CAPÍTULO 29
Ascender por la raíz fue mucho más fácil que descender, ya que tenían la corriente a favor. Pero ni una miera más agradable.
Emergieron en la piscina de sucesión bajo la luz anaranjada de Yavin.
En el camino, Anakin había notado una cosa interesante: ahora, Vua Rapuung existía para él.
No en la Fuerza, no con la claridad que la Fuerza solía ofrecer, pero estaba allí, era una sombra de furia proyectada por el lambent sobre la mente de Anakin.
Y eso no era todo. También sentía el confuso zumbido de la estática que emanaba de los centenares de yuuzhan vong que lo rodeaban. El rumor de fondo aparecía y desaparecía como si fuera una transmisión deficiente, pero estaba innegablemente ahí.
No era la Fuerza pero era «algo», y podía ver el resultado con ojos nuevos. Su mirada se veía atraída por aquellos detalles de las estructuras vivientes que no había notado antes… o que nunca se había molestado en notar.
Anakin se deslizó entre las sombras con Rapuung tras él.
—¿Tu Jeedai sigue todavía en ese damutek? —preguntó el yuuzhan vong.
Anakin se concentró. Tahiri seguía allí, pero cada día se volvía más… nebulosa, más difícil de situar con precisión. En esos momentos apenas podía captarla.
—No se ha movido —respondió el Jedi, y señaló—: Por ahí.
Rapuung hizo una mueca.
—Por ahí no están los laboratorios principales del centro cuidador.
—Pues yo la siento en esa dirección.
—Sí, bueno, tiene sentido. —Rapuung se frotó la chata nariz—. Ahí se encuentran sus aposentos privados. Si quiere estar cerca de la Jeedai y prefiere que pase inadvertida, la tendrá allí.
—¿Por qué iba a querer algo así? —preguntó Anakin.
—No lo sé, no comprendo la mentalidad de los cuidadores. Además, siempre le gustó mantener su trabajo en secreto, siempre estaba nerviosa. —Su voz se suavizó ligeramente—. Siempre ha hecho cosas que no debía.
—Como mantener una relación contigo.
—Sí. No hablemos más de ella. —Los orificios nasales de Rapuung se contrajeron hasta casi cerrarse, pero asintió secamente con la cabeza—. Vamos, infiel.
—Guía tú. Sé la dirección general, pero no el camino concreto.
Rapuung se encogió de hombros. Sin otra palabra, en el muro se abrió un agujero para él.
El edificio de los cuidadores tenía forma de estrella de ocho puntas, con la piscina en el centro, y el pasillo en el que entraron recorría uno de los brazos. Dentro, el edificio estaba iluminado por una extraña fosforescencia puntuada por ocasionales lambents que parecían cobrar vida en cuanto Rapuung se acercaba a ellos. Un débil olor a algas marinas y lagarto inundaba los pasillos, que unas veces eran regulares y otras increíblemente asimétricos. La piscina no era el centro neurálgico de paso del lugar, sino un círculo donde se unían los brazos de la estrella y que servía para ese propósito.
Anakin se tensó cuando se toparon con los primeros yuuzhan vong: un grupo que permanecía de pie, discutiendo algo que no pudo discernir. Cuando vieron a Rapuung y a Anakin, dejaron de hablar y los contemplaron fijamente, pero sin dirigirse a la pareja.
—Esto es más fácil de lo que pensaba —comentó Anakin, tras pasar por delante del grupo sin que los molestaran.
—Si hubiera creído que serviría de algo, los habría matado —gruñó Rapuung—. Pero en cuanto nos vieron, dieron la señal de aviso.
—¿De qué hablas?
—¿Un deshonrado y un esclavo sin vigilancia en un edificio cuidador? Demasiado extraño.
—Pero si no han…
—¿No han gritado? ¿No han corrido? Puede que los cuidadores lo hubieran hecho, pero eran guerreros yuuzhan vong. Si hubiéramos venido a matarlos, ya estarían muertos. Y ellos lo sabían.
—Entonces, ¿qué podemos esperar ahora?
Rapuung no necesitó responder. De repente, delante de ellos, las paredes, el suelo y el techo del pasillo se cerraron para impedirles el paso.
—Ups —exclamó Anakin. Una rápida mirada hacia atrás les mostró lo mismo.
—Apenas tenemos unos segundos —advirtió Rapuung—. No respires.
Anakin asintió con la cabeza y conectó el sable láser. La feroz luz púrpura iluminó la neblina que surgía de los muros del pasillo. Anakin se acercó a la obstrucción y la cortó con rápidos tajos.
El material no era de cáscara de cangrejo vonduun. Tras el primer corte, cedió fácilmente y el Jedi apenas necesitó unos segundos para abrir un agujero lo bastante amplio como para que el yuuzhan vong y él pudieran atravesarlo.
Más allá, el pasillo seguía cuatro metros más… antes de cerrarse de nuevo. Esa sección ya estaba llena de niebla.
