CAPÍTULO XIX “Todos necesitamos una balsa para flotar”
-Siento que todo vuelve de nuevo...
Laura está sentada en un sofá, frente a ella una psicóloga la escucha con atención con una libreta en la mano.
-Es más fuerte que yo, no puedo controlarlo- Laura se deja vencer por el llanto y continúa hablando, mientras se mira las manos que tiene sobre su regazo- no dejo de soñar con Marisol y escuchar su voz
La psicóloga le pasa una caja de pañuelos descartables, Laura toma uno y se seca las lágrimas.
-Laura, como tu psicóloga no te recomiendo seguir adelante cubriendo este caso, puedo hacerte una nota para que se la entregues a tu jefe
Laura la interrumpe negando.
-No, vos no entendes... Espere mucho para trabajar en esto...
-Laura, es muy pronto para vos. Tenes que priorizar tu bienestar a tu trabajo
-Es mi forma de sobrellevarlo, siento que así hago algo... algo útil para que a nadie más le pase lo que me paso a mi... para que no haya otra Marisol ella al decir eso se vence llorando La psicóloga le da espacio para que así lo haga.
-¿Y vos crees que te ayuda? Se sincera con vos misma... Laura asiente y le dice sonriendo, que es más fuerte de lo que parece en ese momento. La psicóloga la mira insegura.
-Laura, hacía dos años que no tenías ataques de pánico, si volvió a suceder por algo es. No puedo obligarte a que te hagas a un lado de tu trabajo, pero si quiero volver a verte la semana que vieneLaura asiente- y en caso de que haya vuelto a ocurrir algo, vamos a tener que retomar la medicación-
Laura la mira preocupada
- Lo siento, pero es así remata la psicóloga
Almado entra a la comisaría con un termo de café, tiene un aspecto terrible, resto de la borrachera de la noche anterior y de terminar su trabajo en el teatro, pasada la madrugada. Cuándo entra, dos policías de recepción que conversan se quedan en silencio y lo miran, Almado les hace un gesto ¿cómo diciendo que sucede?
-¿No te enteraste? Le pregunta uno de los oficiales
Al instante, sale el comisario de su oficina y se acerca a él, diciéndole que estuvieron llamándolo al celular.
¿Qué paso? pregunta Almado preocupado.
Almado entra a paso rápido al hospital y se dirige por los pasillos hasta llegar a una habitación, cuando entra encuentra a Franco en una cama con su mujer al lado cuidándolo, tiene el brazo vendado y mira sonriendo a Almado.
-Jefe
-¿Qué paso? ¿Estás bien?
-Si, sólo un poco adolorido.
-Gracias a Dios que tenía el chaleco antibalas -dice su mujer y se miran con Franco con esa mirada que sólo proviene del amor y de la calma de tener al ser amado, al lado.
La mujer dice que aprovecha que está acompañado para ir a comprar unas cosas y sale de la habitación, Almado cabizbajo se sienta frente a Franco.
-Los policías no me quisieron decir nada sobre los Maldonado, salvo que los tienen bajo custodia. ¿usted sabe algo jefe?
-Entraron en el programa de protección a testigos, lo van a trasladar y le van a dar una nueva identidad
Franco asiente aliviado
-Que bueno que estuviste cerca! Perdón Franco. No tenía el celular encima Almado baja la vista, no dispuesto a reconocer que grado de culpa tiene su borrachera en eso, no solamente a Franco, sino no reconocérselo a sí mismo.
-Esta bien jefe, lo que paso, paso.
-Sos un buen chico.
Franco sonríe divertido y dice que no ve la hora de que le den de alta, se siente un inútil allí, hay tanto para hacer afuera. Almado lo mira serio.
-Apareció el cuerpo de Elisa, ayer en una presentación de una obra de Philip Plass dice Almado y baja la vista cansado. Franco cierra los ojos, entristecido, y luego frunce el ceño
-¿Pero ayer? ¿Cómo ayer?
Almado lo mira sin comprender
-Ayer Benjamín Cabrera estaba como a 80 kilómetros, ¿cómo hizo para estar en la ciudad a la vez?
Almado abre los ojos sorprendido, comprendiendo lo que Franco insinúa. Cabrera tiene un cómplice!
Bruno trabaja en la computadora de la oficina de Almado, Simón sigue revisando el manuscrito. Los dos miran a Almado y se miran entre ellos.
Almado revisa los papeles de su escritorio buscando algo, bufando abre los cajones, revisa el cesto de basura.
