CAPÍTULO IX “Todos aman a Philip Plass”
Una mujer de 50 años entra a la comisaria con un sobretodo violeta, trae en su mano un pequeño bolsito a juego y con voz muy finita se acerca a la recepción anunciándose como Sonia Altamiranda y que viene a ver al oficial Almado, la policía que se encuentra en la recepción, le informa que ya está llegando, que por favor lo aguarde.
Sonia se dirige a la sala de espera, cuando ve a Bruno en el pasillo junto a Juan Cruz y Simón, ella no lo puede creer, se queda boquiabierta, comprueba que tiene buen aliento y se dirige hacía él, que se encuentra de espaldas.
-No lo puedo creer
Bruno se da vuelta al escuchar la voz y sonríe a la mujer, anticipándose de que viene la cuestión, Sonia sin tapujos lo abraza fuerte, mientras le dice cuanto lo admira, que sus amigas no creerán que lo vio, que es maravilloso y cientos de halagos más, Bruno le agradece cada palabra intentando desprenderla de su cuello. Sonia comienza a revisar su bolso, lamentándose de no llevar un libro de Lamarine encima, busca cualquier papelito para pedirle un autógrafo. Los oficiales que pasan por el lugar comienzan a observar la situación y algunos se ríen por lo bajo, Bruno se siente un poco avergonzado, pero accede a firmarle un autógrafo para darle fin a la situación.
En ese momento, Almado ingresa a la comisaria y observa a Sonia que le roba un último abrazo a Bruno.
-¿Señorita Altamiranda?Pregunta Almado y trae a la mujer de vuelta a la realidad.
-Si, soy yo.
-Soy el oficial Almado, si me acompaña...
El le indica que lo siga hasta el final del pasillo, ella asiente y vuelve a mirar a Bruno, diciéndole que espera verlo al salir. Bruno sonriendo mira a Simón
-Bueno, eso es un poco de lo que generas con lo que escribís.
-No, no... Yo no podría resistir ese tipo de exposición ni cinco minutos- dice Simón
-¿Abrazos de mujeres y que te pasen su teléfono? Esa es la parte linda- dice Bruno
-Bruno ¿esa? Tenía como cincuenta años dice Juan Cruz Bruno se encoge de hombros, demostrándole que no sería un impedimento. Franco entra a la comisaría y se acerca al grupo.
-¿Qué pasa? ¿Qué es tan urgente?
Bruno le muestra la hoja impresa con los datos de la patente y en manuscrito,un poco más abajo la dirección.
-¿Quién es ese?
-Simón- dice Bruno
Simón entiende esto, como el pie para mostrarle la foto que tiene en su mano, dónde se ve claramente a una persona sentada en el auto.
-Estaba entra las fotos del archivo- dice Simón- Hay una persona sentada, no sé si puede verla. Ahí
Franco lo mira molesto consigo mismo ¿cómo pudieron pasarlo por alto?
-La oficial nos facilito los datos de su domicilio- dice Bruno entusiasmado- ¿Bueno, vamos?
Almado se sienta frente al escritorio de la sala de reuniones, Sonia se sienta frente a él pendiente todo el tiempo de las personas que pasan por el pasillo, a la expectativa de ver a Bruno otra vez.
Almado abre el legajo que tiene entre manos y saca de éste con lentitud una foto de Amanda, para colocarla frente a Sonia.
-¿Ella asistía a OMS?
-Si, me entere lo que le paso. Es terrible!
-Noto algo raro en ella el último tiempo? Salía con alguien nuevo? Discutió con alguien del grupo?
-Nosotras no nos juntamos para discutir oficial, nos juntamos para leer. Para compartir, debatir... Somos como hermanas... Escuchando a Sonia hablar, parecía que OMS fuera cómo una secta y ella defendería su nombre a muerte.
-Y de la vida personal de Amanda, no sé mucho. Nosotras compartimos la pasión por leer.
