ABIERTO DE AUSTRALIA II

Enero

 

Condena

 

¿Cómo puede un hombre volar a alturas tan altas, solo para caer tan estrepitosamente? Todo el mundo de Stephan Nordstrom estalló en pedazos tras su tramposa victoria inducida por las drogas en el Abierto de Estados Unidos. Ser despojado de su tulo de Grand Slam, apartado del tenis profesional y acusado por la Agencia Antidopaje Mundial apenas señaló el principio de los cargos que continuaron acumulándose contra él. Aunque la rescisión inmediata de sus contratos con los patrocinadores fue un duro golpe económico, la puntilla llegó cuando César se juró emplear todo su dinero, poder e influencias en garantizar que todo el peso de la ley cayera sobre Nordstrom. Desolado, mientras contemplaba a Eloise en la cama del hospital, César no podía creer que el Nordstrom que conoció fuera capaz de cometer semejantes monstruosidades con otro ser humano, y mucho menos con una mujer a la que supuestamente adoraba.

Los psiquiatras diagnosticaron un trastorno narcisista de personalidad en Nordstrom, describiendo su comportamiento como patológico en el sentido de ser un explotador en sus relaciones interpersonales, carente de empatía, arrogante y agresivo. Por lo general, las personas con ese trastorno eran mentalmente incapaces de comprender la destrucción que causaban a los suyos y a las vidas de otras personas a través de las decisiones que tomaban. No había duda de que Stephan se valoraba a sí mismo como muy superior a los demás, y todos los médicos coincidieron en que su éxito en el tenis había enmascarado su sentido de la indulgencia, derechos y poder sobre los otros durante gran parte de su carrera.

Finalmente el retrato del lado oscuro de Stephan fue pintado ante los tribunales por los psiquiatras forenses en colaboración con la profesora Klarsson y Jayne Ferrer que explicaron con todo detalle su proceso de intercalar deliberadamente castigos con momentos de ternura y afecto, atendiendo a las necesidades de las mujeres antes de infligirles dolor y crueldad. Su reciente posesión de Eloise supuso un elemento clave en su profundamente asentado narcisismo y su tendencia al abuso físico y sexual. La evidencia presentada ante el tribunal dejó patente que, con el tiempo, Stephan había creado un conflicto moral lo suficientemente sólido como para utilizar en su propio beneficio la desesperada necesidad de arraigo de Eloise y, en consecuencia, sus abusos psicológicos habían culminado en hostiles amenazas a su vida y la de Noah, todo lo cual influyó en la decisión de ella de quedarse a su lado, a pesar de la negación y abuso de su libertad personal que implicaba.

Stephan fue finalmente atrapado por su pasado cuando otras mujeres, incluyendo la supermodelo y antigua novia, Ava, aparecieron para prestar testimonio contra él. Sus declaraciones terminaron de rematar el feo retrato de ese dominante depredador que manipulaba a las mujeres para obtener el control definitivo, tanto psicológico como físico. Los comentaristas de los medios de comunicación y sus antiguos patrocinadores no tardaron en retractarse de sus anteriores alabanzas hacia Nordstrom, etiquetándole de «abusador narcisista dopado de esteroides».

Aunque Eloise ahora podía ver el cuadro completo y entender adecuadamente todo por lo que había pasado, sentía ingenuamente cierta tristeza, o tal vez compasión, por el Stephan que conoció al principio de su relación, por aquel que había sido y no por aquel en el que se había convertido. Aunque eso sucedió antes de que el tribunal le mostrara las imágenes de la espantosa prisión que él había creado para ella en el lago Ekoln, en Suecia, y comprendiera horrorizada que por poco había escapado de su demente plan.