-Almado, ¿necesita ayuda con algo?- pregunta Bruno
-No- dice Almado de mala manera y los mira- Estoy buscando mi alianza, no la encuentro por ningún lado.
Almado negando se sienta, vencido, cuando alguien golpea a la puerta. Almado se levanta a abrir y se encuentra con Laura
-Señorita Sánchez dice Almado
Bruno al escuchar su nombre levanta la vista de la computadora y la mira, ella al notarlo le responde con una inclinación de cabeza y centra su atención en Almado.
-Oficial, necesito hablar con usted un momento.
-Estoy muy ocupado ahora remata Almado
-Es importante, por favor...
Almado cede y le indica a Laura que lo siga. Bruno se estira en su silla observando hacia donde se dirigen, Simón le pregunta si está bien, él dice que si, sólo necesita ir al baño, se levanta presuroso y sale de la sala.
Pedro está atado a una cama, un enfermero se encuentra parado a su lado y con mucha paciencia intenta que tome su medicación, pero Pedro le saca la lengua una y otra vez.
Adriana entra a la habitación y Pedro al verla, se queda serio.
-¿Problemas? dice Adriana
-No quiere tomar la medicación doctora se queja el enfermero.
-Deje que yo sigo.
El enfermero deja el vaso con agua y la pastilla en la mesita de luz y sale de la habitación. Adriana cuando lo ve salir, cierra la puerta de la habitación y se acerca a Pedro.
Ella saca de su delantal una jeringa y la golpea con el dedo, preparándola para inyectarla.
-¿Así que está trayendo problemas Pedro? dice Adriana
-No, que va dice Pedro, con la mirada gacha
-¿Ah, no? ¿No decís que anduviste viendo cosas?
Pedro la mira preocupado
-¿Qué? Si yo no dije nada, no dije nada- repite Pedro
-¿Y no viste nada? pregunta Adriana, insistente.
Pedro niega, observando la jeringa.
-Mejor así, porque sino, yo me voy a ocupar de que no saques más la lengua dice Adriana mientras le entrega el vaso de agua, para que tome la medicación.
-Quiero hablar sobre Tomás dice Laura
Almado se sienta a un escritorio y mira a Laura resoplando, ella continúa
-Por favor, es una tontería lo que paso. No fue su culpa, se dejo llevar. Está enamorado y yo lo manipule
Ella hace una pausa, pensando en lo que acaba de decir y que en gran parte es verdad.
-Créame es todo mi culpa -continua No pueden sacarlo de la fuerza, es muy bueno en lo que hace y es su vida.
-Señorita, puede ser que lo que usted diga sea verdad, pero él es un oficial de la policía, él fue el que hizo un juramento al ingresar a la fuerza y no lo respeto. Celebro su amor! Es muy lindo estar enamorado, pero no cuando nos volvemos tontos...
Bruno se acerca a un dispensador y haciéndose el distraído observa hacia la oficina de Almado, Laura le habla con énfasis, Almado escucha en silencio y luego niega, se levanta y evidentemente la está invitando a retirarse.
Cuando Laura sale de la oficina, Bruno se esconde dentro de una oficina para que ella no lo vea.
Laura sale de la comisaría y se dirige a su auto, al llegar revisa su bolso buscando la llave, pero se da cuenta que se la olvido. Se da vuelta molesta y se encuentra con Bruno frente a ella, que tiene el llavero en su mano.
-¿Te olvidaste algo?
Laura intenta tomarla, pero Bruno se la aleja, ella lo mira de mala manera, el cede y se la entrega.
-Deberías enojarte menos, pareces una abuela refunfuñona.
-¿Por que me seguís?- Dice Laura con el ceño fruncido.
-No te sigo nena, sólo te traje la llave.
Laura asintiendo se sube al auto, el se apoya en la ventanilla que se encuentra baja.
-Tal vez la cuestión sea sólo conmigo, no es que te enojes con todos, el otro día justo leí un artículo de psicología, que dicen que las mujeres que no pueden lidiar con sus emociones, actúan frente al hombre que aman de manera agresiva, para no mostrar su vulnerabilidad.
-Sos gracioso, en serio Ella se ríe con ironía
-Si, entre otras cosas, pero lo siento vos no sos mi tipo. No te sientas mal.
-Idiota engreído.
-Y tú, una abuela refunfuñona.
Ella niega con un montón de palabras a punto de brotar de su boca, como un vómito verbal, que prefiere evitar, sin decir más pone en marcha el auto. El se levanta sonriendo.
