Capítulo 1
—Soy consciente de que no es habitual hacer estas cosas en medio de un lago —Cameron Travers esbozó una ligera sonrisa antes de encogerse de hombros en mitad de la brumosa mañana de Adelaide—. Cuando empecé a pensar la idea de esta escena y me di cuenta de que iba a necesitar ayuda para comprobar si era posible, decidí aprovechar esta entrevista para investigar un poco. Espero que no le importe.
—Es un buen lugar para hacer una entrevista de trabajo, señor Travers, aunque es cierto que no es muy habitual. Es un placer estar aquí.
Si él necesitaba remar un poco por el lago para investigar para la novela de misterio que estaba escribiendo, Lally Douglas podría vivir con ello. Le ofreció una sonrisa que esperaba la ayudara a parecer relajada porque lo cierto era que sí estaba un poco nerviosa. Después de todo, aquélla era la primera entrevista de trabajo de verdad que tenía en su vida, y desde luego la primera que le hacía un millonario promotor inmobiliario y autor de novelas de misterio famoso en el mundo entero.
—Te lo agradezco —respondió Cameron con una nueva sonrisa—. Me vendría muy bien tener a alguien que se hiciera cargo de las cosas más básicas del día a día y así yo poder concentrarme en el proyecto inmobiliario que he puesto en marcha aquí, en Adelaide, además de hacer frente a los problemas que estoy teniendo con el libro que estoy escribiendo.
Las palabras la atraparon, pero más aún lo hizo su sonrisa. ¿Cómo era posible que una simple sonrisa la dejara sin respiración? Lally buscó la respuesta en unos profundos ojos verdes, en un rostro que, bajo la primera luz de la mañana, era todo ángulos. En ese aire de aceptación y amabilidad que parecía irradiar.
Ya había tenido la sensación de que era un buen hombre cuando había hablado por teléfono con él para fijar la hora y el lugar de la entrevista. Ambos habían acudido a una agencia de trabajo que, casi de manera automática, los había puesto en contacto al uno con el otro. Lally había tenido la misma sensación al verlo allí, en aquel arbolado parque de Adelaide para celebrar la entrevista de trabajo y que él realizara su investigación.
Era un hombre tranquilo, pensativo, y, por la profundidad de su mirada, Lally pensaba que era de aquéllos que se guardaba muchas cosas para sí. Tenía la habilidad de hacer que los demás se sintieran bien a su lado.
—Estaría encantada de ayudarlo para que usted pudiera dedicar toda su energía al trabajo.
—Podría hacerlo solo si alguien se hiciera cargo de las cosas de la casa y de lo más básico del trabajo de oficina —explicó Cameron Travers mientras seguía remando el pequeño bote hacia el centro del lago.
«No te fijes en esos brazos musculados con los que rema, Lally. Estás concentrada únicamente en la entrevista».
Lo que ofrecía el empleo era un trabajo temporal como ama de llaves y hacer ciertos trabajos administrativos cuando fuera necesario. Aquel periodo de tiempo pasaría en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Le explicaron en la agencia lo que necesito? —le preguntó Cameron—. Les di una lista.
—Sé que podría elegir entre estar interna o seguir viviendo en mi casa e ir cada mañana. Tendría que cocinar, limpiar, responder al teléfono, hacer ciertos trabajos administrativos y, en general, encargarme de que todo estuviese en orden.
Lally no tuvo el menor problema en repetir las condiciones laborales, lo cual era una buena manera de empezar.
—Preferiría estar interna. Sería más barato que seguir en casa de mis padres y tener que cruzar toda la ciudad cada día para ir a trabajar —si tenía que aceptar un trabajo al margen de la familia, lo mejor que podía hacer era buscar algo que le resultase interesante y donde fuese a sentirse cómoda.
—Veo que lo recuerda todo. Yo siempre me he encargado de todo sin ayuda —dijo, frunciendo el ceño—. Pero se me está acabando el tiempo y mi agente está un poco nervioso. Necesito concentrarme en el libro y en el proyecto inmobiliario, y nada más. Estoy seguro de que así podré superar el bloqueo mental que estoy atravesando.
