4. ¿FUE DIOS UN ASTRONAUTA?
La Biblia está llena de secretos y contradicciones.
El Génesis, por ejemplo, comienza con la creación de la tierra, que es informada con absoluta exactitud geológica. ¿Pero cómo supo el cronista que los minerales precedieron a las plantas y las plantas precedieron a los animales?
«Y Dios dijo, Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza», leemos en Génesis 1:26.
¿Por qué Dios habla en plural? ¿Por qué dice «nosotros», no «yo», por qué «nuestra», y no «mía»? Uno podría pensar que el único Dios debería dirigirse a la humanidad en singular, no en plural.
«Y los hombres se multiplicaron en la faz de la tierra, y les nacieron hijas, y los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bonitas; y las tomaron como esposas». (Génesis 6:1-2).
¿Quién puede decirnos qué hijos de Dios tomaron como esposas a las hijas del hombre? El antiguo Israel tenía un solo sacrosanto Dios. ¿De dónde vienen los «hijos de Dios»?
«Había gigantes en la tierra en esos días; y también después de esto, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y tuvieron hijos». (Génesis 6:4). Nuevamente tenemos a los hijos de Dios, que se relacionan con seres humanos. Aquí, también, tenemos la primera mención a los gigantes. Los «gigantes» siguen apareciendo por todas partes del globo: en la mitología del Este y el Oeste, en las sagas de Tiahuanaco y en las épicas de los esquimales. Los «gigantes» se pasean como fantasmas en las páginas de casi todos los libros antiguos. Así que deben de haber existido. ¿Qué tipo de criaturas fueron, estos «gigantes»?
¿Fueron nuestros antepasados, quienes construyeron los gigantes edificios y sin esfuerzo manejaron monolitos, o fueron viajeros del espacio de otras estrellas, con pericia técnica? Una cosa es segura. La Biblia habla de «gigantes» y los describe como «hijos de Dios», y estos «hijos de Dios» se relacionan con las hijas de los hombres y se multiplican.
Tenemos detalles muy excitantes sobre las catástrofes de Sodoma y Gomorra en Génesis 19:1-28.
Dos ángeles vinieron a Sodoma en el crepúsculo cuando el padre Lot estaba sentado cerca del portón de la ciudad. Obviamente, Lot esperaba a estos «ángeles», que enseguida demostraron ser hombres porque los reconoció inmediatamente y los invitó a pasar la noche en su casa. Los hombres de la ciudad, dice la Biblia, querían «conocer» a los extraños. Pero los dos extraños lograron dispersar la lujuria sexual de los habitantes con un solo gesto. Los dejaron ciegos.
De acuerdo al Génesis 19:12-14, los «ángeles» le dijeron a Lot que sacara a su esposa, hijos, hijas, yernos y nueras de la ciudad con toda velocidad, porque, le avisaron, sería destrozada muy pronto. La familia no quería creer esta advertencia tan extraña y tomaron todo como una broma pesada de Lot. Y el Génesis continúa:
«Y cuando amaneció, entonces los ángeles apuraron a Lot, diciendo: Levántate, toma a tu esposa y a tus dos hijas, que están aquí; sino serán consumidos en la iniquidad de la ciudad. Y mientras se demoraban, los hombres tomaron su mano, y la de su mujer y las de sus hijas; siendo el Señor misericordioso con él, y lo empujaron y lo llevaron fuera de la ciudad. Y cuando los habían sacado, les dijeron: Escapen por su vida, no miren atrás, ni se queden en la llanura; escapen a las montañas, o serán consumidos… Apúrense, escapen ya, porque no puedo hacer nada mientras estén aquí».
De acuerdo con esto, no hay duda que dos extraños, los «ángeles», poseían un poder desconocido para los habitantes. La urgencia sugestiva, la velocidad con que se llevaron a la familia de Lot, también nos hace pensar. Cuando Lot se demoró, lo tironearon de las manos. Tenían que irse en una cuestión de minutos. Lot debía irse a las montañas y no volverse atrás. Sin embargo, Lot no parece tener un ilimitado respeto por los ángeles, porque sigue poniendo objeciones:«… No puedo escapar a las montañas…». Un poco más tarde los ángeles dicen que no pueden hacer nada por él si no va con ellos.