-No te castigues, a todas les pasa... soy irresistible. Laura niega molesta y le hace “fuck you” con el dedo, al arrancar el auto amaga a tirárselo encima, el retrocede riéndose divertido, mira a su alrededor buscando a alguien con quién hablar y simplemente dice para sí.
-Está enamorada...
Simón continúa en la oficina de Almado, en una parte de la pizarra que quedo libre escribe “Miren lo que me hacen hacer, miren lo que sucede cuándo me hacen enojar!” y en su cabeza escucha una voz teatral diciendo está frase seguida del asombro de un grupo de niños. El observa la frase y no puede creer cómo se había olvidado de donde la saco, todos estos años. Bruno entra a la oficina sonriendo y al notar el turbamiento de Simón, se acerca.
-¿Estás bien?- pregunta Bruno
-Bruno, necesito que me lleves a un lugar
Simón mira a Bruno seriamente.
“Lamarine y Anita recorrían el camino de tierra que llevaba a la casona vieja, cuál vaqueros. El camino estaba rodeado de espesos árboles, que intentado evitar la soledad unieron sus copas en lo alto, formando un puente en el camino”
El volvo plateado de Bruno avanza por el camino, Simón observa por la ventanilla el camino descrito tal cuál en el manuscrito, por Benjamín. Era un mensaje directo para él, que le decía que regrese a ese lugar.
El hogar de niños queda en las afueras de la ciudad, es un viejo y amplio edificio que en sus inicios funciono como un convento, tiene una imagen de gran tamaño de San Eusebio sobre la puerta de entrada.
En el parque que antecede a la entrada, hay algunos niños jugando en las hamacas y corriendo por el parque, el auto de Bruno se estaciona cerca de los juegos. Simón, mira a su alrededor temeroso, Bruno le palmea la espalda dándole ánimo.
-¿Listo?- le pregunta.
Simón niega y baja la vista.
-San Eusebio dice Simón sacándose los lentes el santo patrono de los huérfanos. Todos los viernes durante esos años que estuve en el hogar nos hablaban de las hazañas de éste santo, que entre nos, nunca lo creí. Lo humano es lo único que existe, y nosotros somos lo humano, con nuestras limitaciones y todo... Siempre queremos luchar contra eso, pero eso somos... Por eso cuando me decidí a escribir, me puse la meta de escribir sobre un héroe, pero sin poderes especiales. Y eso es Lamarine, resuelve las cosas, contra las dificultades, pero se hace paso.
Bruno lo escucha en silencio, desde que lo conoció no había hablado tanto seguido.
-Simón, enfocate a lo que vinimos. Lo que sea que este hombre quiere que descubras, puede estar escondido acá
-Eso es lo que más me preocupa, cuando salí de ese lugar me jure no volver más. La pase realmente mal, una persona como tú no puede entender eso... pero ahí eran todos muy duros y crueles...
-¿Qué piensas? ¿Que nadie nunca me trato mal? Bruno se ríe divertido mientras le palmea la espalda- A parte piensa ,ahora no vuelves como un chico de 17 años, eres un escritor famoso y Consagrado
Simón lo mira inseguro, Bruno insiste
-Vamos, dilo. Soy un adulto, ya no soy un chico!
Simón se ríe, Bruno lo sigue arengando para que lo diga.
-Bueno, soy un adulto, no un chico.
-Con más seguridad, más fuerte, tú podes! Como lo haría Lamarine.
-Ya soy un adulto, no un chico Simón grita divertido. Los chicos que juegan alrededor se dan vuelta a mirarlo y el los saluda con una inclinación de cabeza.
En el Meridiano de ese día, sale en la nota de tapa el boceto de el Estrangulador junto a la foto de Elisa, en resumidas cuentas el artículo arenga a la gente a colaborar, un asesino muy peligroso anda suelto y deben atraparlo, les imploran a los lectores no tener miedo, quienes se acerquen a declarar, serán puestos bajo custodia por la policía. Bajo la foto de Elisa amigos y familiares hablan de ella y dicen cuanto la van a extrañar. Cómo era de suponer, en un caso con tanta repercusión mediática, al estar vinculado Philip Plass, la noticia copo los medios. Las personas en su afán por ayudar, aparentemente, llaman a las líneas abiertas para recibir información, diciendo haber visto al Estrangulador.