Lally no sabía cuánto tiempo se tardaba en escribir una novela de misterio de éxito, pero imaginaba que debía de ser muy estresante no poder avanzar y ver cómo se acercaba la fecha de entrega.
En cuanto a ella, necesitaba ganar un poco de dinero. Una vez acabado el trabajo, volvería a ocupar su lugar en la familia, a cuidar de sus parientes desempeñando todo tipo de funciones retribuidas. Lo haría por ellos. Pero no había nada malo en haber tenido que buscar un empleo fuera de la familia, puesto que nadie parecía necesitarla en aquellos momentos.
Lally levantó la cara, respiró hondo y miró a su alrededor; el sur de Australia en pleno noviembre. Aquella mañana había una ligera neblina y hacía fresco en el lago, pero se debía tan solo a que era temprano y estaban rodeados de agua y vegetación. La temperatura no tardaría en subir.
—Desde luego el clima resulta muy inspirador —comentó Lally—. Para su investigación, quiero decir.
—Sí, la tormenta de anoche ha dejado una estupenda neblina —respondió él, mirando también a su alrededor.
A Lally lo que le interesaba era él, no el paisaje. Tuvo que admitirlo al tiempo que lamentaba haberse fijado tanto en él. Normalmente se esforzaba mucho para no fijarse en los hombres; ya había pasado por eso y había sido un desastre. De hecho seguía sintiéndose culpable de dicho desastre. Lo que le había ocurrido había sido tan horrible…
Apartó aquellos pensamientos de su mente y clavó la mirada en el movimiento de los remos. Rozó el agua con la punta de los dedos antes de volver a prestar atención a Cameron Travers, que era a lo que tenía que prestar atención. Pero no como hombre, sino como futuro jefe.
—Ayer por teléfono me dijo que tenía experiencia como ama de llaves —Cameron estuvo a punto de esbozar una sonrisa mientras la observaba.
Lally asintió.
—Sí, he hecho ese trabajo más de una vez. Cocino bien y soy muy eficiente. Aprendo rápido y estoy acostumbrada a esforzarme para cumplir distintas tareas. Para mí los retos son algo divertido y emocionante.
—Es exactamente lo que necesito.
En su voz había un tono de aprobación que, por algún estúpido motivo, hizo que a Lally se le acelerara el corazón.
—Eso espero —Lally apartó la mirada de él y dijo lo primero que se le vino a la cabeza—. Estaremos en noviembre, pero la temperatura del agua demuestra que sigue haciendo bastante fresco. No me gustaría nada caerme al lago.
—Ni meter la mano en un lago en el que podría haber escondido algún cocodrilo —respondió Cameron—. No es la mejor zona de Australia para darse un chapuzón.
—Suelo ir al norte y a las islas Torres Strait, donde viven algunos familiares por parte de mi madre, pero nunca he visto un cocodrilo de cerca —Lally sintió un escalofrío al pensarlo—. Ni quiero hacerlo.
Tampoco quería mirar demasiado a su futuro jefe… pero eso no quería decir que estuviera comparándolo con un peligroso cocodrilo.
Una vez en el centro del lago, Cameron dejó de remar.
—Aquí parece estar muy profundo, seguro que el agua está fría incluso en pleno verano.
Llevaba un suéter color crema y unos vaqueros azules, un atuendo informal que acentuaba su musculatura y el color verde de sus ojos.
Lally miró la ropa que ella misma llevaba: pantalones marrones y suéter de cuello alto negro. Debía mantener la sensatez que había tenido al elegir el vestuario para la entrevista y no dejarse distraer por el entrevistador. Respiró hondo y miró al paquete que había en el suelo del bote.
—¿Ha dicho que va a tirar eso al agua?
—Sí. Solo es un poco de arena envuelta en material biodegradable. Para lo demás tendré que utilizar mi imaginación. Tengo que hacerme a la idea del equilibrio entre el paisaje y la acción. ¿Cuánto salpicará al caer? ¿Qué ruido hará? Tiene que servir para crear tensión sin que el lector sepa de qué se trata, así que necesito crear el ambiente.
—Comprendo. ¿De qué se trata en la historia? ¿Un cuerpo? —se paró a pensar—. No, la arena no pesa tanto. ¿Un arma quizá? ¿O parte de un cuerpo?
