Introducción
Se precisó coraje para escribir este libro, y se precisará coraje para leerlo. Los eruditos lo llamarán insensatez porque sus teorías y pruebas no calzan en el mosaico de la arqueología tradicional, y lo pondrán en el index de los libros que es mejor no mencionar. Otros se acurrucarán en el caparazón de su mundo familiar cuando se enfrenten a la probabilidad de encontrar que nuestro pasado puede ser incluso más misterioso y lleno de aventuras que la búsqueda de nuestro futuro.
Sin embargo, una cosa es segura. Hay algo inconsistente sobre nuestro pasado, ese pasado que se extiende miles y millones de años detrás de nosotros. El pasado abarrotado de dioses desconocidos que visitaron la tierra primitiva en naves espaciales tripuladas. Existieron logros técnicos increíbles en el pasado. Hay una masa de tecnología que hemos recuperado sólo parcialmente al día de hoy.
Hay algo inconsistente en nuestra arqueología. Porque encontramos baterías eléctricas con muchos miles de años. Porque encontramos seres extraños en perfectos trajes espaciales con cierres de platino. Porque encontramos números con quince dígitos, algo no registrado por ninguna computadora. Pero ¿cómo adquirieron esos primeros hombres la habilidad para crearlos?
Hay algo inconsistente en nuestra religión. Una característica común a todas las religiones es que prometen ayuda y salvación para la humanidad. Los dioses primitivos también hicieron esas promesas. ¿Por qué no las cumplieron? ¿Por qué usaron armas ultramodernas contra pueblos primitivos? ¿Y por qué planearon destruirlos? Vamos a acostumbrarnos a la idea de que el mundo de las ideas que se ha desarrollado durante los milenios, va a colapsar. Unos pocos años de búsqueda adecuada ya ha tirado abajo el edificio mental en el cual nos encontrábamos cómodos. El conocimiento escondido en las bibliotecas de las sociedades secretas está siendo redescubierto. La era de los viajes espaciales no es más una era de secretos. Hemos aterrizado en la luna. Los viajes espaciales, que apuntan a los soles y las estrellas, también nos lanzan al abismo de nuestro pasado. Dioses y sacerdotes, reyes y héroes, emergen de las oscuras profundidades. Debemos desafiarlos para que nos digan sus secretos, porque tenemos los medios para encontrar todo sobre nuestro pasado, sin dejar ningún hueco, si realmente queremos hacerlo.
Los modernos laboratorios deben tomar el trabajo de investigación arqueológica. Los arqueólogos deben visitar los devastados sitios del pasado con aparatos de medición ultrasensibles. Los sacerdotes que buscan la verdad deben nuevamente comenzar a dudar de todo lo establecido.
Los dioses del pasado difuso han dejado incontables huellas que podemos leer y descifrar hoy por primera vez porque el problema de viajes espaciales, tan comentado hoy en día, no era un problema sino una realidad para los hombres de hace miles de años. Yo afirmo que nuestros antepasados recibieron visitas del universo en el pasado remoto, aunque todavía no sé quiénes fueron estos extraterrestres o de qué planeta vinieron. Sin embargo, proclamo que estos «extraños» aniquilaron parte de la humanidad existente en ese tiempo y produjeron un nuevo, quizás el primer homo sapiens.
Esta declaración es revolucionaria. Hace añicos la base de un edificio mental que parece tan perfectamente construido. Es mi meta tratar de proveer pruebas para esta declaración.
Mi libro no podría haber sido escrito sin el apoyo y colaboración de mucha gente. Quisiera agradecer a mi esposa, que me ha visto muy poco en casa durante los últimos años, por su comprensión. Quisiera agradecer a mi amigo Hans Neuner, mi compañero de viaje por muchos miles de millas, por su ayuda invaluable y sin desmayo. Quisiera agradecer al Dr. Stehlin y a Louis Enrich por su continuo apoyo. Quisiera agradecer a todo el personal de la NASA en Houston, Cabo Kennedy, y Huntsville, quienes de mostraron sus magníficos centros de investigación científica y tecnológica. Quisiera agradecer a Wernher von Braun, Willy Ley, y Bert Slattery. Quisiera agradecer a los incontables hombres y mujeres del globo cuya ayuda práctica, ánimo y conversación hicieron este libro posible.
ERICH VON DÄNIKEN