APÉNDICE A:
El críquet en 1840
Flashman tenía una idea muy personal del críquet, como de la mayoría de las cosas, pero no nos cabe la menor duda de que en su habitual cinismo brilla un genuino amor por el juego. Esto no es sorprendente, porque es quizás el deporte más sutil y refinado de los practicados al aire libre que se ha inventado jamás, resuelto con destreza y maestría, y con un sinfín de oportunidades para un carácter como el suyo. Además jugaba bien, de acuerdo con su propio relato y el de Thomas Hughes, del que podemos fiarnos, porque no era dado a exagerar nada para ganarse el crédito de Flashman. En realidad, si no hubiera estado tan ocupado con sus deberes militares y otras hazañas, Flashman podía haberse ganado un lugar en la historia del críquet como lanzador verdaderamente rápido... Vencer a un trío como Félix, Pilch y Mynn (los equivalentes victorianos tempranos de Hobbs, Bradman y Keith Miller) demuestra un talento por encima de lo corriente.
Si él constituye una guía fiable para conocer el críquet de su época podemos juzgarlo a partir de los trabajos que aparecen citados al final de este apéndice. Sus recuerdos de Lord’s en su edad dorada son precisos, así como los breves retratos de los gigantes de su época: el enorme y formidable Mynn, el elegante Félix y el gran Pilch (aunque la mayoría de sus contemporáneos muestran a Pilch como mucho más genial de como lo consideró Flashman). Sus referencias técnicas al juego son correctas, aunque tiene tendencia a mezclar la jerga de sus días de jugador con la de sesenta años más tarde, cuando escribía... Así, habla de «bateadores», término que se usaba en 1840, así como shiver, trimmer, twister y shooter (todos describiendo lanzamientos), y al mismo tiempo, se refiere indiscriminadamente a «vuelta» y «turno», que significan lo mismo, aunque el primero es mucho más obsoleto, y comete un curioso lapsus de memoria al referirse a «las cuerdas» en el Lord’s de 1842; en efecto, los límites no fueron introducidos hasta más tarde, y en la época de Flashman había que correr para todos los tantos.
Indudablemente, lo más interesante de sus recuerdos del críquet es su descripción del partido single-wicket con Solomon; esa forma de juego era popular en su época, pero después sufrió un declive, aunque se han hecho intentos de revitalizarla recientemente. Las reglas pueden encontrarse en la obra de Charles Box The English Game of Críquet (1877), pero variaban según las preferencias; podía haber cualquier número de jugadores a cada lado, de uno a seis, pero si había menos de cinco era costumbre prohibir el tanteo o lanzamiento detrás de la línea del wicket. Las apuestas en tales juegos estaban muy extendidas, y ayudaban a darles mala fama. Sin embargo, conviene recordar que el tipo de apuesta en la que incurren Flashman, Solomon y Daedalus Tighe era común en su época. Aunque era indudablemente dura, excéntrica y hasta retorcida, formaba parte integrante de un mundo deportivo muy pintoresco en el cual incluso un sacerdote podía hacerse con unos bonitos ingresos con las apuestas del críquet. Se podía jugar incluso a la luz de las velas, y los hinchas recuerdan todavía ocasiones como la de un partido de los pensionistas de Greenwich en el que los espectadores acudieron en masa para ver a un equipo de hombres con una sola pierna jugar contra un equipo que tenía un solo brazo. (El equipo con una sola pierna ganó, por 103 carreras; se rompieron cinco piernas de madera durante el juego.) En realidad, podemos hacernos eco de Flashman: el críquet ya no es lo que era. (Véanse Box, W., Annals of Críquet de W. Read, 1896; The History of Críquet de Eric Parker, Lonsdale Library [con la descripción de sir Spencer Ponsonby Fane de Lord’s en «Lord’s y la MCC»]; Sketches of the Players de W. Denison, 1888; Felix on the Bat de Nicholas [«Felix»] Wanmostrocht, 1845; y Oxford Memories del Rev. J. Pycroft, 1886.)