¿Qué pasó realmente con Sodoma? No podemos imaginar que Dios todopoderoso esté atado a un cronograma. Entonces, ¿por qué están sus «ángeles» con tanta prisa? ¿O es que la destrucción de la ciudad por un cierto poder u otra estaba fijada al minuto? ¿Acaso el conteo ya había empezado y los ángeles lo sabían? En ese caso, el momento de la destrucción sería obviamente inminente. ¿No había un modo más simple de poner a salvo a la familia de Lot? ¿Por qué tenían que ir a las montañas a toda costa? ¿Y por qué tenían prohibido mirar atrás?
Admitido que son preguntas difíciles sobre una materia seria. Pero desde que dos bombas atómicas cayeron en Japón, conocemos el tipo de daño que esas bombas causan y que las criaturas vivientes expuestas a la directa radiación mueren o se enferman incurablemente. Imaginemos por un momento que Sodoma y Gomorra fueron destruidas de acuerdo con un plan, o sea deliberadamente, por una explosión nuclear. Tal vez —especulemos un poco más— los «ángeles» simplemente querían destruir algún material fisionable y peligroso y al mismo tiempo limpiar la tierra de cierta raza que encontraban desagradable. El tiempo para la destrucción estaba fijado. Los que iban a escapar —como la familia de Lot— tenían que quedarse a unas millas del centro de la explosión, en las montañas, porque las rocas naturalmente absorben los rayos dañinos. Y —todos conocemos la historia— la mujer de Lot se dio vuelta y miró directo al sol atómico. Hoy en día nadie se sorprende que se haya muerto en el lugar. «Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra rocas y fuego».
Y así es como termina la catástrofe (Génesis 19:27-27): «Y Abraham fue temprano en la mañana al lugar donde se paraba ante el Señor: Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de la llanura, y miró y el humo del lugar subía como el humo de un horno».
Podemos ser tan religiosos como nuestros padres, pero seguramente somos menos crédulos. Con el mejor deseo del mundo no podemos imaginar un Dios omnipotente, infinitamente bueno, que está por encima del concepto del tiempo y sin embargo no sabe lo que va a pasar. Dios creó al hombre y quedó satisfecho con su trabajo. Sin embargo, parece haberse arrepentido de su obra después, porque el mismo creador decidió destruir a la humanidad. Es también difícil para los niños iluminados de ésta era pensar en un dios infinitamente bueno que da preferencia a sus «hijos favoritos», como la familia de Lot, sobre otros muchos. El Viejo Testamento da algunas descripciones impresionantes en las cuales Dios solo o sus ángeles, vuelan derecho desde el cielo haciendo un enorme ruido y provocando nubes de humo. Una de las más originales descripciones de esos incidentes nos viene contado por el profeta Ezequiel:
«Entonces sucedió que en el trigésimo año, en el cuarto mes, en el quinto día del mes, estaba yo entre los cautivos al borde del río Cobar, que los cielos se abrieron… Y yo miré y un remolino vino desde el norte, una gran nube, y un fuego enroscándose en sí mismo, y una claridad había a su alrededor, y de su centro como del color del ámbar. También del medio vinieron cuatro criaturas vivientes. Y ésta era su apariencia: eran parecidos a los hombres. Y cada uno tenía cuatro caras, y cada uno tenía cuatro alas. Y sus pies eran derechos; y la base de sus pies era como la base de la pata de un ternero; y lanzaban chispas como del color de lustrosas brasas».
Ezequiel da detalles precisos del aterrizaje de este vehículo. Describe una nave que viene del norte, emitiendo rayos y brillando y levantando una gigantesca nube de arena del desierto. Ahora, el Dios del antiguo testamento se supone omnipotente. ¿Entonces por qué este todopoderoso Dios tiene que venir de una dirección en particular? ¿No puede estar en cualquier lugar que quiera sin todo este ruido y escándalo?
Sigamos el relato del testigo Ezequiel un poco más:
«Mientras estaba yo mirando los animales, apareció una rueda sobre la tierra, junto a cada uno de los animales; la cual tenía cuatro caras o frentes; y las ruedas y la materia de ellas era a la vista como del color del mar; y todas cuatro eran semejantes, y su forma y su estructura eran como de una rueda que está en medio de otra rueda. Caminaban constantemente por sus cuatro lados, y no se volvían cuando andaban. Asimismo las ruedas tenían tal circunferencia y altura, que causaba espanto el verlas; y toda la circunferencia de todas cuatro estaba llena de ojos por todas partes. Y caminando los animales, andaban igualmente también las ruedas junto a ellos; y cuando los animales se levantaban de la tierra, se levantaban también del mismo modo las ruedas con ellos».
