diecinueve

20 de noviembre de 2010





Los policías seguían en el consultorio cuando sonó la alarma. Carlos estaba a unos seiscientos kilómetros de ahí, cerca del Golfo de México. Partieron enseguida en los helicópteros. Sin embargo, no contaron con la espesura de la selva en la que estaba la casa donde lo tenían secuestrado; el punto más cercano donde podían aterrizar estaba a dos kilómetros de distancia. Fue imposible seguirles el rastro; la vegetación era muy densa. Solo capturaron a uno de los japoneses. Los demás, incluyendo a Carlos, desaparecieron.

El interrogatorio no dio los frutos esperados; la única información de utilidad fue el nombre de la persona que había secuestrado a Carlos: Jiro.

Roberta encontró a Yori sentado en el pórtico de la casa; algo en su expresión la inquietó.

—¿Qué pasa, Yori?

Yori la invitó a alejarse de la casa.

—Si queremos salvar a Carlos debemos actuar rápido y hacerlo solos.

—¿Por qué lo dices?

—Creo saber a dónde lo llevan.

—Podríamos preparar una redada en muy poco tiempo.

Roberta estaba cansada y desesperada. Ya no pensaba con claridad.

—No, Roberta; nos detectarían con facilidad y arriesgaríamos aún más a Carlos. Después de lo que acaba de suceder no creo que tengamos más oportunidades. Miki me quiere a mí y eso es lo que le daremos.

—Está bien. Vamos en uno de los helicópteros. ¿Cómo es que sabes dónde está Carlos?

—A pesar de que escaparon es evidente que no nos esperaban. En el sótano alcancé a ver algunas cosas que sin duda pertenecen a Jiro: el mejor amigo de mi hermano. Debido a que los obligamos a modificar su plan original, creo saber dónde están; pero debemos actuar rápido.

—Conoces muy bien a tu hermano para haber estado tantos años alejado de él.

Yori continuó como si no hubiese escuchado a Roberta.

—Quiero que sepas que nos estarán esperando. La única razón por la que te pedí que me acompañaras es para estar seguro de que Carlos saldrá ileso.

—¿Y esperas que me quede tan tranquila sin hacer nada?

—Lo único que espero es que salves a Carlos.

—Sabes bien a qué me refiero.

Yori se plantó frente a Roberta; al igual que ella, estaba cansado y molesto, pero había algo más en su mirada que ella no supo interpretar.

—Esto no es una película o una novela donde hay un final feliz y todos los cabos sueltos terminan atándose. He analizado las opciones y no hay otra solución. Me siento responsable por lo que ha hecho mi hermano y no puedo permitir que vaya más allá. Cualquier intento de acto heroico sería una gran estupidez que solo generaría más muertes. Una vez que Carlos esté a salvo, haz lo que quieras.

Roberta no dijo nada; estaba de acuerdo en que la prioridad era rescatar a Carlos, pero le molestaba pensar que Miki se saliera con la suya.

mmm