Capítulo 8

—Tengo que averiguar qué es lo que le falta al jardín —Cam acababa de terminar una llamada telefónica que Lally le había pedido que atendiera y había vuelto a la cocina a devolverle el teléfono.

Lo habían llamado de la sede de la empresa en Sydney por una cuestión que Cam había resuelto de inmediato. Al volver a la cocina con Lally, había mirado al jardín y de nuevo había tenido la sensación de que le faltaba algo.

—Ya he hablado con el jefe de obra que quiero convertir el jardín en un elemento esencial de la propiedad. Él no está de acuerdo; dice que sería mejor hacer secciones más pequeñas, separadas las unas de las otras. Pero quizá la gente quiera tener un lugar donde reunirse.

—El edificio podría convertirse en una pequeña comunidad, casi como una familia —comentó Lally.

—¿Podría hablar un momento con usted, señor Travers? —era el jefe de obras, que había llamado a la puerta—. Han llegado los paneles que habíamos pedido y he pensado que querría verlos.

Así era. Lally se dio media vuelta para empezar a preparar la comida.

—Ahora vuelvo —dijo Cam antes de salir y pensó que quizá fuera mejor que los hubieran interrumpido porque no tenía ningún sentido contarle a Lally todas aquellas cosas que no podrían cambiar en nada su relación.

«Una relación que no tienes con ella… lo que quiere decir que tienes que dejar de pensar en besarla, de querer saberlo todo de ella y conocerla a fondo».

Lally Douglas era su ama de llaves y su ayudante, no tenía por qué saber nada de su pasado o de lo que la hacía vibrar.

Le sonó un mensaje en el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo, pero le dio pereza mirarlo. De pronto ya no le atraía tanto la idea de pasarse el día haciendo una y mil cosas.

¿Cuándo había ocurrido aquel cambio?

—Vamos a ver esos paneles —caminó con decisión junto al jefe de obra. Al menos el libro y el edificio iban bien.

 

 

Dos días después, Cam y Lally estaban de pie en la piscina, descansando con los brazos apoyados en el borde. Era viernes por la tarde y había hecho un día bastante caluroso, por lo que ambos habían salido a refrescarse un poco. Lally lo había encontrado nadando y, en cuanto se había metido en el agua, Cam había tenido que hacer un esfuerzo para no pensar en sus esbeltas piernas moviéndose bajo el agua. Llevaba un sencillo bañador de una pieza color verde azulado.

—Yo pondría un mosaico ahí —sugirió Lally señalando la parte central del patio—. Algún diseño relacionado con el agua que le diera al lugar un aspecto fresco y relajado durante todo el año. Utilizaría colores tierra y un estilo puntillista.

—¿Como en la pintura aborigen tradicional? —Cam hizo un esfuerzo por concentrarse en la idea—. Creo que quedaría muy bien, los colores encajarían con los adoquines del pavimento. ¿Sabes mucho de esa clase de trabajos?

Se volvió a mirarla y a punto estuvo de olvidar por completo de lo que estaban hablando. Lally estaba quitándose el agua del pelo, dándole la espalda. El bañador era sencillo, pero dejaba al descubierto gran parte de la espalda, los hombros ligeramente bronceados. Cam quiso ir allí donde el sol le había besado la piel, el espacio que había dejado a la vista al levantarse el pelo para recogérselo.

«Nada de tocar, nada de pensar siquiera en tocar y, desde luego, nada de recordar el beso o querer repetirlo».

—He hecho algunos mosaicos —respondió ella como si le faltara un poco la respiración, y no por el tema del que estaban hablando.

Bajó la mirada hasta el pecho desnudo de Cam y luego volvió a apartarla. Fue solo un segundo, solo una mirada y ya estaban de nuevo donde habían estado aquella noche en la que habían acabado besándose.

Cam había intentado no volver a pensar en ello y volvió a intentarlo en ese momento, pero no podía apartar la vista de ella, de sus rasgos, de sus ojos marrones, de aquellos labios que había probado y con los que no había dejado de soñar.

—¿Lally?

—Creo que elegiría una forma circular —siguió diciendo mientras Cam se inclinaba hacia ella y ella hacia él.

—Suena bien —era cierto, pero era mucho mejor mirarla. Más peligroso seguramente, pero mucho mejor.

