2. CUANDO NUESTRAS NAVES ESPACIALES ATERRIZARON EN LA TIERRA
Julio Verne, el abuelo de toda ciencia ficción, se ha convertido en un escritor aceptado. Sus fantasías no son más ciencia ficción, y el astronauta de nuestra época viaja alrededor del mundo en 86 minutos, no en 80 días. Vamos ahora a describir qué podría pasar en un viaje imaginario en una nave espacial, pero este viaje imaginario se volverá posible en menos décadas de lo que tomó para pasar de la loca idea de Julio Verne de una viaje alrededor del mundo en 80 días a uno de 86 minutos. ¡Pero, no pensemos en términos de períodos tan cortos de tiempo! Vamos a suponer que nuestra nave dejará la tierra por un sol desconocido dentro de 150 años.
Nuestra nave espacial sería tan grande como un trasatlántico y tendría, por tanto, un peso de 100 000 toneladas, con una carga de combustible de 99 800 toneladas, por tanto y peso total de 200 000 toneladas.
¿Imposible?
Hoy en día ya podemos ensamblar una nave espacial pieza por pieza mientras está en órbita alrededor de un planeta. Incluso, esta tarea de ensamble será innecesaria dentro de menos de dos décadas, porque será posible preparar esa gigante nave para despegar desde la luna. Además, la investigación para la propulsión de cohetes está en total cambio. Los motores futuros de los cohetes tendrán energía nuclear y viajarán a una velocidad cercana a la de la luz. Un nuevo y revolucionario método, cuya viabilidad ya ha sido demostrada en experimentos físicos con partículas elementales individuales, es el cohete fotón. El combustible llevado en el cohete permite que la velocidad se acerque tanto a la de la luz que los efectos de la relatividad, especialmente la variación del tiempo entre el lugar de lanzamiento y el cohete, pueden operar a pleno. El suministro de combustible será transformado en radiación electromagnética y lanzado como un jet a propulsión con la velocidad de la luz. Teóricamente una nave espacial equipada con propulsión de fotón puede llegar al 99 por ciento de la velocidad de la luz. ¡A esta velocidad las fronteras de nuestro sistema solar explotarán abiertas!
Una idea que realmente hace que la mente se maree. Pero nosotros que estamos en el umbral de una nueva era, debemos recordar que los pasos gigantescos que nuestros abuelos experimentaron en tecnología, eran igualmente asombrosos en su época: los ferrocarriles, electricidad, telégrafo, el primer auto, el primer avión. Nosotros mimo oímos música en el aire por primera vez, vemos TV color, vimos el primer lanzamiento de una nave espacial, un astronauta caminando en la luna. Los hijos de nuestros hijos irán en viajes interestelares y harán investigación cósmica en las universidades.
Sigamos el viaje de nuestra imaginaria nave espacial, cuya meta es una distante estrella fija. Sería ciertamente entretenido imaginar lo que haría la tripulación de la nave para matar el tiempo en su viaje. Porque no importa qué tan vastas distancias cubran y cuán lento pase el tiempo para los que quedaron en la tierra, la teoría de Einstein de la relatividad sigue siendo real. Puede sonar increíble, pero el tiempo a bordo de la nave espacial apenas por debajo de la velocidad de la luz, pasa más lento que el de la tierra.
Por ejemplo, sólo 10 años pasan para nuestra tripulación en su viaje por el universo mientras 108 años pasan para los que se quedaron en su hogar. Esta discrepancia de tiempo entre los viajeros espaciales y la gente en la tierra puede ser calculada mediante la ecuación básica del cohete deducida por el Profesor Ackeret:

Donde V = velocidad, W = velocidad del cohete, C = velocidad de la luz, t = total de combustible al despegue.