Una última petición por parte del abogado de Stephan para que su extenso archivo fotográfico de «Nadia» no fuera destruido fue inmediata y categóricamente denegada por el juez, al tiempo que un frío estremecimiento recorría la espina dorsal de Eloise, Noah y César, junto con las del jurado y la mayoría de los presentes en la sala. Al final, cualquier pena que Eloise hubiera podido sentir por la estrepitosa caída de Stephan fue firmemente sustituida por el alivio de saber que al menos pasaría la próxima década entre rejas, bien lejos de ella. Cuando sus ojos se encontraron por última vez, vio en él lo que la mayoría de las mujeres veían. Un hombre alto, seguro de sí mismo, increíblemente guapo, de repeinado cabello rubio, penetrantes ojos azules y un cuerpo que pedía a gritos ser desnudado. Sin embargo había aprendido de la forma más dura a mirar detrás de la fachada, y eso casi le había costado la vida. Ahora veía a un hombre cuya arrogancia no le permitía mirar más allá de sí mismo, un hombre con un corazón de hielo incapaz de amar. Y no un hombre al que adorar y poner en un pedestal; o siquiera al que compadecer.

El mundo entero tenía los ojos puestos en el resultado del escandaloso proceso. El jurado necesitó menos de tres horas para condenar a Nordstrom por los cargos de asalto con agravantes, secuestro y posesión de sustancias prohibidas y, en consecuencia, fue sentenciado a dieciséis años de prisión con una pena mínima de diez años antes de solicitar la libertad condicional. El cargo por intento de asesinato fue negociado entre el fiscal y el abogado defensor extrajudicialmente, si bien contribuyó a sumar los seis años adicionales a la sentencia.

Eloise, aunque físicamente lacerada y magullada, se recobró rápidamente gracias a los excelentes cuidados que recibió. Su terrible experiencia del yate le había demostrado que era mucho más fuerte mentalmente de lo que jamás hubiera imaginado, y se apoyó en esa fuerza para soportar las duras y, en ocasiones, agotadoras sesiones del juicio. Al final del último día, Noah parecía estar más inmerso en un caos emocional respecto a todo lo que Eloise había debido pasar que ella misma; Eloise solo deseaba que aquello terminara pronto, y no podía esperar a retomar su vida cotidiana.

Cuando los detalles del escandaloso contrato de César salieron a relucir durante el proceso, este se vio sacudido hasta lo más hondo. Ahora lamentaba amargamente cada parte de su «Estrategia Número Uno», jurándose que nunca más volvería a involucrarse en nada parecido. Proporcionó un incesante apoyo a Eloise, pero no hizo mención a su paternidad, habiendo decidido que lo mejor sería esperar a encontrarse de nuevo en Londres, cuando ella estuviera más recuperada psicológicamente. El juicio fue difícil para todos. César, desde luego, no quería someterla a más presión de la necesaria, siendo muy consciente de que tal vez ella no quisiera saber nada de él, en vista de que su egoísta contrato había sido la fuente de todos sus sufrimientos.

Sin embargo, se sintió muy aliviado al advertir que ella no parecía sentirlo así cuando se despidió de Eloise y Noah que se marchaban rumbo a la Isla Necker, propiedad de Richard Branson.

Contrato

 

Por fin tuvieron oportunidad de cumplir la promesa que Noah había planeado para Eloise después del Abierto de Estados Unidos: un muy necesario descanso. Fue mientras disfrutaban de ese mágico tiempo juntos, tendidos en la arena blanca con las aguas color aguamarina remojando sus miembros entrelazados, cuando conectaron más profundamente que nunca, dado lo mucho por lo que habían pasado. Se tocaron, exploraron y besaron como si sus vidas dependieran de ello, incapaces de separarse o de existir sin el otro. Cuando gozaban del amor lo hacían de forma prolongada y sensual, mientras despertaban de nuevo el uno al otro y al mundo que les rodeaba, abrazando el potencial de un futuro compartido. Ninguno de los dos había experimentado semejante amor por otra persona, un amor que sabían que les uniría para siempre.

Durante el curso de sus vacaciones, Eloise convenció a Noah para que continuara con el tenis y trabajara duro con el fin de alzarse con la victoria en el Abierto de Australia, al igual que él la persuadió para perseguir su tan ansiado sueño y regresar al Royal Ballet. De modo que le propuso regresar al tenis solo si podía apoyar su vuelta al ballet cuando estuviera preparada.

Regresaron a Londres revigorizados tras su estancia en la Isla Necker, habiendo comenzado a dejar atrás los horrores de lo sucedido. César organizó un coche para recogerlos en el aeropuerto de Heathrow, sintiéndose casi tan nervioso como lo estuvo antes de su reunión con Ashleigh después de todos esos años. Iba vestido de punta en blanco, con uno de sus ternos habituales, como si esperara ser recibido por la Reina. Ashleigh, también muy excitada, vigilaba la calle desde una de las ventanas.

