11. LA BÚSQUEDA DE LA COMUNICACIÓN DIRECTA.

A las cuatro de una mañana de abril de 1960, comenzó un experimento en un valle solitario de Virginia del Oeste. El gran radio telescopio de 85 pies en Green Bank fue dirigido a la estrella Tau Ceti, a 11.8 años luz de distancia. El joven astrónomo americano, Dr. Frank Drake, quien tiene considerable fama como científico, actuó como el director de este proyecto. Quiso sintonizar en las transmisiones de radio de otras civilizaciones para recoger señales de inteligencias desconocidas del espacio exterior. La primera serie de experimentos duró 150 horas. Pasaron a la historia como el Proyecto Ozma (nombre de la mítica princesa de la tierra de Oz), aunque fue un fracaso. El experimento se frenó, no porque los científicos participantes expresaran el punto de vista de que no había transmisiones de radio en el espacio, sino porque se dieron cuenta que de momento no había aparatos suficientemente sensibles para alcanzar la meta. Ozma no será el único experimento de este tipo. Se han dirigido instrumentos desde la luna, en julio de 1969, y más se colocarán en el futuro. Podrán rastrear señales de radio en el inconmensurable espacio entre las estrellas, libres de interferencia terrestre.

Sin embargo, debe preguntarse si la búsqueda de señales de radio realmente nos ayuda en la investigación espacial o si no sería más práctico que nosotros mandáramos señales de radio al espacio. Por supuesto, no podemos esperar que inteligencias desconocidas entiendan ruso, español o inglés, y que estén allí esperando nuestro contacto.

Quedan tres posibilidades para hacernos conocer: símbolos matemáticos, rayos láser y figuras. Las primeras parecen las más factibles para ser exitosas. Para mandar esos símbolos tenemos que descubrir y fijar longitudes de onda intergalácticas que tengan buena chance de ser recibidas a través del cosmos. 1420 megahertz darían esa frecuencia, porque es la frecuencia de radiación del hidrógeno neutro que resulta de la colisión de los átomos de hidrógeno. Como el hidrógeno es un elemento, esta frecuencia de radiación podría ser conocida en el universo. Además, 1420 Mhz queda por fuera de la escala superpoblada de las ondas terrestres. La posibilidad de errores y factores de interferencia se reduciría al mínimo. De esta forma se podrían mandar impulsos de radio al espacio para que si existen inteligencias desconocidas las puedan reconocer.

Lo mismo es concebible en reverso. Las ondas de radio han estado atravesando el universo por largo tiempo. Si mi hipótesis es correcta, ¿no es creíble que inteligencias desconocidas se estén anunciando a nosotros? Por ejemplo, la radiación de CTA 102 de repente aumentó en el otoño de 1964; los astrónomos rusos informaron al mundo que posiblemente habían recibido señales de una supercivilización extraterrestre. (CTA 102 es una estrella catalogada así por astrónomos del instituto de California).

El astrónomo Sholomitski dijo en el salón de actos del Instituto Astrológico de Moscú el 13 de abril de 1965: «A finales de septiembre y comienzos de octubre de 1964, la radiación de CTA 102 era mucho más fuerte, pero sólo por un corto tiempo, luego disminuyó nuevamente. Registramos esto y esperamos; llegó a un segundo pico exactamente 100 días después del primer registro». Su jefe, el profesor I. S. Shklovskii, añadió que esas fluctuaciones en radiación eran muy extrañas.

Entretanto, el astrofísico alemán Maarten Schmidt encontró que por medidas exactas, CTA 102 debe estar cerca de 10 billones de años luz de la tierra. Esto indica que si los rayos de radio fueron originados por seres inteligentes, deben haber sido emitidos hace 10 billones de años. Pero, según los cálculos de hoy en día, nuestro planeta simplemente no existía en esa época. Esto puede ser un golpe de gracia para la búsqueda de otros seres vivientes en el universo.

Pero si la búsqueda de vida en el universo no tuviera oportunidad de éxito, los astrofísicos de América y Rusia, en el Jodrell Bank, Inglaterra, y en Stockert, cerca de Bonn en Alemana, no estarían concentrando sus búsquedas en lo que se conoce como estrellas de radio y cuásares con antenas enormes. Las estrellas fijas Epsilon Eridiani y Tan Ceti están respectivamente a 10.2 y 11.8 años luz de nosotros. Así que las ondas de radio dirigidas hacia estos «vecinos» estarían en camino unos 11 años, y una respuesta nos podría llegar en 22 años. Comunicaciones de radio con estrellas más distantes tomarían proporcionalmente más tiempo; las civilizaciones situadas a distancias calculadas en millones de años luz no son adecuadas para establecer contacto por ondas de radio. ¿Pero acaso las ondas de radio son nuestro único medio técnico para estos intentos?

Por ejemplo, podríamos hacernos ópticamente notables. Un rayo láser poderoso enviado directamente a Marte o Júpiter no quedaría ignorado, si hay inteligencia en esos lugares.

Hay todo tipo de sugerencias basadas en la premisa de que alguien en algún lugar nos está mirando.