Al momento en que nuestra nave está acercándose a su meta, la tripulación sin duda examinará planetas, fijará su posición, hará análisis espectrales, medirá fuerzas de gravedad, y calculará órbitas. Finalmente elegirán para aterrizar el planeta con condiciones lo más parecidas a las de la tierra. Nuestra nave, después de un viaje de 80 años luz tendrá que rellenar los tanques con material fisionable en su destino.
Vamos a suponer, entonces, que el planeta elegido para aterrizar es similar a la tierra. Ya he dicho que esta suposición no es imposible. Vamos también a aventurar la idea de que la civilización del planeta visitado está más o menos en el estado de la de la tierra hace 8000 años. Por supuesto, esto habría sido todo confirmado por los instrumentos a bordo de la nave espacial mucho antes de aterrizar. Naturalmente nuestros viajeros eligieron un lugar para aterrizar cercano a un depósito de material fisionable. Sus instrumentos muestran rápida y confiablemente en qué montaña se puede encontrar uranio.
El aterrizaje se lleva a cabo de acuerdo al plan.
Nuestros viajeros del espacio ven seres fabricando herramientas con piedras; los ven cazando y matando animales lanzando flechas; manadas de ovejas y cabras están pastando en la estepa; alfareros primitivos están fabricando utensilios domésticos simples. ¡Una extraña visión para recibir a nuestros astronautas!
Pero ¿qué piensan estos seres primitivos en este planeta sobre la monstruosidad que ha aterrizado y las figuras que treparon fuera de ella? No olvidemos que nosotros también éramos semisalvajes hace 8000 años. Así que no es sorprendente que los semisalvajes que experimentan este evento entierren sus caras en el suelo y no se animen a levantar sus ojos. Hasta este día han adorado al sol y a la luna. Y ahora algo que sacude la tierra ha sucedido: ¡los dioses han bajado del cielo!
Desde un lugar seguro y oculto los habitantes del planeta observan a nuestros viajeros del espacio, que usan extraños sombreros con varas en sus cabezas (cascos con antenas); están asombrados cuando la noche se hace brillante como el día (luces de búsqueda); están aterrorizados cuando los extraños se levantan sin esfuerzo en el aire (cinturones con cohetes); entierran sus caras en el suelo nuevamente cuando extraños y desconocidos «animales» cruzan el aire, zumbando, y roncando (helicópteros, vehículos todo terreno), y finalmente corren a su seguro refugio en las cavernas cuando un aterrador estruendo resuena desde las montañas (una explosión de prueba). ¡Sin duda, nuestro astronauta debe parecer como un dios todopoderoso para esta gente primitiva!
Día a día los viajeros espaciales continúan con su laborioso trabajo, y después de un tiempo, una delegación de sacerdotes o gente de ciencia probablemente se acercarán al astronauta para hacer contacto con los dioses. Traen regalos para rendir homenaje a sus invitados. Es concebible que nuestros hombres del espacio aprendan rápidamente el idioma de estos habitantes con la ayuda de una computadora, y puedan agradecerles su cortesía. Y aunque pueden explicar a los salvaje en su propio idioma que ningún dios ha aterrizado, que ningún ser superior merecedor de adoración han hecho una visita, no tiene efecto. Nuestros amigos primitivos simplemente no lo creen. Los viajeros vinieron de las estrellas; obviamente tienen tremendo poder y la capacidad de hacer milagros. ¡Deben ser dioses! Tampoco sirve el ofrecimiento de ayuda que los astronautas puedan hacer. Todo está demasiado lejos de la comprensión de estas personas que han sido tan aterradoramente invadidos.
Aunque es imposible imaginar todas las cosas que puedan suceder a partir del día de aterrizaje, los siguientes puntos pueden figurar en un plan preconcebido:
Parte de la población será entrenada para ayudar en la búsqueda en el cráter creado por la explosión de materia fisionable para poder volver a la tierra el más inteligente de los habitantes será elegido «rey». Como un signo visible de su poder, se le entregará una radio a través de la cual puede entrar en contacto y comunicarse con los «dioses» en cualquier momento nuestros astronautas intentarán enseñar a los nativos las formas simples de civilización y algunos conceptos morales, para lograr un desarrollo de orden social posible. Unas pocas mujeres especialmente seleccionadas serán fertilizadas por los astronautas. Así una nueva raza surgirá, la que se salteará una etapa de la evolución natural.