El gran problema de esto, es que los datos los llevan a distintos puntos de la provincia y por burocracia deben chequear todos, aunque ninguno resulte muy fiable. Un grupo de policías está abocado exclusivamente a recibir los llamados, Almado los observa trabajar, los teléfonos no dejan de sonar y eso resulta problemático. Un oficial entra a la sala y se acerca a Almado, susurrándole que el comisario quiere verlo. Almado preocupado asiente.
Bruno y Simón entran a una amplia sala, con cuadros religiosos en todas las paredes, un viejo piano en una de las esquinas y algunas esculturas religiosas que decoran el lugar, Simón observa todo a su alrededor, hay tantas cosas que siguen idénticas.
Una monja sale de la dirección a recibirlos, les toma la mano y les dice que siempre es emocionante para ellos recibir a ex huérfanos del hogar, más cuando vuelven con ganas de ayudar. La hermana les pide que la sigan hasta su despacho, una habitación amplia con vista al parque. Ella se sienta en una silla de madera tipo trono, detrás hay una imagen de San Eusebio, la monja lleva en su mano un rosario y le pide a Simón que le cuente cosas de la época que estuvo en el hogar.
Simón se siente incómodo ante la mirada emocionada de la hermana y tajante sólo cuenta algunas cosas por cordialidad. La hermana asiente sonriendo y mira a los hombres.
-Bueno, miren para ayudar acá hay muchísimas cosas por hacer. Tenemos un problema de humedad en la habitación de los chicos, que en invierno es un problema realmente grave, ya que muchos se enferman...
-Disculpe la interrumpe Bruno- Mi amigo es muy tímido, pero le gustaría recorrer las instalaciones. ¿Habría algún problema? La monja se encoge de hombros, como diciendo que no.
¿Quién controla a los que nos controlan?
La segunda página de Meridiano de ese día arranca con ese controvertido titular que aborda la ineficencia del trabajo de la policía federal. ¿Contamos con un departamento apto para combatir el crimen y más preocupante aún, se capacitan a los policías en relación a eso?
Las integrantes del grupo OMS que se encuentran bajo custodia policial de la comisaria sexta, ante el caso del Estrangulador, se comunicaron con Meridiano para plantearnos la problemática ante la que se encuentran.
-No nos sentimos protegidas -dice Sonia- no sabemos cuánto realmente la policía vela por nuestras vidas o si somos un estorbo.
Las mujeres unieron sus fuerzas, se sienten más protegidas una al lado de la otra, que con la policía.
-Ellos no piensan lo que nosotras podemos sentir, estamos asustadas y sólo queremos que este termine -sentencia Alicia. El comisario cierra el diario molesto, Almado lo observado sentado en frente.
-Hoy me levante y pensé que iba a ser un buen día, mi señora se fue con mi nena a casa de mis suegros durante unos días, el día estaba tan lindo, sin humedad, con lo que eso hace a mis huesos y busco el diario, como todos los días y ¡puf! me encuentro con esto.
-No sé cómo se comunicaron...
-Ese es el problema Almado, no sé, no sé, no sé... Le estoy teniendo más paciencia de la usual. Y sepa que sigue a cargo del caso por lo que sucedió con el oficial Franco, poner a alguien ajeno a la investigación sería un error por mi parte. Pero, ésto está fuera de control... Estás mujeres se comunican a escondidas con un diario, frente a sus narices. Los medios están picantes... quieren saber más del caso, los tenemos encima...
-Yo no me encuentro en las cabañas para controlarlas, comisario
-No, pero es su gente la que está ahí refuta el comisario.
Almado lo mira, la cosa va con él, el comisario intenta parecer lo más comprensivo posible y mostrarse afectuoso, diciéndole que tal vez fue mucho para él comenzar con ese caso tan grande, tal vez fue un error suyo por habérselo asignado.
-Si lo necesitas, podemos disponer de un psicólogo para que te ayude a afrontar esta etapa, tal vez fue demasiado junto.
-No comisario, puedo con ésto.
El hombre lo mira con duda y finalmente asiente repetidas veces.
-Bueno, lo que espero, que de no ser así, seas lo suficientemente sincero contigo y con nosotros, para decirlo.
Almado asiente y sin más sale de la oficina.
Bruno y Simón suben las escaleras, escoltados por la monja. Bruno le pregunta a la hermana si sucedió algo extraño allí el último tiempo, a lo que ella contesta, que no, las cosas con los niños, pero nada fuera de lo común, lo mismo con lo que tratan siempre. Bruno asiente pensativo, llegan a un pasillo y la monja abre una habitación y se corre para dejarlos pasar.
-Está era su habitación- dice la monja.
