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-Me tiene intrigada con los tejemanejes en el Departamento.

-De eso se trata, señorita Robinson.

-La lista está incompleta. Nos quedamos en el comandante Turner.

-¡El gay rampante!

-El siguiente es el Jefe Adjunto Brown.

Coleman sonrió, encantado con el repentino acceso humorístico de la detective.

-La jerarquía de mando de nuestro Departamento es una metáfora de la sociedad pudiente norteamericana. El Jefe Adjunto Brown es un digno representante del pujante lobby judío.

-¡No me diga que es judío!

-De pura cepa. Además judío ateo, que está de moda. Los judíos fundamentalistas han pasado a la historia. Vivimos tiempos de descreimiento general; los judíos ortodoxos no quedan bien. Y si no pregúntele a Mark Zucherberg.

-¡Mierda, el fundador de Facebook se apunta a un bombardeo!

-Es lo que tienen las redes sociales.

-¿Qué es judío ateo?

-Étnica y culturalmente judío sin dogmas de fe.

-¿Ejemplos?

-Albert Einstein y Sigmund Freud.

-¡Eso pilla muy lejos!

-Woody Allen y Natalie Portman.

-¿También ella?

-Nació en Jerusalén. Es una mujer brillante. Pocos conocen su faceta intelectual. Habla seis idiomas: inglés, hebreo, francés, japonés, alemán y árabe. Se licenció en Psicología en la Universidad de Harvard y ha publicado varios ensayos científicos. No creo que mintiese cuando declaró a Fox News: prefiero ser inteligente que una estrella de cine.

-¡Me lo apunto!

-Yo diría que usted pone en práctica esa máxima, señorita Robinson.

-¿El Jefe Adjunto Brown está a la altura?

-Me temo que no. No es oro todo lo que reluce. La aguja perdida en el pajar no puede ser tomada como regla. Brown está lejos de parecerse a sus rutilantes congéneres Einstein, Freud, Woody Allen o Natalie Portman.

-Desglóseme eso.

-Su compromiso con el ateísmo judío equivale al de Turner respecto a la causa gay.

-¿Un trepador oportunista?

-Hay personas que tienen una habilidad encomiable para sacar tajada al acto de enarbolar una bandera. Por lo demás Brown es lerdo.

-¡Me parto!

-Pregúntele a su secretaria. Ni siquiera sabe hacer el nudo de la corbata.

-Pobres secretarias. Las acompaño en el sentimiento. ¿Pasamos al Jefe Asistente Watson? Qué mono es. ¿A usted no se lo parece?

-Ése no manda un pimiento. Está para figurar y embolsarse su soberbia nómina.

-¿Lo han enchufado?

-Es el sobrino predilecto del alcalde.

-¡Mierda!

-Los políticos tienen tendencia a la deditis, como los emperadores romanos.

-Los vaqueros del lejano Oeste tendían al gatillo fácil.

-Una comparación desacertada. Las películas del Oeste son cuentos de hadas para adultos.

-Y en la cúspide de la pirámide, las cuatro estrellas pentagonales de oro. El Jefe Powell. Ése manda por todos, ¿no?

-Que sea el benjamín del principal magnate de la ciudad es una casualidad irrelevante, supongo.

-No me cuente más, inspector.

-¿Se le ha atragantado el cómic?

-Estaba mejor antes, cuando era una tonta de capirote.

-En efecto, al sandio le resulta más fácil vivir.

 

***

 

El salto de cama cayó al suelo. Sólo quedaba su aliado textil, el imprescindible mini tanga. ¡Qué variado repertorio postural! La poderosa bestia de seducción se regodeaba en su danza salvaje.

De pronto cobró protagonismo el culo con ese relieve abundante sin ser excesivo, mezcla del voluminoso trasero de Jennifer López y la perfilada sensualidad de Irina Shayk.