—Con… —se detuvo y tomó aire—. Con un camino que llevara hasta el agua.

Cam levantó la mano, le rozó el hombro con los dedos. Quería estrecharla en sus brazos y besarla hasta saciarse de su sabor, del tacto suave de sus labios, pero se limitó a asentir.

—Con los colores y el diseño adecuados se podría conseguir un efecto increíble. Relajante e interesante al mismo tiempo.

Cam se aclaró la garganta y se dio cuenta de que había dejado la mano justo al lado de la de ella, en el borde de la piscina. Ni siquiera la tocaba, pero lo haría si se movía lo más mínimo.

—Eso creo yo —parecía tan distraída como él, como si estuviera haciendo un esfuerzo supremo para mantener la conversación—. En la parte del jardín que rodea el patio se podrían colocar flores de diferentes colores, que contrastarían con los tonos tierra del mosaico.

—Sí —susurró Cam sin pensar en su boca, sin pensarlo en absoluto—. Y el mosaico podría plasmar una historia, ¿no?

—Claro. Las piedras del centro podrían representar un lago o el mar —tomó aire antes de continuar—. También podría haber ríos con orillas de color arena.

Cam comenzó a imaginarlo con esfuerzo, pero le gustó.

—¿Estarías dispuesta a hacerlo tú?

Antes de verla bajar la mirada, Cam creyó oírle decir que estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por él. Cuando volvió a mirarlo, en sus ojos había un claro gesto de determinación.

—Creo que debes saber que solo he hecho un par de mosaicos pequeños, pero estoy convencida de que podría hacer un buen trabajo.

Si ella decía que podía hacerlo, era porque podía.

—Tendríamos que ir a algunas playas para elegir los colores de las piedras.

—Había pensado encargarlas a alguna empresa, pero sin duda sería mucho más interesante recogerlas directamente en la playa —dijo Lally—. Le darían un aspecto más natural.

—No me habías dicho que eras artista como muchos otros miembros de tu familia —una de las personas que había incluido en sus referencias había dicho que debería dedicarse a la pintura, lo que quería decir que seguramente también pintaba bien.

Lally se apartó de él y se dirigió hacia la escalerilla para salir. Se agarró con una mano, pero se volvió a mirarlo.

—Me gustaría mucho aprender a pintar bien. Es todo un privilegio recibir la tradición pictórica y las historias de la familia. No sé por qué no lo he hecho hasta ahora —dijo, pero su mirada se ensombreció al admitir que había una faceta de su vida que no había explorado aún.

—¿Qué hay en tu pasado, Lally Douglas? —¿qué le habría sucedido para hacerle creer que no tenía derecho a disfrutar de ese privilegio que había mencionado? ¿Se habría privado de la pintura del mismo modo que se había impedido florecer con toda la intensidad de la que era capaz? ¿Qué era lo que hacía que se sintiera así?

—Nada —respondió.

Mientras ambos se secaban con una toalla, Cam pensó que había contestado demasiado rápido, como a la defensiva. La miró a los ojos y vio dolor en ellos.

—No pretendía entrometerme —le dijo con una mirada suave. Habría querido abrazarla para disipar la tensión de sus hombros y de su rostro, para hacer que se sintiera completamente segura, a salvo.

Deseaba protegerla porque sabía que había algo que la asustaba, ahora lo veía con absoluta claridad. Quizá fuera por culpa de algún hombre. No quería ni pensar en que alguien le hubiera hecho daño.

«Entonces no te acerques a ella, Travers, porque no puedes darle esa ternura y esos abrazos. No le hagas daño atrayéndola si luego no vas a poder responder a sus expectativas».

Si se acercaba a ella, acabaría haciéndole daño.

Así pues, apartó la mirada y Lally hizo lo mismo.

—Creo que el mosaico quedaría muy bien en medio de este jardín —opinó ella con aparente optimismo—. Tiene mucho potencial, pero hay que cuidarlo un poco —se acercó a una planta de menta y le arrancó una hoja cuyo aroma invadió el aire—. El jardín resaltaría el mosaico y el mosaico mejoraría el aspecto general del jardín.

—Tienes toda la razón. Me has dado la solución que buscaba.

También le gustaba la idea que había mencionado Lally de crear una especie de comunidad, de familia. Eso era lo que quería Cam…

Lo quería para los inquilinos del edificio, aunque el jefe de obra no estuviese de acuerdo.

