Concord, 21 de mayo de 1856

Sr. Blake:

Hace tiempo que no reúno pensamientos tales como los que me gustaría leer para la audiencia de la que me habla. Tengo muchas cosas parecidas sobre las que podría hablar, o leer, pero no dispongo de tiempo ahora para prepararlas. Acaso algo de lo que tengo ya listo pudiera resultarles interesante y renovador, pero no quisiera pasar el sombrero por ello. He estado leyendo algunos ensayos para ver si encajan con su audiencia: pero, aunque al leerlos para mi mismo me merecieron bastante consideración, cuando conseguí un oyente para probarlos, sentí que no responderían a su finalidad. ¿Cómo podría permitirle que reuniese una audiencia ante la cual leerlos? En realidad, lo que tengo es bien demasiado disperso e impreciso, bien demasiado liviano, o bien es demasiado científico y práctico (en los últimos tiempos tropiezo con muchas cosas así) para una audiencia tan hambrienta.

Soy todavía un aprendiz, no un maestro, y me alimento de un modo algo omnívoro, ramoneando tanto los tallos como las hojas, pero quizá dentro de poco pueda hablar con precisión y autoridad, siempre y cuando la filosofía y los sentimientos no queden enterrados bajo una multitud de detalles.

No rechazo su invitación: antes bien, la acepto, aunque cambiando la fecha. Me considero ya, pues, invitado a Worcester, y doy las gracias a quien me invita. En cuanto a la excursión a Harvard[144], ¿me permite sugerir otra? Vengan usted y Brown a Concord el sábado, si el tiempo es bueno, y pasemos el día aquí, en el río o en las colinas, o en ambos. Así ahorraremos algo de dinero (que es importante para nuestras almas), y perderemos… no sé qué. Dice que hace tiempo ya habló de venir aquí, hágalo ahora. No le pido que lo haga porque crea que mi compañía merece la pena, sino porque creo que nos reforzamos el uno al otro. No hay más de una hora de viaje a caballo, y una vez aquí puede hacer lo que le plazca.

Entonces veremos si hemos de ofrecer alguna disculpa por nuestra existencia. Venga a Concord, venga a Concord, ¡venga a Concord! O… incumplirá su palabra.

En relación a la disputa sobre la soledad y la sociedad, cualquier comparación es impertinente. Es una marcha ociosa en el llano, en la base de la montaña, en lugar de escalar continuadamente hasta la cumbre. Por supuesto, estará feliz por toda la compañía que pueda encontrar para subir con usted. «¿Vendrá a la gloria conmigo?», dice el estribillo de la canción[145]. Amo tanto a la sociedad que ingiero todo lo que se cruza en mi camino de un solo trago. No es que amemos estar solos, sino que amamos llegar muy alto, y cuando lo hacemos, la compañía se vuelve cada vez más escasa, hasta que desaparece. Sea el Tribune en el llano, o un sermón en la montaña, o un éxtasis privado aún más arriba[146]. No debemos dejar de señalar hacia las cumbres, aunque la multitud no ascienda a ellas. Utilice a toda la sociedad que pueda asistirle. Pero quizá no he conseguido entrar en la esencia de su pensamiento.