Simón es el primero en entrar, con lentitud avanza hasta encontrarse con la misma habitación que ocupo 22 años atrás. Todo parecía seguir igual, los olores y los colores. Bruno mira a la monja.
-Es muy emotivo todo esto, ¿nos puede dar un momento? La monja asiente a regañadientes y se aleja por el pasillo. Bruno cierra la puerta y mira apresurado a su amigo.
-Dale, búscalo que tenemos poco tiempo.
-Ayúdame con ésto- dice Simón mientras se acerca a una cucheta que se encuentra contra la pared, entre los dos la corren para darle paso a Simón.
El se agacha y comienza a golpear los zócalos de madera, hasta que escucha uno que se encuentra hueco y corre la madera, detrás de la misma hay un hueco. Simón mete la mano y revisa, mira negando a Bruno
-No puede ser ¿estás seguro?
-Claro, es un cuaderno. Lo tendría que sentir, no comprendo, nadie sabia de éste escondite salvo...
-Benjamín- termina Bruno la frase.
Simón asiente pensativo.
Pamela baja las escaleras de la casa con su nieto en brazos y mira a su alrededor entristecida. Lucio sale del despacho con dos valijas y la mira.
-No mires atrás.
Pamela asiente y tomados de la mano salen de la casa. Una patrulla está parada frente a la casa y un policía ayuda a Lucio con las valijas.
Un auto estaciona frente a la casa, Luciana baja desesperada y se acerca a sus padres.
-No la encuentro por ningún lado, no ésta... Se la llevo, Benjamín se llevo a Melisa
Lucio y Pamela la miran preocupados.
Laura llega a la oficina, no más sentarse al escritorio se acerca una compañera avisándole que Bernardo la espera en su oficina. Escandalosamente continua, está con un policía. Laura la mira molesta, ésta mujer es Sandra, la chusma más chusma de la oficina. Sabía que la noticia se iba a difundir en breve.
-Ah, genial, lo estaba esperando dice Laura mintiendo, mientras se levanta de su silla.
Esa mentira, entra en su lista de mentiras piadosas, ya que mentirle a Sandra es justicia divina.
Laura se acerca a la oficina de Bernardo y golpea a la puerta, enseguida escucha un pase de su jefe y entra sonriente, como si nada pasara.
-Bernardo, ¿necesitas algo? dice Laura
Bernardo se encuentra en la oficina con Almado, los dos hombres la miran molestos.
-Laura, el oficial Almado, al que ya conoces, está acá porque dice que violaste una restricción de la policía, te metiste en un lugar que esta bajo custodia policial sin autorización...
-Si la custodia policial fuera buena, no hubiese podido entrardice Laura sarcástica.
-No tiene que ver una cosa con otra -dice Almado- fuiste avisada de no hacer investigaciones personales sobre este caso ni ningún otro, como le explique a tu jefe, es tu nombre y el del diario el que se ve involucrado.
-Yo no me metí sin autorización en ningún lugar, estas mujeres me llamaron porque tienen miedo y ustedes no las escuchan.
-Nosotros protegemos sus vidas señorita! Eso hacemos...
-¿Protegen? El asesino se metió en la habitación de una de ellas
-Todas las mujeres se encuentran sanas y salvas y así va a ser mientras nos hagan casos... Esa es la cuestión... Acatar nuestras ordenes y dejarnos trabajar...
-Ustedes no son mis jefes, yo trabajo buscando la verdad y donde una mujer quiera hablar, yo voy a estar dice Laura alterada.
-Por favor, conserven la calma, somos adultos y estamos en mi oficina – dice Bernardo intercediendo, Laura asiente, el hombre mira a Almado- y lamento oficial, pero si esas mujeres se comunicaron con nosotros, Laura no incurrió en ninguna falta... Ella lo mira aliviada, Almado niega, cosa de no creer, piensa, total de vender diarios son capaces de cualquier cosa. Él se levanta diciendo que evidentemente, no tiene nada más que hablar, se despide de los dos y sale cerrando la puerta, con más fuerza de la recomendada.
-Gracias Bernardo- dice Laura
En la entrada de la casa de la familia Maldonado siguen estacionadas las dos patrullas, un policía se comunica por radio con la central. Almado estaciona en frente y sube hacía la casa, no mas llegar sale a increparlo Lucio
-¿Usted es Almado? le pregunta
Almado asiente y se deja alejar por Lucio de la entrada, se ve que no quiere que nadie escuche lo que va a decir.
