hiciera todo lo que él deseara, que haría que ella no pensara ni sospechara de sus motivos.

Pero tampoco era como el otro beso que le había dado Cam, aunque hubiera sido magnífico. Aquello era mucho más, tanto que Lally no recordaba por qué no habría de hacerlo. Necesitaba sentirlo, tenía que hacerlo. Sentía algo por Cam, lo admiraba, no solo la atraía físicamente, también se sentía atraída por su creatividad, por su inteligencia, por su ambición, por su capacidad emprendedora, por el entusiasmo con el que afrontaba su trabajo, por su imaginación…

¿Cómo podría luchar contra esa clase de atracción? Nunca había sentido nada semejante por ningún hombre, ni siquiera por Sam.

Aquello le hizo preguntarse, ¿qué ocurriría si dejaba que continuara? ¿Cómo era posible que alguien fuera más importante de lo que había sido Sam en su vida? Sam la había cambiado irrevocablemente.

Tenía que ponerle fin. Por mucho que su mente se lo dijera, sus labios seguían donde estaban, unidos a los de Cam. Deslizó las manos por sus brazos para comenzar a alejarse de él, pero al final entrelazó los dedos con los suyos.

Fue Cam el que dejó de besarla y buscó sus ojos con la mirada. Ambos encontraron lo mismo en la mirada del otro.

Deseo y precaución, pasión y la necesidad de frenar.

—Lally, tenemos que…

—Tenemos que parar… —Lally recordó que debía protegerse, evitar que le hicieran daño, no podía entregar sus sentimientos a un hombre que no los valorara, no podía cometer de nuevo el mismo error y luego sentirse culpable… eran tantas cosas.

Cam era su jefe, era rico, famoso e increíble. Ella solo era su ama de llaves y ayudante temporal. Él estaba completamente fuera de su alcance, tanto como debería haberlo estado Sam, aunque por otros motivos. Ahora Sam era uno de los motivos por los que debía poner fin a aquella locura, era su oscuro pasado.

La resignación que vio en los ojos de Cam le dio a entender que él también pensaba que aquello no podía continuar. ¿Qué razones tendría él?

—Deberíamos irnos. ¿Te duele el pie? —Cam se puso los zapatos mientras ella se acomodaba en su asiento.

—No, está mucho mejor ahora que está limpio y vendado. Además, no queremos llegar tarde a la cena con tu madre —dijo Lally, con los labios aún sensibles por sus besos y con el sabor de su boca en sus labios, intentando parecer tranquila a pesar de que apenas podía pensar.

Cam la miró a los ojos unos segundos antes de subirse al coche.

—¿Quieres que vuelva a bajar la capota? —le preguntó, ya al volante.

Ella asintió de inmediato.

No le importaba despeinarse, ya se arreglaría después. Quizá el viento se llevara de su cabeza esa momentánea pérdida de control.

—Lally…

—No —lo interrumpió Lally de inmediato—. Por favor. Tenemos que ver a tu madre. ¿Podemos… limitarnos a hacer eso?

Y eso hicieron.

* * *

—Aquí estamos —Cam detuvo el coche en el pequeño aparcamiento de un restaurante—. Esperemos que mi madre esté ya aquí y no haya cambiado de planes sin comunicármelo.

—¿Es que suele hacerlo? —le preguntó Lally mientras se encaminaban hacia el restaurante.

—De vez en cuando —la madre de Cam hacía muchas cosas que no siempre le gustaban a su hijo—. ¿Qué tal tienes el pie? Si te duele, puedo ayudarte a caminar.

—No, no te preocupes, estoy bien… No me gustaría que tu madre pensara que… —no terminó la frase.

Pero antes de eso Cam vio reflejado en su rostro el recuerdo de sus besos. Quizá Lally fuera a decir que no quería que su madre pensara que no podía valérselas por sí misma, o algo parecido, pero solo con empezar a hablar, sus pensamientos se habían desviado.

Cam lo comprendía perfectamente porque todo lo que le pasaba por la cabeza acababa conduciéndolo al mismo lugar.

