Concord, 2 de mayo de 1848

«Debemos conseguir nuestro pan»[10]. Pero ¿cuál es nuestro pan? ¿El pan que amasa el panadero? Según mi criterio debería ser exclusivamente el pan hecho en casa. ¿Cuál es nuestra carne? ¿La que corta el carnicero? ¿Qué es lo que debemos procurarnos? ¿Es dulce el pan que ahora nos ganamos? ¿Acaso no es un pan que se ha agriado y más tarde ha sido endulzado con un álcali, que ha sufrido una fermentación vinosa, avinagrada e incluso pútrida, y ha sido posteriormente blanqueado con vitriolo? ¿Es este el pan que debemos tener? El hombre debe ganarse el pan con el sudor de su frente[11], es cierto, pero también con el sudor del cerebro que hay tras dicha frente. El cuerpo solo puede alimentar al cuerpo. Yo he probado muy poco pan a lo largo de mi vida. Fueron apenas bocados insustanciales la mayoría de las veces. Y pan que alimentara mi cerebro y mi corazón, apenas ninguno. No se encuentra ni siquiera en la mesa del rico.

No hay una clase de comida para todos los hombres. Se debe alimentar, y de hecho se alimentan, aquellas facultades que se ejercitan. El trabajador con el cuerpo fatigado no requiere la misma comida que el estudiante cuyo intelecto está cansado. El hombre no debería trabajar sin desmayo, como las bestias, pero el intelecto y el cuerpo deberían siempre, o tanto como sea posible, trabajar y descansar juntos, pues entonces del trabajo resultará que cuando el cuerpo esté hambriento, también lo estará el intelecto, de modo que el mismo alimento bastará para ambos; de otro modo, el alimento que repare la energía gastada por el cuerpo exhausto oprimirá al intelecto sedentario, y el degenerado estudiante considerará toda comida vulgar, convirtiendo cada forma de ganarse la vida en una ingrata tarea.

Cómo debemos ganarnos el pan es una pregunta de enorme importancia, además de agradable y sugerente. No debemos eludirla, como se acostumbra a hacer. Es la pregunta más importante y práctica que se puede plantear un ser humano. No nos precipitemos al contestarla. No nos conformemos con conseguir nuestro pan de forma grosera, desatenta y apresurada. Algunos hombres van de cacería, otros a pescar, otros a apostar, algunos a la guerra; pero ninguno conoce el placer que sienten quienes de verdad tratan de ganarse su pan. Es verdad a todos los efectos, como es verdad en la realidad, es verdad en un sentido material, como es verdad en un sentido espiritual, que quienes buscan honesta y sinceramente, con todo su corazón, su vida y sus fuerzas, ganarse el pan lo consiguen, y sin duda encuentran un dulce bocado. Un pan muy pequeño, apenas unas migas, es suficiente si es de la calidad adecuada, pues es infinitamente nutritivo. Que cada ser humano, pues, se gane al menos unas migajas de pan para su cuerpo antes de morir, que conozca su sabor, que será idéntico al del pan de vida[12], y ambos, de hecho, los comemos juntos de un solo mordisco.

Nuestro pan nunca ha de ser agrio, ni difícil de digerir. Lo que la Naturaleza es para la mente, también lo es para el cuerpo. Dado que alimenta mi imaginación, así lo hará con mi cuerpo. Eso es lo que dice significar y estar dispuesta a hacer. No es solo bella a ojos del poeta. No solo el arcoíris y la puesta de sol son bellos; alimentarse y vestirse, protegerse y calentarse son igualmente bellos y fuentes de inspiración. No existe necesariamente ningún hecho grosero y feo que no pueda ser erradicado de la vida del hombre. Debemos esforzarnos por corregir todos los defectos que nuestra imaginación detecta en nuestras vidas. Los cielos están a nuestro alcance si nuestras aspiraciones son altas. Cuanto más alto aspire a crecer un árbol, a más altura encontrará la atmósfera adecuada para él. Todo ser humano debería representar esta fuerza irresistible. ¿Cómo concebir la debilidad en el hombre que se atreve a ser? Incluso las plantas más tiernas luchan por abrir su camino a través de las más duras tierras y las grietas de las rocas; pero no hay fuerza material que se le resista al hombre. ¡Qué cuña, qué escarabajo, qué catapulta es un hombre decidido! ¿Qué puede hacerle frente?