-Bueno, dígame...
-Mi nieta desapareció... Es una chica buena, que no se mete en problemas... Este policía me dice que no nos anticipemos dice Lucio señalando enojado al policía- ¿Pero sabe qué? Yo estoy harto de la policía y sus mierdas.
-Bueno, tranquilo -dice Almado
-No, tranquilo nada. Conozco a mi nieta, se que jamás nos hubiese hecho esto.
-¿No puede ser que éste en la casa de alguna amiga? ¿De algún pariente?-pregunta Almado
-No, que nos hubiese avisado. Que la tiene ese hijo de puta y que ya nos cagó la vida, a mi familia y a mi, pero a mi nieta no. Si ustedes no la encuentran ya, voy a hacerlo yo.
Lucio a medida que dice ésto se va enojando más y más, se detiene al sentirse mareado, Almado se apresura para sostenerlo y lo ayuda a sentarse en el cordón.
-¿Se encuentra bien? le pregunta
Lucio asiente, molesto. Almado lo mira con paciencia, entiende su debate interno. Nuestra familia a veces es lo único que tenemos, y cuando no tenemos eso, nos sentimos vacíos. El se mira el dedo, donde quedo la marca de la alianza y niega intentando sacarse esos pensamientos de la cabeza.
-Tiene que saber que Benjamín Cabrera es muy escurridizo- comienza Almado- Y muy peligroso, quédese cuidando a su familia, nosotros nos vamos a encargar de Cabrera.
Pamela sale de la casa y al ver a Lucio en el piso se acerca preocupada, pero él la calma enseguida diciéndole que está bien y mira a Almado.
-¿Qué es lo que hizo? ¿Por qué lo buscan ustedes?le pregunta Lucio
Almado lo mira un instante en silencio y asiente, dándose ánimos para hablar.
-Cabrera, es el hombre que los medios apodaron el Estrangulador. Pamela no más escuchar esto se pone a llorar y abraza a su marido.
-Mi chiquita, por favor, tienen que encontrarla!
Almado observa su dolor en silencio, ya no quiere prometer, ya no quiere decir palabras que luego le pesen y no pueda cumplir...
Bruno y Simón bajan corriendo las escaleras del hogar y se dirigen hacía la monja que se encuentra en el patio conversando con otra hermana. Al verlos llegar corriendo, los mira sorprendida. Simón se encuentra sin aliento por la corrida, Bruno le muestra a la monja una foto de Benjamín en su celular.
-Hermana, ¿conoce a este hombre? ¿Estuvo por acá últimamente? Su nombre es Benjamín Cabrera
La monja niega repetidas veces, Bruno baja el celular desilusionado.
-No, ese nombre no es Benjamín Cabrera
Simón y Bruno la miran con expectativa.
-Se llama Jeremías González, hace ya mucho tiempo que viene todos los años a darnos una mano, pintando el hogar.
Almado está en el gimnasio de la policía, a esa hora hay solo algunas personas practicando boxeo en un cuadrilátero, algunos oficiales ejercitan sus músculos en máquinas y Almado practica su golpe contra un saco, un poco apartado del resto.
Cuánto hacía que no se tomaba un momento para ir a ese lugar y lo bien que le hace, cuánto más acumula, más pesado se hace el peso sobre sus espaldas.... Y lo de los últimos días es demasiado para cualquier mortal... Sin Florencia es peor... No, no pienses en ella- se dice para sus adentros y da un golpe más fuerte al saco.
Bruno y Simón se acercan por detrás, y lo miran ansioso. Almado molesto porque su descanso se acabo, se da vuelta y toma una toalla para secarse la cara.
-Almado, lo estábamos buscando.
-¿Qué paso? dice Almado seco.
-Jeremías González, ese el nombre falso que utiliza Benjamín- dice Bruno satisfecho- Lo tenemos!
Almado los mira intrigado.
-A ver si me explican ¿Y ustedes saben eso por qué?
-Fuimos al hogar de huérfanos donde estuvo Simón- empieza Bruno a buscar un cuaderno de cuentos que tenía de chico.
-Si, lo recordé cuando volví a escuchar la frase “Miren lo que me hacen hacer, miren lo que sucede cuándo me hacen enojar”. Fue de uno de mis primeros cuentos, cuando todavía era un niño.
- Fuimos al hogar, pero no lo encontramos. Como sólo ellos sabían de él escondite donde estaba el cuaderno, supusimos que Benjamín se lo había llevado y fuimos a hablar con la monja.