—Veo que tiene una imaginación un tanto sangrienta —dijo y se echó a reír, quizá al ver la sorpresa que sin duda se reflejó en el rostro de Lally.
—No, no. Bueno… puede que lo haya parecido —admitió, sonriendo—. Debe de pasárselo muy bien escribiendo esas historias.
—Normalmente sí —posó la mirada en su boca y por un momento pareció quedarse ensimismado.
—Si me contrata, haré todo lo que pueda para ayudarlo.
Al ponerse a buscar trabajo, Lally solo había tenido dos condiciones en mente: tenía que ser algo temporal y algo que ella sintiera que podía hacer bien, pero empezaba a darse cuenta de que aquello además podría resultar interesante, incluso quizá un poco emocionante. Además le gustaba pensar que podía ayudar a alguien.
No sería más que un ama de llaves, pero trabajaría para un escritor de novelas de misterio que estaba quedándose sin tiempo.
Quizá se le pasó por la cabeza que últimamente a su vida le había faltado un poco de emoción, pero en cualquier caso apartó la idea de su cabeza de inmediato.
—Hace tiempo que no leo una historia de suspense —comentó—. Normalmente esas cosas las dejó para las películas, pero la verdad es que leer una buena novela de misterio, acurrucada en el sofá… —volvió a respirar hondo—. Intentaré no atosigarlo con preguntas mientras idea la historia y la escribe. Si es que decide contratarme, por supuesto.
—No creo que me molestara que me hicieras preguntas —dijo él, sonriendo de nuevo—. Siempre y cuando la pregunta no sea, «¿Cuántas páginas ha escrito hoy?».
—No se preocupe, que eso no se lo preguntaré —sería como preguntarle a su madre cuando pintaba, o a su tía Edie cuando hacía cerámica cuánto tiempo llevaban trabajando.
Lally volvió a mirar a Cameron Travers. Ambos tenían el pelo oscuro, aunque el de él era corto y no tenía los rizos que le caían a ella por la espalda.
Tenía la piel ligeramente bronceada y unos ojos en los que perderse, unos ojos bajo los cuales vio entonces unas sombras que parecían bastante permanentes.
Así que tenía un defecto, su aspecto no era totalmente perfecto e irresistible. Claro que Lally no sabía si parecer cansado podía considerarse un defecto.
—¿Podré ayudarlo a descansar más? —la pregunta no había sonado como ella pretendía—. No estoy diciendo que vaya a aburrirlo hasta el punto de quedarse dormido a la mesa —además, seguramente tenía una novia que lo mantenía despierto. O quizá una en cada puerto, como Sam.
No, Sam lo que tenía era una esposa.
Además de Lally.
Pero mejor no pensar en eso.
Era un tema que rara vez permitía que aflorara a sus pensamientos y le molestaba que ya le hubiera pasado dos veces.
Así pues, puso la espalda recta y una expresión que esperaba le diera un aspecto formal, de negocios.
—Lo ayudaré en todo lo que pueda. Se lo he preguntado porque me ha dado la impresión de que parecía un poco cansado.
—Su ayuda servirá para que me concentre en lo que debo —la miró a los ojos—. Eso me será tan útil como descansar. Yo no duermo mucho —hubo una breve pausa—. Bueno, ¿está lista para tirar la arena por la borda? Pesa unos cuantos kilos, necesito que lo haga una mujer, como la «pasajera» del bote, pero no me había parado a pensar que… —observó la delicada fisonomía de Lally.
—Puedo hacerlo sin problema —aseguró ella, echándose el pelo a un lado para que no le molestara.
Era delgada, pero medía más de un metro setenta y tenía mucha fuerza. Si podía levantar en brazos a sus sobrinos y a sus primos, podría perfectamente tirar ese saco de arena.
—¿Me levanto y lo tiro como una bomba… o lo suelto sentada? ¿Quiere que salpique mucho, que el agua llegue hasta el bote?
—Tírelo lo bastante lejos para no acabar empapados —se limitó a decir Cameron y en sus labios parecía ocultarse una sonrisilla—. Creo que prefiero que lo haga de pie, pero tenga cuidado.