Y ese lugar era Lally y sus besos. Parecía que en lo que se refería a ella, Cam carecía por completo de autocontrol, algo de lo que no se enorgullecía en absoluto, pero sin embargo no podía arrepentirse de lo que habían hecho.

—Entonces mejor no te llevaré en brazos —dijo con una sonrisa que al principio le costó esbozar, pero entonces pensó en que su madre se quedaría boquiabierta si lo veía entrar con Lally pegada a su pecho y sonrió con más naturalidad—. Hay alrededor de un ochenta por ciento de posibilidades de que mi madre esté acompañada —le advirtió mientras pensaba en que, incluso cojeando un poco, Lally estaba encantadora.

Seguramente su madre estaría con algún amigo, uno más. Por su parte, Cam quería presumir de Lally y eso era la primera vez que le pasaba.

«Como empleada. Quieres presumir de ella como empleada. Por supuesto».

Claro. Eso era lo que quería. Eso era lo que lo había impulsado a besarla en la playa y a perder el control por completo.

Cam no estaba seguro de querer analizar los motivos por los que le ocurría aquello. Lo único que sabía era que, fuera lo que fuera, estaba relacionado con algo que ya creía solucionado. ¡Y ya estaba solucionado!

—Se podría decir que mi madre es un espíritu libre. Las cosas no suelen durarle demasiado, pero en lo que se refiere a los hombres, definitivamente no aprende la lección. No deja de empezar y terminar relaciones.

Lally asintió lentamente.

—Tengo una prima mayor que yo a la que le ocurre lo mismo. La verdad es que no sé cómo soporta la presión que supone, aunque ahora que lo pienso, da la sensación de que siempre sale ilesa de todos sus romances. Yo no podría —después de decir eso, se calló de golpe.

Cam tenía la sensación de que los dos se habían dado cuenta al mismo tiempo de que no se encontraban en la mejor posición para hablar de ello objetivamente.

—No podemos…

—Aquí estás. Cameron, ven a conocer a Tom; es un encanto. No sé dónde estaría si no fuera por él —su madre se acercó a él sin dejar de hablar, abrazó a Cam y dio un paso atrás.

Ya había cumplido con la obligación de abrazarlo hasta el año siguiente y había sido tan rápido que Cam prácticamente ni lo había notado.

Se suponía que lo hombres no echaban de menos ese tipo de cosas, ¿no? Sin embargo, Cam empezaba a darse cuenta de que a lo largo de su vida había echado de menos muchos abrazos y muestras de cariño sinceras. Lally jamás abrazaría a alguien con tan poco sentimiento. Él mismo lo había comprobado las veces que lo había abrazado; todas esas veces había hecho que se sintiera relajado y en paz.

No lo comprendía bien y ni siquiera lo había relacionado con Lally hasta ese momento, pero lo cierto era que ella hacía que se sintiera así. Era como si, por algún motivo, estar con ella lo ayudara a sentirse en paz.

«¿Qué pasa, Travers, ahora eres una especie de alma atormentada? ¡Por el amor de Dios!».

Cam miró a su madre.

—Hola, mamá. Ésta es Lally. Lally, te presento a mi madre, Dana —al mismo tiempo, él le estrechó la mano a… ¿John? No, ése era el anterior—. Hola, Tom.

—¿Qué has estado haciendo, Cameron? Supongo que los negocios y los libros te tienen muy ocupado —su madre abrió la carta y comenzó a mirarla—. Deberías descansar más. El cansancio no es bueno, deberías saberlo.

—El insomnio no es exactamente lo mismo que el cansancio, madre. Siempre intento descansar —dijo Cam amablemente, aunque no esperaba que Dana lo escuchara realmente. Respiró hondo y se dispuso a cambiar de tema.

—A mí me parece que Cam lleva bastante bien su insomnio —las palabras de Lally se abrieron paso suavemente en la conversación—. No debe de ser fácil pasar tantas horas sabiendo que no puedes descansar lo que te gustaría.