El coche se detuvo frente al piso de Belgravia y César salió a recibirles.

–¡Eloise, Noah, bienvenidos! Es maravilloso volver a veros. Eloise, estoy deseando mostrarte tu piso y ver qué os parece..., por favor, pasad. El chófer meterá vuestras maletas.

Eloise observó la calle en la que se habían detenido –alineada de grandes terrazas de estuco blanco– sabiendo que aquel era uno de los barrios más caros del mundo. Aunque recordaba que el apartamento formaba parte de su contrato con César, nunca se atrevió a creer...

Noah pasó su brazo alrededor de ella mientras seguían a César al interior del apartamento completamente amueblado.

–Eloise, quiero que conozcas a Ashleigh, el único amor de mi vida.

César siempre la presentaba de esa forma para dejar perfectamente claro que era la persona más importante en el mundo para él, como así era. Y cada vez que lo oía, ella sonreía.

Las mujeres se estrecharon las manos calurosamente, y Eloise advirtió la chispa en los ojos de Ashleigh, siempre al lado de César, pudiendo apreciar el mucho amor que se profesaban. Él le parecía una persona totalmente diferente a aquel que le había presentado el contrato veinte meses atrás.

Cuando las dos mujeres descubrieron que compartían la misma profesión, no tardaron mucho tiempo en charlar apasionadamente sobre el baile. Eloise se sintió inmediatamente a gusto con Ashleigh, algo que no era frecuente en ella, ni siquiera con su recién recuperada confianza.

Ashleigh se ofreció a mostrarle el apartamento; Eloise estaba fascinada con la mezcla de estilo clásico y funcional. Incluso la chimenea del salón estaba encendida. Había sido decorado con tanto estilo y gusto que no quiso cambiar nada; simplemente se limitó a pasear por las habitaciones extasiada.

–¿De modo que este es el apartamento del contrato? –le preguntó a César cuando terminaron la visita.

–Lo es. ¿Te gusta?

–Me encanta. Pero ¿qué sucede con las cláusulas del contrato? Aún queda otro Grand Slam y afortunadamente soy muy feliz con este Número Uno, de lo contrario podríamos tener un problema... –Sonrió, contenta de poder hablar de ello abiertamente.

–Después de todo lo que has tenido que pasar, jovencita, el contrato está más que cumplido. –César lo cogió y lo rompió en mil pedazos–. Este apartamento es tuyo, si lo quieres, claro está, y tu primer pago anual por cien mil libras ya ha sido depositado en tu cuenta.

–César..., no sé qué decir.

Hacía mucho tiempo que no había vuelto a pensar en los detalles; últimamente lo único que contaba era estar con Noah, y a salvo.

–Bueno, di que sí y será tuyo.

César estaba disfrutando con la situación mucho más de lo esperado. Ver de nuevo el asombro y la alegría en los ojos de Eloise era impagable.

–¿De veras? ¿Así de sencillo?

–Sí, así de sencillo. –Firmó un documento y se lo entregó.

–Este apartamento no podría ser más perfecto. ¡Gracias! –Estaba que no cabía en sí mientras estampaba su firma; parecía como si todas las Navidades y cumpleaños que nunca había celebrado se hubieran juntado en uno solo–. ¡Creo que estoy conmocionada! –Se rio.

–Bueno, también tengo otra carta para ti del Royal Ballet. –Se la pasó–. Aparentemente Xavier no ha sabido hacerlo tan bien como sir Lloyd esperaba, de modo que ha regresado a Rusia junto con sus bailarinas.

–¡No puede ser verdad!

–Mis fuentes me han dicho que confían en recuperarte para el puesto de bailarina principal, pero deberías leer la carta por ti misma.

–¡No puedo creerlo! ¡Qué día tan asombroso!

Le tendió la carta a Noah confirmando su restitución si decidía aceptar, totalmente desconcertada por ese fortuito giro de los acontecimientos.

–Bueno, esa no es la única razón por la que estamos hoy aquí... –El humor de César se volvió súbitamente más serio, poniendo a Eloise en alerta–. Hay algo más que queremos hablar con vosotros.