Le dio la mano para ayudarla a levantarse sin perder el equilibrio y así fue como Lally se olvidó de su decisión de no prestarle atención como hombre; no pudo evitar sentir el calor de su piel, la fuerza de sus dedos.
Se cuadró bien sobre el bote y fingió toser.
—Estoy bien, gracias. Ya puede soltarme.
Al hacerlo, Lally trató de no pensar en una sensación que era una mezcla de decepción y alivio. Se convenció de que no era ni lo uno, ni lo otro, que el roce de su mano no le había afectado lo más mínimo. ¿Cómo iba a acelerarle el corazón solo con agarrarle la mano y mirarla fijamente? No tenía ningún sentido que esa simple mirada hubiese hecho que se sintiera atractiva.
«Abre los ojos, Lally, no te necesita para seguir respirando. Solo eres una posible empleada temporal, nada más».
—¿Preparada? —Cameron la miró de nuevo.
—Sí —consiguió decir ella.
Le dio el paquete de arena. Pesaba bastante, pero Lally puso toda su energía en lanzarlo.
Cayó a más de un metro de distancia, momento en el que Cameron analizó el impacto; las gotas de agua que salpicaron alrededor, la neblina que las engulló en solo unos segundos.
De nuevo sentada, Lally observó a Cameron hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y apartó la mirada bruscamente.
—Gracias. Ahora ya sé que con dos personas en el bote, aunque él esté ocupado, ella podría lanzar el paquete sin llamar demasiado la atención —hizo una pausa y sonrió—. Bueno, una vez hecha la investigación, hábleme de su experiencia laboral —sus palabras hicieron que la mirada de Lally volviera a centrarse en sus ojos.
Y que su mente recuperara la perspectiva. Aquello era una entrevista de trabajo.
—¿No necesita tomar notas? —era evidente que no, de otra forma, ya lo habría hecho. Lally se olvidó de tan estúpida ocurrencia y comenzó a hablar—: Llevo seis años trabajando para mi familia en todo tipo de cosas: ama de llaves, contable, cocinera. He sido camarera en el restaurante de mi padre, Due per. Es un local pequeño, pero siempre está abarrotado de clientes. También he trabajado en la tienda de mi tío y en la tienda de otro pariente que vende aparejos de pesca. Mi madre, varias hermanas suyas y dos de sus hermanos son artistas de un tipo u otro y también suelo ayudarlos. Además cuido a los hijos de mis tres hermanas y de mi hermano.
Tuvo que tomar aire antes de continuar.
—A menudo viajo con mi madre cuando hace algún viaje en busca de inspiración para sus pinturas. Todo lo que necesita mi familia, lo hago —lo único de lo que había huido había sido de la insistencia de su madre y de su tía Edie para que se convirtiera en pintora ella también. Pero eso no venía al caso.
Sacó de su bolso los papeles con las referencias que había llevado.
—En la agencia de empleo tienen tres hojas, pero aquí están todas, por si quiere echarles un vistazo —de pronto sintió que se le sonrojaban las mejillas—. Quizá no debería haberlas traído todas.
—Más vale que sobre que no que falte —dijo él—. ¿Puedo verlas?
Sus manos se rozaron al darle los papeles. Una parte de Lally quiso prolongar el contacto, pero a otra parte le preocupaba que Cameron Travers pudiera darse cuenta del efecto que tenía en ella. Ya le había ocurrido lo mismo cuando la había ayudado a subir al bote por la mañana.
Cameron hojeó los papeles, deteniéndose de vez en cuando. Su tía Judith había escrito: Latitia necesita explorar el arte a su tiempo antes de que sea demasiado mayor. Al menos no le había puesto nota. Eso le pasaba por tener una tía que había sido maestra antes de dejarlo todo para dedicarse a la pintura.
Cameron sonrió al leer la nota de Judith.
La referencia de su tío estaba escrita en una hoja de pedido de la frutería, pero bueno, lo que contaba era la intención.
—No sé cómo se las arregla con tantos parientes —comentó Cameron, a quien parecía resultarle algo completamente ajeno.
