1. ¿HAY SERES INTELIGENTES EN EL COSMOS?
¿Es concebible que nosotros, ciudadanos del mundo del siglo XX, no seamos los únicos seres vivientes de nuestro tipo en el cosmos? Dado que no hay muestras de humanoides de otros planetas en nuestros museos para que los visitemos, la respuesta «Nuestra Tierra es el único planeta con seres humanos», todavía parece ser legítima y convincente. Pero el bosque de preguntas crece y crece tan pronto como hacemos un cuidadoso estudio de los datos que resultan de los últimos descubrimientos y trabajos de investigación.
En una noche despejada, el ojo, sin instrumentos, puede ver alrededor de 4500 estrellas, según dicen los astrónomos. El telescopio de un pequeño observatorio hace visibles cerca de 2 000 000 de estrellas, y un moderno telescopio reflector trae la luz de miles de millones de las pequeñas manchas de la Vía Láctea. Pero en las colosales dimensiones del cosmos, nuestro sistema estelar es sólo una pequeñísima parte de un sistema estelar incomparablemente más grande, un grupo de Vías Lácteas, se podría decir, conteniendo cerca de veinte galaxias en un radio de 1 500 000 años luz. E incluso este vasto número de estrellas es pequeño en comparación con las miles de nebulosas espirales vistas con el telescopio electrónico. Y podría enfatizar que la investigación de este tipo está recién iniciando.
El astrónomo Harlow Shapley estima que hay cerca de 1020 estrellas dentro del rango de nuestros telescopios. Cuando Shapley asocia un sistema planetario con una estrella en mil, debemos aceptar que es una estimación muy cautelosa. Si continuamos con especular sobre la base de esta estimación y calculamos que las necesarias condiciones para la vida se den en una estrella en mil, este cálculo sigue dando una cifra de 1014. Shapley se pregunta: ¿Cuántas estrellas en esta cifra «astronómica» tienen una atmósfera adecuada para la vida? ¿Una en mil? Esto seguiría dejando la increíble cifra de 1011 estrellas con los prerrequisitos para la vida. Incluso si asumimos que uno de cada mil de estos planetas produjo vida, todavía hay 100 000 000 planetas en los que podemos especular que existe vida. Este cálculo está basado en telescopios que usan técnicas disponibles hoy, pero no debemos olvidar que están siendo constantemente mejorados.
Si seguimos la hipótesis del bioquímico Dr. Stanley Miller, la vida y las condiciones esenciales para la vida, se pueden haber desarrollado más rápidamente en alguno de estos planetas que en la Tierra. Si aceptamos esta osada suposición, civilizaciones más avanzadas que la nuestra se pueden haber desarrollado en 100 000 planetas.
El difunto Willy Ley, escritor científico muy conocido, y amigo de Wernher von Braun, me dijo en Nueva York: «El número estimado de estrellas solamente en nuestra Vía Láctea suma 30 billones. La suposición de que nuestra Vía Láctea contenga al menos 16 billones de sistemas planetarios es considerada admisible por los astrónomos actuales. Si intentamos reducir las cifras al máximo posible y suponemos que las distancias entre los sistemas planetarios están regulados de tal forma que sólo uno en cien planetas orbita en la ecósfera de su propio sol, todavía deja 180 millones de planetas capaces de soportar la vida. Si suponemos que sólo un planeta en cien de los que pueden soportar vida realmente lo hacen, aún tenemos 1.8 millones de planetas con vida. Sigamos suponiendo que uno en cien planetas con vida tiene criaturas con el nivel de inteligencia del homo sapiens. Incluso esta última suposición da a nuestra Vía Láctea el vasto número de 18 000 planetas habitados».
Dado que los últimos conteos dan 100 billones de estrellas en nuestra Vía Láctea, la probabilidad indica una cifra incomparablemente superior a la del Dr. Ley en sus cautos cálculos.
Sin mencionar cifras fantásticas o tomar en cuenta galaxias desconocidas, podemos concluir que hay 18 000 planetas relativamente cerca de la Tierra con condiciones esenciales para la vida similares a las de nuestro planeta. Podemos ir todavía más lejos y especular que solamente un uno por ciento de esos 18 000 planetas están habitados, todavía quedan 180.
No hay dudas sobre la existencia de planetas similares a la Tierra, con una mezcla similar de gases en la atmósfera, similar gravedad, similar flora y posiblemente similar fauna. ¿Pero es esencial que los planetas tengan condiciones similares a la Tierra para soportar la vida?
La idea que la vida sólo puede florecer en las condiciones terrestres ha quedado obsoleta. Es un error creer que la vida no puede existir sin agua y oxígeno. Incluso en nuestra Tierra hay formas de vida que no necesitan oxígeno. Se llaman bacterias anaeróbicas. Una cierta cantidad de oxígeno actúa como veneno en ellas. ¿Por qué no puede haber formas más elevadas de vida que no necesiten oxígeno?
Bajo la presión del nuevo conocimiento que se adquiere día a día, tenemos que actualizar nuestras figuras mentales. La investigación científica, concentrada en nuestra Tierra hasta hace muy poco, han elogiado este mundo nuestro como el planeta ideal. No es muy cálido ni muy frío; tiene mucha agua; tiene cantidades ilimitadas de oxígeno; los procesos orgánicos continuamente rejuvenecen la naturaleza.
De hecho, el supuesto que la vida sólo puede existir y desarrollarse en un planeta como la Tierra, es insostenible. Está estimado que 2 000 000 de especies diferentes de criaturas vivientes viven en la Tierra. De éstas, nuevamente estimando, 1 200 000 son «conocidas» científicamente. Y dentro de estas formas de vida conocidas por la ciencia, hay unos pocos cientos que no pueden vivir fuera de las condiciones que conocemos. Las premisas de la vida deben ser repensadas y probadas nuevamente.