Anakin cortó la nueva barrera, pero sus pulmones empezaban a dolerle y unas manchas negras bailaban ante sus ojos, así que en lugar de atacar la inevitable barrera que les esperaba tras la segunda, cortó la pared que tenía a su derecha.
Eso les permitió llegar hasta una sala grande, en la que dos sorprendidos yuuzhan vong examinaban algo que parecía un retorcido paquete de raíces negras, tan grandes como el muslo de Anakin. No podía saber si aquello era animal o vegetal, y tampoco se molestó en averiguarlo.
—¿Por dónde ahora? —preguntó a su compañero.
Rapuung señaló a los dos cuidadores con el dedo.
—Que uno de vosotros nos guíe hasta los laboratorios privados de la maestra Mezhan Kwaad.
—Eres un deshonrado —comentó el más pequeño de los dos frunciendo el ceño.
Rapuung llegó hasta él en dos largos pasos y lo golpeó con fuerza en el pecho, levantándolo del suelo y lanzándolo contra la pared. Cayó al suelo mientras la sangre manaba de sus labios.
—Tú —le dijo al otro—. Llévanos hasta Mezhan Kwaad.
El segundo cuidador miró a su compañero inconsciente.
—Seguidme.
—¿Pueden llenar de gas esta sala? —preguntó Anakin.
—Claro. Sin embargo, ahora que hemos escapado del pasillo en el que sabían que estábamos, tendrán que consultar con el cerebro damutek para encontrarnos y eso les llevará su tiempo. Después, los guerreros caerán sobre nosotros.
—Me estaba preguntando por qué no hay ningún guardia.
—Éste es un recinto cuidador. Los guerreros no pueden entrar si no son invitados y, aún así, sólo por tiempo limitado. Normalmente no se necesitan guardias, hace siglos que nadie ha invadido un damutek cuidador. ¿Quién iba a hacerlo excepto un infiel?
—Vua Rapuung, según parece —respondió Anakin sarcástico.
El cuidador los condujo a través de una rápida serie de giros hasta un pasillo largo, recto, que terminaba en una de las membranas que normalmente servían de puerta.
—Ahí —dijo el cautivo—. Ésas son las habitaciones privadas de la maestra. Pero la membrana no se abrirá ante ninguno de nosotros.
—Por eso he traído conmigo a un Jeedai —sonrió Rapuung, mientras Anakin volvía a conectar su sable láser y cortaba la puerta.
Al hacerlo, casi parte en dos a un guerrero que se encontraba al otro lado. El yuuzhan vong parpadeó asombrado durante un solo latido, antes de empuñar el anfibastón y colocarse en posición de ataque.
Rapuung pasó junto a Anakin y se saltó la guardia del guerrero, golpeándolo en la garganta con el deteriorado espolón de su codo. El implante se clavó en el cuello del yuuzhan vong y lo desgarró, pero Rapuung apenas se dio cuenta porque su atención se vio atraída por los guerreros que atestaban la sala.
Anakin saltó tras su aliado y bloqueó con su sable láser el anfibastón que ya se disponía a golpear a Rapuung. El atacante, reconociendo al nuevo enemigo, retorció su arma y permitió que recuperase su flacidez. Entonces, lo utilizó a modo de látigo, fustigándolo contra la garganta de Anakin. Éste preparó una rápida parada circular, enrollando el bastón en la hoja y lanzando un puntapié. El guerrero lo bloqueó con la mano libre, pero acusó la fuerza del golpe. Anakin apagó el sable láser, se dejó caer hacia delante para acercarse a su contrincante, encajó la empuñadura en la axila del guerrero y volvió a conectar la hoja.
El guerrero lanzó un grito de agonía y cayó hacia atrás, soltando una nube de vapor.
Anakin sintió que se avecinaba un ataque por la espalda y se agachó sin pensarlo siquiera, alzando tras él la hoja de su sable láser hasta sentir en ella el golpe seco de un anfibastón. Se dejó caer al suelo, barrió los pies de su invisible atacante y dio una voltereta para alejarse de un tercer guerrero.
Sólo cuando estaba momentáneamente fuera de peligro, preparado para enfrentarse a sus dos enemigos, se dio cuenta de lo que había pasado. Había captado al yuuzhan vong que se encontraba detrás de él. No tan claramente como hubiera podido sentirlo en la Fuerza, pero lo suficiente como para salvar la vida.
Se acercaron a él con cierta precaución, lo cual permitió que Anakin se fijara en que Vua Rapuung se había deshecho de otro guerrero y se enfrentaba a tres más. Con ellos parecía completarse la cuenta de enemigos de la sala, aunque era posible que alguno hubiera huido por la puerta situada en el extremo opuesto del cuarto.
Un problema a la vez.