La descripción es asombrosamente buena. Ezequiel dice que cada rueda estaba en el medio de otra. ¡Una ilusión óptica! Para nuestra manera de pensar lo que vio fue uno de esos vehículos especiales que los americanos usan en el desierto y terreno pantanoso. Ezequiel observó que las ruedas se elevaban del suelo simultáneamente con las criaturas aladas. Estaba en lo cierto. Naturalmente las ruedas de un vehículo multipropósito, digamos un helicóptero anfibio, no se quedan en el suelo cuando arranca.
Más de Ezequiel: «Hijo del hombre, párate en tus pies y te hablaré».
El narrador oyó esta voz y ocultó su cara en el suelo con temor y temblando. La extraña aparición se dirigió a Ezequiel como «hijo del hombre» y quería hablar con él.
El cuento sigue: «… y escuché detrás de mí una voz diciendo, Bendita sea la gloria del Señor desde su lugar. Y escuché también el sonido de las alas de la criatura viviente que se tocaban, y el ruido de ruedas y de una gran prisa».
Aparte de su precisa descripción del vehículo, Ezequiel también notó el ruido que el vehículo hizo al dejar el suelo. Asimila el sonido de las alas y de las ruedas a «una gran prisa». Seguramente esto sugiere un relato de un testigo ocular. Los «dioses» hablaron a Ezequiel y le dijeron que era su tarea restaurar la ley y el orden en el país. Lo llevaron con ellos en su vehículo y confirmaron que no habían aún abandonado el país. Esta experiencia deja una fuerte impresión en Ezequiel, quien nunca se cansa de describir este extraño vehículo. En tres ocasiones más dice que cada rueda estaba en el medio de otra rueda y que las cuatro ruedas podían ir «sobre sus cuatro lados… y no giraban mientras marchaban». Y quedó especialmente impresionado por el hecho de que el total del cuerpo del vehículo, la parte de atrás, las manos, las alas e incluso las ruedas, estaban «llenas de ojos». Los «dioses» revelan el propósito y la meta de su viaje al cronista más adelante cuando le dicen que están viviendo en el medio de una «casa rebelde» que tiene ojos pero no ve, orejas pero no oye. Una vez que fue educado sobre sus coterráneos, siguen, como en todas las descripciones de estos aterrizajes, directivas y consejos sobre ley y orden, así como claves para crear una civilización adecuada. Ezequiel tomó este trabajo muy seriamente y siguió las instrucciones de los «dioses».
Una vez más nos enfrentamos a todo tipo de preguntas.
¿Quién le habló a Ezequiel? ¿Qué tipo de seres eran?
Ciertamente no eran «dioses» en el sentido tradicional de la palabra, o no hubieran necesitado un vehículo para moverse de un lugar a otro. Este tipo de locomoción parece totalmente incompatible con la idea de un Dios todopoderoso.
En relación a esto, hay otra invención técnica en el Libro de los Libros, que vale la pena examinar imparcialmente.
En Éxodo 15:10, Moisés relata las instrucciones exactas que «Dios» le dio para crear el Arca de la Alianza. Las directivas son dadas para cada pulgada, dónde y cómo poner las duelas y los anillos, y de qué aleación se harían los metales. Las instrucciones pretendían que todo se hiciera exactamente como «Dios» quería. Le advirtió varias veces a Moisés que no cometiera ningún error.
«Y asegúrate que lo hagas según el patrón que te fue mostrado en la montaña». (Éxodo 25:40).
«Dios» también le dice a Moisés que le hablaría desde el asiento de la clemencia. Nadie, le dijo a Moisés, debería acercarse al Arca de la Alianza, y le dio precisas instrucciones acerca de la vestimenta a ser usada y del calzado apropiado al transportarla. A pesar de todo este cuidado, hubo un descuido (2 Samuel 6:2). David hizo mover el Arca de la Alianza, y Uzzah ayudó a guiar la carreta sobre la que estaba. Cuando pasó un rebaño y sacudió y puso en peligro que el Arca se cayera, Uzzah la agarró. Cayó muerto en el lugar, como golpeado por un rayo.