La intervención de Lally fue una sorpresa para Cam. La miró a los ojos y de pronto sintió que desaparecía gran parte de la tensión que le ocasionaba el ver a su madre. Con solo unas palabras, Lally había hecho que se sintiera mucho mejor. A cambio quería asegurarse de que su ama de llaves y ayudante también estuviera cómoda porque, a pesar de su actitud, en su rostro había un cierto aire de tristeza que Cam sospechaba estaba relacionada con él.

Mientras su madre hablaba en voz baja con Tom, él aprovechó para dirigirse a Lally, tocándole la mano por debajo de la mesa.

—Gracias —murmuró de manera que solo ella pudiera oírlo—. Mi madre y yo no estamos muy unidos, pero no lo dice con mala intención. De todos modos, a mí sigue gustándome verla de vez en cuando. Es la única familia que tengo.

¿Podría entenderlo una mujer cuya vida parecía girar sobre todo en torno a su enorme familia? En cualquier caso, en aquel momento no podían hablar más de ello.

—Deberías tomar pastillas para dormir, Cameron —dijo su madre.

Dana le dio la solución fácil y rápida; algo que solía hacer olvidándose del origen del problema. No parecía darse cuenta de que había cosas para las que no había una solución fácil y rápida.

—Estoy segura de que tu cuerpo no tardaría en recuperarse —insistió.

—Lally está intentando ayudarme con unos remedios naturales —le contó Cam con una sonrisa—. Y lo cierto es que últimamente me encuentro más relajado —lo que, en su opinión, se debía a la propia Lally, pero eso no lo dijo.

Definitivamente, quería cambiar de tema.

—Comprendo —murmuró su madre y volvió a mirar la carta, no sin antes comprobar qué hora era—. Deberíamos pedir la comida.

Lally parpadeó solo una vez antes de bajar la vista hasta la carta.

Cam sintió la necesidad de volver a tocarle la mano por debajo de la mesa, pero esa vez mantenerla agarrada, pero en lugar de hacerlo, trató de elegir lo que quería comer.

Tom fue el siguiente en hablar y lo hizo sobre pesca y coches.

—¿Qué coche tienes, Cameron? —le preguntó.

Cam le dijo la marca y el modelo de su descapotable.

—Me gusta…

—El aire fresco —Lally lo miró y sonrió—. Esta mañana ha sido muy agradable, ¿verdad? La carretera junto a la costa y la brisa del mar.

—¿Qué relación tienes exactamente con Cameron, Lally? —le preguntó de pronto su madre.

Cam abrió la boca para responder, en un gesto de protección. Cuando había invitado a Lally a acompañarlo no había pensado en la tendencia que tenía su madre a entrometerse en la vida privada de los demás. Debería haberlo tenido en cuenta.

Pero Lally se le adelantó.

—Soy su ama de llaves mientras está en Adelaide —dijo y sonrió—. También voy a hacer un mosaico para él en su nuevo edificio mientras él escribe una novela que los lectores no podrán dejar de leer.

—Vaya —Dana parecía haberse quedado sin palabras—. ¿Así que eres una especie de chica para todo? No hay muchas mujeres que se dediquen a la construcción.

—Bueno, hacer mosaicos no es exactamente lo mismo que dedicarse a la construcción —matizó Lally de inmediato—. En cualquier caso, estoy deseando hacerlo.

—Y yo estoy deseando ver el resultado —admitió Cam al tiempo que cerraba la carta. No quería que su madre se pasara toda la comida interrogando a Lally—. Yo voy a pedir el pescado del día. No hay nada mejor que el pescado fresco, ¿no crees, Tom?

Hablaron de pesca y de propiedades inmobiliarias durante un buen rato. En cuanto había reunido el dinero necesario, Cam le había comprado a su madre una casa en Sydney, donde la había invitado a que se instalase con la esperanza de tenerla más cerca y poder verla más. Su madre, sin embargo, había alquilado la casa y había seguido viajando felizmente, mientras nadie le pidiera que echara raíces en ninguna parte.

—Ya sabes que la casa siempre está disponible para ti, mamá —dijo sin saber muy bien por qué.

Dana lo miró con gesto atónito.