Ashleigh se acercó a César y Noah agarró la mano de Eloise percibiendo su aprensión.

–No irás a decirme que él ha salido de la cárcel, ¿verdad?

–Oh, no. No tendrás que volver a preocuparte por él, Eloise, tienes mi palabra. Me aseguraré de que se pudra en la cárcel hasta que sea un anciano.

Parecía como si el César de los antiguos tiempos hubiera regresado momentáneamente, aquel con quien no convenía tener problemas.

Ella suspiró aliviada.

–Entonces, ¿de qué se trata? Me estáis poniendo nerviosa.

Súbitamente César se quedó sin habla, sobrepasado por la emoción.

Ashleigh, un poco más calmada, se acercó a Eloise.

–Quizá lo mejor sea que te lo muestre.

Guio a Eloise hasta la repisa de la chimenea, donde estaba colocada la caja de música. Eloise había estado tan abrumada por el apartamento que no había advertido su presencia allí, ni tampoco había pensado en ella desde que se la entregó a César.

–¡Mi caja de música! Gracias por cuidar de ella. Es mi posesión más preciada.

–¿Puedo?

Eloise asintió, y entonces Ashleigh abrió la caja y, para asombro de Eloise, sacó la preciada foto de debajo de la tela y se la mostró.

–Esta eres tú de bebé, Eloise, con tu madre.

Ella no podía creer lo que estaba viendo.

–¿Mi madre? ¿Y la foto ha estado ahí todo el tiempo? –Sacudió la cabeza, asombrada–. ¿Cómo lo descubriste?

Esta vez fue el turno de Ashleigh de enmudecer mientras sacaba la cartera de su bolso y extraía su copia de la misma foto.

–Porque yo la puse ahí dentro cuando naciste, y la he llevado conmigo desde ese día.

Ahora Eloise estaba completamente conmocionada, desplomándose en el sofá y mirando la foto que nunca supo que estaba escondida en la cajita de música.

–¿Eres mi madre? –preguntó con ojos empañados.

–Y yo soy tu padre. –César dio unos pasos para acercarse a ambas mujeres, sujetando con fuerza la mano de Ashleigh mientras todos trataban de absorber la intensa emoción del momento.

Ahora fue Noah quien tuvo que sentarse, asombrado ante esas revelaciones.

–¿Tengo una familia? Después de todo esto, de todo lo que ha sucedido, ¿vosotros sois mis padres?

Ashleigh extendió los brazos y Eloise se fundió en su abrazo. Un abrazo que nunca hubiera creído que pudiera hacerse realidad hasta ahora. Después de unos momentos, con las lágrimas derramándose sin control, César se unió a ellas, envolviendo a las dos mujeres y preguntándose si su corazón no explotaría por el amor que sentía por esas dos bellezas.

* * *

 

Y así fue como, con Eloise a su lado, Noah se convirtió en el primer australiano en más de dos décadas en alzarse con el Abierto de Australia. El tenis australiano tenía ahora un nuevo mesías, ¡al igual que el mundo del deporte! Eloise se sintió muy conmovida cuando Noah la llevó de nuevo al puente peatonal de Southbank y le entregó la llave del candado, sabiendo que representaba la llave para que ella le abriera su corazón.

La llave había estado siempre pegada a su cuerpo desde el anterior Open de Australia y ella se sintió auténticamente bendecida, un año después, sabiendo que él nunca, nunca había renunciado a ella, al igual que tampoco lo había hecho ella con él, pese a todo lo que habían pasado.

Cuando Eloise se agachó para buscar su candado, encontró un precioso anillo de pedida de diamantes enganchado a él. Rápidamente utilizó la llave para abrirlo y se dio la vuelta para ver a Noah sonriendo y con una rodilla clavada en el suelo, declarándose...

–¡Sí, sí, sí, sí!

Ese año no había miedo a las cámaras mientras los fotógrafos capturaban ávidamente la imagen del Número Uno del mundo y su bailarina fundidos en un apasionado beso, a la vez que la emocionada pareja disfrutaba de ese precioso momento de su historia, entregados en los brazos del otro.

Noah la estrechó con fuerza susurrando en su oído:

–Ahora es tu turno de ser el Número Uno, mi amor.