¡Sin duda el Arca estaba cargada con electricidad! Si la reconstruimos hoy en día de acuerdo a las instrucciones recibidas por Moisés, se genera un conductor de varios cientos de voltios. El borde y la corona dorada podrían haber servido para cargar el condensador que estaba formado por placas de oro y un conductor positivo y uno negativo. Si, además, uno o los dos querubines del asiento de la clemencia actuaran como un magneto, el parlante —incluso un tipo de set de comunicaciones entre Moisés y la nave— queda perfecto. Los detalles de la construcción del Arca de la Alianza pueden ser leídos enteramente en la Biblia. Sin consultar Éxodo, creo recordar que el Arca estaba usualmente rodeada de chispas brillantes y que Moisés usó este «transmisor» cuando necesitaba ayuda y consejo. Moisés oía la voz de su Señor, pero nunca lo vio cara a cara. Cuando le pidió una vez que se mostrara a él en una ocasión, su «Dios» contestó:
«Tú no puedes ver mi cara, porque no hay ningún hombre que me pueda ver y vivir. Y el Señor dijo: Pero, hay un lugar a mi lado, y tú deberás pararte sobre una roca. Y sucederá que mientras mi gloria pasa a tu lado te cubriré con mi mano y después que pase retiraré mi mano y tú verás mi espalda, pero mi cara no debe ser vista». (Éxodo 33:20-23).
Hay asombrosos parecidos en viejos textos. En la quinta tabla de la Épica de Gilgamesh, de origen sumerio y mucho más antiguo que la Biblia, encontramos virtualmente la misma sentencia:
«Ningún mortal viene a la montaña donde moran los dioses. El que mira a los dioses a la cara debe morir».
En otros libros antiguos, que retroceden etapas en la historia de la humanidad, encontramos citas similares. ¿Por qué no querían los «dioses» mostrarse cara a cara? ¿Por qué no dejaron caer sus máscaras? ¿Qué temían? ¿O toda la historia del Éxodo viene de la épica de Gilgamesh? Incluso esto es posible. Después de todo, se supone que Moisés fue criado en la casa real egipcia. Tal vez tuvo acceso a la biblioteca y adquirió conocimientos de antiguos secretos durante esos años.
Tal vez debamos dudar de la fecha del Antiguo Testamento, también, porque hay una buena cantidad de datos para sostener que David, quien vivió mucho después, luchó con un gigante con seis dedos en la mano y seis en los pies (2 Samuel 21:18-22). También debemos considerar la posibilidad de que todas las antiguas historias, sagas y narrativas hayan sido compiladas en un solo lugar y más tarde encontraron su camino a diferentes países en la forma de copias de alguna manera distorsionadas.
Los hallazgos recientes cerca del Mar Muerto (los textos Qumrán) proveen una valiosa y asombrosa amplificación del bíblico Génesis. Nuevamente varios textos hasta hoy desconocidos mencionan carrozas celestiales, hijos de los cielos, ruedas, y el humo que las apariciones voladoras emitían. En el Apocalipsis de Moisés (Capítulo 33), Eva miró hacia el cielo y vio una carroza de luz viajando allí; era conducido por cuatro águilas brillantes. Ningún ser terrestre podría describir su magnificencia, dice Moisés. Finalmente la carroza se dirigió hacia arriba, hacia Adán, y salió humo de entre las ruedas. Esta historia, incidentalmente, no nos cuenta mucho de nuevo. Sin embargo, carrozas de luz, ruedas y humo se citan como apariciones magníficas en épocas tan antiguas como en conexión con Adán y Eva.
Un evento fantástico fue descifrado en el manuscrito de Lamech. Como el manuscrito está fragmentariamente preservado, faltan oraciones y párrafos enteros. Sin embargo, lo que resta es suficientemente curioso como para ser contado. La tradición dice que un día cualquiera Lamech, el padre de Noe, llegó a su casa y fue sorprendido por un niño que, de acuerdo a su apariencia, estaba bastante fuera de lugar en la familia. Lamech le reprochó a su esposa Bat-Enosh y declaró que el niño no era de él. Entonces Bat-Enosh juró por lo más sagrado que la semilla había venido de él, el padre Lamech, y no de un soldado o un extraño o uno de los «hijos del cielo». (Entre paréntesis nos podemos preguntar qué tipo de «hijos del cielo» eran ésos. Este drama familiar sucedió antes del Diluvio), Sin embargo, Lamech no creyó las protestas de su esposa y estando muy alterado, fue a pedir consejo a su padre Matusalén. Cuando llegó, relató la historia familiar que lo había deprimido tanto. Matusalén lo escuchó, reflexionó y fue él mismo a consultar al sabio Enoch. El problema era tan importante que el anciano aceptó las penurias del largo viaje. La pregunta sobre el origen del pequeño debía ser aclarada. Así que Matusalén describió cómo un niño había aparecido en la familia de su hijo, el cual se parecía más a los hijos del cielo que a los hombres. Sus ojos, pelo, piel y todo su ser eran diferentes al resto de la familia.
