Primer caso típico (primera parte, capítulo IV)

«No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas como de persona que se quejaba…».

Es el encuentro con Andresillo. La realidad que se ofrece a don Quijote es la de un hombre maduro que azota a un muchacho. Don Quijote inquiere las razones, descubre en ellas injusticia, y actúa. Antes de tropezar con la situación real, cuando de ella sólo tiene indicios, la interpreta de esta manera: «estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa que ha menester mi favor y ayuda». No se equivoca, ya que la situación de Andresillo es de menesterosidad y la ayuda de don Quijote (ejercida de otra manera) pudiera haberle librado de ella. En ningún momento el narrador menciona o alude a la locura del justiciero, que, por otra parte, no se manifiesta; como que actúa como cualquier otro lo hubiera hecho en su lugar. Ve la realidad «como es», y este «ser» de la realidad, en que la esencia y la apariencia coinciden, «al permitirle actuar con justicia», no necesita ser deformado. La actuación caballeresca, literaria, de don Quijote, no requiere en este caso más que una injusticia que corregir. Y la corrección, aunque se frustre, «es real».

Idénticas circunstancias concurren en el episodio, posterior, de los galeotes. Aunque en su esquema coincide con la anterior, la presencia de Sancho aporta un elemento nuevo, «no esencial», pero sí habitual a partir de la introducción del nuevo personaje. Así, cuando el escudero dice al caballero: «Advierta vuesa merced… que la justicia, que es el mesmo rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos». En este caso, como en otros, Sancho realiza la función «de hacer ver la realidad, si bien sea en esta ocasión no la visible y audible, sino la jurídica». La aventura de los leones, en la segunda parte, pertenece a este tipo. La locura, que todos proclaman, está en el acto mismo, por su temeridad (como que don Quijote se salva por una decisión del autor, que obliga al león desafiado a volver grupas. De lo contrario, allí mismo hubiera terminado la novela. La aventura de los leones es quizá la más inverosímil).

Hay, pues, ya un tipo establecido, que, en definición y resumen, puede formularse así: «Ante una realidad idónea a su comportamiento caballeresco, don Quijote la ve como es y no introduce en ella ningún factor modificante».