En cuanto a lo que sentía cuando estaba con Lally, Cam no comprendía ese conflicto de emociones que le provocaba, pero sabía que no debía explorarlo a fondo. Sabía que Lally tenía secretos, igual que los tenía él, por eso era tan importante que mantuvieran una relación estrictamente profesional.

Por el bien de ambos, por muchas razones.

—Mi madre me ha pedido que vaya a la costa a verla —Cam lo había visto en un mensaje de texto que de repente relacionó con la idea del mosaico—. Me ha invitado a cenar con ella mañana. Está en un pueblo un poco apartado, pero rodeado de magníficas playas.

Cam solía mantener informada a su madre de dónde estaba, normalmente ella no hacía lo mismo, pero de vez en cuando conseguían verse, casi siempre gracias a los esfuerzos de Cam.

—Seguro que te hace bien verla, aunque quizá el viaje te resulte cansado —comentó Lally mientras pensaba en el hecho de que iba a ir a ver a su madre, pues le había dicho que no lo hacía muy a menudo—. Ten cuidado en la carretera y no conduzcas si estás muy cansado.

—Podríamos aprovechar el viaje para buscar las piedras —sugirió él—. No creo que estemos con mi madre más de dos horas, así que podríamos visitar alguna playa antes de ir a verla mañana. Pasaríamos la noche en algún lugar e ir a más playas al día siguiente temprano. Me gustaría mucho que vinieras, Lally. Si tú quieres.

—Claro —a ella también le gustaba la idea, pero, ¿pasar la noche con él?

Se dijo a sí misma que se trataba de un viaje práctico, de conseguir el material para el mosaico, nada más. Le había preguntado por su pasado, pero eso no tenía nada que ver con que quisiera que lo acompañara a cenar con su madre.

—También me gustaría mucho que conocieras a mi madre —murmuró Cam y luego se mostró sorprendido ante sus propias palabras.

A Lally también la sorprendieron y de pronto se dio cuenta de que conocería al único pariente de su jefe. ¿Qué pensaría su madre de ella? Lally quería causarle una buena impresión.

—Tengo que pensar qué voy a ponerme —dijo sin pensar y sintió que le ardían las mejillas. Sí, quería causar una buena impresión, pero solo como empleada de Cam—. Quiero decir que estaría bien saber dónde vamos a ir para saber si es algo informal. Desde luego no voy a ponerme el vestido que compramos para tu investigación, sería demasiado.

También era demasiado la verborrea que parecía haberla poseído.

Apretó los dientes para no decir nada más.

Cam se limitó a sonreír.

—Por lo que conozco a mi madre, puedo decirte que no será un lugar formal, así que podemos ir con la ropa con la que vayamos a la playa.

Lally agradeció que hablara en plural, como si a ambos les preocupara qué ponerse. Cameron Travers era sin duda un hombre amable y generoso, que dejaba de sonreír en el momento que mencionaba a su madre. A Lally le pareció muy triste, pues estaba segura de que no eran imaginaciones suyas.

—Me vendrá bien ir a ver a mi madre acompañado.

Con esas simples palabras hizo que Lally sintiera que la necesitaba y que agradecía su presencia; la idea de ir con él de viaje de pronto no le pareció tan poco apropiada, a pesar de todo lo que había pensado.

Por mucho que se empeñara en que no fuera así, Cameron había despertado un profundo interés en ella y le provocaba reacciones que no alcanzaba a comprender. Valoraba su inteligencia y su imaginación. Sentía la necesidad de protegerlo y le preocupaba la relación que tenía con su madre.

Sin embargo no quería hacerle un hueco en su vida privada, ni en su pasado.

—¿Entonces vienes conmigo? —le preguntó él, rozándole el brazo suavemente—. ¿Te parece que nos vayamos mañana a primera hora?

—Sí —fue todo lo que puedo decir Lally mientras se le estremecía la piel.

Si iba a pasar dos días con él, tendría que ser fuerte.

Mucho más fuerte.

—Será mejor que vaya a ver qué me llevo —dijo a modo de excusa para volver al apartamento.

No estaba huyendo de la tentación, Lally Douglas era perfectamente capaz de controlar sus pensamientos, sus reacciones y sus emociones.

¡Por supuesto!