Samantha era una mina en todos los aspectos. Lazarus F. lo supo desde que la vio en biquini y plataformas en Café Lu, intercambiaron cuatro palabras y reparó en esos ojos suyos de gata en celo, algo rasgados, de color esmeralda, más valiosos que la piedra preciosa por la carga de sensualidad contenida en su mirada.

Ha llegado el momento de ponerse manos a la obra, amorcito, se dijo, quitándose los zapatos y la ropa como un bañista que por fin llega a su añorada playa.

Comportémonos como animalillos rampantes en su estadio primitivo para gozar salvajemente. Por algo estamos aquí. Vivos.

Déjame que te toque. Ven, gran furcia. Así, ponte a cuatro patas en el suelo. Fuera mini tanga. Te penetro, sin más. Para qué vamos a andarnos con rodeos.

¿Sientes mi polla caliente y dura? Desde luego que sí. Me encanta cómo te retuerces de placer. Escuchar tus gemidos. Cuando jadeas, entregándote a mi posesión, te reintegras a la tierra que te dio el primer aliento.

Te agarro del pelo. Le doy tirones a esta melena que le arrebataste a un león en la selva. Tan espesa y poblada. Me gusta sentir su tacto, llenarme las manos con su consistencia. Mientras sigo penetrándote.

Mis embestidas son violentas. Tu cuerpo se estremece al recibirlas. El halcón se ha vuelto toro, cariño. Sólo para ti. Tu culo soberbio estalla una y otra vez contra el rompeolas de mi entrepierna. Qué momento sublime.

La dicha sin tapujos está ahora a nuestros pies.

Ya viene. Así, así. Grita, no te cortes. Eso es correrse de placer, gatita. Me has empapado la polla con la saliva de tu vientre. Estás exhausta, pero quieres más, igual que yo. Somos iguales. Animales insaciables. Monstruos sexuales.

Date la vuelta. Mírame. Ponte boca arriba. Me tumbo sobre ti. Follar es un arte. La coreografía del gozo.

Cambiemos de óptica. Te penetro frontalmente. Mis manos te estrujan las caderas, se meten debajo del culo; ¡me apodero de esas esferas gloriosas!

Bésame. Quiero tragarme tu lengua. Dámela. Necesito sentirla más adentro. Y ahora toma la mía; así, chupa, chupa. ¡Cómetela!

Qué mona, has vuelto a correrte. Bien se ve, estabas necesitada, pobrecita mía. Los ricos no saben follar. Hay que pasar hambre para disfrutar comiendo.

Joder, Samantha, qué buena estás. Ven aquí, vamos a la cama. Eres manjar. Te paladeado lentamente. Así. Permíteme que saboree cada pliegue de tu piel. No ansío otra cosa que lamerte por entero. Hasta el ano, el orto, el recto.

Clavo la punta de la lengua en el agujero de tu bendito culo.

¡Y ahora a explorar el otro lado!

Sé que te pones como un flan cuando te como el coño. Podría pasarme horas jugando con tu clítoris, excitándolo con la lengua, succionándolo. La boca de tu sexo palpita, enfebrecida. Chupar los labios vaginales es comerse dulces pétalos de rosa y sentir delicadas mariposas revoloteando sobre mis labios.

¿Has terminado otra vez?

Déjame beber tu néctar, abejita.

 

***

 

-¡Qué va! ¡Ojalá fuese un friki! A Emily, con lo práctica y sensata que es, le vendría bien.

-¿Entonces?

-Lazarus me da mala espina.

              -¿Se llama Lazarus, como la herramienta informática?

-Eso dice.

-¿Cómo es?

              -Tiene muy buena planta: alto, atlético, atractivo.

-No está mal.

-Imagino que Emily se dejó llevar por su fachada.

-El típico tío que impresiona a las chicas, ¿no?

-Exacto.

-Bueno, Emily es inteligente. No creo que lo haya elegido sólo por el físico.

-En lo sentimental siempre ha sido muy infantil.

A Don le desconcertaba la preocupación obsesiva de Amy.

-Bueno, querida, a lo hecho, pecho.

Lazarus Falcon Priest
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