Concord, 19 de diciembre de 1853

Sr. Blake:

Mi deuda con usted ha crecido de tal modo que debería haberle escrito de forma inmediata tras recibir su carta, si no hubiera sido presa, como se suele decir, de otros compromisos, pues debí escribir una conferencia para el pasado miércoles, así como realizar nuevos peritajes topográficos. Ha sido para mí una batalla incesante, con el enemigo no siempre a mis espaldas, espero.

Es cierto, un hombre no puede levantarse tirándose a sí mismo del cinturón, dado que no puede salirse de sí mismo, pero sí puede ensanchar (lo cual es mejor, pues ahí no existen el arriba ni el abajo de la naturaleza) y así romper su cinturón, permaneciendo dentro de sí mismo.

Habla usted del hacer y del ser, y de la vanidad, real o aparente, de hacer mucho. Durante la primavera, las lampreas, si no me equivoco de pez, crean nidos en nuestros ríos gracias a la acumulación de muchas piedras de pequeño tamaño entre las que depositan sus huevos. El otro día abrí la guarida de una rata almizclera. Estaba hecha de malezas, de cinco pies de ancho en la base, y tres de altura, y en lo más profundo había una pequeña cavidad, de solo un pie de diámetro, donde habitaba la rata. Puede parecer trivial esta maraña de malezas, pero es lo que preserva la raza de este tipo de ratas.

Debemos amontonar grandes cantidades de hacer para conseguir un pequeño diámetro de ser. ¿No estamos obligados a hacer algo si, por ejemplo, trabajamos en un molino? Además, es necesaria una suerte de rotación para que existan un centro y un núcleo para la existencia. Lo que el ejercicio es para el cuerpo, el trabajo lo es para la mente y los principios morales. Piense en la gran cantidad de trabajos penosos que existe, cuánto esfuerzo tedioso y prosaico implica la obra de menor valor. Hay muchas capas blancas de material calcáreo en todos los caparazones hasta llegar a la fina capa del interior, tan primorosamente teñida. Que el molusco no construya su morada solo con lo primero; pues si, es cierto, ¿qué significan para él los colores? Pero no se trata solo de su suave y ajustada camisa, cuyos colores efectivamente no son para él, que vive en la noche permanente… excepto cuando muere y su armazón sale a la luz, como restos de un naufragio en la orilla. Pues entonces aparecen. También para él vale la Canción de la Camisa: «¡Trabaja, trabaja, trabaja!»[85].

Pero el trabajo no es simplemente una disciplina de control, sino también una disciplina en el sentido más noble. ¿Si hacemos de él el medio para obtener un fin más alto, puede ser algún trabajo humilde o aborrecible? ¿No será más bien algo que nos permite subir como una escalera, el medio que nos permite llegar de un piso a otro?

De qué forma tan admirable está hecho el artista para desarrollar su propia formación a través de la devoción a su arte. El aserrador, pese a sus esfuerzos por hacer bien su trabajo, no se convierte primordialmente en un mejor aserrador, sino en un hombre mejor. Pocos son los hombres que pueden trabajar realmente sobre su centro umbilical, tan solo algunos brahmanes de los que he oído hablar[86]. Al pintor, en su lugar, se le ofrecen algunos pigmentos y lienzos; al irlandés, un cerdo, tan típico suyo. Hay miles de formas aparentemente humildes a través de las cuales los hombres se afanan en que algo justo ocupe el lugar de algo incorrecto —aunque sea solo para hacer un betún mejor—, y gracias a ello son cada día moralmente mucho mejores.

Dice que no tiene demasiado éxito en la vida. ¿Le preocupa suficiente que sea así? ¿Se aplica con el necesario tesón? ¿Obtiene, al menos, el beneficio de la disciplina? Si así es, persevere. ¿Es algo más difícil que andar mil millas durante mil horas consecutivas? ¿Le saldrían callos en los pies? ¿Piensa alguna vez en ahorcarse, si fracasa?

Si piensa tomar ese camino —si se dirige a sitiar la ciudad de Dios—, no solo debe ser hábil con las máquinas de guerra, sino estar bien surtido de provisiones para esperar a que la guarnición muera de hambre. Vino a verme hoy un irlandés, que está trabajando duro para traer a su familia a este Nuevo Mundo. Se levanta a las cuatro y media, ordeña a veintiocho vacas (lo que le ha producido una inflamación en las articulaciones de sus dedos), y desayuna, sin servirse una gota de leche en su té o en su café, antes de las seis. Así, día tras día, por seis dólares y medio al mes; y así conserva su virtud, si no la aumenta. Y me tiene por un caballero capaz de ayudarlo, pero si alguna vez consigo ser un caballero, será trabajando a mi manera más duramente de lo que lo hace él. Si mis articulaciones no están inflamadas debe de ser porque yo, antes de desayunar, trabajo con las ubres de vacas celestiales (y en este caso al ordeñador se le concede un poco de leche para su desayuno), y en ocasiones con los rebaños de Admeto que llegan luego[87].

El arte de la humanidad consiste en pulir el mundo, y todo el que realiza un trabajo propio del hombre está dando lustre en algún lugar.

Si la obra es elevada y distante

No solo con cuidado debes apuntar,

sino con todas tus fuerzas el arco tensar.[88]

Debe aprender a utilizar un arco que ningún arquero más modesto pueda tensar.

¡Trabaja, trabaja, trabaja!

¿Qué diríamos que es un arco? No está hecho de madera de tejo[89]. Es más recio que un rayo de luz. La flexibilidad no es una de sus características.