Es un hecho indiscutible que el hombre puede ser bueno o puede ser malo; su vida puede ser verdadera o puede ser falsa; y puede representar para él la vergüenza o la gloria. El hombre bueno se esculpe a sí mismo; el malo se destruye a sí mismo.

Sin embargo, cualquier cosa que hagamos debemos hacerla con confianza (si somos tímidos, actuemos, pues, tímidamente), sin esperar más luz, sino disponiendo de la luz suficiente. Si tenemos confianza en llegar a más, esperémoslo. Pero ¿qué es lo que tenemos? ¿Acaso no hemos esperado ya demasiado? ¿Es el comienzo de los tiempos? ¿Existe alguien que no vea claramente más allá, aunque solo sea un palmo más allá, se encuentre donde se encuentre?

Si alguien duda del camino a seguir, dejémosle que se detenga. Permitámosle que atienda sus dudas, pues las dudas, también, pueden albergar alguna divinidad. No es algo triste que tengamos poca fe, sino que seamos incapaces de ser fieles[13]. La fe se gana mediante la fidelidad. Cuando, en el transcurso de una vida, un hombre se desvía, aunque solo sea en un ángulo infinitamente pequeño, de su propio camino asignado (y esto nunca ocurre de forma inconsciente, ni siquiera al principio; es más, aquel fue su pecado del color de la grana y el carmesí[14] —ah, sabía más sobre él de lo que podía contar—), entonces el drama de su vida se torna en tragedia, y se apresura a su quinto acto. Cuando nos quedamos atrás de este modo es imposible dar cuenta de la cantidad de obstáculos que se interponen en nuestro camino, y nadie es suficientemente sagaz para aconsejarnos, ni tan poderoso para ayudarnos, mientras permanecemos en ese terreno. Tales están maldecidos con los deberes y el incumplimiento de sus deberes. Para ellos fue creado el Decálogo, y otros códigos mucho más voluminosos y terribles.

Estas desviaciones —¿quién no las ha sufrido?—, dado que son tan milimétricas como la paralaje de una estrella fija[15], y al principio decimos que no son nada, se originan en una suerte de sueño y olvido del alma cuando esta se malogra. El hombre no puede ser demasiado circunspecto si busca mantener un rumbo fijo y estar seguro de que en todo momento ve lo que puede ver, de tal forma que sea capaz de distinguir su verdadero camino.

Preguntáis si no hay una doctrina del sufrimiento en mi filosofía. Del sufrimiento profundo creo saber comparativamente poco. Mis más tristes y genuinos sufrimientos no son más que lamentos transitorios. El lugar del sufrimiento lo ocupa, tal vez, una suerte de dura y proporcionalmente estéril indiferencia. Me siento pariente de la mata de hierba, y participo en gran medida de su aburrida paciencia, que aguarda en invierno el sol de primavera. En mis momentos de mayor turbación tiendo a pensar que no me incumbe la «búsqueda del espíritu», sino que más bien es su asunto el encontrarme a mí. Sé muy bien lo que quería decir Goethe cuando afirmaba que nunca había sufrido un pesar del que no hubiera hecho un poema[16]. Tengo demasiada paciencia de este tipo. Me conformo fácilmente con una felicidad ligera y casi animal. Mi felicidad es parecida a la de las marmotas.

Me parece que nunca estoy bastante comprometido, que nunca soy enteramente la criatura de mis estados de ánimo, mientras que siempre soy, en ciertos aspectos, su crítico[17]. Mi única experiencia integral es mi visión. Veo, tal vez, con más integridad de lo que siento.

Aunque no necesito explicarle qué clase de hombre soy, mis virtudes y mis defectos. Puede imaginarlos, si merece la pena. Yo no los termino de distinguir.

No le escribo esta carta desde mi cabaña del bosque[18]. Actualmente vivo con la Sra. Emerson —cuya casa es desde antiguo un hogar para mí—, a quien acompaño durante la ausencia del Sr. Emerson[19].

Se habrá percatado, quizás, de que a menudo hablo para mí en la misma medida en que lo hago para usted.