—Por supuesto. Es la compensación por todos los años que sacrifiqué para criarte. Merezco el alquiler de esa casa que me permite viajar cuanto quiero en mi autocaravana.

—Algo que podrías dejar de hacer por el hombre adecuado… podrías instalarte en una casa de verdad —murmuró Tom y luego esbozó una sonrisa, pero luego frunció el ceño y apartó su plato.

Cam miró la hora. Habían pasado poco más de treinta minutos desde que se habían sentado a la mesa, pero parecía mucho más.

Lally intentó animar la conversación hablando de la familia que tenía en Queensland y en las islas Torres Strait.

«Pobre Lally. No te molestes, no merece la pena».

Aquello dio lugar a una conversación sobre plantas medicinales y cocina que se prolongó durante el resto de la cena. Una vez terminaron y la madre de Cam propuso tomar café, él negó con la cabeza y se puso en pie.

—Nosotros deberíamos irnos. Tenemos que encontrar un lugar donde pasar la noche. Me… alegro de veros —ni siquiera se molestó en darle un beso a su madre, que no se había levantado ni parecía tener intención de hacerlo.

Así pues, Cam se despidió de ambos con un leve movimiento de cabeza, agarró del brazo a Lally y salieron del restaurante.

—Tu madre parece muy… independiente —comentó Lally, muy diplomáticamente.

Cam apreció su esfuerzo y decidió tomárselo con alegría, pues no merecía la pena estropear el resto de la velada.

—Siempre ha sido así. Yo intento mantener el contacto con ella.

Realmente lo intentaba, pero Dana no siempre respondía.

—¿Alguna vez te llevó al médico cuando eras pequeño para que estudiaran tu insomnio? —le preguntó Lally, frunciendo el ceño.

—Para ella no era más que la manía infantil de un niño que no quería dormir —entretanto, Cam había pasado muchas noches en vela, siempre en distintos lugares.

Lally guardó silencio durante unos segundos, luego respiró hondo y habló:

—Probablemente el origen de tu insomnio fue el que te llevara de un sitio a otro todo el tiempo. Si entonces hubieras recibido la atención adecuada…

—De eso hace mucho tiempo, pero no creo que fuera ése el motivo —aunque lo cierto era que había comenzado a sufrir insomnio de niño. Entonces había dado por hecho que sería una herencia genética de su padre, fuera quien fuera, no algo provocado por las circunstancias—. Hace ya mucho que no vivo en ese ambiente.

—Pero sí que has seguido yendo de un lado a otro, igual que tu madre —Lally lo miró a los ojos—. No estoy diciendo que no debas viajar, si eso te hace feliz, pero a lo mejor no has tenido oportunidad de encontrar la paz que necesitas para descansar como deberías.

Cam abrió la boca para decir que ir de un lado a otro era tan necesario para él como lo era para su madre, pero volvió a cerrarla porque realmente no estaba seguro de que fuera tan necesario como siempre había pensado.

Pero, si no lo era, ¿por qué se pasaba la vida viajando, buscando un nuevo desafío, un nuevo negocio o una idea para el siguiente libro?

No tenía una respuesta para aquella pregunta y eso hizo que se sintiera inseguro.

—Vamos a buscar un lugar agradable donde pasar la noche.

—Buena idea —Lally no insistió, se limitó a respirar hondo y sonreír.

Una vez en marcha, Cam se olvidó de que había estado con su madre y aprovechó la oportunidad para preguntar a Lally por su familia, a quien parecía necesitar mucho. Cam deseaba comprender de qué modo repercutía en ella dicha necesidad, quería comprender si tenía algo que ver con la tristeza que veía de vez en cuando en sus ojos.

—Estoy deseando volver a trabajar para ellos —dijo ella y lo miró—. También me gusta trabajar para ti, pero necesito ayudar a mi familia. Es más seguro… —dejó la frase a medias y frunció el ceño.

Continuaron por la carretera hasta el siguiente pueblo, donde Cam sabía que había un lugar que, por Internet, le había parecido agradable.

Lally apoyó la cabeza en el respaldo y guardó silencio. Unos minutos después se quedó dormida.