Almado asiente y saca del legajo la foto de Teresa y con la misma lentitud que antes, la coloca frente a Sonia, al verla atada en la silla llorando, la mujer se queda pálida y sólo puede pronunciar el nombre de Teresa, Almado en resumidas cuentas le informa que la vida de esa chica está en peligro, que necesita todo los datos que pueda proveer: nombre, dirección, datos sobre su familia... Sonia asiente entre pensativa y preocupada y busca en su bolso una agenda, de la que comienza a sacar datos para anotárselos a Almado, él le agradece y le avisa que cualquier cosa la van a volver a contactar.
Sonia mientras se levanta, le pregunta si cree que eso puede tener algo que ver con Philip Plass. Almado permanece en silencio, la mujer lo mira suplicante.
-Por favor protéjanlo, sería una pérdida muy grande para el mundo si algo llegara a pasarle...
Almado la mira inexpresivo, no tiene idea de que contestarle, sólo asiente para salir del paso y le indica la salida.
Philip Plass es un muñeco de madera.
Simón aún después de tantos años recuerda como fue tener al muñeco Philip Plass en sus manos, su peso... su textura y las marcas, que el tiempo hace sobre la materia. Era un recuerdo que siempre lo hacía sonreír y en esos momentos de tanta tensión, le traían la ternura de la niñez dejada en el pasado.
Franco estaciona su auto frente a una amplia casa, que ocupa la esquina de una manzana rodeada por un parque con espesa arboleda, él mira a Simón, Juan Cruz y Bruno que lo acompañan en el auto.
-Aguarden en el auto por favor.
-¿Qué? Vinimos hasta acá y nos va a hacer esperar afuera?- refuta Bruno
Franco se da vuelta y lo mira con seguridad
-Si, aguardan todos en el auto.
Franco baja del vehículo y se dirige a la casa, se acomoda la ropa nervioso como si fuera a una primera cita, él no está acostumbrado a asistir a interrogatorios sin su jefe, pero el caso lo requiere y el tiempo se agota.
Tengo el mismo entrenamiento que él, puedo hacerlo- piensa Franco, mientras toca al timbre de la casa. Franco aguarda pero no obtiene respuesta, va a insistir con el timbre cuando descubre que la puerta está abierta. El saca la pistola y empujándola con ésta, abre la puerta.
Si la casa parece bella y espaciosa desde afuera, es sólo un engaño a la vista, ya que dentro es más increíble aún, el jardín se encuentra perfectamente cuidado y armado en forma estratégica, lleno de colores que atraen a docenas de mariposas que vuelan entre las plantas.
-Hola, policía federal!- dice Franco observando a su alrededor. Nadie sale a recibirlo y Franco avanza más, llevando su pistola en alto. Se acerca hasta la entrada de la casa y descubre que la puerta está forzada. Saca su celular y marca un número
-Necesito refuerzos en la calle Marcos Paz 1360... No puedo esperar, voy a entrar.
Franco corta y empujando esta puerta también con su pistola, la abre, ingresando a una casa amplia con muebles antiguos, lustrados y muy cuidados, todo en un perfecto orden y con un estilo muy marcado.
En la habitación siguiente hay piezas de colección de lugares exóticos: espadas, cabezas de animales colgadas de las paredes, algunos instrumentos típicos de zonas no tan típicas... Una alfombra persa cubre el piso de la sala y Franco se pierde observando sus detalles, escucha un ruido desde el baño. Se dirige con lentitud hacía allí y se sobresalta al ver a un gato negro que sale maullando. Franco se tranquiliza, hasta que ve en el reflejo del espejo del baño el cuerpo del cartero muerto, acomodado en una de las sillas de la sala, como si estuviera sentado a la mesa. Franco se acerca, impresionado. A pesar del tiempo, de los casos, no puede acostumbrarse a la muerte… Este hombre, el cartero, es Severo Elíseo Pillerti.