—¿Usted tiene una familia…? —¿pequeña? ¿No tiene? Lally no terminó la pregunta, no era asunto suyo.
El hecho de que ella necesitara tanto a su familia no significaba que a todo el mundo le ocurriese lo mismo.
—Solo tengo a mi madre —le dijo, observándola con gesto pensativo.
Después se aclaró la garganta y volvió a centrarse en las referencias. Lally se preguntó cómo podía arreglárselas con solo un familiar. No había sabido interpretar la expresión de su rostro al mencionar a su madre, seguramente estaban muy unidos.
—Estas referencias me dejan más que satisfecho —concluyó—. ¿Qué tal se maneja con los ordenadores?
—Mecanografío unas cincuenta palabras por minuto en cualquier programa de texto y estoy acostumbrada a navegar por Internet —estaba dispuesta a esforzarse al máximo, como hacía siempre—. Por teléfono me dijo que están rehabilitando el viejo edificio Keisling. Lo he buscado en Google. Parece un lugar muy grande, así que supongo que es un proyecto importante.
En Adelaide había muchos edificios antiguos, lo que le daba a la ciudad un ambiente muy interesante en el que se mezclaba lo antiguo y lo moderno.
—Originariamente, el edificio Keisling era una única vivienda. Yo voy a convertirlo en apartamentos que después venderé o alquilaré.
—Hay muchos edificios antiguos en Adelaide que aún no he visto —comentó Lally mientras él comenzaba a remar de nuevo hacia la orilla—. Aunque Australia en general la conozco bastante bien. Estoy divagando, ¿verdad?
—Un poco, pero no importa. Tiene usted una voz muy agradable —dijo sin dejar de remar—. Yo también he viajado bastante. En Sydney es donde tengo mi casa, pero me pasa lo mismo que a usted; conozco muy bien Australia y sin embargo hay partes de Sydney que apenas he visitado. A veces tendemos a conocer solo lo más básico de lo que nos rodea, ¿no cree?
—Desde luego —Lally podía añadir ya la empatía a sus características personales. Sus características como jefe—. ¿Viaja mucho, ya sea para escribir o como promotor inmobiliario?
—Sí. Trabajo mucho, siempre busco la manera de mantener la mente despierta y activa —de sus labios salió algo parecido a un suspiro—. Al principio me dedicaba solo a los proyectos inmobiliarios, es lo que empecé haciendo nada más terminar de estudiar; tuve la suerte de ganar bastante dinero y pude ampliar el negocio. Pero llegó un momento en el que necesitaba algo más para estar ocupado, así que se me ocurrió la idea de escribir un libro. Al principio era solo un divertimento porque siempre me ha gustado mucho leer, pero entonces me llevé la sorpresa de encontrar un agente y luego también un editor. Poner en marcha esa segunda carrera como escritor fue completamente inesperado.
Algo con lo que conseguía entretener y fascinar a lectores del mundo entero.
«Yo no, a mí no me fascina», se dijo Lally a sí misma.
Pero la otra parte se preguntaba por qué no podía dejarse fascinar un poco, solo de manera razonable y siempre y cuando esa fascinación se centrara en su trabajo.
—Y se convirtió en un autor famoso.
—Un autor con una fecha de entrega inminente y sumido en un desagradable bloqueo mental —respondió él, quitándole importancia a la fama que había mencionado Lally.
Pero lo cierto era que sí que era famoso. Sus novelas habían adquirido una gran popularidad en los últimos años.
Cameron titubeó unos segundos antes de continuar hablando.
—Normalmente las fechas de entrega me resultan emocionantes, pero últimamente… Tengo que poner en marcha ese proyecto inmobiliario, supervisar el negocio y estoy más cansado de lo habitual… quizá he forzado demasiado la máquina con la novela.
No era que quisiera una ayudante, más bien la necesitaba.
Lally sintió lo mismo que sentía siempre por los miembros de su familia, lo que la había llevado a entregarse de lleno a ayudarlos y había hecho también que se sintiera un tanto insegura cuando se había dado cuenta de que ya no la necesitaban. Ni siquiera sus hermanas querían ya que cuidara de sus hijos; de pronto los habían apuntado a clases extraescolares. Era inconcebible, siempre había sido la familia la que se había encargado de esas cosas.