Uno de los yuuzhan vong lanzó un tajo a la pierna izquierda de Anakin, mientras que otro hacía restallar el anfibastón contra su hombro derecho. Él saltó, pasando por encima del ataque bajo para embestir al otro con el sable láser. La hoja de luz encontró los dedos del yuuzhan vong y cortó dos de ellos. Inmediatamente, Anakin arremetió contra el ojo de su segundo enemigo. El guerrero echó la cabeza hacia atrás para esquivar la acometida y levantó el anfibastón para pararla. Anakin desvió el golpe evitando la parada, y dirigió la estocada hacia el lugar donde se encontraría un esternón humano. La armadura de cangrejo vonduun se chamuscó y resistió, pero la embestida llevaba mucha fuerza y, ya desequilibrado por su intento de evitar la estocada en el ojo, el yuuzhan vong cayó pesadamente al suelo.
En esos dos o tres segundos, el otro antagonista de Anakin fustigó el anfibastón de tal manera que se enroscó en la cabeza y la hoja del Jedi, colocada en posición defensiva junto a su hombro. Sólo pudo desconectar el sable para evitar cortarse con su propia arma, pero, entonces, nada impidió que el anfibastón se cerrase alrededor de su cuello. Anakin dejó caer el sable para protegerse la garganta. Con un grito el yuuzhan vong giró, tirando bruscamente de su arma para romper el cuello de Anakin. Éste no pudo resistir el tirón y se encontró cara a cara con el guerrero, pero con el cuello intacto.
No podía aspirar ni un mínimo de aire. Casi desdeñosamente, el guerrero lo levantó del suelo, sujetando todavía ambos extremos del anfibastón.
El yuuzhan vong no vio cómo el sable láser se alzaba del suelo tras él, pero lo sintió cuando la hoja púrpura le atravesó el cuello. Sólo entonces dejó caer a Anakin.
Por desgracia, el anfibastón siguió estrangulando al Jedi, y su segundo enemigo volvía a estar en pie. Anakin consiguió empuñar su sable láser a tiempo de bloquear una docena de golpes del anfibastón del guerrero, antes de que las luces se fueran apagando poco a poco. Su cuerpo ansiaba aire y sus piernas parecían de madera.
Retrocedió ante el ataque y cayó al suelo como un muñeco de trapo. Durante la breve pausa en la que su enemigo creyó que realmente se había derrumbado falto de fuerzas, rodó por el suelo pasando junto al yuuzhan vong y cortándole ambas piernas por las rodillas.
Entonces, Anakin se desmayó.
* * *
—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —preguntó Anakin a Vua Rapuung.
El yuuzhan vong dejó caer al suelo el anfibastón que un segundo antes estaba enrollado en el cuello del Jedi.
—Apenas unos latidos.
—¿Quedan más guerreros? —insistió, obligándose a levantarse.
—Ninguno capaz de luchar… al menos en esta sala. Puede que sí los haya cerca.
—Creí que habías dicho que no encontraríamos guerreros en el edificio… —dijo masajeándose el cuello.
—Me equivoqué. Pero deben de estar aquí por alguna razón concreta.
—Quizás se enteraron de que veníamos.
—Quizás, pero no lo creo. Son parte de la guardia personal del comandante.
—Maravilloso. Entonces, será mejor que nos demos prisa.
—Nuestro guía ha aprovechado la batalla para escapar, pero ya no lo necesitamos. Debemos estar muy cerca.
Anakin paseó la mirada por los guerreros caídos.
—No pareces necesitarlo, pero, ¿por qué no te quedas uno de esos anfibastones?
—Hice un juramento a los dioses —respondió Rapuung—. No empuñaré el arma de un guerrero hasta que me redima ante mi pueblo.
—Oh, eso tiene sentido. —Anakin dio unos pasos y movió los brazos para asegurarse de que no habían sufrido daños.
—No me gusta que hayamos encontrado guerreros —dijo Rapuung.
—Bueno, no es que yo esté dando saltos de alegría…
—No me refiero a eso. Si estaban aquí sin permiso de los cuidadores, sólo puede significar que han venido a arrestar a uno de ellos o a llevarse algo que les pertenece.
—¿Pueden hacer eso?
A Vua Rapuung se le escapó una risita.
—No conoces nuestras costumbres, infiel, y tampoco conoces a Mezhan Kwaad.
—Entonces, ¿qué…? —empezó Anakin, pero entonces se dio cuenta—. ¡Tahiri!
—Vamos —le urgió Vua Rapuung—. Todavía estamos a tiempo.
* * *
—Éste es el lugar, la tenían aquí —dijo Anakin. Buscó ansiosamente por el cuarto. Más que un laboratorio parecía una sala de vivisección, con todas las superficies cubiertas por órganos internos… aunque éstos normalmente no solían pulsar y gemir como lo hacían algunos de aquellos. Una cuarta parte de la cámara estaba separada del resto por una membrana transparente—. Concretamente, ahí.
—Por supuesto.
—¿Dónde la habrán llevado?
—No veo ninguna otra salida —comentó Rapuung.
—Entonces… —pero, como sucediera antes, sintió algo a su espalda. Una sección de la pared se había vuelto transparente y permeable, y guerreros yuuzhan vong entraban en manada.
Tras ellos, Anakin pudo vislumbrar el tono amarillo del pelo de su amiga.
—¡Tahiri! —gritó.
Y embistió contra la ola de enemigos.