Franco se dirige a la sale y encuentra el cuerpo pálido, vestido con un traje de gala y una frase pendiendo de su pecho que dice “Todos aman a Philip Plass”
Bruno, Juan Cruz y Simón aguarda en el auto, el primero impaciente se dispone a bajar.
-Esto está tardando demasiado, voy a bajar.
Cuando Bruno está por bajar del auto, comienza a sonar su celular. El mira su reloj y cierra los ojos, anticipando el motivo de la llamada. Los tres hombres se miran, Bruno contesta la llamada y la pone en altavoz. La misma voz electrónica sólo dice una frase y corta: Puente de paz. Simón se tapa la boca, al borde del llanto.
Una hilera de patrullas avanzan por el camino de tierra que linda con el río la Paz, levantando a su paso una nube de tierra, son seguidas por una ambulancia, temiendo lo peor. En la última de las unidades van Bruno y Simón, éste último no deja de mirar por la ventanilla y de apretar su rodilla para liberar la tensión abrumadora que siente en ese momento, Bruno al notarlo le palmea el hombro, para intentar calmarlo. Simón voltea a mirarlo, Bruno está tan cansado como él, hace horas que no duermen, no se bañaron y lo agitado del día se empieza a notar también en sus vestimentas.
Hicimos todo lo que pudimos- piensa Simón- no paramos a descansar, rara vez paramos a comer y aún así, no fue suficiente. Eso es lo terrible de la cuestión, cuando a pesar de todo los esfuerzos no es suficiente. ¿Esos esfuerzos tienen valor? ¿O no son más, que un intento absurdo de los humanos de cargar con pesos más grandes que ellos y que los hacen ver y sentir todavía más insignificantes?
El detenimiento de los vehículos abstrajo a Simón de sus pensamientos, se encuentran en la playa que está debajo del puente de paz, siendo un día de semana y a esas horas, la playa se encuentra desierta, pero es el lugar preferido para las escapadas de fin de semana de los adolescentes de la zona. Los policías comienzan a dispersarse por el lugar alumbrándose con sus linternas
Van en busca de un cuerpo piensa Simón mientras baja del auto observando el operativo policial.
Bruno se para a su lado, su expresión corporal delata su estado de nervios y eso a Simón le agrada, lo hace sentir más tranquilo, saber que no carga sólo con esa ansiedad, los pesos de a dos se hacen más livianos.
No saben cuántos minutos pasaron, hasta que un oficial comienza a hacer señas con la linterna y luego con la mano les indica que se acerquen. Almado y Franco son los primeros en llegar, se van deteniendo al ver el cuerpo de Teresa, desnudo tirado en la arena, sólo alumbrado ahora por el reflejo de la luz en el agua. Todos los oficiales junto a Bruno y Simón, que fueron los últimos en llegar, se quedan alrededor del cuerpo de la joven en silencio, ésto se genero por casualidad, como una ceremonia, no pactada, de despedida y de perdón por no haberla encontrado a tiempo, por no haberla salvado.
Un policía toma fotos de la escena del crimen, el cuerpo de la joven fue encontrado junto a un cartel que indica la bajada a la playa con un número tres pintado de rojo y lleva en su pecho una frase escrita, igual que en el caso anterior, con letras recortadas de papel de diario: “Susana pasea de día,
casi todos los días”
Bruno y Simón observan sentados en una montaña de arena el proceder de la policía, ya pusieron el cuerpo de Teresa en una camilla y lo cubrieron con una manta negra.
Está amaneciendo y el contraste del sol naciendo con el de una vida joven terminando, hace la escena más escalofriante, algunas patrullas ya se retiraron y sólo quedan los oficiales que harán un rastrillaje del lugar. Franco se acerca a Bruno y Simón, se lo ve devastado.
-Una patrulla los llevara a dónde necesiten.
Bruno asiente y se levanta, Franco mira a Simón
-Señor Launt, puede instalarse en el hotel que quiera, los gastos corren por nuestra cuenta.