Bruno dice todo esto muy orgulloso de ellos mismos, Almado mira a uno y a otro siguiendo el hilo del relato.
-Y ahí ella nos dijo que lo conoce como Jeremías González. No sabe como contactarlo, pero con ese nombre vamos a poder encontrarlo o no?- dice Simón entusiasmado
-A ver si entiendo bien... Ustedes encontraron una pista comienza Almado
-Si dicen Simón y Bruno al unísono.
-Y se mandaron a investigar dice Almado con seriedad.
-Si vuelven a decir Simón y Bruno, sonriendo.
-¿Solos? Almado los mira enojado y Simón y Bruno se dan cuenta por donde viene la cuestión- ¿Quién carajo los autorizo?
-Almado empieza Bruno
-Ustedes están ayudando en el caso, no tienen autoridad ni libre albedrío para mandarse y hacer lo que quieren. ¿Quedo claro? Que no vuelva a pasar.
Almado enojado tira la toalla y le da un golpe más al saco.
Laura está parada frente a una vitrina dónde se ven distintas navajas multiuso, gas pimienta y diversas pistolas eléctricas, ella se encuentra en una armería, entro decidida a comprarse un arma para defensa personal, pero hace media hora que se paro frente a esa vitrina indecisa.
El vendedor atendió a varios clientes desde su llegada, y entre cliente y cliente la observa para saber si necesita ayuda.
Defenderme -piensa Laura- no quiero que nunca más, nadie, tenga poder sobre mi. Pero, ¿tener un arma en mi cartera me va a hacer más fuerte o más débil? Dependiendo de un elemento, escondido, que me de la fuerza que necesito para continuar.
El vendedor decidiendo que Laura definitivamente necesita ayuda, de algún tipo, se acerca a ella y le plantea que si tiene alguna duda, ellos están para eso.
Laura lo mira indecisa, finalmente le dice que quiere llevarse un arma para defensa personal, algo que la haga sentir más segura, pero observa las opciones y todas le producen rechazo, no logra verse con ninguna de éstas. El vendedor le sonríe tranquilizador y le dice que eso suele suceder y que espera que nunca deba usarlo, pero le recomienda empezar con el gas pimienta, es el más fácil de usar y el que produce la distracción más rápida para que pueda correr en otra dirección, sin contar que no hace falta que este tan cerca de tu atacante como los otros. Ella parece convencerse ante ésto y asiente. Definitivamente, esa es la mejor elección.
Adriana entra a la comisaría llevando una carpeta en la mano y se dirige directo a recepción, una policía está hablando por celular, Adriana la mira con poca paciencia hasta que la mujer corta.
-Si, ¿qué necesita?- pregunta la mujer.
-Vengo a ver al oficial Almado
Almado pasa justo por detrás y al verla se acerca a ella.
-Buenas tardes, acá me tiene dice Almado
-Oficial, acá vengo a traerle el perfil de Benjamín Cabrera, si tiene un poco de tiempo le explico brevemente.
-No, lo siento. En este momento me es imposible. Estamos esperando una orden para ir tras Benjamín Cabrera, tenemos los datos del paradero, si todo sale bien, el perfil ya no va a sernos de utilidad dice Almado Pero muchas gracias igual
-Bueno, enhorabuena, se lo dejo igual ya que está...
Ella le entrega la carpeta, se despide y se va.
Adriana sale de la comisaría a pasa rápido, se sube a su auto y sin espera lo pone en marcha. Toma su celular y marca un número, pero no recibe respuesta, molesta lo tira al piso.
-Mierda!
Almado se dirige a su oficina, cuando un oficial se acerca a con un fax en la mano
-Llego la orden!
Almado lo mira optimista, por primera desde que empezó el caso.
-Miren lo que me hacen hacer, miren lo que sucede cuándo me hacen enojar! Un zombi lleno de tierra recorre las calles de su barrio dónde vivió, las que le son conocidas y extrañamente, aún amadas. Benjamín se encuentra sentado en el piso junto a un sofá cama donde está acostada Melisa, dándole la espalda. El le lee un cuento de un cuaderno, el que Simón buscaba desesperado en el hogar.
-Se detuvo a mirar la luna, sólo, junto a la montaña más alta, todos le temían, nadie quería estar con él- lee Benjamín pensativo pero el no era sólo polvo y tierra, el era más y si ponía la mano muy cerca de su corazón, cualquiera sea, podrían sentirlo latir.
