La acción del caballero

El sistema informativo está formado, pues, por todo lo que dicen, hacen y piensan los personajes. Su organización aparente es la tradicional en las novelas de aventuras: una o varias figuras que salen al camino, al «encuentro del azar». Como en todas las narraciones de este tipo, la libertad priva sobre la necesidad, y la unidad del conjunto se fragmenta en unidades parciales, las aventuras. Estas, en principio autónomas, suelen, a veces, presentarse enlazadas, incluso como pertenecientes al mismo sistema causal. Es frecuente que elementos de una aventura reaparezcan más tarde como ingredientes de otra.

Como entre la primera parte y la segunda hay notables diferencias de construcción, a pesar de la similitud de los esquemas propuestos al principio, las referencias se hacen tan solo a la primera, aunque quizá, en algún modo resulte oportuno echar mano o citar materiales de la segunda, si bien de manera episódica.

Si se considera la acción de los antagonistas cura-barbero, la primera parte podría sintetizarse en estas pocas palabras de las que resultaría algo así como una unidad de acción: dos amigos que salen en pos de quiméricas aventuras, y otros dos que marchan en su busca y consiguen finalmente traerlos al buen camino (reintegrarlos al hogar). Es el esquema más general; tanto que su generalidad requiere ser completada por otros esquemas de alcance más limitado.

Uno de ellos puede obtenerse si se observa el modo de agrupar los hechos. Aparecen entonces, claramente delimitados, lo que se ha llamado aquí Protoquijote, y lo que ahora se llama «primera parte itinerante», «unidad de lugar con entrecruzamiento de historias» y «segunda parte itinerante». Se corresponden respectivamente al trayecto de don Quijote y Sancho desde la segunda salida hasta la venta, la estancia en ésta, y el regreso de don Quijote en la carreta de bueyes.

Las distintas aventuras, por su morfología, admiten desde un principio una dicotomía muy general: a) aquellas en que el caballero actúa de protagonista, y b), las que, directa o indirectamente, atañen a otros personajes y en las que el caballero asume un segundo papel, cuando no el de mero espectador. Por lo general, estas últimas comportan, al modo tradicional de los relatos de aventuras (Cervantes ha vuelto a usarlo, o lo ha usado ya, en el Persiles), historias novelescas de personajes secundarios. El modo de presentarlas es siempre fragmentado, y el máximo ejemplo–tipo es la historia de Cardenio, Lucinda, Dorotea y don Fernando, en que la fragmentación narrativa se lleva al grado máximo. Es evidente que la razón estética de tal procedimiento es la de mantener suspenso el ánimo de los lectores, de acuciar su interés por el desarrollo y desenlace. La extremosidad (y quizás también la monotonía) de este modo de narrar se declara al aplicarlo, no ya a las historias que de un modo u otro se integran en la narración, sino también a la que, de manera artificial, se incluye en la misma. El curioso impertinente, cuya lectura se interrumpe cuando está a punto de terminar, a causa de un acto de don Quijote.

La historia que se acaba de llamar «ejemplo–tipo» se descompone en los siguientes segmentos, de los que los tres primeros son «indicativos», los 4, 5, 6, 7 «narrativos» y el 8 y el 9 «activos».

1. Hallazgo de la maleta de Cardenio, signo de doble valor, ya que su abandono remite una situación localizada en la Sierra Morena, y su «contenido» a una historia sentimental posible, sin localización (ni por ahora necesitada de ella).

2. Visión, por don Quijote, de un «hombre» (Cardenio) saltando de risco en risco.

3. Hallazgo de la mula muerta (de Cardenio).

4. Relato del cabrero, referido a la llegada de Cardenio a la sierra y su conducta.

5. Aparición de Cardenio. Narración (parcial) de su historia. (Está previsto que esta narración ha de interrumpirse, pues, previamente, se anuncia una posible (segura) causa de la interrupción).

6. Encuentro de Cardenio con el cura y el barbero. Nueva narración (parcial y complementaria).

7. Encuentro con Dorotea, cuya historia resulta ser el contrapunto de la contada por Cardenio.

8. Dorotea y Cardenio hallan en la venta a Fernando y Lucinda.

9. Desenlace.

Es, como se advirtió, la más rica y la más compleja; el procedimiento de las fragmentaciones se lleva al máximo. La división, más amplia, de los segmentos en «informativos» y «activos» vale para otras historias afluentes, como la de Crisóstomo o la de Basilio y Quiteria.

Es natural que el mayor interés se aplique a las aventuras propiamente quijotescas, que son, por otra parte, las que muestran una morfología más varia. Y si bien es cierto, que en virtud de algunos detalles irreductibles, cada una de ellas se individualiza en formas propias, reacias a cualquier taxinomia, lo es también que, si se prescinde de esos detalles tan exclusivamente individualizantes, se podría con relativa facilidad acometer una clasificación. Para lo cual se establece como criterio «el modo de presentarse la realidad y la ulterior y consecuente conducta del caballero», que son las «variables», ya que otros factores, como la conducta del narrador y la de Sancho, son «constantes» o casi.

Téngase en cuenta que don Quijote, en cuanto se comporta como caballero andante, necesita que el mundo por el que transcurre y en el que se insertan sus aventuras se asemeje o coincida con el de los libros de caballerías. Esto mismo puede decirse de otra manera, y de las palabras usadas se derivarán distintas conclusiones o darán lugar al uso de distintos métodos. Así, por ejemplo, esto que se acaba de decir, en términos bastante humanos y vulgares, bien pudiera formularse de esta otra manera: don Quijote necesita un escenario adecuado, y cuando lo que está a la vista no lo es, lo crea. Pero también esta tercera: don Quijote, poseedor de «una clave», necesita rodearse de «signos» aptos para ser interpretados con ella.