-Eso no hace falta, si le parece bien, puede quedarse en mi casa. Simón lo mira agradecido y asiente, odia los hoteles, la idea de dormir en una cama, donde todas las noches seguramente duerme alguien diferente, no le agrada en absoluto.
Como todas las mañanas comienza a repartirse la edición de Meridiano, desde una traffic que pertenece al periódico tiran pilas de diarios en los puestos designados. En la tapa con un titular alarmante que dice “El estrangulador- la cara del terror” se publicó la foto de Benjamín Cabrera, el artículo está firmado por Laura.
Ella duerme plácidamente en su cama con su compañero de toda las noches, ese que le provee la tranquilidad y seguridad de su amor leal, rodeado de pelos y de besos, con exceso de saliva. No hay nada a lo que Laura, le pueda decir que no a su perro Godofredo. Comienza a sonar su celular, ella aún medio dormida extiende la mano para tomar su teléfono y mira la hora -son las seis de la mañana, a quién se le ocurre?!-piensa Laura de mal humor. Aún así, decide contestar y se encuentra con una voz histérica del otro lado. Es Tomás, que al ver el artículo en el periódico se preocupo mucho porque él le dio la foto
-¿Cómo pudiste hacerlo?- Le dice Tomás molesto.
Laura intenta calmarlo y se sienta en la cama.
-Tomás, tranquilo... No hay forma de qué descubran quién paso los datos, relájate y confía en mí ¿si?
Sin decir más, Laura corta la comunicación y acaricia a su compañero Godofredo, que también la mira, interrogándola sobre quién perturbo sus sueños, Laura lo acaricia diciéndole que ya está, puede seguir durmiendo.
-Dos horas más de sueño...
Bruno ingresa a su casa seguido por Simón que observa tímidamente a su alrededor, lleva un bolso de mano que deja en un rincón, Bruno le dice que se ponga cómodo, mientras se dirige a la barra de tragos y le ofrece algo de beber, Simón niega a lo que Bruno acota que él si lo necesita, se sirve un vaso de whisky que bebe de un sorbo.
Simón se detiene a observar las fotos encuadradas, de cada una de los libros de la serie de Lamarine que cubren una pared, Bruno se sirve otro vaso de whisky y se acerca a Simón.
-Si que esto es tu vida- dice Simón.
Bruno se encoge de hombros no sabiendo muy bien que contestar. Simón continúa
-Lo que quiero decir, es que siempre intente imaginar como sería tu vida, al haber aceptado ser Philip Plass.
Bruno bebe del vaso pensativo, aprovechando esa pausa para pensar en lo que Simón dice.
-Mi vida era un desastre antes de Philip Plass, no iba ni para atrás ni para adelante. Aceptar ser él, me dio la oportunidad de hacer lo que me gusta, que es actuar.
-Pero vos actúas todo el tiempo dice Simón- perdona, no quiero incomodarte, sólo entenderte
-No actúo todo el tiempo, mis íntimos saben la verdad, con ellos puedo ser yo.
Simón asiente y vuelve a mirar las fotos. Bruno bebe el último sorbo del trago y se queda pensando en lo que acaba de decir. Sus íntimos en estos momentos de su vida se reducían a Juan Cruz, su amigo y agente, sus padres ya habían muerto y su única hermana vivía en Europa y sólo se escribían para ocasiones especiales, cumpleaños y navidad.
De repente, una ola de tristeza lo invade, el mundo creado para Philip Plass es muy concurrido, gente entra y sale todo el tiempo, todos quieren estar cerca de él y tomarse una foto, todos aman a Philip Plass, pero su mundo real, en el que habita Bruno y sólo Bruno, está desolado. Y lo peor de todo, es que no se dio cuenta cómo sucedió, que la gente de su vida se fue alejando.
-Me voy a ir a dormir- dice Bruno- Tu habitación es la tercer puerta del pasillo
-Gracias dice Simón
Bruno asiente y se aleja por el pasillo, cansado.