Por un momento le había parecido una conspiración, pero eso no tenía ningún sentido.
—Creo que necesita que lo cuiden un poco, que alguien le libere de un poco de trabajo para que pueda concentrarse en lo que tiene que hacer —podría cuidar de él durante unos meses y luego volvería a donde realmente quería estar, ayudando a una familia que había estado a su lado en los buenos y los malos momentos—. Si decide contratarme, señor Travers, seré la mejor ama de llaves y ayudante que pueda.
Cameron acercó el bote al embarcadero.
—Sí, la contrato —dijo y después le propuso un salario bastante generoso—. Tenemos que ver qué días quiere tener libres y todas esas cosas.
—¿Entonces me da el trabajo? ¡Muchas gracias!
Aquella alegría se debía sin duda al alivio que le proporcionaba saber que su situación económica estaba resuelta, al menos durante los próximos dos meses. Sabía que la familia la habría ayudado, por supuesto, todos se lo habían ofrecido, pero Lally no podía aceptar su dinero mientras se quedaba de brazos cruzados.
Así que era muy buena noticia.
—Gracias, señor Travers. Me esforzaré para que no se arrepienta de su decisión.
Por un momento Cameron puso cara de sorpresa.
—¿Cuándo puede empezar? —le preguntó entonces.
—Hoy mismo, o mañana a primera hora. Lo que usted prefiera.
—Mejor mañana por la mañana —salió del bote con una agilidad que hacía que pareciera fácil y luego le tendió la mano a Lally, acompañándola de una sonrisa—. Me vendrá bien que alguien se encargue de todo mientras yo intento…
No terminó la frase, pero Lally se aseguró a sí misma que no fue porque se hubiera distraído al sentir el roce de su mano.
«Lally, concéntrate en poner los pies en tierra firme, ¡no en el tacto de su piel!».
—Gracias —dijo y le soltó la mano en cuanto pudo, pues ya notaba que volvían a sonrojársele las mejillas—. Iba a decir algo, ¿mientras intenta…?
—Mantener dos partes muy importantes de mi vida bajo control —terminó de decir Cameron y hundió ambas manos en los bolsillos del pantalón.
No sospechaba que aquel gesto había hecho que el suéter se le ajustara al cuerpo, con lo que Lally pudo ver el movimiento de sus músculos bajo el tejido.
¡Pero no se fijó!
—Supongo que se refiere a la novela y al proyecto inmobiliario —dijo, tratando de no pensar en nada más—. Entonces, ¿le parece bien que esté mañana a las siete de la mañana frente al edificio Keisling, con las maletas hechas y dispuesta a ponerme manos a la obra en lo que usted ordene?
Cameron parpadeó y sus ojos se oscurecieron de pronto.
—Sí, muy bien. Podemos desayunar mientras le doy una lista de las cosas que tiene que hacer.
—Perfecto —se le pasó por la cabeza de sellar el trato con un apretón de manos, pero optó por no hacerlo. Mejor mantenerse alejada—. Entonces, hasta mañana, señor Travers.
—Cam —le dijo y la agarró del brazo cuando se disponía a alejarse—. Llámeme Cam, o Cameron si lo prefiere. La acompañaré al coche.
—Yo me llamo Latitia. Bueno, ya lo sabe porque lo vio en mis documentos… pero prefiero que me llamen Lally.
Comenzó a caminar hacia la salida del embarcadero tan rápido como le daban las piernas, donde la esperaba su viejo coche. Tenía que despejarse y recuperar la perspectiva antes de empezar a trabajar al día siguiente; necesitaba una perspectiva fría y completamente profesional.
—Hasta mañana —le dijo él y echó a andar hacia su coche.
Lally lo vio subirse a un descapotable azul y pensó en que le encantaría dar un paseo por el campo en aquel vehículo, con él. Un coche en el que, a diferencia de su viejísima ranchera, solo cabían dos personas, Cameron y ella.
Eso no quería decir que estuviese pensando en ellos dos juntos.
Sería estúpido y peligroso.
¡No llevaba seis años protegiéndose y huyendo de los hombres para volver a meterse en un lío ahora!