Por ejemplo, podríamos pensar que el agua altamente radioactiva estaría libre de gérmenes. Pero hay cierto tipo de bacterias que se pueden adaptar al agua letal que rodea los reactores nucleares. Un experimento llevado a cabo por el biólogo Dr. Sanford Siegel suena extraño. Él recreó las condiciones de la atmósfera de Júpiter en su laboratorio y crio bacterias en esta atmósfera, que no comparte ninguno de los prerrequisitos que al día de hoy se han establecido para la vida. Amoníaco, metano e hidrógeno no las mataron. Los experimentos de los Dres. Howard Hinton y Blun, de la Universidad de Bristol, tuvieron igualmente resultados inquietantes. Los dos científicos secaron una especie de mosquito por varias horas a una temperatura de 1000 grados centígrados. Inmediatamente después los sumergieron en helio líquido, que es tan frío como el espacio. Luego de fuerte radiación, devolvieron a los mosquitos a sus condiciones de vida normales. Los insectos continuaron sus funciones biológicas vitales y produjeron mosquitos perfectamente sanos. También conocemos bacterias que viven en volcanes, y otras que comen piedras y algunas que producen hierro. El bosque de preguntas crece sensiblemente.
Hay experimentos en marcha en muchos centros de investigación. Nuevas pruebas de que la vida no está ligada a los prerrequisitos de la vida en nuestro planeta se están acumulando constantemente. Durante siglos el mundo giró aparentemente alrededor de las leyes y condiciones que gobiernan la vida en la tierra. Esta convicción distorsionó y desdibujó nuestra manera de mirar las cosas; puso limitaciones a los investigadores científicos, quienes sin dudar aceptaron los estándares y sistemas de pensamiento al mirar el universo. Teilhard de Chardin, un gran pensador, sugirió que solamente lo fantástico tiene posibilidad de ser real en el cosmos.
Si nuestra manera de pensar funcionara en todos lados, querría decir que las inteligencias de otros planetas tomaron sus condiciones de vida como un criterio. Si vivían a temperaturas de 150 o 200 grados bajo cero, pensarían que esas temperaturas, que son destructivas para la vida que conocemos, serían esenciales para la vida en otros planetas. Esto estaría en concordancia con la lógica con la que estamos tratando de iluminar el pasado.
Debemos, por nuestro propio respeto, ser racionales y objetivos. En otras épocas toda teoría arriesgada pareció ser una utopía. ¡Cuántas utopías se han convertido en realidad! Por supuesto que los ejemplos dados aquí buscan indicar las posibilidades más exageradas. Pero, una vez que las cosas improbables que no podemos siquiera concebir hoy son mostradas como verdaderas, como lo serán, las barreras caerán, permitiendo libre acceso a las imposibilidades que el cosmos aún oculta. Aún cuando no estemos allí para verlo, tendrán que aceptar que no son la única, y ciertamente no la más antigua, inteligencia del cosmos.
Se estima que el universo tiene entre ocho y doce billones de años. Los meteoritos traen huellas de materia orgánica vista por nuestros microscopios. Bacterias con millones de años despiertan a una nueva vida. Esporas atraviesan el universo y en algún momento son atrapadas por el campo gravitacional de un planeta. Nueva vida ha ido desarrollándose en el ciclo perpetuo de la creación durante millones de años. Innumerables exámenes cuidadosos de todo tipo de rocas en todas partes de la tierra prueban que su corteza se creó alrededor de 4 000 000 000 de años. Sí, ¡y todo lo que la ciencia sabe es que algo parecido al hombre existió hace 1 000 000 de años! Y de este gigantesco río de tiempo, ha logrado encauzar sólo un pequeño arroyo de 7000 años de historia humana, con el costo de una enorme cantidad de duro trabajo, muchas aventuras y una gran dosis de curiosidad. Pero ¿qué son 7000 años de historia humana comparados con miles de millones de años de la historia del universo?
Nosotros, los paradigmas de la creación, demoramos 400 000 años para llegar a nuestro presente estado y nuestra presente situación. ¿Quién puede dar una prueba concreta para demostrar por qué otro planeta no pudo haber proporcionado condicione más favorables para el desarrollo de otra o similares inteligencias? ¿Hay alguna razón por la cual no tengamos «competidores» en otro planeta que sean iguales o superiores a nosotros? ¿Tenemos derecho a descartar esa posibilidad? Lo hemos hecho hasta hoy.
¡Cuán a menudo los pilares de nuestra sabiduría se han derrumbado en el polvo! Cientos y cientos de generaciones pensaron que la tierra era plana. La ley de hierro de que el sol giraba alrededor de la tierra fue considerada adecuada durante miles de años. Todavía estamos convencidos que nuestra Tierra es el centro de todo, aunque se ha demostrado que es una estrella ordinaria de tamaño insignificante, 30 000 años luz del centro de la Vía Láctea.
Ha llegado el momento de admitir nuestra insignificancia, haciendo descubrimientos de cosmos infinito e inexplorado. Solamente entonces podremos darnos cuenta de que no somos más que hormigas en el vasto estado del universo. Y sin embargo, nuestro futuro y nuestras oportunidades están en el universo, donde los dioses prometieron que estarían.
Hasta que no hayamos tomado una mirada al futuro no seremos lo suficiente fuertes y valientes para investigar nuestro pasado honesta e imparcialmente.