El celular de Almado comienza a sonar, es una llamada de Franco. Almado sin pensarlo, corta. Se encuentra en un bar pequeño, tipo taberna, sentado a la mesa, con las manos sobre ésta y descansando la cabeza. Son las seis de la mañana y el bar se encuentra casi desierto. Un mozo le pone delante suyo una pinta de cerveza, él le agradece y toma el vaso en sus manos, siente el frío burbujeante de la cerveza traspasar el vidrio hasta rozar su piel, pidiéndole a gritos que la beba. El sabe que no debe, pero de vez en vez, le gusta ir a un bar, pedir un trago y sentarse con él, sin tomarlo, sólo sintiéndolo... rememorando el sabor del alcohol en su boca. ¿Cómo una bebida puede hacer tan débil a un hombre?
El tenía todo lo que podía desear, una hermosa mujer que lo amaba, una casa grande, un perro fiel y el estrés con el que lidiaba en el día a día en su trabajo, lo llevo a beber para poder soportarlo. Es una ironía, pero las cosas terribles que veía en su trabajo lo llevaron a beber y a perder todo, ahora sólo le queda su trabajo, donde habitan las cosas más terribles del mundo y los instintos más bajos del hombre. El tiene que tratar con toda la lacra de la sociedad y tal vez es débil para eso...
Florencia hacía las cosas más tolerables- piensa Almado y recuerda llegar a su casa y recostarse en las piernas de su mujer y sentirse por fin a salvo. En un impulso, toma su teléfono y marca el número de Florencia, al escuchar su voz, somnolienta, del otro lado sólo cierra los ojos y no se anima a hablar. Ella pregunta quién habla y al no recibir respuesta le dice que sabe que es él... que por que sigue llamando? Por que no la deja de molestar? La mujer sin decir más corta, Almado baja el teléfono y observa el vaso frente a él, ya no le parece tan mala idea y lo bebe de un sorbo.
-Jefe, ¿dónde está? ¿Se olvido la cita en la morgue? Sé que no es el mejor plan del mundo, pero...Franco le deja un mensaje a Almado por el celular, el doctor Fernández lo mira impaciente ¿va a entrar o no? Franco asiente
-Llámeme cuando lo escuche
Franco corta, inspira hondo y sigue al doctor Fernández a la sala. Está vez hay dos camillas ocupadas, el doctor Fernández las destapa con ligereza y deja al descubierto el cuerpo de Teresa y el de Severo.
-Teresa, 32 años- comienza el doctor
Franco tiene en mano su bloc de notas e intenta mantener la atención al máximo, cuando se encuentra Almado con él, se permite pensar en otras cosas para desprenderse de la realidad, pero ahora está sólo
-Misma causa de muerte que Amanda Gómez, fue estrangulada con el mismo material, alambres de cobre. No hay huellas, pelos ni ningún rastro en su cuerpo
El doctor tapa el cuerpo de la joven y mira a Franco que toma nota de todo.
-¿Sigo?
Franco asiente
- Severo, 43 años. Con éste si es diferente, lo asesinaron de un tiro en la cabeza con orificio de entrada detrás de su oreja izquierda y de salida por la sien derecha. Su muerte fue instantánea. Lo tuvieron retenido más tiempo que a las mujeres, probablemente más de cuatro días.
Franco asiente, el doctor tapa el cuerpo y mira al joven.
-¿Hubo avances con el caso?- pregunta el doctor
-No, todavía se ve como una maraña, todo confuso.
-Entiendo, mire con las mujeres tuvo un proceder idéntico, no fue un crimen pasional, sino algo muy pensado. Quién sea que éste detrás de esto tiene todo muy claro, que buscaríamos primeramente en una autopsia, con que herramientas nos valemos... Tiene que saber todo eso, sino no hay forma de que no deje rastro de nada. Tiene que ser algo muy planeado, incluso de años le digo. Franco mira al doctor pensativo.