nueve

29 de octubre de 2010




El profesor Villegas desmenuzaba una ecuación en la pizarra cuando Carlos recibió un mensaje de Roberta en su teléfono celular; contenía una sola palabra: «Conéctate». El profesor volteó a verlo, asintió con la cabeza y continuó su explicación. Sus compañeros, intrigados, lo siguieron con la mirada mientras salía al pasillo.

La biblioteca estaba casi vacía. Se desplazó con ligereza hacía el fondo, a la mesa apartada que más le gustaba, y encendió su computadora portátil.


carl161 logged in 11.05 a. m.

carl161> ¿Todo bien, Robie?

Robie> Sí, Carl. ¿Cómo van las clases?

carl161> No me quejo.

Robie> ¿Sabes si tu padre tenía una cuenta de correo electrónico?

carl161> Sí. Aunque rara vez la usaba. ¿Por qué?

Robie> Necesito que trates de acceder a esa cuenta; si logras hacerlo
me envías un mensaje.

carl161> Ok, te aviso.

Robie> Gracias, Carl.

carl161> Robie, quisiera quedarme aquí el fin de semana.

Robie> ¿Todo bien?

carl161> Sí, no te preocupes.

carl161> Quiero estar alejado de la ciudad, eso es todo. Quédate
      tranquila.

Robie> Ok, Carl. Cuando quieras estar solo o que te dé más espacio,
solo dímelo.

carl161> Lo sé... Cuídate mucho y seguimos en contacto.

Robie> Ok. Hasta pronto.

Robie logged out 11.07 a. m.


La contraseña de la cuenta de correo no debería ser un desafío para Carlos, o al menos eso pensó al principio. Sabía que su padre no tenía buena memoria, por lo que seguramente había elegido alguna fecha importante o algo por el estilo. Intentó primero con lo más obvio: cumpleaños, aniversarios, teléfonos... Nada funcionó. Tras dos días de jugar con cifras y combinaciones estaba agotado. El domingo por la noche llegó Alejandro buscándolo; sabía dónde estaría: en la zona de escritores noveles de la biblioteca. Lo encontró de bruces sobre la mesa.

—¿Carlos...? ¡Carlos, despierta!

—¿Eh? ¿Qué pasó, Alejandro?

—Nada, socio, nada. Aquí reportándome. ¿Cómo va el estudio?

Silencio.

—Anda, vamos al dormitorio, mañana tenemos que levantarnos temprano; además ya sabes que le tengo miedo a la oscuridad, no quiero estar solo.

—¿Miedo a la oscuridad? ¿Desde cuándo?

—Desde hoy... ¿Podemos irnos ya?, tengo hambre.

—Creí que íbamos al dormitorio.

—Sí, pero la cocina nos queda de paso.

mmm