Sabemos por nuestro propio desarrollo cuánto tiempo pasará antes de que esta nueva raza se convierta en expertos espaciales. En consecuencia, antes de que los astronautas comiencen su vuelo de regreso a la tierra, dejarán atrás signos claros y visibles que sólo una sociedad altamente tecnificada y basada en matemáticas será capaz de entender mucho, mucho más tarde.
Cualquier intento de advertir a nuestros protegidos por los riesgos involucrados tendrá poca posibilidad de éxito. Aún si les mostráramos las películas más horripilantes de las guerras terrestres y explosiones atómicas, no prevendría a los seres del planeta de cometer las mismas locuras, así como tampoco evita a la humanidad actual de jugar con la llama abrasante de la guerra.
Mientras nuestra nave desaparece nuevamente en la bruma del universo, nuestros amigos hablarán del milagro «¡Los dioses estuvieron aquí!». Lo traducirán a su simple idioma y lo convertirán en una saga para ser entregada a sus hijos e hijas. Transformarán los regalos e implementos y todo lo que los viajeros espaciales dejaron atrás en reliquias sagradas.
Si nuestros amigos dominan la escritura, podrán hacer un registro de lo que sucedió: increíble, extraño, milagroso. Entonces sus textos relatarán —y sus dibujos mostrarán— que los dioses en trajes dorados estuvieron allí en un barco volador y aterrizaron con un tremendo estruendo. Escribirán sobre carrozas que los dioses guiaron sobre la tierra y el mar, y de aterrorizantes armas como rayos, y relatarán que los dioses prometieron volver.
Con martillo y cincel esculpirán en las rocas las imágenes que vieron: gigantes sin forma con cascos y varas en sus cabezas, llevando cajas en el frente de sus pechos; pelotas en las que seres indefinidos se sientan y viajan por el aire; instrumentos de los que parten rayos como si fueran soles; formas extrañas, parecidas a extraños insectos, que eran vehículos de algún tipo.
No hay límites a la fantasía de las ilustraciones que resulten de la visita de nuestra nave. Veremos más tarde qué huellas los «dioses» que visitaron la tierra en nuestra remota antigüedad grabaron en las tablas del pasado.
Es bastante fácil esquematizar el desarrollo subsiguiente del planeta que nuestra nave espacial visitó. Los habitantes han aprendido mucho mirando a los «dioses»; el lugar en donde la nave estuvo será declarado suelo sagrado, un lugar de peregrinaje, donde los hechos heroicos de los dioses serán alabados en cánticos. Pirámides y templos serán construidos —de acuerdo con las leyes astronómicas, por supuesto. La población aumenta, las guerras devastan el lugar de los dioses, y vienen generaciones que redescubren y excavan el lugar sagrado y tratan de interpretar los signos.
Ésta es la etapa a la que hemos llegado. Ahora que hemos colocado hombres en la luna, podemos abrir nuestras mentes a los viajes espaciales. Conocemos el efecto de la repentina llegada de un gran buque entre pueblos primitivos, por ejemplo, en las Islas del Mar del Sur. Conocemos el efectos devastador que un hombre como Cortés, de otra civilización, tuvo en Sudamérica. Así que podemos apreciar, aunque sea débilmente, el fantástico impacto que la llegada de una nave espacial pudo tener en tiempos prehistóricos.
Ahora debemos echar otra mirada a nuestro bosque de preguntas, los misterios inexplicados. ¿Tienen sentido como los remanentes de viajeros espaciales prehistóricos? ¿Nos llevan al pasado pero también nos vinculan a los planes para el futuro?