El deja de leer cuando escucha un ruido en el patio, saca su arma del pantalón y se levanta con sigilo. Melisa al notarlo, se da vuelta y se encoge contra el sofá, al verlo con un arma. El le pide que guarde silencio.
La puerta comienza a abrirse poco a poco y entra Adriana, cerrándola tras sí.
-¿Qué haces que no contestas el teléfono?- dice ella molesta- Te venía llamando, estas tonto
Benjamín baja la vista y guarda el arma
-Tenemos que irnos, vienen a por ti dice Adriana
Benjamín la mira preocupado.
-¿Cómo? dice Benjamín asustado
-No entres en crisis, escúchame clarito, toma tus cosas y nos vamos. Este lugar ya no es seguro.
Benjamín asiente y comienza a poner cosas en una mochila, Adriana nota a Melisa que sigue acostada en el sofá
-¿Está quién es? pregunta Adriana despectivamente
-Es mi sobrina dice Benjamín sonriendo
-¿Y la trajiste acá? Sos idiota- dice Adriana y le pega en la cabeza.
Melisa se sorprende por cómo lo trata
-La chica se queda acá, vamos
Ella va a salir, pero Benjamín la detiene
-No, ella viene conmigo, es mi familia
Adriana mira a ambos, molesta.
-En cinco minutos afuera
Sin decir más sale, Benjamín apurado sigue llenando la mochila de cosas.
-Vamos Melisa, tenemos que irnos
El la quiere tomar del brazo, pero ella lo esquiva
-No, déjame acá, ella tiene razón. Yo tengo que volver con mamá y con los abuelos
Benjamín la mira dolido
-Por favor, no voy a decir nada, voy a contar lo bien que me trataste.
Benjamín se queda en silencio pensando, pero termina negando y la toma por el brazo.
-Qué va, vamos... Tenemos que estar juntos
El la arrastra hacía la salida, ella niega llorando.
Un grupo de policías rodean la casa esquinera de Benjamín Cabrera, llevan sus armas preparadas y se acercan con sigilo a la casa. El policía que coordina el operativo, le hace señas a sus hombres para que se dividan en dos grupos, los primeros entraran por la parte de adelante y el resto tomaran el fondo.
El policía golpea a la puerta, aguarda y al no recibir respuesta insiste
-Policía federal grita el policía, sin recibir señales del interior les indica que van a entrar, golpea la puerta y de un tumbo la abre.
Los policías invaden la casa, los oficiales se dispersan revisando el lugar, y a medida que van tomando las habitaciones van cantando “Está limpia” para avisar a sus compañeros.
Almado es el último en entrar, acompañado de Simón que se queda en la retaguardia. El policía que coordina todo, se acerca a Almado y le cuenta las novedades, la casa está vacía.
Simón encuentra el cuaderno de cuentos junto al sofá y lo toma con lentitud, lo revisa emocionado cuando comienza a sonar el teléfono.
Simón y Almado se miran, éste último le indica que conteste. Simón se acerca tembloroso y toma el tubo.
-Espero que estén disfrutando mi casa- dice Benjamín por teléfono. Simón mira a Almado, asintiendo para darle a entender que es Benjamín Cabrera. Almado se acerca para escuchar.
-Otro cuerpo sobre tus espaldas, ¿Cuánto vas a resistir?!
-Sé que sos vos Benjamín grita Simón fuera de si- Basta de esto, por favor no sigas
El hombre del otro lado se ríe burlón.
-Muy bien mi amigo, no se ahogue en un vaso de agua, a ver si ésto se pone interesante ahora.
-¿Por qué haces esto? Son chicas inocentes, si es conmigo, ven a buscarme.
-Ya vamos a tener oportunidad de encontrarnos cara a cara. Almado histérico toma el teléfono.
-Hijo de puta, estamos a un pelo de atraparte, no te vas a podes escapar más ¿entendiste?
Almado se detiene y escucha como del otro lado cortan. Enojado, golpea con fuerza el teléfono.
Simón se encuentra solo sentado en la sala de Bruno, está a oscuras hasta que se abre la puerta del apartamento y Bruno enciende las luces, lo mira sorprendido.
-¿Qué hacías con la luz apagada? le pregunta Bruno
Simón lo mira serio, Bruno deja las llaves en una fuente y se sienta al lado de su amigo.
-¿Fueron a la casa? ¿Qué paso?
-Nada- dice Simón negando- Sabe todos nuestros movimientos, somos peones en su juego de ajedrez y lo más grave es que él ya tiene el final preparado.
Bruno y Simón se miran preocupados.