Enoch escuchó la historia y mandó a Matusalén de vuelta con las noticias extremadamente preocupantes de que un gran juicio caería sobre la tierra y la humanidad y toda «carne» sería destruida porque era sórdida y disoluta. Pero el extraño niño de quien la familia sospechaba había sido elegido como el progenitor de los que sobrevivirían al gran juicio universal. Por lo tanto, debería ordenar a su hijo Lamech llamar al niño Noe. Matusalén viajó a su casa y le contó a Lamech qué los esperaba a todos. ¡Qué podría hacer Lamech sino reconocer al extraño niño como suyo y darle el nombre de Noe!
Lo asombroso acerca de la historia familiar es la información de que el padre de Noe fueron informados acerca del diluvio y que también el abuelo Matusalén fue avisado del terrible evento por el mismo Enoch, quien poco después, según la tradición, desapareció para siempre en una carroza de fuego hacia el cielo.
¿No nos coloca seriamente ante la pregunta de si la raza humana es un acto de deliberada «crianza» de seres desconocidos del espacio? De otro modo cuál puede ser el sentido de la recurrente fertilización de seres humanos por gigantes e hijos del cielo, con la consiguiente exterminación de especímenes fracasados. Visto de esta forma, el Diluvio se convierte en un proyecto preconcebido por seres desconocidos con la intención de exterminar la raza humana salvo por unas pocas honrosas excepciones. Pero si el Diluvio, cuya existencia está probada históricamente, fue deliberadamente planeado y preparado, y esto muchos cientos de años antes de que Noe recibiera las órdenes de construir el arca, entonces no puede ser más aceptado como un juicio divino.
Hoy en día la posibilidad de criar una raza humana inteligente no es más una teoría absurda. Así como las sagas de Tiahuanaco y las inscripciones en la Puerta del Sol hablan sobre una nave espacial que trajo a la Gran Madre a la tierra para que pudiera tener hijos, las antiguas escrituras religiosas, también, no se cansan de decir que «Dios» creó al hombre a su imagen. Hay textos que indican que fueron necesarios varios experimentos antes de que el hombre quedara como «Dios» quería. Con la teoría de una visita a nuestra tierra por inteligencias desconocidas, podríamos postular que hoy somos similares a esos fabulosos e inidentificados seres.
En esta cadena de evidencias, las ofrendas que los «dioses» pidieron a nuestros antepasados traen problemas curiosos. Sus demandas no estaban limitadas en absoluto a incienso y sacrificios de animales. La lista de regalos pedidos por los dioses muy a menudo incluye monedas hechas con aleaciones especificadas con gran detalle. De hecho, las mayores instalaciones de fundiciones del antiguo Este fueron encontrados en Ezion-Geber, y consisten en un horno ultra moderno con un sistema de canales de aire, chimeneas y aperturas para propósitos específicos. Expertos en fundición de nuestros días se encuentran con el inexplicado fenómeno de cómo el cobre pudo ser refinado en estas instalaciones prehistóricas. Sin embargo sucedió, dado que grandes depósitos de sulfuro de cobre se encontraron en las cuevas y galerías alrededor de Ezion-Geber. Y estos hallazgos están estimados en 5000 años de antigüedad.
Si nuestros viajeros espaciales encuentran pueblos primitivos en algún planeta un día ellos también parecerán «hijos del cielo» o «dioses». Tal vez nuestra inteligencia esté tan avanzada en comparación con los habitantes de estas regiones como las fabulosas apariciones del universo lo estuvieron frente a nuestros primitivos antepasados. ¡Pero qué decepción si el tiempo en este desconocido lugar de aterrizaje hubiera progresado también y nuestros astronautas no son recibidos como «dioses» sino con risas frente a seres que viven en el pasado!